30.1.07

Algeciras (Calle de)

Entre la cuesta de las Descargas y la Ronda de Sego­via. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio.

Breve calle, situada en los antiguos confines de la villa, al pie de la colina de las Vistillas, hoy coronada por el edificio neomudéjar del Semina­rio Conciliar. Su primitivo nombre, como indica Répide, fue el de Argollón, sin que el cronista dé explicación alguna de su significado.

Y bien, la calle lleva el nombre de una importante ciudad mediterrá­nea, situada en la provincia de Cádiz. Algeciras, que preside la bahía de su nombre, tiene 112.937 habitantes según el padrón de 2006 y es uno de los puertos más importantes de España, además de constituir un centro industrial de primer orden. Tiene antecedentes fenicios (Karteia) y romanos (Iulia Traducta), pero su nombre actual deriva del árabe Al-Yazira, que significa La Isla. Fue reconquistada en 1344 por Alfonso XI, y desde que los británi­cos ocuparon Gibraltar adquirió una importancia creciente, de manera que en 1755 se convirtió en municipio independiente al separarse de San Roque.

La conquista de Algeciras por Alfonso XI tiene una supuesta relación con una de las más antiguas iglesias de Madrid, la de San Pedro. Ya nos ocuparemos de ella con más detalle, pero de momento digamos que, aunque citada ya en el fuero de Madrid de 1202 como parroquia, muchos historiado­res creyeron erróneamente que esa iglesia estaba situada más hacia Puerta Ce­rrada; es cierto que la iglesia primitiva no se hallaba en el mismo lugar que la que ha llegado hasta nosotros, pero no estaba tan lejos. La presunta iglesia cercana a Puerta Cerrada sería derribada y sustituida el año 1345 por otra que se construyó en el lugar que actualmente ocupa, precisamente por orden de Alfonso XI y como conmemoración de la conquista de la ciudad de la que hemos habla­do.

23.1.07

Alfonso XII (Calle de)

Alfonso XII (1857-1885), rey de España entre 1875 y 1885
Entre la plaza de la Independencia y el paseo de la Infanta Isabel. Distrito 3 (Retiro). Barrio de los Jerónimos.

Fue Felipe II el que mandó preparar en el convento de San Jerónimo un cuarto donde retirarse en la época de Cuaresma, Semana Santa o luto. En ese cuarto había una ventana que comunicaba con la iglesia para así poder oír misa. Unas décadas después, el conde-duque de Olivares hizo levantar para Felipe IV un palacio en estos terrenos, y el cuarto de retiro penitencial también se pudo utilizar como lugar de descanso. De esta forma nació el Real Sitio del Buen Retiro, una posesión de diecisiete millones de pies cua­drados, es decir, unas 190 hectáreas, donde hubo un suntuoso pala­cio del que hoy en día sólo quedan algunos restos. Se cons­truyó entre 1630 y 1640, y fueron sus arqui­tectos Alonso de Carbonell y Giovanni Battista Crescenci. En el plano de Texeira está reflejada muy detalladamente la estructura del palacio, con su plaza mayor, plaza principal, jardines del rey, la reina y el príncipe, coliseo de comedias, y el caballo de bronce, la estatua de Felipe IV que hoy ocupa el centro de la plaza de Orien­te. Tuvo su época álgida precisamente en el reinado de Felipe IV, cuando se convirtió en el centro de la vida cortesana, lugar de recreo y diversión donde el conde-duque tenía distraído al rey para ocuparse personalmente de los negocios del Estado.

El Casón del Buen Retiro

Cuando en el reinado de Carlos III se finalizan las obras del palacio real, empieza el serio declive del Real Sitio del Buen Retiro. Al ocupar los fran­ceses Madrid se apoderaron de un palacio ya ruinoso, y contri­bu­yeron generosamente a su desaparición. En 1812 lo abandonaron; sólo quedaban en pie el ala sur y el salón de baile. El ala sur, llamada salón de Reinos, fue arreglada para transformarla en un edificio individual y tras albergar el Museo de Artillería se convirtió posteriormente en Museo del Ejército. De este edificio se hablará algo más en la calle de Méndez Núñez. El salón de baile, que hoy conocemos como Casón del Buen Retiro o, sim­plemente, el Casón, es un elemento tardíamente añadido al palacio. Comenzó su construc­ción en 1637 según proyecto de Alonso de Carbonell y no se llegó a termi­nar del todo hasta los primeros lustros del siglo XVIII. Fue José del Olmo el arqui­tec­to, y en 1701 comen­zaron los trabajos. Muchos usos ha tenido el edificio desde entonces. De salón de baile pasó a Gabinete Topo­gráfico, y bajo la dirección de León Gil de Palacio -del que habrá oportuni­dad de hablar más adelante- en él se expu­sieron modelos en relieve de varias ciuda­des de Espa­ña, entre ellos el magní­fico de Madrid que hoy puede admi­rarse en el Museo Munici­pal. Pero en 1830 finaliza la existencia del Gabinete. Después, en 1834, se utilizó el Casón como Esta­men­to de Pró­ceres, y más adelante como picadero y gimna­sio real. Tras la Revo­lución de 1868 el Estado se incautó de él; primero se instaló allí un Museo de Repro­duccio­nes Artísticas y des­pués se convirtió en Museo Ro­mántico y, desde 1971, de Arte del siglo XIX, como anexo del Museo del Prado. Cuan­do en 1981 los Estados Unidos devolvieron el Guernica de Picasso, se colocó aquí, confor­me a los deseos del pintor malagueño, cuya obra, según él, debía exhibirse en el Museo del Prado. Por eso levantó polémica su traslado al Centro de Arte Reina Sofía.

