La glorieta del Marqués de Vadillo, donde empieza nuestra calle
(Foto: CC BY-SA Malopez 21)
Entre la glorieta del Marqués de Vadillo y la calle de Eugenia de Montijo. Distrito 11 (Carabanchel). Barrios de Opañel, San Isidro, Vista Alegre y Puerta Bonita.
Cuando el 6 de abril de 1900 el Ayuntamiento de Madrid decidió dedicar al general Ricardos esta vía, se puede decir que más que calle era la carretera de Carabanchel y Fuenlabrada (ese era precisamente su nombre oficial desde el 29 de agosto de 1859, Carretera de Carabanchel), apenas urbanizada sino en su primer tramo, en el barrio de San Dámaso. Surcaban esta carretera los rieles del tranvía de vapor que, desde la plaza Mayor, llegaba a Leganés, y era una de las habituales vías de entrada de los labriegos que de los alrededores de la villa llevaban sus productos para ser vendidos en ella.
Andando el tiempo se fue poblando poco a poco y adquirió el típico aspecto de antigua carretera, como las calles de Alcalá desde Ventas, Bravo Murillo desde Cuatro Caminos o la avenida de la Albufera. Tras la anexión de los Carabancheles en 1948, la expansión de Madrid ha hecho que sea una calle más, totalmente incluida en la trama urbana y sin ningún vestigio de haber sido antes una carretera rodeada de campo.
Parte junto al Puente de Toledo; desde su inicio, mirando hacia la villa, se puede contemplar una hermosa vista que permite ver, allende el río, la glorieta de las Pirámides y, tras la cuesta del antiguo paseo de los Ocho Hilos, la puerta de Toledo. Ésta era, para muchos forasteros, la primera impresión que de la villa tenían al acercarse a ella, bella impresión además.
En el número 11 hay una iglesia, la de San Miguel Arcángel, que quizá no tenga gran valor arquitectónico (fue construida en 1911 y, tras la guerra, se reedificó conservando solo las fachadas originales), pero que sin embargo es muy importante e histórica para Madrid, pues aquí se trasladó la ancestral parroquia de San Miguel de los Octoes, que ya es citada en el Fuero de Madrid de 1202.
La parroquia de San Miguel Arcángel
(Foto: CC BY-SA Luis García, Zaqarbal)
Algo más allá, a la altura aproximada del número 52, se halla un pequeño cementerio, desconocido para muchos madrileños, y en el que son enterrados los súbditos británicos fallecidos en nuestra capital. Fue inaugurado en 1854 y depende de la embajada del Reino Unido. No es éste el único cementerio de la zona, ya que muy cercanos a nuestra calle están los de Santa María y la Sacramental de San Lorenzo y San José. En esto se asemejaba a la calle de Alcalá, ya que era una zona en la que eran habituales los cortejos fúnebres.
Pero no sólo en eso se parecía, sino también por la presencia de un coso taurino en sus proximidades. La plaza de toros de Vista Alegre, construida entre 1906 y 1908 en el mismo lugar donde antes hubo una de madera, compitió durante treinta años con la de Tetuán de las Victorias para convertirse en la segunda plaza de Madrid. La Chata o La Alegre Chata, que así era conocida, fue inaugurada el 15 de julio de 1908 con un cartel impresionante en el que figuraban nada menos que Ricardo Torres Bombita, Rafael González Machaquito y Rodolfo Gaona. Es decir, que el ser la segunda plaza no suponía que las grandes figuras no actuasen en ella o que estuviese más bien dedicada a la promoción de los que querían llegar a algo en el mundo del toro, aunque sí es cierto que para los novatos era más fácil presentarse aquí que en la Monumental. Un amigo mío me cuenta cómo oía decir a su padre que en los primeros años sesenta del siglo pasado llevó a comer a su casa, cercana al camino Viejo de Leganés y no muy apartada de la plaza de Vista Alegre, a un pobre maletilla medio muerto de hambre que respondía al nombre de Palomo Linares. Algunas grandes figuras quisieron mucho al coso de Carabanchel, y como ejemplo se puede citar al gran Antonio Bienvenida, que no sólo mató muchos toros aquí, sino que eligió esta plaza para la tarde de su definitiva retirada, el 5 de octubre de 1974, alternando nada más y nada menos que con Curro Romero y Rafael de Paula. Durante la guerra civil sufrió bastantes desperfectos; en 1944 se inició su reconstrucción, y fue reabierta el 18 de julio de 1947 con una novillada. Después de más de treinta años de actividad, la plaza fue abandonada en 1981, y mucho se habló de su desaparición total, aunque al fin el Ayuntamiento se hizo cargo de ella para que volviese a haber un segundo coso en la capital. En mayo de 1995 fue derribada la entrañable Chata, para levantar en su solar una nueva plaza que se pensó multifuncional, pues se previó celebrar otros espectáculos en ella además de albergar un centro comercial y edificios de viviendas. Tras el incendio del Palacio de los Deportes, albergó los partidos de baloncesto del Real Madrid y el Estudiantes. Hoy es conocida como “Palacio Vista Alegre Arena” y, en franca decadencia la fiesta de los toros, es más célebre por los muchos espectáculos musicales que se ofrecen allí y también por las reuniones políticas que alberga.
