28.8.20

Felipe III (Calle de)

Estatua de Felipe III, en la Plaza Mayor
(Foto CC BY-SA Luis García, Zaqarbal)

Entre la calle Mayor y la plaza Mayor. Distrito 1 (Centro). Barrio de Sol. 

Nos encontramos en uno de los nueve accesos que tiene la plaza Mayor (diez si contamos el pasadizo que hay bajo la Casa de la Panadería), que ha tenido diversos nombres a lo largo del tiempo. Uno de ellos fue de tipo gremial; cuando se llamaba calle de los Boteros era porque aquí tenían sus establecimientos estos fabricantes de recipientes para vinos. Este gremio solía organizar en el día de Pascua un espectáculo frente a nuestra calle; tras sacar en procesión a su patrón, el Cristo de la Resurrección, montaban un patíbulo en el que ahorcaban y quemaban a una efigie de Judas. 

Una vez los boteros se marcharon con sus tiendas a otros emplazamientos, no le pareció oportuno al Ayuntamiento mantener tal denominación y en 1851 se la dedicó al rey cuya estatua ecuestre preside la aledaña plaza, aunque en 1854 también fue conocida como de la Milicia Nacional a causa de los hechos del 7 de julio de 1822 y de los que se hablará cuando se llegue a la muy cercana calle de tal nombre. 

Felipe III, el monarca con el que empezó la decadencia española, nació en Madrid el 14 de abril de 1578, hijo de Felipe II y de Ana de Austria. Aunque durante su reinado, que comenzó el 13 de septiembre de 1598, llegó la máxima expansión del imperio español, su poca afición por el gobierno permitió que validos corruptos e interesados (los duques de Lerma y Uceda) dirigieran por muy mal camino la política española. Mal recuerdo tiene para nuestra villa el traslado de la capitalidad a Valladolid entre 1601 y 1606 ya que el duque de Lerma estaba más cerca de sus posesiones en la localidad cuyo título ostentaba. El duque también se dedicó a lo que hoy en día llamaríamos “especulación inmobiliaria”, aprovechándose de ambos traslados. 

A pesar de esto, no se puede negar que durante su reinado comenzó el punto más alto de la expansión cultural que conocemos como los Siglos de Oro. Cervantes, Lope, Góngora, Quevedo escribieron muchas de sus obras durante este reinado y Velázquez empezó su carrera como pintor, eso por citar solo a unos pocos. Felipe III murió en nuestra villa el 31 de marzo de 1621.

21.8.20

Felipe II (Avenida de)


La antigua plaza de toros, recién terminada.
(Foto: Laurent, 1874)

Entre las calles de Alcalá y la plaza de Salvador Dalí. Distrito 4 (Salamanca). Barrio de Goya. 

Durante muchos años esta avenida, casi plaza, fue conocida como de la Plaza de Toros, ya que finalizaba en la que hubo entre 1874 y 1934 donde hoy se encuentra el Palacio de los Deportes. Se levantó esta plaza para substituir a la que estaba junto a la Puerta de Alcalá (véase calle de Serrano), y la fecha de su inauguración, el 4 de septiembre de 1874, tuvo un cartel difícilmente superable: Manuel Fuentes Bocanegra (que fue quien mató el primer toro), Rafael Molina Lagartijo, Francisco Arjona Currito, Vicente García Villaverde, José Lara Chicorro, Ángel Machío y Ángel Fernández Valdemoro, con toros de Veragua, Miura, Antonio Hernández, Puente López, Núñez de Prado, Anastasio Martín y López Navarro. Fue ésta la plaza de la edad de oro de la tauromaquia, y en ella se vieron los grandes triunfos y también los grandes fracasos de los diestros arriba mencionados y además de otros tan importantes como Frascuelo, Gordito, Mazzantini, Guerrita, El Espartero, Joselito, Belmonte, Rafael el Gallo, Rodolfo Gaona, Sánchez Mejías, Granero, Vicente Pastor, Marcial Lalanda... Y en ella encontraron la muerte también varios toreros, desde el que inauguró la macabra lista, Manuel Canet Llusio, banderillero al que mató el Miura Chocero en la primera corrida de Beneficiencia celebrada en esta plaza el día 23 de mayo de 1875, hasta Gitanillo de Triana, que fue el último, el 14 de agosto de 1931 tras ser cogido el 31 de mayo, pasando por El Espartero, el 27 de mayo de 1894, Florentino Ballesteros, el 24 de abril de 1917 o Manuel Granero, el 7 de mayo de 1922. 

