El monumento a Daoíz y Velarde ante el arco de Monteleón
(Foto: dominio público)
En los terrenos que pertenecieron al antiguo parque de artillería de Monteleón –del que se tratará cuando lleguemos a la calle que lleva su nombre-, donde tuvieron lugar encarnizados combates en la gloriosa jornada del 2 de mayo de 1808, encontramos varias calles dedicadas a los protagonistas de aquellos hechos. Desde el nombre del barrio en el que nos encontramos, Malasaña, que alude al apellido de Juan y Manuela, padre e hija, héroes de aquel día –aunque el padre está “exiliado” en el callejero de la antigua villa de Vallecas-, hasta los homenajes a los militares que allí se distinguieron en su lucha contra el invasor francés. Uno de ellos fue el capitán Luis Daoiz y Torres, a quien siempre se cita relacionado con su compañero Velarde (ya hablaremos de él). Nacido en Sevilla el 10 de febrero de 1767, ingresó en el cuerpo de Artillería a los 15 años gracias a su origen noble (su padre descendía de una linajuda familia de origen navarro, en concreto de la villa de Aoiz, y su madre era hija de los condes de Miraflores de los Ángeles). Permaneció en el colegio de Artillería, cuya sede era el Alcázar de Segovia, hasta 1787, año en que fue destinado al Puerto de Santa María, localidad en la que su familia poseía fincas. Sirvió en Ceuta, Orán, el Rosellón (campaña en la que fue hecho prisionero por los franceses) y también en diversos buques de la Armada. Estando en Cuba se enteró de su ascenso a capitán y, tras su vuelta a la Península, fue destinado a Sevilla, donde se dedicó más bien a cuestiones científicas para mejorar la eficacia de la artillería. En 1807 parte de su regimiento se trasladó a Madrid y a él se le asignó el mando de batería del Parque de Monteleón. Murió tras su heroica y tenaz defensa del parque tras el asalto francés del 2 de mayo de 1808. Parece ser que, ofendido porque el general Lagrange le había llamado “traidor” atacó al francés con su sable y de inmediato los soldados invasores lo cosieron a bayonetazos. Fue enterrado en la iglesia de San Martín aquel mismo día. En 1814 sus restos, junto con los de Velarde, fueron trasladados a la colegiata de San Isidro y en 1840 al monumento de la plaza de la Lealtad, hoy dedicado a todos los caídos por España.
Se da la circunstancia de que uno de los leones que flanquean la puerta del Congreso de los Diputados recibe su nombre, en concreto el que vemos a la derecha si nos situamos frente a la fachada.
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