2.7.21

Fuencarral (Calle de)

 

La portada del antiguo Hospicio, hoy Museo de Historia de Madrid
(Foto CC BY-SA Alvesgaspar)

Entre la Red de San Luis y la glorieta de Quevedo. Distritos 1 (Centro) y 7 (Chamberí). Barrios de Justicia, Universidad y Trafalgar. 

Es evidente el origen del nombre de esta calle, no otro sino que es uno de los antiguos caminos que conducían a Fuencarral, y no el más corto precisamente. Es curioso observar cómo la calle que lleva el nombre del cercano pueblo se curva casi forzadamente hacia el oeste, desviándose del camino recto que nos llevaría a Fuencarral. Además, la antigua puerta de Fuencarral en la cerca estaba al final de la calle de San Bernardo, aunque bien es verdad que real y oficialmente esa puerta se llamaba de Santo Domingo. 

A principios del siglo XVI era aún este paraje un bosque agreste, perteneciente al pueblo de Fuencarral, donde los reyes de Castilla y luego de España daban rienda suelta a sus aficiones cinegéticas. No en vano los habitantes de Fuencarral eran considerados monteros del rey. Con la llegada de la corte a Madrid empieza un periodo de fuerte crecimiento de la villa, y una de las primeras víctimas fue este bosque que hubo al norte del entonces pequeño caserío, talado a partir del reinado de Felipe II. Sin embargo, durante mucho tiempo fue una zona despoblada, y hasta finales del siglo XVI sólo estaban por aquí algunas casas de campo como las famosas quintas del Espíritu Santo o la del conde de Vocinguerra de Arcos, y la ermita de San Pablo. Desde el siglo XVII ya hay una calle formada, y así aparece en el plano más antiguo que de Madrid se conserva, hecho por De Witt, en el que nuestra calle llega hasta la puerta de los Pozos de la Nieve aunque no consta su nombre. Curiosamente, en casi todos los planos antiguos se lee Foncarral, y esto se podría achacar al estar levantados la mayoría de ellos por extranjeros, pero ocurre lo mismo con las sucesivas ediciones del plano de Tomás López, que es totalmente español. Así que se puede deducir que incluso los madrileños pudieron conocer tanto la calle como el vecino pueblo de esa manera. Y no sería raro, pues algo semejante ocurrió con el barrio de Lavapiés, que en el siglo XVIII se llamó el Avapiés

Hasta el derribo de la cerca en 1868, la calle de Fuencarral terminaba en la puerta de los Pozos de la Nieve. Después, fue prolongada hasta su término actual, enlazando con la carretera de Francia, aunque ese último tramo se conoció como calle Real, y así aparece en la hoja kilométrica 7D de Ibáñez de Ibero. 

Adelina Patti (1843-1919)
Célebre cantante italiana que nació en nuestra calle.

El comienzo de la calle sufrió importantes variaciones con la construcción de la Gran Vía, ya que se le hurtaron unos cuantos metros con el derribo de la casa de Astrearena (ver la calle de Hortaleza) y otros inmuebles. En el ático del número 6 estuvo el estudio del gran fotógrafo Alfonso (ver Escalinata del Fotógrafo Alfonso), obscurecido cuando se construyó el edificio de la Telefónica, que tapó la luz natural tan necesaria para los pioneros de la fotografía. En este mismo número de la calle, pero en el edificio que allí existió antes, nació la célebre cantante Adelina Patti, hija de italianos, también cantantes, y además vivió la madre del gran torero Frascuelo

En la esquina con la calle de las Infantas estuvo el convento de la Asunción y San Dámaso, que popularmente era conocido como de los Agonizantes de San Camilo de Lelis. Fue fundado por el padre Juan Miguel de Montserrat en 1643, y su obra consistía en recoger y cuidar a enfermos moribundos. Tanto el convento como su iglesia no tenían gran valor arquitectónico. La iglesia fue destruida durante la ocupación francesa y el convento demolido tras la desamortización, alrededor de 1836. 

