Entre el paseo de la Castellana y las calles de María de Molina, Salas y José Abascal. Distritos 4 (Salamanca), 5 (Chamartín) y 7 (Chamberí). Barrios de Castellana, El Viso, Almagro y Ríos Rosas.
Carecía de nombre este cruce de calles (en un principio ni siquiera llegaba aquí la de María de Molina) hasta que, a la muerte del personaje que es homenajeado en ella –quien vivía en la esquina de la Castellana con José Abascal- el Ayuntamiento decidió ponerle su nombre. Es muy difícil resumir en un espacio como este la vida y, sobre todo, la obra de una figura como la de Gregorio Marañón y Posadillo, uno de los intelectuales más importantes de la España del siglo XX. Nacido en Madrid el 19 de mayo de 1887, se licenció en Medicina en 1908 y alcanzó el grado de doctor en 1910. Fue médico de Alfonso XIII, a quien acompañó en su célebre viaje a Las Hurdes en 1922. Represaliado por la dictadura de Primo de Rivera, formó junto a José Ortega y Gasset y Ramón Pérez de Ayala la “Agrupación al Servicio de la República” que contribuyó al cambio de régimen el 14 de abril de 1931. Salió de España al poco de estallar la guerra civil, momento en que cambia por completo su actitud hacia los gobiernos republicanos. Se le concedió permiso para volver en 1942; ejerció su profesión en principio de forma liberal, aunque en 1944 volvió a ocupar un puesto en el Hospital Provincial de Madrid, del que había sido desposeído por los franquistas en 1939. Desde entonces no hizo más que seguir acumulando honores y nombramientos, como le había sucedido antes de la guerra, algo de lo que se aprovechó el régimen de Franco con fines propagandísticos. Murió en Madrid 27 de marzo de 1960.
Marañón no solo destacó como galeno, especializado en endocrinología, rama de la medicina a cuyo desarrollo en España contribuyó decisivamente, sino también como historiador (su biografía de Antonio Pérez, aparecida en 1947, es aún considerada canónica) y como pensador. Fue miembro de cinco de las Reales Academias (Lengua, Historia, Bellas Artes, Medicina y Ciencias Exactas).
En el centro de la plaza se encuentra la estatua ecuestre dedicada al marqués del Duero (personaje del que se hablará más al llegar a la calle que lleva su nombre). Fue allí erigida en el año 1885 y es obra de Andres Aleu; los relieves del pedestal se deben a su alumno Pablo Gibert. Como suele ser habitual en estos casos, su bronce procede de cañones que fueron fundidos en Sevilla para darle forma.