Al parecer, en los años veinte, cuando Répide escribía sus artículos sobre las calles de nuestra villa, la plaza de la carretera de Aragón, como así era conocida, ya estaba amenazada de desaparición. La culpable era la Diputación Provincial, propietaria del coso, que ya la veía pequeña y obsoleta aunque todavía no había cumplido cincuenta años. Lo cierto es que el edificio tenía valor arquitectónico y era muy bello. Era una obra neomudéjar diseñada por Emilio Rodríguez Ayuso y Lorenzo Álvarez Capra, con capacidad para 13.000 espectadores. Es verdad que en la nueva plaza caben 23.000, pero no era esa una excusa para derribar la antigua. Además, la construcción de la nueva se demostró precipitada, pues aunque fue inaugurada oficialmente en 1931 (y eso a pesar de que en su fachada dice Año 1929), la lejanía del centro y lo inhóspito que entonces era el entorno del Puente de Ventas impidieron que empezase a funcionar hasta 1934. Y ese año fue derribada la vieja plaza de Goya, aunque la puerta quedó durante un tiempo en el solar, como testimonio de lo que allí hubo antes. Y, a pesar de los temores de Répide sobre el posible uso que la Diputación fuese a dar al solar, la verdad es que estuvo largo tiempo vacío, hasta que en 1960 se inició la construcción del Palacio de los Deportes, obra de los arquitectos García-Barbón y Soleras Mauri y del ingeniero Briones. A mediados de la década de 1990 se volvió a hablar de la demolición de este nuevo local de espectáculos para dejar su sitio a la construcción de viviendas, es decir, a la especulación. Era un disparatado proyecto de algún arquitecto municipal con vocación de constructor inmobiliario que rápidamente fue desmentido por los políticos de turno, pero quizá no con la rotundidad que se podía esperar, así que lo que pasase con el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid quedaba con un resquicio de incógnita. La desgracia pareció haberse aliado con los promotores de la desaparición del Palacio de los Deportes el 28 de junio de 2001, día en que un incendio prácticamente lo destruyó. Las especulaciones sobre su futuro se disiparon cuando el presidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, informó de que se había decidido su reconstrucción, ya que la estructura no había sufrido daños irreversibles. Hoy ya no se llama Palacio de los Deportes y su nombre varía según la marca publicitaria que lo patrocine, aunque casi todo el mundo lo sigue conociendo por la denominación tradicional.

(Foto CC BY-SA Carlos Ramón Bonilla)

Actualmente, como no hay ya plaza de toros, la avenida está dedicada a Felipe II, rey de España que curiosamente no tenía antes ninguna calle en Madrid. Felipe II es un monarca muy importante en la historia de nuestra villa, a la que trajo la corte en 1561. Nació Felipe de Habsburgo y Portugal en Valladolid el 21 de mayo de 1527, hijo de Carlos V y de Isabel de Portugal. Siendo niño, sanó de unas fiebres gracias al agua de la milagrosa fuente que hizo brotar San Isidro, y su madre la emperatriz, en agradecimiento, hizo levantar la primera ermita en 1528, cuando Isidro no era aún ni beato. Esta sea quizá una de las razones por las que el rey tenía un gran cariño por Madrid y que más tarde le hizo instalar aquí la corte. 

Felipe II, por Sofonisba Anguissola
(Museo del Prado, Madrid)

No es este el lugar adecuado para contar siquiera brevemente los numerosos hechos que sucedieron en el largo reinado de Felipe II, que se inició tras la cesión de la corona de España por su padre el 16 de enero 1556. Me limitaré a indicar que Madrid le debe no sólo la capitalidad, sino también la fundación del desaparecido convento de San Felipe el Real, la reorganización del caótico sistema de hospitales que había en la villa, y ya fuera de ella, la construcción de esa maravilla que es el Monasterio de El Escorial, donde murió el 13 de septiembre de 1598.

24.7.20

Feijoo (Calle de)

Benito Jerónimo Feijoo, por Palomino
(Grabado del siglo XVIII)

Entre las calles de Bravo Murillo y del General Álvarez de Castro. Distrito 7 (Chamberí). Barrio de Trafalgar. 

Desde el 6 de febrero de 1860 está dedicada esta vía al religioso ilustrado Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro. Nacido en Casdemiro, en Orense, el 8 de octubre de 1676, en el seno de una familia hidalga, fue muy pronto dedicado a la vida monástica, en la orden benedictina. Impartió clases en varias ciudades del noroeste de España hasta que en 1709 se convirtió en catedrático de Teología de la Universidad de Oviedo, ciudad donde pasó el resto de su vida y donde murió el 26 de septiembre de 1764. Gran erudito, introductor del género del ensayo en la literatura española, sus dos obras más importantes son el Teatro crítico universal (1727-39) y las Cartas eruditas y curiosas (1742-60). Sus obras disfrutaron de una difusión inusitada para la época y fueron traducidas a varios idiomas.

17.7.20

Fe (Calle de la)

(Foto: CC BY-SA Osiliab)

Entre la plaza de Lavapiés y la calle del Salitre. Distrito 1 (Centro). Barrio de los Embajadores. 

Se conoce hoy Lavapiés como el “barrio multicultural” de Madrid, donde, mejor o peor, conviven personas venidas de muchos sitios que tienen usos y costumbres de lo más variopinto. Sin embargo, no siempre fue así. Hay quien sostiene que Lavapiés fue la judería de Madrid; esta calle era uno de sus centros, como vía de acceso a la sinagoga, que estaba donde hoy se alza la iglesia de San Lorenzo. Expulsados los judíos por los Reyes Católicos, pasó la calle como reacción a denominarse como se llama hoy en día, muestra del ejercicio de tal virtud teologal por los monarcas. 

Lo anterior lo recogen cronistas como Peñasco-Cambronero y Répide y aquí se hace constar dada su autoridad; hoy en día hay quien cuestiona tal explicación, pues se hace notar que el barrio se formó tras la expulsión de 1492 (Mesonero Romanos, en su Antiguo Madrid, dice que a mediados del siglo XVI “ya existía numeroso caserío más allá de la cerca que […] corría desde la puerta de Antón Martín hasta la calle de Toledo”, pero no es más explícito en cuanto a las fechas), con lo cual difícil era que hubiese judíos (de no ser conversos) y judería por la zona. Cada cual que saque sus conclusiones.

