30.6.17

Desengaño (Calle del)


(Foto CC BY-SA 3.0 Basilio)

Entre las calles de Valverde y de Concepción Arenal. Distrito 1 (Centro). Barrio de Universidad.

Desde el siglo XVI se debe de llamar así esta calle, aunque tuvo algún cambio. En el plano de Texeira se rotula calle del Desengaño, oy de los Basilios, lo cual indica que durante unos años, entre los siglos XVII y XVIII se conoció como calle de los Basilios. Este nombre se debe al convento de San Basilio, que estuvo aquí. Fundado junto al arroyo del Abroñigal el año 1608, hubo de trasladarse tres años después a la calle del Desengaño por lo insalubre de su primitivo emplazamiento. En 1665 se reedificó el convento, que perduró hasta la desamortización, en 1836. Después se utilizó como cuartel de la Milicia Nacional y como sede de la capitanía general; la iglesia sirvió para ubicar en ella la bolsa de comercio. Catorce años después fue definitivamente derribado y en su solar se levantó un teatro que fue primero conocido como de los Basilios, y después, Lope de Vega. En 1864 desapareció; el solar fue utilizado por la compañía La Peninsular, que construyó un edificio de viviendas y abrió una calle que se llamó de Muñoz Torrero

El nombre actual de la calle tiene un origen legendario y misterioso. Se cuenta que el príncipe Vespasiano de Gonzaga cortejaba a una bella joven que era pupila de don Diego de la Nao, cuyas casas se hallaban muy cerca de nuestra calle (véase calle de la Nao). Al parecer no era el príncipe el único galán que tenía la dama, pues nada más y nada menos que Jacopo Grattis, el Caballero de Gracia, también buscaba los favores de la joven. Un malhadado día se encontraron ambos rivales justo a la altura de nuestra calle. Relucieron los aceros y estaban prestos a cruzarse cuando ante la vista de los contendientes pasó una enigmática sombra embozada seguida de un zorro que los amenazaba con sus ojos negros y brillantes. Lejos de acobardarse, los dos caballeros decidieron aplazar su pugna y desvelar aquel misterio. La sombra se había parado junto a una tapia y parecía esperarlos. Cuando al fin la abordaron y levantaron las telas que la cubrían, vieron con espanto que no era sino un cadáver momificado. El desengaño sufrido por los galanes originó el apelativo de la calle. Pero también muy cerca de aquí estaba la quinta del conde de Vocinguerra de Arcos (véase calle de Fuencarral), y allí se reunían por aquellos entonces un grupo de conspiradores encabezados por Íñigo López de Mendoza, que eran partidarios del príncipe Don Carlos frente a su padre Felipe II. No queriendo compañía por esos contornos, pudieron inventar la historia para llenar de espanto a las gentes que hacia allí dirigiesen sus pasos. En definitiva, ahí está la leyenda, y, como muy bien dicen Peñasco y Cambronero, sirva “para poner al lector al corriente de cuantos antecedentes hemos podido reunir de las calles de Madrid, pero sin que atestigüemos su autenticidad”. 


Iglesia de San Martín
(Foto CC BY-SA 3.0 Antonio Vélez)

En el número 26 de la calle se yergue la austera fachada de ladrillo visto de la iglesia parroquial de San Martín, antiguo templo de Porta Coeli. En 1643 se fundó aquí un convento de clérigos menores de San Felipe Neri que pocos años después fue abandonado; entonces lo ocuparon otros clérigos menores, los llamados caracciolos, que ya tenían en la villa el convento del Espíritu Santo, donde hoy se levanta el Congreso de los Diputados. Desde 1648 se va ampliando poco a poco el convento, y alrededor de 1725 se levantó la iglesia actual, cuya portada está atribuida a Pedro de Ribera; Peñasco y Cambronero la consideran de mal gusto, pero hoy en día se admira como una de las buenas obras del barroco madrileño. Tras la desamortización, desapareció el convento, pero no la iglesia, a la que fue trasladada la ancestral parroquia de San Martín en 1868, después del derribo del convento del mismo nombre. La iglesia fue incendiada en 1936, y con ello se perdieron muchas obras de arte que provenían del antiguo convento benedictino.

16.6.17

Descargas (Cuesta de las)


Foto: CC BY-SA 4.0 Malopez 21

Entre la Ronda de Segovia y la calle de Algeciras. Distrito 1 (Centro). Barrio de Palacio.

Varias explicaciones hay para el nombre de esta cuesta. Desde la de Peñasco y Cambronero (para ellos, cuesta de la Descarga), que es “ignoramos la tradición del nombre con que se designa” hasta la de Répide, que sitúa aquí el punto en el que se efectuaban las descargas de pólvora que habitualmente acompañan a los acontecimientos importantes (corroborado esto por la imagen que ilustra el azulejo que indica su nombre). Bravo Morata da dos soluciones, la primera muy relacionada con lo que precede, pero mucho más puntillosa. Resulta que el siempre levantisco y reacio pueblo de Madrid protestaba por la pavimentación de ciertas calles que Carlos III había ordenado. Las turbas se acercaban al palacio Real y los guardias de Corps debieron efectuar una serie de descargas para disolver la manifestación. Y, ¿a qué no saben donde fueron dispersados los alborotadores? Aquí, a media milla del palacio, fuera de la cerca y en una empinada ladera. Por eso lo más verosímil de todo (aunque sin pasarse) es lo que dice Don Federico en segundo lugar, y es que los labriegos que traían sus hortalizas a la villa efectuaban la descarga de sus carros en esta cuesta aprovechando su declive.