El 'Guernica' de Picasso recién instalado en el Casón del Buen Retiro

Poco conserva hoy el Casón de su inicial aspecto. Tantos cambios de uso han asimismo variado su fisonomía. Sus dos fachadas fueron realiza­das en el siglo XIX. La principal, que es opuesta a nuestra calle, fue arrasa­da por el ciclón del 12 de mayo de 1886, y su reconstruc­ción, que acabó en 1891, lleva la firma de Ricardo Velázquez Bosco. La fachada de la calle de Alfonso XII, obra de Agustín Felipe Peró, Manuel Antonio Capo y Mariano Carderera, se hizo en 1877. Ya dentro del edificio, destaca el fresco realiza­do por Lucas Jordán como un encargo de Carlos III, fresco que es una ale­goría de la orden del Toisón de Oro.

Fresco de Lucas Jordán en el techo del Casón del Buen Retiro

Isabel II regaló el Retiro a los madrileños. Pero no entero, ya que grandes trozos de terreno fueron segregados con el fin de urbanizarlos. Uno de estos fragmentos es el que limitan nuestra calle y el paseo del Prado. Si bien el proyecto data de 1865, no fue sino tras la Revolución cuando se inició. En el plano de Ibáñez de Ibero se puede apreciar que aún no hay nada más que algunos desmontes y terraplenes para delinear las futuras calles. Su desarrollo fue más rápido que el del Ensanche propiamente dicho, y en 1916 aparece ya como un barrio consolidado. Cuando nuestra calle se formó como tal, en 1869, recibió el nombre de Granada, que fue cambiado en 1878 por el actual.

El Observatorio Astronómico

Hay otra construcción muy destacada en nuestra calle. Muy cerca de su final, coronando el antiguo cerro de San Blas, está el Observatorio Astro­nómico, centro científico creado en la época del monarca ilustrado Carlos III. Fue Jorge Juan quien sugirió su fundación, y en 1785 Juan de Villanueva realizó el proyecto. Las obras dieron comienzo en 1790. Fueron muy lentas, tanto que seguían cuando los franceses ocuparon Madrid. Al acabar la guerra el edificio estaba muy dañado, y además los franceses se encargaron de des­truir el telescopio. En 1813 se reanudaron los trabajos, que concluyeron en 1845. Fueron dirigidos sucesivamente por Santiago Gutiérrez de Arintero y Narciso Pascual y Colomer. Desde entonces de pudo utilizar para los fines científicos que fue creado, hasta que la contaminación lumínica de Madrid lo imposibilitó para la observación del cielo y hubo de ser trasladado a Ye­bes, un pueblo de la provincia de Guadalajara.

Ya Répide se queja de que la construcción de viviendas en la base del cerro de San Blas en lugar de su ajardinamiento afea la zona e impide ver la bella perspectiva del Observatorio. Hoy en día existe el proyecto de derribar casi todas las casas que hay en la acera de la izquierda al final de nuestra calle, proyecto que parece poco viable dadas las grandes indemniza­ciones que deberían cobrar los vecinos en una zona muy cara.

Casi toda la acera izquierda de la calle da al parque del Retiro. En la verja que delimita el parque hay algunas puertas muy interesantes de las que se tratará cuando demos un paseo por el Pulmón de Madrid.

Por último, se debe indicar que en el número 62, muy cerca ya del final de la calle, y lindando con el Museo Nacional de Etnología, vivió el gran científico Santiago Ramón y Cajal, hecho que es recordado por una modesta placa en el dintel de la puerta.

