11.4.07

Álvarez Gato (Calle de)

Página del 'Cancionero de Álvarez Gato'
Entre las calles de Espoz y Mina y de Núñez de Arce. Distrito 1 (Centro). Barrio de Sol.

Hasta las primeras décadas del siglo XX esta calle era conoci­da simplemente como del Gato, y así aparece en la reedición de 1846 del plano de Tomás López. Aunque el origen más probable de este nombre está rela­ciona­do con el per­sonaje al que hoy está dedicada, hay una chusca tradi­ción que lo intenta expli­car, y, aun­que disparatada, merece ser contada. Dícese que cuando estos parajes no eran sino un coto de caza, se capturó un enorme gato mon­tés cuya piel sirvió para fabricar unas botas nada menos que al Gran Capi­tán. Eran unas botas semejantes a las que usó el emperador Carlo­magno, pero tenían un pequeño incon­veniente, y era que el olorcillo que despedían debía de ser bastante fami­liar para todos los felinos que se encon­traban cerca de ellas y en cuan­to lo notaban aprovechaban para acercarse y hacer sus necesida­des. Con esto, el olor, en lugar de menguar crecía más y más, hasta que el adalid decidió deshacerse de ellas y en un gesto de genero­sidad las regaló a su ayuda de cámara. El muy ingrato, en lugar de conser­var tan preciado presente, se lo vendió a un numismático de París, que seguro que soportó mejor el olor. Peñasco y Cambronero, además de decir que no se creen nada de esto, dudan si la tradición se ha de acomodar a esta calle o bien a la antigua pla­zuela del Gato, que se hallaba en la calle de Amaniel. De hecho, Répide la narra cuando habla de la susodicha plazuela. Sea como sea, nadie se lo cree.

Lo cierto es que la calle está dedicada a Juan Álvarez Gato. El linaje de los Gato es de los más antiguos de la villa, de la época de la conquista. Se cuenta que uno de los miembros de la familia escaló con la sola ayuda de una daga las murallas de Madrid sin im­portarle que los moros le estuviesen esperando. La comparación del audaz guerrero con un gato por su agilidad, hizo que el mote se con­virtiese en apellido. Muchos cronistas y estudiosos indican además que este hecho es el origen de que a los madrileños se nos llame gatos, aunque yo he oído decir también que el apelativo podría venir de la habilidad para escalar muros que mostraron las tropas madrileñas que contribuyeron a la conquista del reino de Granada por los Reyes Cató­licos.

Se supone que Juan Álvarez Gato tuvo sus casas en esta calle, aun­que Jerónimo de Quintana no opina igual y las sitúa junto a la iglesia de San Salvador. Álvarez Gato nació en nuestra villa alrededor del año 1440 y fue poeta. Al parecer fue converso, lo que le sirvió para poder ser mayordo­mo de Isabel la Católica, poco amiga de judaizantes como todos sabemos. Casó con una noble dama madrileña, pertene­ciente a uno de los más principales linajes de la villa, doña Aldonza de Luzón. Como poeta, es un hombre de su tiempo; compuso numero­sos versos de muchos géneros, algunos de los cuales aparecieron en el Cancionero General. Entre sus obras las hay de carácter amoroso, político, satírico, alegórico y moral. Él inició el género poético consis­tente en realizar poemas amatorios a lo divino. El rey Juan II lo tuvo en mucha estima; también sirvió a Enrique IV y a la reina Isabel, como antes se ha dicho. Murió en 1509, y fue enterrado en la capilla que su familia fundó en la iglesia de San Salvador.

En esta calle estuvieron los dos famosos espejos deformantes, uno cóncavo y otro convexo, citados por Valle-Inclán en sus Luces de Bohemia y a través de los que veía ese Madrid "absurdo, brillante y hambriento" que retrató en su primer Esperpento.

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