Y ya que se ha nombrado la cerca, hay que decir que en esta cuesta se encuentra uno de los pocos restos de la tapia que colocó Felipe IV en torno a Madrid, concretamente haciendo las veces de pretil del parque de la Cornisa. Este jardín se encuentra en el solar del que fue cuartel del Rosario, vecino de San Francisco el Grande.

9.6.17

Descalzas (Plaza de las)


El monasterio de las Descalzas Reales
(Foto CC BY-SA 3.0 Luis García)


Entre el Postigo de San Martín, la calle de la Misericordia, la calle del Maestro Victoria, la calle de San Martín y la plaza de San Martín. Distrito 1 (Centro). Barrio de Sol.

El monasterio de las Descalzas Reales preside y da nombre a esta plaza. Se trata de uno de los edificios religiosos más importantes de la capital, repleto de historia y de obras de arte. Ocupa el lugar que tenía un palacio que en su día fue utilizado por Carlos I y que su hija doña Juana de Austria quiso convertir en convento cuando, viuda del heredero de Portugal, regresó a Madrid desde el país vecino dejando allí a su hijo, el futuro rey son Sebastián. Las monjas, franciscanas reformadas, habrían de venir de Gandía –no en vano el santo levantino Francisco de Borja tuvo también su papel en la fundación. Participaron en la transformación de palacio a convento los arquitectos Antonio Sillero, Juan Bautista de Toledo y Juan Gómez de Mora. Sufrió al menos dos grandes incendios, uno a mediados del siglo XVIII, tras lo cual fue reformado por Diego de Villanueva, y otro en 1862 que hizo desaparecer las pinturas de la bóveda, que databan de la época de la intervención de Villanueva, y el retablo de Gaspar Becerra, que era de 1565. Para sustituir este último se trajo uno que perteneció al antiguo noviciado de los jesuitas, sito en la calle de Fuencarral y entonces ya utilizado por la Universidad Central.


Retrato de Sor Ana Dorotea de Austria, por Rubens
(Monasterio de las Descalzas Reales, Madrid)

Muchas mujeres de la realeza y la más alta nobleza profesaron aquí como monjas, como la infanta doña Margarita, hija de doña María, emperatriz del Sacro Imperio y sobrina de Felipe II, quien quiso desposarla, a lo que ella se negó. También (citando a Répide) habría que mencionar a la infanta Ana Dorotea, hija del emperador Rodolfo, la infanta María, hija de los príncipes de Módena y también sor Margarita de la Cruz, nieta de Felipe IV y de José de Ribera, el Españoleto. No es de extrañar, por ello, que Felipe V decretase en 1715 que la abadesa del convento ostentase el título de Grande de España.

De entre las muchas obras de arte del convento cabe destacar su rica colección de tapices flamencos urdidos según bocetos de Rubens y también la estatua orante de la princesa doña Juana, obra de Pompeo Leoni. Albergó también en su momento la Anunciación de Fra Angelico, hoy en el Prado. A diferencia de otros edificios religiosos de Madrid, fue muy cuidado durante la guerra civil, sin duda a causa de ese extraordinario conjunto de obras de arte, y los desperfectos que sufrió se debieron antes a la artillería franquista que a hordas incontroladas de milicianos.

Uno de los capellanes del convento, el padre Francisco Piquer, fue el fundador en 1702 del Monte de Piedad de Madrid, que tuvo aquí su sede, en unas casas que pertenecían al convento (antes eran de don Juan de Borja) e incluso estuvieron unidas a él por un pasadizo que pasaba por encima de la calle de la Misericordia. Aún se conserva la portada de su capilla, obra de Pedro de Ribera, ejemplo típico del barroco madrileño, en el edificio moderno que hoy pertenece a la entidad bancaria sucesora de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid.


La Plaza de las Descalzas, grabado de 1860.
Se aprecia la portada de la capilla del Monte de Piedad (a la izquierda), que es la que aún se conserva.
En primer plano, la fuente de la Mariblanca

En la plaza de las Descalzas, formando parte de una fuente, estuvo la célebre estatua conocida como la Mariblanca tras su destierro de la Puerta del Sol; también fue desterrada de aquí para que ocupase su lugar la estatua de Francisco Piquer, obra de José Alcoverro, que hoy se puede ver allí aunque despojada de su pedestal original. A su lado, la de José Vizcaíno, marqués viudo de Pontejos, fundador en 1838 de la Caja de Ahorros de Madrid. Su escultor fue Medardo Sanmartí y, como la del padre Piquer, data de 1889.