10.7.20

Farmacia (Calle de la)

La Real Academia de Farmacia
(Foto CC BY-SA Luis García)

Entre las calles de Fuencarral y de Hortaleza. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Justicia. 

Esta era la calle de San Juan o de San Juan Bautista hasta que allí se establecieron los estudios que hoy le dan nombre. Aunque farmacia y medicina no eran disciplinas independientes, ya en 1736 se creó un Real Colegio de Boticarios que concedía ciertas prebendas a los ejercientes de tal profesión. Cuando en 1799 Carlos IV abolió el Protomedicato establecido por los Reyes Católicos, los estudios de Farmacia lograron separarse de los de Medicina y, antes de recalar en esta calle, la primitiva facultad peregrinó por varios lugares de Madrid (las cercanías del Real Colegio de San Carlos, el convento del Carmen Descalzo en la calle de Alcalá, la calle del Barco…) Al final, entre los boticarios del reino se hizo una colecta que sirvió para comprar los terrenos de nuestra calle, en la que el arquitecto Pedro de Zengotita levantó el edificio de la nueva Facultad entre 1827 y 1830. Hoy en día es la sede de la Real Academia de Farmacia.

3.7.20

Factor (Calle del)

La catedral de la Almudena, desde la calle del Factor
(Foto CC BY-SA Luis García)

Entre las calles Mayor y de Noblejas. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio. 

Varios nombres ha tenido esta vía; en el plano de Texeira se llama algo así como calle de las Pereas. Dado lo que ha cambiado el caserío por esta zona, hubo una porción algo más ancha, cerca de su final, que en su momento se conoció como plaza de Esquilache, pues por ahí andaba el palacio de los Borja, donde nació el poeta, militar y virrey del Perú Francisco de Borja y Aragón, príncipe de Esquilache. La denominación actual se debe a que aquí vivió Fernán López de Ocampo, que fue factor (esto es, recaudador de impuestos) de Felipe II. 

El final de nuestra calle se alza sobre un talud desde el que hay unas preciosas vistas sobre la catedral de la Almudena.

26.6.20

Extremadura (Paseo de)

La iglesia de Santa Cristina, en el Paseo de Extremadura
(Foto CC BY-SA Asqueladd)

De la glorieta del Puente de Segovia al límite del término municipal. Distrito 10 (Latina). Barrios de la Puerta del Ángel, Lucero, Aluche, Campamento, Cuatro Vientos y Las Águilas. 

De siempre este fue el camino que iba hacia Extremadura, si bien en un principio se conoció como camino de las Ventas de Alcorcón o de Móstoles, como se rotula en el plano de Texeira. Mucho tiempo fue conocido como carretera de Extremadura, hasta que el Ayuntamiento decidió convertirla en paseo el 8 de noviembre de 1912. 

Y desde el principio, al menos en estos tiempos modernos, no se caracterizó por ser una vía muy cuidada por el consistorio, quién sabe si por dudas sobre su jurisdicción. ¿Es vía pública municipal? ¿Es carretera radial y, por tanto, depende de otra administración? El caso es que ya hace un siglo Répide se lamentaba de la dejadez municipal haciendo hincapié sobre todo en el hedor que desprendían sus cunetas. Hoy en día su intenso tráfico no es plato de gusto para quienes viven en sus orillas y, a medida que nos alejamos del centro, vemos la decadencia de los antiguos barrios que surgieron a su vera, cerca de los numerosos acuartelamientos, la mayoría de los cuales están ya abandonados y darán lugar a futuros desarrollos urbanísticos. 

Al comienzo de la vía se hallaba la ermita del Ángel, levantada a principios del siglo XVII y desaparecida en 1783, en la que estuvo la imagen del Ángel de la Guarda que coronó la ancestral Puerta de Guadalajara. Desaparecida la ermita, quedó su nombre para la que tal vez sea puerta más famosa de la Casa de Campo. También al comienzo de esta larguísima vía se halla un edificio digno de mención, la iglesia de Santa Cristina, que en su día lo fue de un asilo del mismo nombre, fundación de la reina madre doña Cristina de Habsburgo, y que hoy es parroquia con la misma advocación. Es obra de Enrique María de Repullés y Vargas y se levantó en 1904; constituye un buen ejemplo del estilo neomudéjar en reacción a la “rutina gótica” imperante en la época (también en opinión de Répide).

19.6.20

Evaristo San Miguel (Calle de)

Evaristo San Miguel, por Madrazo
(Museo del Prado, Madrid)

Entre la calle de la Princesa y la plaza del Marqués de Cerralbo. Distrito 9 (Moncloa). Barrio de Argüelles. 

Cuando se formó el barrio de Argüelles se dio a esta calle el nombre de Don Evaristo, cabe suponer que porque en aquella época (octubre de 1865) todo el mundo tendría claro a qué personaje se refería. Pero el tiempo corrió y el Ayuntamiento prefirió no dejar lugar a la duda; el 31 de octubre de 1902 cambió el nombre por el actual, por el que fue conocido Evaristo Fernández de San Miguel. Este militar y político nació en Gijón el 26 de octubre de 1785. Aún estudiante, entró en las milicias que se oponían al invasor francés. Fue hecho prisionero y su cautiverio duró hasta 1814. Vuelto a España, se opuso siempre a Fernando VII y, siendo teniente coronel, apoyó el pronunciamiento de Riego en 1820. Tras el fin del trienio liberal fue cautivo de nuevo de los franceses y posteriormente se exilió en Inglaterra. De regreso tras la muerte del rey felón, se destacó en la primera guerra carlista en el bando isabelino. Una vez terminada la contienda, entró en política y fue varias veces diputado y senador vitalicio, aunque su participación no fue muy activa hasta que no surgieron las diversas algaradas revolucionarias que marcaron el reinado de Isabel II. Con estas credenciales, no es de extrañar que sea sobre todo conocido por ser el autor de la letra del Himno de Riego, que escribió en la época del pronunciamiento. Murió en Madrid el 29 de mayo de 1862.