El número 78 está ocupado por el antiguo Museo Municipal, desde 2007 Museo de Historia de Madrid, que anteriormente fue parte del Hospicio. Fue la congregación de Esclavos del Santo Nombre de María del convento de la Trinidad la que fundó el Hospicio en 1668, en una casa de la calle de Santa Isabel que pronto se mostró inadecuada para tal fin. En 1674 se trasladó a esta finca de la calle de Fuencarral, y en 1722 se empezó a construir el edificio una parte del cual es el que hoy podemos ver. Se constituyó en el Hospicio una hermandad independiente de la congregación antes citada, con el nombre del Ave María y San Fernando, que en 1800 se fusionó con el Hospicio de San Fernando fundado por el rey Fernando VI en 1766. En 1842 pasó a depender del Ayuntamiento y posteriormente de la Diputación Provincial, que en 1917 hubo de trasladar a los hospicianos a Aranjuez por el mal estado en que se encontraba el edificio. Se dispuso su derribo, y éste se inició parcialmente, pero hubo encendidas protestas y el Ayuntamiento, por acuerdo de 22 de octubre de 1924 decidió su adquisición para establecer allí un Museo Municipal. 

El edificio había sido declarado monumento histórico-artístico en 1919, pero aún así fue necesaria la intervención de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y la Sociedad Española de Amigos del Arte para salvarlo de la piqueta. En 1926, por iniciativa de la segunda institución antes mencionada se celebró en el viejo Hospicio una gran exposición sobre el Antiguo Madrid, y el 10 de junio de 1929 se inauguró el Museo Municipal. 

Lo primero que llama la atención es su extraordinaria portada, obra maestra del barroco madrileño y de su arquitecto, Pedro de Ribera. La escultura que sobre la puerta representa a San Fernando, rey de Castilla, es obra de Juan Ron, colaborador habitual en las edificaciones de Ribera. 

Alegoría de la villa de Madrid,
óleo de Goya, una de las joyas del Museo de Historia de Madrid

El Museo, hoy dedicado a la historia de nuestra villa desde que Felipe II la convirtió en capital de sus reinos en 1561 hasta los primeros años del siglo XX, ha cedido a los nuevos museos de San Isidro y de Arte Contemporáneo las piezas que se salen de estos límites cronológicos. Conserva, sin embargo, alguna de las joyas que lo hacen digno de una visita, como la Alegoría de la villa de Madrid de Goya o las extraordinarias muestras de porcelana del Buen Retiro y de otros productos de las Reales Fábricas: armas, platería, muebles... Hay varios cartones de Ramón Bayeu, depósito del Museo del Prado, que se utilizaron en la Real Fábrica de Santa Bárbara para elaborar tapices. 

La Puerta del Sol en la maqueta de León Gil de Palacio
(Foto CC BY-SA Carlos Teixidor Cadenas)

Mención aparte merece la que tal vez sea la más importante pieza del Museo, quizá no por su valor artístico, pero sí porque nos permite tener una idea muy clara de lo que fue la villa en otros tiempos. Es la extraordinaria maqueta del Madrid de 1830 realizada en veintitrés meses bajo la dirección de León Gil de Palacio. En ella se pueden ver, uno por uno, todos los edificios, palacios, iglesias y conventos que tenía Madrid en el primer tercio del siglo XIX, antes de que las desamortizaciones, la revolución de 1868 y la guerra civil diesen buena cuenta de la mayoría de ellos. 

El edificio sede del Tribunal de Cuentas
(Foto CC BY-SA Luis García)

Frente al Museo está el edificio del Tribunal de Cuentas, obra de Francisco de Jareño y que es el responsable de que esta zona sea conocida como Tribunal, con mucha parte de culpa de la estación del metro. Aquí estuvo la quinta de Vocinguerra de Arcos y después tuvo su palacio el Conde de Aranda.

Junto a la glorieta de Bilbao se hallaban los pozos de la nieve, a los que se hizo referencia cuando se trató de la glorieta mencionada, y ya traspasados los Bulevares, hay que hacer mención a un suceso luctuoso que tiñe de sangre la memoria de esta calle. El 27 de enero de 1993 se desplomó la marquesina del cine Bilbao, en el número 128 de la calle, y mató a varias personas que pasaban bajo ella en aquellos momentos. Como suele ser habitual, desde entonces hubo una fiebre por revisar y asegurar las numerosas marquesinas que tienen los cines de Madrid, pero hasta aquel espantoso suceso el celo fue bastante menor. 

Y otro bárbaro hecho sucedió en la calle de Fuencarral, hecho que conmovió al Madrid de finales del siglo XIX, el famoso crimen de la calle Fuencarral. Una señora llamada Luciana Borcino fue asesinada la noche del 1 al 2 de julio de 1888 en su casa del número 109 antiguo de la calle. Se acusó del delito a la criada, Higinia Balaguer Ostalé, que al final fue ajusticiada con garrote en la plaza de la Cebada el 19 de julio de 1890, siendo la última ejecución pública que se hizo en las calles de Madrid.

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