18.6.09
Barceló (Calle de)
Entre las calles de Fuencarral y de Mejía Lequerica. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Justicia.
Como ya se dijo en el comentario sobre la calle de Apodaca, en la zona en que se encuentra esta vía, terrenos antaño pertenecientes al Hospicio, tres grandes marinos españoles son recordados. Ésta, la más amplia calle del barrio, está dedicada al mallorquín Antonio Barceló, nacido en Palma en 1717. Se destacó en las expediciones a Argel de 1775, 1783 y 1784, y en el sitio de Gibraltar de 1779, donde fueron utilizadas unas lanchas de su invención. Murió en 1797.
Dos puntos de referencia en esta calle. En su esquina con la calle de Fuencarral unos pequeños jardines, presididos por su fuente de la Fama, rememoran a Pedro de Ribera. Como en Madrid no hay otra calle que recuerde su memoria, creo necesario escribir unas líneas sobre él en este punto. Pedro de Ribera no inventó el barroco madrileño, pero sí que es quizá su representante más genuino. Durante más de cien años fue considerado un mero corruptor de la arquitectura, autor de engendros que dañaban la vista y el gusto, pero actualmente es respetado como uno de los grandes arquitectos madrileños y españoles. Nació en Madrid en 1683 y murió en esta misma villa en 1742. Su carrera comenzó como ayudante de Teodoro Ardemans, maestro mayor de las obras reales y de la villa desde 1702. A la muerte de Ardemans, en 1726, Ribera le sucedió al frente de las obras del Concejo. Antes de ocupar tal cargo, entre 1716 y 1718, realizó su primera gran obra en Madrid de la mano del corregidor marqués de Vadillo, el acondicionamiento del paseo de la Virgen del Puerto y la extraordinaria ermita que aún se conserva. Seguidamente, construyó el puente de Toledo (1720), el cuartel de Guardias de Corps (hoy del Conde-Duque, 1720) y el Hospicio de San Fernando (1722), en los que empieza a mostrar su muy personal visión del ornato en la arquitectura, con las maravillosas capillas dedicadas a San Isidro y Santa María de la Cabeza en el puente, y las fachadas principales de los otros dos edificios. También realizó importantes obras religiosas, como la reforma de la iglesia de Montserrat, en la calle de San Bernardo, con su bellísima torre (1720); la iglesia de San José, antiguo convento de San Hermenegildo, en la calle de Alcalá (1730-42); San Cayetano, en la calle de Embajadores; o las escuelas pías de San Antón, en la calle de Hortaleza, que se incendiaron hace algunos años. Obra suya también fueron edificios civiles como el desaparecido del Monte de Piedad (queda una de sus portadas) y numerosos palacios, algunos de los cuales se conservan, además de muchas fuentes, de las que sólo ha perdurado la de la Fama, en estos jardincillos de la calle de Barceló.
El segundo lugar importante de nuestra calle es lo que fue la discoteca Pachá, antiguo cine Barceló, que casi todos conocimos hace ya un tiempo (demasiado, quizá) como punto de encuentro de la juventud pudiente de Madrid, pero que casi nadie sabe que es una obra maestra de la arquitectura racionalista y de su autor, Luis Gutiérrez Soto. Él mismo estaba bastante satisfecho de ella, pues escribió: “1930. Construyo mi cuarto cine, el Barceló, de marcada personalidad y acierto.” El resultado, como dice la guía del C.O.A.M., es uno de los mejores locales de espectáculos de Europa y una joya de las arquitecturas madrileña y española.
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