Entre la plaza de las Salesas y el paseo de Recoletos. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Justicia.
Diversos nombres ha tenido esta calle a lo largo de la Historia. El primero fue el de calle de San José, a causa de unos azulejos que representaban a San José y Santo Tomé en las casas de la princesa de Áscoli. En 1835, dentro de la gran reforma de la rotulación de las calles hecha por el marqués viudo de Pontejos, fue cambiada su denominación para evitar duplicidades (había al menos otras dos calles de San José, la que hoy es de Loreto y Chicote y la que aún conserva el nombre, en el barrio de los Literatos), y se llamó Costanilla de la Veterinaria, por su cercanía a la Escuela de Veterinaria que ocupaba el solar de la actual Biblioteca Nacional. A finales del siglo XIX recibió la denominación actual, en conmemoración de la reina fundadora del convento de las Salesas, edificio principal de la calle.
Bárbara de Braganza, nacida en Lisboa en 1711, fue hija de los reyes de Portugal Juan V y María Ana. Se casó con el futuro Fernando VI, y en 1746 se convirtió en reina de España. Al poco tiempo pensó en construirse un retiro en el caso de que enviudase, ya que la salud de su marido no era demasiado buena y las relaciones con Isabel de Farnesio, madrastra de Fernando VI, eran muy malas. Como no tenían descendencia, era fácil que algún hijo de Isabel subiese al trono si moría el rey (como así fue), y Bárbara no estaba dispuesta a aguantar a su “suegrastra” en Palacio. Así que decidió fundar un convento para las religiosas del Instituto de San Francisco de Sales, radicado en Saboya y que se ocupaba de la educación de niñas nobles. En 1748 llegaron a Madrid las monjas, que primero se aposentaron en el beaterio de San José, en la calle de Atocha, y poco después pasaron a la casa de un señor llamado Juan Bacandro, en el paseo del Prado. La construcción del edificio empezó en 1750, según un proyecto del francés Francisco Carlier. Las obras fueron dirigidas por Francisco Moradillo, que se hizo cargo totalmente de ellas tras la muerte de Carlier. En 1757 se acabó la iglesia, y al año siguiente todo el edificio. No sirvió para su fin inicial, ya que la reina murió en 1758, poco antes que su marido. Carlos III respetó los deseos de ambos de no ser enterrados en El Escorial, e hizo construir dos sepulcros que fueron diseñados por Sabatini y decorados por Francisco Gutiérrez; son una genial obra tardía del Barroco en su expresión más Rococó, como en realidad es todo el interior de la iglesia, con su exuberante decoración. Una nota algo discordante la da el sepulcro del general O’Donnell, obra de Jerónimo Suñol de carácter neorrenacentisa y que según Ramón Hidalgo “quizás, en otro sitio más apropiado, resultara hasta interesante. Pero aquí, categóricamente no”.
El lujo con que se hicieron tanto la iglesia como el convento (para Ceán Bermúdez costó 19 millones de reales; para Ruiz de Salces, que lo reformó a mediados del siglo XIX, 50 millones, y Elías Tormo elevó el gasto hasta los 83 millones de reales) llevó al pueblo de Madrid a inventar la inevitable coplilla satírica, en que se juega no sólo con el despilfarro, sino con el poco agraciado físico de la reina:
Bárbaro gasto.
Bárbara renta.
Bárbaro pueblo.
Bárbara reina.
Bárbara renta.
Bárbaro pueblo.
Bárbara reina.
En 1870 el convento de la Visitación fue suprimido. Su iglesia se convirtió en 1891 en la parroquia de Santa Bárbara, y el resto del edificio se destinó a Palacio de Justicia. La obra de reforma, realizada el mismo año de 1870, fue dirigida, como algo más arriba se ha mencionado, por Antonio Ruiz de Salces. En 1908 se quemó la cúpula de la iglesia, que quedó parcialmente destruida. Y el 5 de mayo de 1915 otro incendio afectó gravemente al Palacio de Justicia. En él se perdieron numerosas obras de arte que estaban allí depositadas por el Museo del Prado. La restauración, dirigida por Joaquín Rojí, se prolongó entre 1915 y 1926, y recibió ese último año un premio en la Exposición Nacional de Bellas Artes. Se rebajó asimismo la altura del suelo de la lonja, y en los años veinte se construyó una escalinata, obra de Miguel Durán Salgado, que refuerza la ya espectacular perspectiva de la bellísima fachada de la iglesia. Iglesia que para mí tiene un significado especial, pues en ella se casaron mis padres.
Nace Callejeando por Madrid
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