12.6.20

Eugenio Sellés (Calle de)

Eugenio Sellés (1908). Foto de Kaulak.

Entre las calles de Jaime el Conquistador y Fernando Poo. Distrito 2 (Arganzuela). Barrio de la Chopera. 

El 30 de noviembre de 1953 decidió el Ayuntamiento nombrar así esta calle abierta no mucho antes. Eugenio Sellés y Ángel, nacido en Granada el 8 de abril de 1842, fue periodista, político y escritor. Estudió Derecho en Granada y Madrid y llegó a ostentar el puesto de fiscal en Extremadura. Tras la Revolución Gloriosa se dedicó al periodismo, desde posiciones cercanas a Sagasta. En política, ocupó los cargos de gobernador civil de Sevilla, Soria, Canarias y Granada. Durante la Restauración fue cuando se dedicó más a la literatura, en especial al teatro. Se le consideró discípulo de Echegaray, aunque la obra de ambos poco tiene que ver, a decir de los expertos. Ingresó en la Real Academia Española en 1895; su discurso se tituló El periodismo en España. Murió en Madrid el 12 de octubre de 1926.

29.5.20

Eugenio Caxés (Calle de)

Encuentro ante la Puerta Dorada, de Eugenio Caxés
(Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid)

Entre la avenida del Manzanares y la calle de Antonio López. Distrito 12 (Usera). Barrio de Moscardó. 

Desde el 26 de marzo de 1924 la vía antes conocida como Arroyo del Torero está dedicada al pintor madrileño Eugenio Caxés (o Cajés). Nacido en 1574 o 1575, era hijo de un pintor italiano, Patricio Cascese, que se estableció en Madrid en 1564. Estudió con su padre y probablemente en Roma. Es uno de los artistas más característicos del Madrid de su época; fue pintor del rey y participó en la decoración al fresco de algunas dependencias del Palacio del Pardo. Su fama fue tal que Lope de Vega lo cita en su Laurel de Apolo. Eugenio Cajés de la Fuente murió en Madrid el 15 de diciembre de 1634.

20.3.20

Esta vez sí que saldremos de esta


¡Madrid, Madrid!, ¡qué bien tu nombre suena,
rompeolas de todas las Españas!
La tierra se desgarra, el cielo truena,
tú sonríes, con plomo en las entrañas.

Antonio Machado (Madrid, 7 de noviembre de 1936)

13.3.20

Estudios (Calle de los)


Entre las calles de Toledo y del Duque de Alba. Distrito 1 (Centro). Barrio de los Embajadores.

Varios nombres ha ostentado esta calle a lo largo de la historia: del Estudio, de San Dámaso y de los Estudios de San Isidro. El segundo nombre citado perduró aun después de ser renombrado este tramo, ya que era uno de los laterales del “tapón del Rastro”, derribado en 1905 para formar la actual plaza de Cascorro.

Viene el apelativo de una llamada “Casa de los Estudios”, aneja al Colegio Imperial fundado en 1569 en terrenos cedidos por la emperatriz María de Austria y que, aunque mantenido por la villa de Madrid era regido por los jesuitas. En ella se daban clases gratuitas de latín y retórica a alumnos externos. En 1625 Felipe IV lo amplió y unificó, de modo que ambas instituciones, la Casa y el Colegio pasaron a conocerse como “Colegio Imperial de la Compañía de Jesús” o Colegio de San Pedro y San Pablo. Los jesuitas siguieron aquí hasta su expulsión en el reinado de Carlos III (dos años después de este hecho, que acaeció en 1767, la iglesia del colegio, hasta entonces dedicada a San Francisco Javier, se convirtió en la colegiata de San Isidro, pero de esto hablaremos más cuando lleguemos a la calle de Toledo, a la cual abre su fachada). El colegio quedó abandonado durante tres años, hasta que en 1770 el rey lo reabrió como “Real Instituto de San Isidro”. Fernando VII restituyó a los jesuitas en 1815 y allí siguieron hasta la desamortización de 1835, con el breve paréntesis del trienio liberal. Poco antes, en 1834, la terrible matanza de frailes que se produjo a raíz de la epidemia de cólera que asoló la villa comenzó aquí y aquí fue donde hubo más víctimas. 

Durante el paréntesis liberal, en 1822, tuvo lugar en este edificio el acto fundacional de la entonces llamada Universidad Central, que fue suprimida al año siguiente, con la vuelta del rey felón. En 1850 fue restituida y fundida con la Universidad Complutense, cuya sede se había trasladado en 1836 de Alcalá de Henares a la capital. 

En la actualidad se encuentra aquí el célebre instituto de San Isidro, creado como tal en 1845, que en su momento fue el único en que se podía obtener el bachillerato en la provincia de Madrid. En tiempos compartió el edificio con la escuela de Arquitectura de la Universidad Central, para lo cual sufrió una reforma cuyas obras fueron dirigidas por un arquitecto muy activo en nuestra villa, Francisco Jareño.

6.3.20

Estrella (Calle de la)

(Foto CC BY-SA Malopez 21)

Entre las calles de Silva y de San Bernardo. Distrito 1 (Centro). Barrio de Universidad. 

