Juan Martín “El Empecinado”, réplica de un retrato de Goya por Salvador Martínez Cubells
(Museo del Prado, en depósito en la Real Academia de la Historia, Madrid)
Entre las calles de Méndez Álvaro y de Ramírez de Prado. Distrito 2 (Arganzuela). Barrios de las Delicias y de Palos de la Frontera.
No hemos de alejarnos mucho de la calle que acabamos de visitar para encontrarnos con esta, que ha tenido una historia un tanto “accidentada”. Primero por el nombre. El 21 de julio de 1880 la bautizó el Ayuntamiento (como a tantas otras de los diversos sectores del Ensanche), pero entonces la llamó del Empecinado, así, a secas. Esto fue así hasta el 30 de noviembre de 1973, cuando el consistorio añadió el nombre del personaje al apodo con el que es universalmente conocido.
Otras vicisitudes que ha sufrido esta vía tienen que ver con su trazado. El plan inicial del Ensanche la hacía mucho más larga, la llevaba hasta el paseo de Ronda, cruzando por medio de la Estación de Delicias y taponado su comienzo por el cementerio de San Nicolás y San Sebastián. Curiosamente, al desaparecer ese camposanto, fue esa parte la única que existió de la calle hasta que, en los años 90 del siglo XX, se emprendió la enorme reforma que trocó en residencial esta zona fabril y la calle adquirió su configuración actual.
Que tal vez hace así mayor justicia a quien homenajea. Juan Martín Díez nació en Castrillo de Duero el 2 de septiembre de 1775. Aunque tuvo vocación militar y participó en la campaña del Rosellón, al estallar la guerra de la Independencia era un simple agricultor. En principio se alistó en el ejército regular, pero pronto se convirtió en jefe de una partida de guerrilleros que hizo la vida imposible al ejército napoleónico por todo el valle del Duero. Al acabar la guerra fue ascendido a mariscal de campo y estuvo al mando de diferentes unidades militares; tras el pronunciamiento de Riego tomó partido por el liberalismo, algo que no le perdonó Fernando VII. Tras la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis marchó al destierro en Portugal. El rey felón le prometió que podría volver sin temor a ser castigado, promesa que no cumplió, pues al poco fue preso y finalmente ejecutado en Roa el 19 de agosto de 1825. El apodo de empecinados era el que se daba a los paisanos de su pueblo; convertido en todo un símbolo de la lucha contra los franceses, una Real Orden le dio permiso para utilizarlo en documentos oficiales en 1814.
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