Va la calle de la ronda de Segovia al paseo Imperial. La travesía, de la ronda de Segovia a la calle de Gil Imón. Distrito 2 (Arganzuela). Barrio Imperial.
Aunque la calle y la travesía llevan sus nombres de forma oficial desde hace bastante tiempo (1 de enero de 1863 y 1 de enero de 1880, respectivamente), se los deben a un desaparecido campillo que hubo por aquí. Peñasco y Cambronero indican que Texeira no le pone denominación en su plano; lo cierto es que ni siquiera aparece, sino que forma parte de lo que entonces era un extenso campo llamado La Vega. Andando el tiempo se debió de formar una explanada en el que sí que se conocía como portillo de Gil Imón, en los aledaños de la tapia con que Felipe IV rodeó la villa, la Cerca, no muy lejos del convento de San Francisco. Este paraje también se nombró, al parecer, como plaza de Armas.
Pues bien, ¿quién es el tal Gil Imón, que, como propietario que fue de todos estos terrenos les prestó su apelativo? Don Baltasar Gil Imón de la Mota, nacido en Medina del Campo hacia 1545, fue fiscal del Consejo de Castilla en la época de Felipe III y también Contador Mayor de Cuentas y presidente del Consejo de Hacienda con Felipe IV. Además de este campillo, suyas eran las casas donde murió el tercer duque de Osuna tras haber sido preso en el cambio de reinado, a causa de las intrigas políticas y palaciegas que hubo por entonces. Don Gil, por el contrario, siempre fue tenido como un ministro de gran confianza. Murió en Madrid el 5 de septiembre de 1629.
Répide cuenta una chusca historia, una de esas castizas tradiciones madrileñas, que no me resisto a recordar aquí, si bien muy resumida. El rey Felipe III había impuesto unas rígidas normas de recato en la vestimenta femenina, prohibiendo los famosos guardainfantes, los zapatos recargados y los escotes demasiado descubiertos. Pues nada menos que las tres hijas de don Gil tuvieron la humorada de ataviarse incumpliendo todos y cada uno de los preceptos reales e irse a pasear para que las viera el todo Madrid de la época. Sabiendo de quién eran hijas, la fuerza pública no osó amonestarlas, pero cuando llegaron a casa… El severo fiscal del Consejo las reprendió duramente y las obligó a vestir desde entonces como monjas. Las dos hijas mayores se libraron del castigo cuando se casaron, pero la menor… Profesó en un convento y no le quedó otra que utilizar el hábito monjil hasta el final de sus días.
(Entre paréntesis añado que, al parecer, se conoció a las tres damas como las gilimonas y hay quien sugiere que de ahí viene cierta palabra malsonante muy utilizada –y que no creo que sea necesario citar– a la cual algunos quieren otorgar denominación de origen madrileña).