Entre la Red de San Luis y la plaza de Santa Bárbara. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Justicia.
Nos encontramos en una de las calles más conocidas de nuestra villa, que, como su vecina la de
Fuencarral, debe su denominación a ser el camino que llevaba al pueblo de ese mismo nombre, hoy completamente integrado en el tejido urbano de Madrid. También es una calle eminentemente comercial, aunque de momento no ha sido peatonalizada en su tramo inicial como la otra.
Dice Mesonero Romanos en su Antiguo Madrid que el espacio que hay entre el arranque de ambas calles era en su época un “prolongado trapecio” que, junto con la zona del Buen Suceso, tenía la posición más ventajosa de la villa. Se lamentaba el ilustre cronista de que no se hubiese esto aprovechado para colocar ahí algún “edificio público y de grande importancia”, sino que, por contra, se hubiese instalado la vulgar y poco elegante casa de don Pedro de Astrearena, marqués de Murillo, de la que se solía decir: “la casa de Astrearena, mucha fachada y poca vivienda”. Por una parte, fue mucho mejor que no se cumpliesen los deseos de don Ramón, pues la apertura de la Gran Vía se la llevó por delante como se hubiese llevado cualquier cosa que se hubiese levantado allí.
La iglesia de San Antón (foto CC BY-SA Luis García, Zaqarbal)
Los edificios más notables de la calle de Hortaleza se hallan hacia su final. El primero de ellos se encuentra en el número 63 y es la iglesia de San Antón, que en su momento perteneció a las Escuelas Pías del mismo nombre, que aquí estaban. Los escolapios llegaron a Madrid en 1753 y, tras pasar por varias ubicaciones, acabaron en ésta, donde antes había un hospital de infecciosos que había sido abandonado al suprimirse la orden religiosa que lo regentaba. Era el año 1794 y entonces el arquitecto Francisco Rivas fue el encargado de reformar lo que allí había. La iglesia que nos ocupa mostraba una fachada barroca, obra de Pedro de Ribera, que fue convertida en neoclásica (seguro que para regocijo de todos los comentaristas del siglo XIX, que tanto denostaban el barroco castizo). Las obras de la iglesia y el convento se prolongaron hasta 1832, ya que sufrieron bastante durante el reinado de José Bonaparte y la guerra de la Independencia. En ellas se respetó la fuente que había y sigue habiendo en la esquina con la calle de Santa Brígida, un diseño de Ventura Rodríguez que ostenta la leyenda ANNO DNI MDCCLXXII y que aunque muchos siguen conociéndola como “Fuente de los Galápagos” es más propio llamarla “de los Delfines”, pues son esos cetáceos los que aparecen ahora, después de su restauración en los primeros años del siglo XX que se llevó por delante las primitivas tortugas.
La fuente de los Delfines (o de los Galápagos)
La iglesia es célebre porque en su día albergó una conocida obra de Goya, La última comunión de San José de Calasanz, hoy en una residencia de la orden sita en la calle de Gaztambide. También lo es porque se trata de la parroquia donde ejerce el Padre Ángel, sacerdote y filántropo, fundador y presidente de Mensajeros de la Paz, cuya presencia en los medios de comunicación es bastante habitual. El antiguo convento es hoy en día la sede del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid.
El antiguo convento de las Recogidas y antigua sede de UGT
Justo enfrente hay un edificio de ladrillo visto que también fue convento y también ha cambiado de uso. Hoy pertenece al sindicato UGT, pero antes fue el convento de María Magdalena, popularmente conocido como el de las “Recogidas” (o, mucho más castizamente, “de las arrecogías”). Se había establecido en 1587 en el antiguo Hospital de Peregrinos que había en la calle del Arenal y que había sido abandonado, y se trasladó aquí en 1623. Como indica su nombre no oficial, en él se recogían las “mujeres arrepentidas de su mala vida”, en palabras de Répide. El edificio que hoy vemos, sin embargo, data de finales del siglo XIX y principios del XX. Ricardo García Guereta se encargó de reconstruir (casi reedificar) la iglesia en 1897 y en 1916 hizo lo propio Jesús Carrasco con el convento. Fue incendiado en 1936 y reconstruido después de la guerra civil. Tras caer en desuso, fue adquirido en 1987 por la Unión General de Trabajadores para instalar allí su sede. Sin embargo, en 2017 decidió abandonarlo por la que tienen en la avenida de América y alquilarlo. En mayo de 2022, cuando se supo que se pretendía convertirlo en hotel (el Ayuntamiento había recalificado el terreno en febrero), hubo colectivos que protestaron e incluso ocuparon el edificio para evitarlo. ¿Cuál será su futuro? Ya se verá.
El antiguo palacio del Conde de Villagonzalo
Ya casi en el final, un tercer punto de interés arquitectónico, otra vez un inmueble que ha cambiado varias veces de uso (fue residencia privada y embajada de Portugal, por ejemplo). Se trata del edificio que hoy tiene el nombre comercial de “Palacio Santa Bárbara” y se utiliza como sala de exposiciones y eventos, además de disponer de varios locales comerciales en la fachada que da a la calle de Mejía Lequerica. Se trata del palacio del Conde de Villagonzalo, una obra de Juan de Madrazo y Kuntz levantada entre 1862 y 1866, muy influida por el neogoticismo del célebre arquitecto francés Eugène Viollet-le-Duc.
Para terminar, Répide indica que en el número 81 (hoy es el 77) estaba “la tapia de la Casa de Misericordia de Santa Isabel, con asilo y colegio”. Ahí sigue, desde su fundación en 1856, el Colegio de Santa Isabel, de las Hijas de la Caridad, con una residencia de personas mayores ahora cerrada. Y, siguiendo con Répide, tal vez le gustaría saber al gran cronista que ya se subsanó el extraño error que señala en su artículo sobre esta calle: la inexistencia del número 100 (por entonces saltaba del 98 al 102).