Entre la calle de Bravo Murillo y el paseo de la Castellana. Distrito 7 (Chamberí). Barrios de Trafalgar y Almagro.
No nos vamos del Ensanche Norte, en esta ocasión hablando de una calle que nace en esa parte “pobre” a la que ya se ha aludido en bastantes ocasiones, pero que a medida que se acerca a su final ya en tiempos de Répide iba dejando atrás las humildes casas de los orígenes de Chamberí, los descampados, las tapias y mostraba “hoteles y viviendas elegantes”.
Lo cierto es que aunque nuestra calle existe oficialmente como tal desde una época tan temprana como el 6 de febrero de 1860, Peñasco y Cambronero apenas tienen nada que decir de ella. Répide se extiende más, pero la mayoría de edificios, parajes y problemas que nos expone ya no existen hoy en día. Sí que hay un edificio que nombran todos ellos, aunque actualmente ha cambiado de denominación. D. Hilario y D. Carlos nos dicen que aquí está el convento de San Vicente de Paúl, de “reciente construcción”. D. Pedro se extiende un poco más y nos cuenta que los frailes paúles se trasladaron aquí desde la calle del Barquillo. Su primitiva ubicación fue una suerte de finca llamada “Casa de los Cipreses”, que debía de ocupar toda la manzana donde hoy está. Luego surgió el edificio “grande, hosco y feo” en palabras del gran cronista que actualmente no puede dañarnos la vista, ya que no existe. En el solar del convento de los paúles se alza ahora el hospital de La Milagrosa y solo subsiste su iglesia, cuya advocación moderna es precisamente esa, La Milagrosa. El templo, parroquia desde 1965, es un producto de su época, un edificio ecléctico tirando a neogótico, obra del arquitecto Juan Bautista Lázaro, que se construyó entre 1901 y 1904. La pintura del tímpano es obra de Ignacio Zuloaga.
La basílica de La Milagrosa
El titular de la calle, Diego García de Paredes, fue un militar nacido en Trujillo el 30 de marzo de 1468. De origen noble y conocido sobre todo por su fuerza descomunal y su carácter pendenciero, que le hizo participar en innumerables duelos, estuvo al servicio del Papa, de los ejércitos de los Reyes Católicos en Italia y actuó como mercenario e incluso ejerciendo la piratería por el Mediterráneo. Siendo miembro de la guardia de Carlos V, este
Hércules de Extremadura, que había sobrevivido a las heridas y los peligros de mil batallas sufrió una caída de caballo a consecuencia de la cual murió en Bolonia el 15 de febrero de 1533.