Alfonso XII, hijo de Isabel II, nació en Madrid en 1857. Siguió a la reina al exilio en 1868, y dos años después recogió los derechos a la corona de España por renuncia de su madre. Entre 1870 y 1873 tres bandos monár­quicos se disputaban la corona, los alfonsinos, organizados en torno a Cáno­vas; los pocos que apoyaban a Amadeo I, y los carlistas, que iniciaron una nueva guerra civil en 1872. Cuando renunció Amadeo I y se proclamó la República, todos los monárquicos, excepto los carlistas, aún alzados en armas, reconocieron a Alfonso como rey legítimo. Tras el pronunciamiento de Martínez Campos en diciembre de 1874, accedió al trono. Participó poco en la vida política; la dejó en manos de Cánovas, quien se repartió con Sagasta el poder durante todo su reinado. Se promulgó la Constitución con­servadora de 1876, que hasta la fecha ha sido la que más tiempo ha estado en vigor en España. Alfonso XII acabó en 1876 con la guerra carlista y en 1878, tras la paz de Zanjón, con la de Cuba, lo que le valió el sobrenombre de el Pacificador que le dan algunos historiadores.

Casó dos veces. La primera con su prima María de las Mercedes de Orleans, en un matrimonio por amor que ha sido fuente inagotable de folleti­nes y melodramas por el tinte trágico que tuvo la muerte de la reina a los dieciocho años de edad y escasos meses de matrimonio. Su segunda esposa fue María Cristina de Habsburgo, a la que dejó viuda y preñada. Murió en el palacio del Pardo el 25 de noviembre de 1885. Seis meses después, el 17 de mayo de 1886 nacía su hijo póstumo, Alfonso XIII, rey desde que su madre lo trajo al mundo. En diversas ocasiones ha cambiado la denominación de esta calle. Pri­mero se llamó de Granada, antes de recibir el nombre actual. Don Ma­nuel Azaña afirmaba que "una de las primeras cosas que hace en nuestro país cualquier movimien­to político, es cambiar los nombres de las calles. Inocen­te manía, que parece responder a la ilusión de borrar el pasado hasta en sus vestigios más anodinos y apoderarse del presente y el mañana". Así, con el adveni­miento de la Segunda República, la calle de Alfonso XII mudó su nombre por el de Alcalá-Zamora. Pero casi surrealista fue el cambio produ­cido durante la guerra, calificado de "ocurrencia divertida" por el propio Don Manuel: La calle se llamó de la Reforma Agraria. Nada comparado con el rimbom­bante nombre que se asignó a la cercana de Antonio Maura, nada menos que calle de las Milicias de Retaguardia de las Juventudes Socialistas Unificadas.

16.1.07

Alfonso XI (Calle de)

Alfonso XI de Castilla y León (1311-1350)
Entre las calles de Alcalá y Méndez Núñez. Distrito 3 (Retiro). Barrio de los Jerónimos.

Nos encontramos con una calle que se abrió en el último tercio del siglo XIX, cuando se empezó a urbanizar un gran trozo que se segregó del real sitio del Buen Retiro, y que hoy es el elegante y tranquilo barrio de los Jerónimos. En esos primeros años, nuestra calle sólo llegaba hasta el cruce con la que hoy se llama Juan de Mena, ya que el espacio que media entre ésta última y la calle de Alcalá estaba ocupado por los Jardines del Buen Retiro. Cuando en 1905 desaparecieron y se urbanizó su parcela, se prolon­gó la vía hasta la calle de Alcalá; se dedicó a la Reina Mercedes. A su altura se hallaba aproximadamente el palacio de San Juan, que formaba parte del complejo del Buen Retiro y cuya huerta formó después los mencionados jardines. Este palacio desapareció a la vez que su antiguo parque, y sobre él hay edificada una manzana de burguesas viviendas. El 26 de agosto de 1910 el Ayuntamiento decidió que toda la calle pasase a llamarse de Alfonso XI.

El rey de Castilla y León Alfonso XI fue hijo de Fernando IV el Emplazado y de Constanza de Portugal. Nació en Salamanca en 1311, y un año después subió al trono; en su minoría la regencia fue ocupada por su abuela María de Molina. En 1325 asumió personalmente el gobierno. Reali­zó una serie de reformas jurídicas que están recopiladas en el Ordenamiento de Alcalá; entre otras cosas suprimió las hermandades, limitó el poder de la nobleza e instituyó el cargo de Corregidor, substituyendo las asambleas de vecinos por consejos o corregimientos. Quizá los hechos más importantes de su reinado fueron la victoria que junto al río Salado obtuvo frente a los benimerines (1340) y la conquista de Algeciras (1344), que supusieron el fin de las invasiones africanas de la península. Murió en Gibraltar en 1350.