En el siglo XV esta zona era remota afuera de la villa y se alzaba aquí un cerro que fue elegido por los astrónomos de la época para observar la aparición de un cometa que llegó por los años de 1445 y se tomó como presagio de la peste. El cometa se mantuvo muchas noches en el cielo de Madrid, y ello hizo que el cerro se llamase de la Estrella y ese nombre pasase a la calle cuando la villa alcanzó estos contornos. 

No es la anterior una tradición muy verosímil, y aún menos cuando se sabe que en esta calle tuvo sus casas Ambrosio de Spínola, marqués de Leganés, que hizo adornar con una estrella dorada el remate de una de las torres de su palacio. Es, por tanto, más fácil que el apelativo venga por ese ornato de la vivienda del marqués y no por las actividades astronómicas que aquí se desarrollaron.

28.2.20

Estanislao Figueras (Calle de)


Entre las calles de la Ilustración y de Irún. Distrito 9 (Moncloa). Barrio de Argüelles. 

Esta calle pertenece a un grupo que fue creado como consecuencia de la construcción de la Estación del Norte y fue durante mucho tiempo habitada principalmente por empleados de los Ferrocarriles del Norte. Está dedicada al político demócrata y republicano Estanislao Figueras, que nació en Barcelona el 13 de noviembre de 1819. Fue primero miembro del partido progresista y después del demócrata. Desde 1851 fue varias veces diputado y en las Cortes defendió la República como mejor forma de gobierno para España. En 1855 se instaló en Madrid, y tras la revolución de 1868 fundó el periódico La Igualdad y fue dirigente del partido republicano federal. Cuando el 11 de febrero de 1873 abdicó Amadeo I y las Cortes proclamaron la República, Figueras asumió la presidencia del poder ejecutivo tras la negativa de Cristino Martos. Las críticas de Pi y Margall y la poca unión de los miembros de su propio partido le obligaron a dimitir el 8 de junio de 1873. (Es probablemente apócrifa la historia que cuenta que muy poco antes de este hecho se levantó de una reunión política pronunciando la rotunda frase: “Señores, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros”.) Desde 1880 su distancia con los republicanos federales de Pi y Margall fue cada vez mayor. Murió en Madrid el 11 de noviembre de 1882.

21.2.20

Esquilache (Calle de)

El motín de Esquilache

Entre las avenidas de Pablo Iglesias y de la reina Victoria. Distrito 7 (Chamberí). Barrio de Vallehermoso. 

Répide se pregunta por qué un personaje de tan ingrata memoria para nuestra villa y también para toda España tiene una calle en Madrid. Hoy quizá se pueda responder que más que una calle es una venganza. En realidad son dos callejones sin salida cortados por las cocheras del metro de Cuatro Caminos. Hace poco más de un siglo, si se hace caso al plano de Núñez Granés, el proyecto de calle era más ambicioso, pero actualmente ha quedado en eso, en dos mezquinas callejuelas dignas de tal personaje. 

Nació Leopoldo de Gregorio, marqués de Vallesantoro y de Squillace, en Mesina el 23 de diciembre de 1699. Lo de nació en Mesina es un decir, porque lo cierto es que sus orígenes son más que oscuros. Su carrera comenzó cuando Carlos VII reinaba en Nápoles; en 1759, al ocupar el trono de España como Carlos III, vino con él. Acaparó numerosos cargos, y aunque llevó a cabo medidas reformistas que incluso pudieron ser bienintencionadas, la verdad es que rápidamente fue ganando enemigos no sólo entre las clases dirigentes, sino también en el pueblo llano, que se amotinó contra el ministro italiano en marzo de 1766. Este famoso Motín de Esquilache supuso su caída y destierro de España, a la que no volvió nunca a pesar de ser rehabilitado. Fue nuestro embajador en Venecia, donde murió el 15 de septiembre de 1785. La musa popular dedicó una décima al ministro de Carlos III, en la que se observa claramente qué era lo que se pensaba del marqués:

Yo, el gran Leopoldo Primero, 
marqués de Esquilache augusto, 
rijo la España a mi gusto 
y mando en Carlos Tercero. 
Hago en los dos lo que quiero, 
nada consulto ni informo, 
al que es bueno le reformo, 
y a los pueblos aniquilo, 
y el buen Carlos, mi pupilo, 
dice a todo: ¡Me conformo!

14.2.20

Espronceda (Calle de)


Entre las calles de Ponzano y Zurbano. Distrito 7 (Chamberí). Barrio de Ríos Rosas. 

Mucho tardó en urbanizarse esta calle de la parte norte del Ensanche, que desde el 21 de julio de 1880 lleva el nombre de uno de los más importantes representantes del romanticismo literario español. José de Espronceda y Delgado nació en Almendralejo el 25 de marzo de 1808. Su origen era, sin embargo, navarro y su nacimiento en aquella localidad pacense se debió a que su padre, militar, se dirigía a la capital de la provincia junto con la familia cuando se produjo el alumbramiento. No tardaron en trasladarse a Madrid, donde estudió en el colegio de San Mateo, fundado por Alberto Lista y clausurado al final del trienio liberal. Participó en sociedades secretas como la de “los Numantinos”, formada por antiguos alumnos de Lista (en ella estuvo también Patricio de la Escosura, de quien no hace mucho hablamos en estas páginas), y conspiró contra el régimen absolutista de Fernando VII, lo cual le valió el destierro de la capital. Desde entonces viajó por Portugal, Inglaterra, Bélgica y Francia. En París participó en la revolución de 1830; muerto el rey felón, volvió a España y participó en la política además de enrolarse en la Milicia Nacional, en la que llegó a ser teniente. Asimismo desempeñó puestos diplomáticos, fue diputado y ejerció como periodista. Sin embargo su faceta más conocida es la de escritor; aunque se le deben novelas y piezas teatrales lo que más destacan son sus poesías (gran parte de las cuales se publicaron reunidas en 1840), algunas tan célebres como la Canción del pirata (¡quién no ha recitado alguna vez aquello de “Con cien cañones por banda…”!) y, sobre todo, sus poemas narrativos El estudiante de Salamanca (1839) y el inacabado El diablo mundo (1841). Murió en Madrid el 23 de mayo de 1842.

