Estatua del Cid en Burgos
Foto: CC BY-SA 2.0 ElCaminodeSantiago092006
Entre las calles de Recoletos y de Villanueva. Distrito 3 (Salamanca). Barrio de Recoletos.
En 1862 se creó esta calle, en terrenos que hasta poco antes formaban parte de la huerta de la Escuela de Veterinaria. De la calle que Répide califica simplemente de “corta y sombría” hoy se podría decir que es tranquila y señorial.
Rodrigo Díaz de Vivar nació en una fecha no determinada, entre 1045 y 1050, en un lugar tampoco determinado, aunque la tradición dice que fue en Vivar, muy cerca de Burgos. Acaso perteneció a la pequeña nobleza y muy joven entró al servicio de la corte de Fernando I, en concreto al del infante don Sancho, que al subir al trono como Sancho II otorgó su favor al burgalés. En las guerras que mantuvo Sancho con sus hermanos Alfonso VI de León y García de Galicia es donde pudo obtener Rodrigo su apodo de “el Campeador”.
Finalmente Alfonso sucedió a Sancho y en los primeros tiempos de su reinado tuvo una buena relación con Rodrigo, al que buscó un buen casamiento con una dama noble, biznieta del rey Alfonso V, Jimena Díaz. Los problemas comenzaron cuando el Campeador hizo una incursión en la taifa de Toledo, cuyo rey era un protegido de Alfonso. Ello le supuso un primer destierro, hacia 1080. Primero ofreció sus servicios a los condes de Barcelona; al ser rechazado hizo lo propio con el rey de la taifa de Zaragoza, donde permaneció hasta 1086.
La invasión almorávide hizo que Rodrigo tuviese que abandonar Zaragoza y, tras reconciliarse, volvió al servicio del rey de Castilla y León. Pero no duró mucho la cosa: en 1088 hubo un nuevo destierro, esta vez con expropiación de sus bienes, algo que solo se hacía en casos de traición. Desde ese momento actuó como caudillo independiente. Sus correrías se extendieron por todo el Levante peninsular, región de la que se convirtió en el personaje más poderoso. En 1094 conquistó Valencia y se proclamó su “príncipe”, de lo cual posiblemente derive el apodo de “Cid”, del árabe “sidi”, señor. Allí murió entre mayo y julio de 1099. Su esposa Jimena consiguió mantenerse en la ciudad hasta 1102.
El Cid ha dado lugar a innumerables leyendas, cantares, romances, historias, novelas, óperas y películas. Sin duda lo más importante de todo es el Cantar de Mío Cid, escrito alrededor de 1200 y que es la primera gran obra narrativa que se escribió en lengua castellana.
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