El Paseo de las Delicias a finales del siglo XVIII
(Pintura de Francisco Bayeu, Museo del Prado, Madrid)
Va la calle del paseo de Santa María de la Cabeza a la calle de Méndez Álvaro. Distrito 2 (Arganzuela). Barrio de Palos de Moguer. El paseo comienza en la glorieta del Emperador Carlos V y termina en la plaza de Legazpi. El distrito es el mismo. Barrios de Palos de Moguer, Delicias, Chopera y Legazpi.
Como el nombre de la calle se debe a su proximidad al paseo, nos vamos a referir a este para hablar de su significado. Es el Paseo de las Delicias rama de uno de los “tridentes” que en el siglo XVIII se crearon al sur de la villa para su expansión. Idílico paraje debió de ser por entonces, tal y como lo retrató Bayeu, en un cuadro en el que se puede ver a majos y majas, caballeros y damas de paseo, respirando el aire puro de lo que entonces era campo, e incluso sentados a tomar el fresco o un refrigerio a la sombra. A finales del siglo, hacia 1794, había una casa de vacas, propiedad de un tal Damián Martínez que debía de ser célebre a decir de los cronistas, que se sienten obligados a hacer mención de ella. Ya en el siglo XIX empezaron a proliferar las casas y así se formaron los barrios que, según Répide, se conocieron como del Sur y del Perchel. Mediada la centuria, los planes del Ensanche de Castro destinaron a zona fabril estos parajes, algo que sin duda fue alentado por la presencia del “ferrocarril de cintura”, aún existente hogaño en el subsuelo. Las Delicias del Río (como empezó a llamarse cuando se abrió el paseo de la Castellana, cuyo nombre primitivo fue el de paseo de las Delicias de Isabel) dejaron de ser tan deliciosas, pues se trocaron en zona llena de fábricas y también de chabolas, creadas de la nada por la masa proletaria que llegó a la ciudad expulsada del campo, en busca de un medio de vida.
Junto al paseo de las Delicias se levantó la primera estación de ferrocarril permanente que tuvo Madrid. Fue la línea de Madrid a Cáceres y Portugal la impulsora del proyecto, encomendado al arquitecto francés Émile Cachelievre, discípulo de Gustave Eiffel. Su estructura metálica se fabricó en Francia y se montó en Madrid bajo la supervisión de otro ingeniero francés, de apellido Vasille. Se inauguró el 30 de marzo de 1880. La estación de Delicias, como se conoce desde siempre, funcionó con pasajeros hasta el año 1969 y con mercancías hasta 1978, cuando se clausuró de forma definitiva. Ya sabemos que en estos casos se cierne siempre la sombra de la desaparición para dar paso a la especulación inmobiliaria, pero en este caso se impuso la cordura –o hubo suerte– y desde 1984 alberga el Museo del Ferrocarril, que antes tenía su sede en el Palacio de Fernán Núñez, lo cual lo incapacitaba para poder mostrar material rodante, algo que se hizo posible gracias al “reciclado” de la estación. La presencia de viejos vagones restaurados ha hecho que la estación de Delicias se utilice con profusión como plató televisivo o cinematográfico. Una curiosidad: la Guía del COAM indica que popularmente se conocía a Delicias como la “estación de las Pulgas”. Lejos de mi intención contradecir a tan docta institución, pero en realidad el sobrenombre le corresponde a la desaparecida estación Imperial, de la que hablaremos en su momento.
Como el nombre de la calle se debe a su proximidad al paseo, nos vamos a referir a este para hablar de su significado. Es el Paseo de las Delicias rama de uno de los “tridentes” que en el siglo XVIII se crearon al sur de la villa para su expansión. Idílico paraje debió de ser por entonces, tal y como lo retrató Bayeu, en un cuadro en el que se puede ver a majos y majas, caballeros y damas de paseo, respirando el aire puro de lo que entonces era campo, e incluso sentados a tomar el fresco o un refrigerio a la sombra. A finales del siglo, hacia 1794, había una casa de vacas, propiedad de un tal Damián Martínez que debía de ser célebre a decir de los cronistas, que se sienten obligados a hacer mención de ella. Ya en el siglo XIX empezaron a proliferar las casas y así se formaron los barrios que, según Répide, se conocieron como del Sur y del Perchel. Mediada la centuria, los planes del Ensanche de Castro destinaron a zona fabril estos parajes, algo que sin duda fue alentado por la presencia del “ferrocarril de cintura”, aún existente hogaño en el subsuelo. Las Delicias del Río (como empezó a llamarse cuando se abrió el paseo de la Castellana, cuyo nombre primitivo fue el de paseo de las Delicias de Isabel) dejaron de ser tan deliciosas, pues se trocaron en zona llena de fábricas y también de chabolas, creadas de la nada por la masa proletaria que llegó a la ciudad expulsada del campo, en busca de un medio de vida.
La Estación de las Delicias en la época de su inauguración
(Foto: Laurent)
Junto al paseo de las Delicias se levantó la primera estación de ferrocarril permanente que tuvo Madrid. Fue la línea de Madrid a Cáceres y Portugal la impulsora del proyecto, encomendado al arquitecto francés Émile Cachelievre, discípulo de Gustave Eiffel. Su estructura metálica se fabricó en Francia y se montó en Madrid bajo la supervisión de otro ingeniero francés, de apellido Vasille. Se inauguró el 30 de marzo de 1880. La estación de Delicias, como se conoce desde siempre, funcionó con pasajeros hasta el año 1969 y con mercancías hasta 1978, cuando se clausuró de forma definitiva. Ya sabemos que en estos casos se cierne siempre la sombra de la desaparición para dar paso a la especulación inmobiliaria, pero en este caso se impuso la cordura –o hubo suerte– y desde 1984 alberga el Museo del Ferrocarril, que antes tenía su sede en el Palacio de Fernán Núñez, lo cual lo incapacitaba para poder mostrar material rodante, algo que se hizo posible gracias al “reciclado” de la estación. La presencia de viejos vagones restaurados ha hecho que la estación de Delicias se utilice con profusión como plató televisivo o cinematográfico. Una curiosidad: la Guía del COAM indica que popularmente se conocía a Delicias como la “estación de las Pulgas”. Lejos de mi intención contradecir a tan docta institución, pero en realidad el sobrenombre le corresponde a la desaparecida estación Imperial, de la que hablaremos en su momento.
2 comentarios:
La "estación de las pulgas" no fue ni la estación de Madrid-Delicias ni la estación de Goya. La estación conocida popularmente como "de las pulgas" fue la de Imperial, estación de mercancías situada en la línea de contorno (que unía la estación del Norte con la de Atocha) y que estuvo construida en el Paseo Imperial, de donde tomó su nombre.
Tiene Vd. toda la razón. En la entrada me hago eco de lo dicho en la Guía del COAM y lo de la estación de Goya se lo oí decir a mi madre, que la conoció y la usó. Después he sabido que, como muy bien indica Vd., la "Estación de las Pulgas" era la Imperial. Por poner solo un ejemplo, Galdós la nombra en "Fortunata y Jacinta".
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