31.1.08

Antonio Maura (Calle de)

Antonio Maura y Muntaner (1853-1925)
Entre la plaza de la Lealtad y la calle de Alfon­so XII. Distrito 3 (Retiro). Barrio de los Jerónimos.

Amplia y algo empinada calle, espina dorsal del barrio de los Jeróni­mos y que como todo él se abrió en las últimas décadas del siglo XIX. Inme­jorable emplazamiento el suyo, con inicio en el monumento que hay sobre el campo de la Lealtad y final frente a la puerta de España del Retiro. Su primitivo nombre fue el de calle de la Lealtad, recordando la heroica actitud de los madrileños el 2 de mayo de 1808. Algo más me extenderé sobre este parti­cular al llegar a la plaza que sí conserva tal nombre. Desde 1939 se denomi­na de Antonio Maura, pues este político vivió aquí, en un palacete que perte­neció primero a la duquesa de Santoña, aristócrata riquísima que tuvo la frivolidad de decorar con panes de oro las balaustradas de su vivien­da. Maura, también muy rico pero quizá menos amigo de la ostentación, hizo desaparecer tales adornos de su nueva casa.


Antonio Maura y Muntaner nació en Palma de Mallorca en 1853. Empezó su carrera política en el partido Liberal, junto a Gamazo. Fue minis­tro de Ultramar en 1892, y en el ejercicio de ese cargo presentó un proyecto de autonomía para Cuba y Puerto Rico que fue rechazado por todo el mun­do. Después del desastre de 1898 su programa político adoptó diversas propuestas de los regeneracionistas. Tras la muerte de Germán Gamazo, asumió la jefatura de su grupo político, pero en 1902 se pasó a las filas conservadoras y participó en el gobierno de Francisco Silvela, donde adqui­rió fama de autoritario y brutal represor. Tras la dimisión de Silvela a finales de 1903 fue encargado por primera vez de formar gobierno, pero este primer mandato sólo se prolongó unos meses, ya que renunció a causa de la excesi­va intervención del rey en los asuntos políticos. Otra vez fue nombrado presidente del gobierno en 1907, e intentó una política de reformas que se quedó sólo en el nombre. Nuevamente sacó su vena autoritaria y represora, y tras la Semana Trágica de Barcelona (1909) y los sangrientos sucesos que en ella ocurrieron, tuvo que dimitir. Poco a poco se fue retiran­do de la vida política, pero en 1918 fue llamado a presidir un gobierno de con­cen­tración nacio­nal y en 1919 otro de carácter conservador. En 1921 asumió por última vez ese cargo, dentro de una crisis que debería acabar con el sistema que se estableció con la constitución de 1876. Murió en Torrelodo­nes, cerca de Madrid, en 1925.

25.1.08

Antonio Grilo (Calle de)

Entre la calle de San Bernardo y la plaza de los Mostenses. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Universidad.

Como lo atestigua una cercana travesía, el nombre que hasta finales del siglo XIX llevó esta calle fue el de las Beatas. Se debía a un convento de monjas o beaterio que aquí se fundó en 1574, con la advocación de Santa Catalina de Siena. Perduró hasta 1611, cuando las monjas se trasladaron a un nuevo emplazamiento cercano al palacio que el duque de Lerma se acaba­ba de construir junto al Prado de San Jerónimo. Fue entonces ocupado el edificio por los monjes premostratenses, y en él permanecieron casi dos siglos, hasta su derribo ordenado por José Bonaparte, pero esta historia co­rresponde a la plaza de los Mostenses y allí se contará. El caso es que del fugaz paso de las monjas por esta calle quedó un nombre que duró trescien­tos años. Répide cuenta una leyenda relacionada con este convento. Al pare­cer en él había monjas jóvenes y bellas, y en una ocasión dos, que debían de responder a estas características, pasaban por la calle Ancha de San Bernardo cuando fueron vistas nada menos que por Rodrigo Calderón, famoso galán y conspi­rador del que ya se ha hecho mención y que se deberá nombrar muchas más veces en estas páginas. Prendado de una de las religiosas, las alcanzó e intentó el cortejo. Fue rechazado, y cuando, arrogantemente, se dio a cono­cer y dijo que siempre conseguía lo que quería, la respuesta de Sor María del Sacramento, que así se llamaba la bella monja, fue “tal vez se obscurezca mañana la estrella que tanto brilla hoy”. Certera premonición del triste fin del marqués de Sieteiglesias, en un cadalso de la plaza Mayor.