7.2.20

Espoz y Mina (Calle de)


Entre la Puerta del Sol y la plaza del Ángel. Distrito 1 (Centro). Barrio de Sol. 

Es la nuestra una calle que se podría decir formada a partir de retales. Su primer tramo, hasta la calle de Cádiz, se abrió al derribarse el convento de la Victoria. Desde ahí era parte la antigua calle Angosta de Majaderitos, que en tiempos hacía escuadra y abarcaba también la de Cádiz. (Para la explicación de esto de los “majaderitos” os remito a los artículos dedicados a las calles de Cádiz y Barcelona). El último tramo, desde la calle de la Cruz, también apareció tras un derribo, en este caso el del teatro de la Cruz. Hasta 1861 no se verificó esta última ampliación. 

Desde el 17 de marzo de 1840 está dedicada a una de las figuras más importantes de la guerra de la Independencia y la primera guerra carlista. Francisco Espoz Ilundain, que así se llamaba en realidad, nació en la localidad navarra de Idocin el 17 de junio de 1781. A los diecisiete años se enroló para luchar contra el invasor francés. Formó parte de una partida guerrillera que estaba encabezada por su sobrino Francisco Xavier Mina (más tarde héroe de la independencia mexicana); cuando los franceses lo capturaron asumió tanto el mando del grupo como el apellido de su sobrino. De ideas liberales, hubo de exiliarse una vez acabada la guerra; tras el pronunciamiento de Riego volvió y ocupó altos cargos militares en Galicia y Cataluña. Estuvo al frente del ejército que fue derrotado por los Cien Mil Hijos de San Luis y de nuevo hubo de marchar al exilio en 1823. Regresó tras la muerte de Fernando VII y durante la guerra carlista encabezó campañas poco exitosas en el norte y en Cataluña. Murió en Barcelona el 24 de diciembre de 1836, cuando de nuevo se estaba preparando para salir de España.

31.1.20

Espíritu Santo (Calle del)

Foto CC BY Carmen Voces

Entre la Corredera Alta de San Pablo y la calle de San Bernardo. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Universidad. 

Nuestra calle, que en tiempos se llamó de la Cruz del Espíritu Santo, como así lo atestigua el plano de Texeira, debe su nombre a una típica tradición piadosa madrileña enmarcada en la época de la expulsión de los moriscos. Quiere esta leyenda que por estos pagos hubiese unas casuchas o tiendas propiedad de moriscos sobre las que cayó un rayo el tercer día de pascua del Espíritu Santo. Como es lógico, las redujo a cenizas. Tomó el pueblo este accidente natural como señal divina, y en su conmemoración se erigió una cruz de piedra con una paloma que representaba al Espíritu Santo, monumento que tal vez perduró hasta la segunda década del siglo XIX. De esa cruz le vino el nombre a la calle. 

Répide nos cuenta que en la época en la que él escribía sus artículos sobre las calles de Madrid se acababa de abrir el espacio que hoy en día se conoce como plaza de Juan Pujol, de la que hablaremos en su momento, y allí se celebraba una suerte de rastrillo.

24.1.20

Espino (Calle del)

Foto CC BY-SA Osiliab

Entre las calles de Provisiones y de Miguel Servet. Distrito 1 (Centro). Barrio de los Embajadores.

Calle breve y estrecha, de muy mala fama en época de Répide, hace unos cien años, cuando era “refugio del hampa, sucio cobijo de torpes amores de arroyo, guarida frecuente de gentes fuera de ley”. Hoy en día eso queda muy lejos, por suerte para quienes allí viven. 

No es difícil imaginar que el nombre le viene de un espino que anduvo por aquellos andurriales, recuerdo de cuando la zona estaba ocupada por el barranco de Embajadores. También había en las cercanías una casa de campo, propiedad de cierto don Gaspar Sanz. Era este un generoso individuo oriundo de Aragón, el cual fundó un hospital para sus paisanos más necesitados que tuvieran la mala fortuna de caer enfermos en la villa y corte. Hablamos del Hospital de Montserrat, cuyo primer emplazamiento se hallaba por aquí cerca. También una ermita dedicada a la Virgen del Pilar, enfrente de la cual estaba el espino al que se recuerda en esta calle.

17.1.20

Esperanza (Paseo de la)

Paseo de la Esperanza esquina a Moratines
(Foto CC BY Concepción Amat Orta)

Entre los paseos de las Acacias y de Santa María de la Cabeza. Distrito 2 (Arganzuela). Barrio de las Acacias. 

