Chimenea de la Real Fábrica de Tapices
(Foto CC BY-SA Luis García)
Entre las calles de Julián Gayarre y de Gutenberg. Distrito 3 (Retiro). Barrio del Pacífico.
Lo más significativo de esta calle del Ensanche de la zona de Pacífico es la presencia en ella de la sede de la Real Fábrica de Tapices. Fue Felipe V quien fundó esta institución en el año 1721. La causa fundamental fue que un par de años antes, con la ruptura de relaciones con los Países Bajos, se habían dejado de exportar los apreciados tapices flamencos a nuestro país y el rey llamó a una familia de artesanos originarios de Flandes, los Vandergoten, para crear en España lo que ya no se podía traer de allí. El bruselense Jacobo Vandergoten (1659-1724), junto con su esposa Ana Maria Canyuwel y sus seis hijos Francisco Ignacio, Adrián, Cornelio, Pedro, María Teresa y Jacobo, se instalaron primero en una casa de la calle de Santa Isabel, aunque no tardaron mucho en trasladarse a un edificio situado junto a la puerta de Santa Bárbara. De esta familia, fue Cornelio el último que heredó la dirección de la fábrica y, muerto sin descendencia a finales del siglo XVIII, el cargó pasó a su sobrino Livinio Stuyck. Desde entonces, siete generaciones de la familia Stuyck estuvieron al frente de la entidad, que funcionaba casi como una propiedad privada. A finales del siglo XIX se dispuso el derribo de la vieja fábrica y la construcción de la actual, la que está en nuestra calle. Se trata de un edificio fabril de estilo neomudéjar, levantado entre 1889 y 1891 según un proyecto de José Segundo de Lema. Muchos y grandes artistas españoles han pintado cartones para que luego se conviertan aquí en tapices, pero entre todos destaca Francisco de Goya, que encontró su primer trabajo en Madrid precisamente creando esas conocidas obras maestras que hoy podemos admirar en el Museo del Prado: La vendimia, El quitasol, La gallina ciega, La maja y los embozados, El pelele y muchos más. Varias veces amenazada de desaparición, hoy la fábrica sigue elaborando tapices de forma artesanal además de dedicarse a restaurar y conservar el rico patrimonio que durante tres siglos ha salido de ella.
El quitasol, uno de los cartones que pintó Goya para la Real Fábrica de Tapices
(Museo del Prado, Madrid)
Los Stuyck que ocuparon el cargo de director de la Real Fábrica tenían la curiosa costumbre de llamarse siempre igual, Livinio o Gabino, alternando las generaciones. Así, a un Livinio Stuyck lo sucedía un Gabino Stuyck, a este un Livinio y así fue hasta hace bien poco. Esta familia se consideró la dueña de la fábrica, con un breve paréntesis durante la guerra civil, hasta que en 1996, a punto de la bancarrota, fue adquirida por el Estado (que siempre había sido el dueño del edificio de la calle de Fuenterrabía). Sin embargo, el último de la dinastía, Livinio Stuyck, ocupó la vivienda situada allí –y que había disfrutado su familia desde siempre- hasta 2019, cuando fue desalojado por orden judicial; a pesar del traspaso de 1996, había seguido siendo director general de la Real Fábrica hasta 2002 pero desde entonces ya no tenía ninguna vinculación con ella.
Vista de Hondarribia-Fuenterrabía desde Hendaya
(Foto CC BY-SA JLPC)
Y nuestra calle, que en tiempos se conoció como calle F, lleva desde el 1 de enero de 1898 el nombre de la bella localidad guipuzcoana de Fuenterrabía, oficialmente Hondarribia, sita en la desembocadura del río Bidasoa, que en 2020 tenía casi 17 000 habitantes.
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