Para la crónica negra han de quedar algunos horrendos crímenes que se produjeron en el número 3 de esta calle: en noviembre de 1945 apareció muerto por herida de arma contundente (un candelabro) y estrangulamiento el camisero Felipe de la Breña; parece ser que el móvil fue el robo. Diecisiete años después, el 1 de mayo de 1962, el sastre José María Ruiz Martínez, al parecer enajenado por unos problemas económicos, mató a su esposa y a sus cinco hijos antes de suicidarse.

La primera idea que se tuvo al decidir el cambio de denominación de la tradicional calle de las Beatas, llevó al Concejo a acordarse de Ramón Chíes (1846-93), político republicano y periodista, gobernador tras la Revo­lución de 1868 y fundador junto con Antonio Machado Álvarez, Demófilo, del semanario Las Dominica­les del Libre Pensamiento. Pero alguien debió pensar que las ideas de Chíes eran demasiado avanzadas como para homena­jearle con una calle, y se tomó, el 15 de marzo de 1899, la más neutral decisión de dedicarla al poeta cordo­bés Antonio Grilo, nacido en 1845 y fallecido en 1906, un juglar del siglo XIX que recorría los salones aristocrá­ticos recitando expresivamente sus poemas. Esta faceta un tanto bohemia no le impidió sin embargo llegar a ser académico de la len­gua. Fueron famosos en su época los versos que dedicó a las ermitas de la sierra de Córdoba.

Antonio Flores (Calle de)

Entre las calles de Serrano Anguita y de Sagas­ta. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Justicia.

Calle muy breve, abierta en los primeros años del siglo XX, y que en la actualidad se puede ver en las noches de los fines de semana llena de coches mal aparcados y de jóvenes que han bebido demasiado. Recuerda a un escri­tor costumbrista del siglo XIX, nacido en Elche en 1818 y fallecido en 1865. Fue pionero de la prensa gráfica en España, pues ya en 1844 dirigía el perió­dico ilustrado El Laberinto; es fama que algunos de sus números salían íntegramente de la pluma de Flores. Entre sus obras literarias cabe mencio­nar Fe, Esperanza y Caridad, La historia del matrimonio, Tipos y costum­bres españoles y Doce españoles de brocha gorda, pero su obra más impor­tante es Ayer, hoy y mañana, en la que describe el Madrid de 1800, el de 1850 y un entonces lejano Madrid de 1899 en el que parece ser que se fue un poco por las ramas. Fue miembro de la Real Academia.

14.1.08

Antonio Díaz-Cañabate (Calle de)

Entre la avenida del Mediterrá­neo y la calle de Arias Montano. Distrito 3 (Retiro). Barrio del Niño Jesús.

Recientemente, el último tramo de la calle de Abtao ha sido dedicado al escritor, periodista y crítico taurino Antonio Díaz-Cañaba­te, nacido en Madrid en 1898 y fallecido en la misma villa en 1980, activo participante en la magna enciclopedia Los Toros y su continuador tras la muerte de José María de Cossío. Tam­bién se interesó por la historia y costum­bres de nues­tra villa; fruto de esa ocupación por Madrid fue una de sus principales obras, Histo­ria de una Taberna (1944), que le inspiró la de Antonio Sán­chez, sita en la calle del Mesón de Pare­des. Fue considerado como uno de los últimos escritores costumbristas, con una estética muy próxima a la de Azorín. Otras de sus obras son Historia de una tertulia (1952), Lo que se habla por ahí (1954), Historias de un tren (1959), Madrid y los Madriles (1974), Las tres Marías (1977) y El mundo de los toros (1979).