Nuestro paseo, trazado a finales del siglo XIX en un sector por entonces fabril y ferroviario y cercano al poblado marginal de Las Injurias, recibe sin embargo su nombre, a decir de Peñasco y Cambronero, por la cercanía a cierta quinta llamada así, de la Esperanza, de la que pocos años después no quedaba ni rastro. Mucho tiempo estuvo el paseo partido en dos por el ferrocarril de cintura, hasta que los grandes cambios producidos en su entorno (soterramiento de las vías del tren, desaparición de la estación de las Peñuelas) lo han convertido en una vía amplia, con viviendas modernas, arbolada e incluso agradable.

10.1.20

Esperanza (Calle de la)


Entre las calles del Ave María y de la Torrecilla del Leal. Distrito 1 (Centro). Barrio de los Embajadores. 

Había por estos pagos una finca cuya propietaria se llamaba Mari-Esperanza o María Esperanza, en la que estuvo hospedado el caballero bretón Betrand du Gesclin. Ya sabemos que este personaje intervino en la guerra que enfrentó a Pedro II el Cruel con su hermano Enrique de Trastamara. Lo hizo de forma artera, ayudando a que su señor cometiese el fratricidio que lo convirtió en el rey Enrique IV. Madrid era una villa en la que se prefería a don Pedro, de ahí que cuando se supo que el traidor mercenario estaba en la casa de María Esperanza esta fue asaltada e incendiada. Aunque el rey Enrique compensó a la dueña por este desaguisado, ella no quiso volver allí y se marchó a otra posesión suya. Cuando, desaparecidas casa y posesión, se empezó a edificar por aquí, quedó el nombre de Esperanza para la calle. Hay que decir que la otra finca también dio origen a un nombre en nuestro callejero, el de la calle de Esperancilla, hoy conocida como del Marqués de Toca, de la que hablaremos cuando toque.

20.12.19

Espejo (Calle del)

(Foto: CC BY-SA 3.0 Basilio)

Entre las calles de Santiago y de la Independencia. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio. 

Estrecha e irregular callecita que en tiempos fue más larga, como lo demuestra el plano de Texeira. Las reformas hechas en tiempos de José Bonaparte la redujeron a su trazado actual. 

La explicación de su nombre proviene de unas atalayas o specula que levantaron los árabes por estos andurriales después de que el rey Ramiro II conquistase Madrid por primera vez y hubiera de abandonarla, no sin antes arruinar las fortificaciones existentes. En eso Peñasco-Cambronero (y Répide, que los cita sin nombrarlos) siguen a Capmany, a pesar de su escepticismo ante otras explicaciones de D. Antonio. Hay que decir que los contradicen los azulejos de Ruiz de Luna que ilustran el nombre de la calle, donde se muestra un enorme espejo.

(Como siempre, aprovecho esta última entrada del año para desearos a quienes tenéis la amabilidad de seguir estos textecillos sobre las calles de Madrid unas muy felices fiestas y un excelente año 2020).

13.12.19

Esparteros (Calle de)

(Foto CC BY-SA 2.0 Brian Snelson)

Entre la calle Mayor y la plaza de la Santa Cruz. Distrito 1 (Centro). Barrio de Sol. 

En los planos antiguos, como el de Texeira, se llama a nuestra calle de Santa Cruz o Subida a Santa Cruz, sin duda por la plaza a la que va a terminar, donde en tiempos se alzó la desaparecida iglesia de tal advocación. Répide nos indica que en épocas remotas, cuando esto era campo, aquí había un viñedo que pertenecía al pueblo de Fuencarral. Más adelante empezaron a establecerse artesanos del esparto, muchos de origen valenciano, y de ahí viene el gremial nombre de la calle

29.11.19

Españoleto (Calle del)

José de Ribera, el Españoleto:
La mujer barbuda

Entre las calles de Santa Engracia y de Zurbano. Distrito 7 (Chamberí). Barrio de Almagro. 

Calle tranquila y señorial, como el barrio en que está, con muchos edificios de aspecto palaciego y dedicada a uno de los más importantes pintores españoles de los Siglos de Oro. José de Ribera nació en Játiva el 17 de febrero de 1591, en el seno de una familia relativamente acomodada. No siguió los pasos de su padre, zapatero, sino que, decidido a dedicarse a la pintura, marchó a Italia a aprender el oficio. Allí recibió la influencia de Caravaggio y sus seguidores y, tras recorrer varias ciudades, se instaló en Nápoles. Allí fue donde le dieron el apodo de lo Spagnoletto, por el que es universalmente conocido. Partió del tenebrismo de Caravaggio para ir poco a poco incorporando mucha más luz a sus obras. Entre sus cuadros más destacados está un San Andrés, el Martirio de San Bartolomé o la Magdalena penitente, el muy curioso La mujer barbuda (todos en Museo del Prado) y El patizambo (en el Louvre). Aunque mostró deseos de volver a España y jamás olvidó su tierra natal, siguió viviendo en Nápoles, donde murió el 3 de septiembre de 1652, y allí está enterrado.

22.11.19

España (Plaza de)


Entre las calles de la Princesa, de los Reyes, Gran Vía, Leganitos, Cuesta de San Vicente, Ferraz, Juan Álvarez Mendizábal, Martín de los Heros y la plaza de Emilio Jiménez Millas. Distritos 1 (Centro) y 9 (Moncloa). Barrios del Palacio, de la Universidad y de Argüelles.