En el número 159 languidece un pobre palacete, con las ventanas tapiadas y cubierto de pintarrajos. Se trata de la antigua sede del la Fundación Goicoechea Isusi, un asilo para trabajadoras que en principio fue hotel pero que fue transformado en 1926 por Secundino Zuazo para tal fin. Abandonado a finales de la década de 1980, ha estado desde entonces amenazado de desaparición a pesar de ser un inmueble protegido. La Fundación Castresana, heredera de la original, lo vendió en 2007 a una cadena de residencias para ancianos. En 2019 el Ayuntamiento anunció que lo iba a adquirir para recuperarlo y darle un uso público, pero el cambio del color político del Consistorio tras las elecciones de aquel año anuló la operación. Así que la incertidumbre sobre su futuro continúa.
El cedro (declarado árbol singular) de la finca de Vista Alegre en 1975
(Foto CC BY-SA Luis Bartolomé Marcos)
El pobre edificio mencionado en el párrafo anterior comenzó siendo un hotel en la década de 1890. ¿Un hotel por aquí, en aquella época? Los Carabancheles, aunque hoy en día pueda parecer raro, fueron durante el siglo XIX uno de los lugares favoritos para veranear de las más opulentas familias madrileñas. Una muestra muy importante de ello es la inmensa finca que hay aproximadamente a la altura del número 179 de la calle, ahora consagrada a lo público, pero que en otros tiempos fue lugar de recreo y posesión de la corona. Fue adquirida a la antigua reina gobernadora doña María Cristina de Borbón por el marqués de Salamanca, que encargó en 1848 al arquitecto Narciso Pascual y Colomer, el mismo que levantó su palacete del paseo de Recoletos, una reforma del palacio del siglo XVIII que había en la finca y que hoy, tras varios usos y periodos de abandono, es el Centro Regional de Innovación y Formación “Las Acacias”, dependiente de la Comunidad de Madrid. Actualmente, como antes se ha mencionado, el terreno de la finca, cuya tapia aún subsiste en gran parte (una de sus entradas era la famosa Puerta Bonita, hoy aislada del resto del recinto) está ocupado por, además del Centro antes mencionado, varias residencias y centros educativos. Son asimismo destacables sus jardines, en los cuales hay un enorme cedro, probablemente bicentenario, catalogado como “árbol singular” por la Comunidad de Madrid.
Antonio Ricardos, por Goya
(Museo del Prado, Madrid)
Antonio Ricardos nació en la localidad aragonesa de Barbastro el 12 de septiembre de 1727. Intentó implantar los métodos del ejército de Prusia al arma de Caballería, para lo cual fundó el colegio militar de Ocaña en 1773. Fue perseguido por la Inquisición a causa de sus ideas, avanzadas para la época, y fue desterrado a Guipúzcoa en 1778. Poco después fue absuelto y rehabilitado, y se le concedió el mando del ejército de Cataluña en 1793, con el que emprendió la primera campaña del Rosellón (1793-94); tras volver a Madrid para rendir cuentas de su actuación en dicha campaña, enfermó de pulmonía, mal que le causó la muerte el 13 de marzo de 1794.
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