Cuando esto eran las afueras de la villa aquí se encontraban las conocidas como Huertas de Leganitos. Huertas y prados a los que solían acercarse los habitantes de Madrid a tomar el fresco y a disfrutar de las aguas de su célebre fuente, citada en el Quijote. Parece mentira que quien estropease la hermosura de este Prado Nuevo fuese Carlos III, un rey al que siempre relacionamos con mejoras y embellecimientos de la villa de Madrid. Fue él quien mandó construir justo aquí un convento para los religiosos de San Gil. Poco después, con el convento aún vacío, empezó a conocerse este paraje como plaza de San Marcial, en conmemoración de la batalla que tuvo lugar el 31 de agosto de 1813 durante la guerra de la Independencia, apelativo que el Ayuntamiento hizo oficial en 1835. El caso es que los frailes no llegaron a ocupar el edificio, que se convirtió en cuartel en tiempos de José Bonaparte. Era el célebre cuartel de artillería de San Gil, donde tuvo lugar la algarada revolucionaria del 22 de junio de 1866. En aquella memorable jornada, los sargentos del cuerpo salieron del cuartel y recorrieron las calles de Madrid con diversas piezas de artillería. Sin embargo, las tropas leales al Gobierno los fueron rechazando hasta que, recluidos de nuevo en el cuartel sito en nuestra plaza, fueron derrotados por completo al día siguiente. La represión fue feroz y el movimiento fracasó, pero ya se había sembrado la semilla de la revolución que un par de años más tarde daría lugar al derrocamiento de Isabel II. Casi medio siglo después de esta algarada, en 1910, fue demolido para formar la que hoy conocemos como plaza de España.

Detalle del monumento a Cervantes

El solar estuvo mucho tiempo sin urbanizar y se aprovechó para celebrar en él la verbena de Santiago; hay que indicar que esta explanación se llevó por delante la calle de José Cañizares (dedicada a un escritor madrileño de comienzos del siglo XVIII, antes llamada de San Gil). Sin embargo, muy pronto se planteó la instalación en el centro de la futura plaza un monumento dedicado a Miguel de Cervantes. Se convocó a tal fin un concurso nacional y el proyecto ganador, que data de 1915, estaba firmado por el arquitecto Rafael Martínez Zapatero y el escultor Lorenzo Collaut Valera. Catorce años se tardó en empezar la obra, que estuvo dirigida por Pedro Muguruza y concluyó en 1930. En el reciente proyecto de reforma de la plaza, se previó que el monumento cambiase de posición y pasase a mirar hacia el Edificio España, decisión que causó no poca polémica y se zanjó al declarar la Comunidad de Madrid Bien de Interés Patrimonial al conjunto, lo que hacía imposible moverlo. Así que don Miguel y sus criaturas más inmortales, don Quijote y Sancho Panza, seguirán dando la espalda al magno edificio del que pronto hablaremos.



En la esquina con la calle de Bailén se alza el elegante edificio de la Real Compañía Asturiana de Minas, de estilo muy francés. Fue construido entre 1896 y 1899 según un proyecto firmado en 1891 por Manuel Martínez Ángel. Una de las placas en forma de rombo del Ayuntamiento nos recuerda que allí residió el célebre historiador Elías Tormo, pues además de la sede de la compañía citada el edificio albergaba algunas viviendas.



En la plaza de España se sitúan los dos primeros rascacielos que tuvo Madrid (si excluimos el edificio de Telefónica en la Gran Vía). Cronológicamente hablando, el primero es el Edificio España, que fue levantado entre 1947 y 1953. Fueron sus autores Joaquín y Julián Otamendi; aunque en su concepción se tuvieron en cuenta modelos norteamericanos, se quiso dejar una impronta local mediante el uso de elementos barroquizantes en la entrada principal. Ha estado muchos años vacío y abandonado y hace muy poco estuvo a punto de ser objeto de una muy polémica reforma que lo puso al borde de la demolición (nada más que se quería dejar en pie la fachada en un proceso harto complicado de realizar). Solventados los problemas, ha renacido como hotel y sigue siendo uno de los referentes de nuestra villa.



Como lo es su vecina, la Torre de Madrid, que se alzó allí, a su lado, entre 1954 y 1957. Se encargó de ello la misma empresa, la Compañía Inmobiliaria Metropolitana, y los arquitectos fueron los mismos que los del Edificio España. Sin embargo aquí utilizan un lenguaje mucho más cosmopolita. En uno de sus últimos pisos, en los que se supone una inmejorable vista de Madrid, vivió el historiador Fernando Díaz-Plaja.

Actualmente está en proceso una reforma a la que hemos aludido de pasada unas líneas atrás, que supondrá más espacio para los peatones, la plantación de más árboles y la mejora y acondicionamiento de los subterráneos comerciales anejos al aparcamiento que hay bajo la plaza. Unas obras que se están topando con sorpresas como la aparición en la calle de Bailén de restos que se creyeron de las caballerizas de Felipe II pero que en realidad corresponden a algunas estancias del palacio que disfrutó Godoy en aquellos pagos.

Entre mis recuerdos de niñez están los numerosos carteles indicadores que había adheridos a una farola en la esquina con la Gran Vía, que señalaban el camino que había que seguir para llegar a numerosas capitales españolas.

(Ay España, nuestra Españita, tan querida, tan odiada, mucho más maja -y mucho menos- de lo que te pintan y de lo que te hacen, de lo que te hacemos... Cuántas veces se ha usado tu nombre en vano, sobre todo por esos que pretenden quererte tanto... A veces madre y siempre madrastra, como dijo el uno, el país más fuerte del mundo ya que llevas siglos intentando autodestruirte y no lo consigues, como dijo el otro...)