8.1.07

Alfonso X (Calle de)

Alfonso X el Sabio (1221-1284) y su corte
Entre el paseo de Eduardo Dato y la calle de Rafael Calvo. Distrito 7 (Chamberí). Barrio de Almagro.

Pequeña calle para un gran personaje. Nacido en Toledo en 1221, hijo de Fernando III el Santo y Beatriz de Suabia, Alfonso X de Castilla y León, siempre conocido como el Sabio, inició su agitado gobierno el 1 de junio de 1252. Si su actividad como estadista no fue todo lo acertada que se podía esperar, como erudito no tiene quizá parangón entre todos los monar­cas que en España ha habido. Conquistó Murcia y algunas ciudades de Anda­lucía, pero su vista estaba puesta mucho más lejos. Intentó sin éxito apode­rarse del Algarve portugués y fracasó de la misma manera al reclamar el trono nava­rro. Pero sin duda la empresa más colosal de este rey fue el ha­cerse elegir emperador de Alemania, lo cual consi­guió con ímprobos esfuer­zos para luego rechazar la elección (1275), agobia­do por la presión del Papa y de los benimerines, que pretendían recuperar el terreno perdido por el Islam en España. Además, el final de su reinado se vio ensangrentado por la gue­rra que sostuvo con su propio hijo Sancho, que a la postre habría de sucederle.ç

Su obra abarca numerosos campos: Ciencia, leyes, historia, poesía. Destacan sus estudios sobre astronomía (Tablas Alfonsíes, Libros del saber de astronomía), algunos juegos (Libros de axedrez, dados e tablas), e histo­ria de España y Universal (Crónica General, General e grand esto­ria). Como compilador de leyes se ocupó de unificar la jurisprudencia de todo el reino frente a las peculiaridades que los fueros daban a muchas ciudades. El prin­cipal resultado de esta tarea fueron las Siete Partidas (1256-65), aunque también cabe mencionar el Setenario, el Fuero Real y el Espécu­lo. Y su obra poética está coronada por las Cantigas de Santa María, poe­mas laudatorios de la Virgen escritos en gallego muchos de los cuales son obra del propio Alfonso X. Este rey sabio e infeliz murió en Sevilla en 1284.

Alfonso VI (Calle de)

Alfonso VI de Castilla (1040-1109)
Entre las plazas del Alamillo y de la Paja. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio.

Para una villa milenaria como Madrid casi se puede conside­rar reciente la apertura de esta calle, ya que no figura como tal hasta 1545, con el primitivo nombre de San Isidro, que llevó hasta 1835, cuando pasó a ser del Aguardiente a causa de una absurda leyenda recogida por primera vez por el estudioso Antonio Capmany. Según esta leyenda, en esta calle se hallaba el establecimiento en el que en tiempo de los moros se dispensaba el aguardiente, algo que carece de fundamento si se tiene un mínimo conoci­miento de la ley coránica, que entre otras cosas prohíbe el consumo de alcohol. Además, como ya se ha mencionado, hasta 1545 no consta la exis­tencia de esta calle. Fue en 1878, y a petición de los propios vecinos cuando se la nombró tal y como hoy la conocemos. Está dedicada al rey de Castilla y León Alfonso VI, nacido en 1040 y muerto en Toledo en 1109. Reinó desde 1065 y en sus cuarenta y cuatro años de gobierno pasaron muchas cosas, pero la que más nos interesa es que en 1083 ó 1085 conquis­tó definiti­vamente Madrid, como paso previo a la toma de Toledo, que realizó unos años des­pués.

22.12.06

¡Feliz Navidad!

La Plaza Mayor en Pascuas de Navidad, dibujo de D. Araujo (1886) Feliz Navidad a todos cuantos tengan la paciencia de leer estos garabatos (y gracias por hacerlo).

19.12.06

Alenza (Calle de)

Leonardo Alenza y Nieto (1807-1845), pintura que se creyó autorretrato (Museo Lázaro Galdeano, Madrid)
Entre las calles de Ríos Rosas y de Raimundo Fernández Villaverde. Distrito 7 (Chamberí). Barrio de Ríos Rosas.

Calle del Ensanche Norte, en la zona conocida como Chamberí-Ríos Rosas-Canal. En su comienzo y en su final bordea dos importantes edificios de los que se hablará en su momento: La Escuela de Ingenieros de Minas, cuya reseña corresponde a la calle de Ríos Rosas, y el antiguo Hospital de Jornaleros de San Francisco de Paula, actualmente sede de las Consejerías de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio y de Transportes e Infraestructuras de la Comunidad de Madrid, del que se tratará en la calle de Maudes. Muy cerca de su final, junto al Hospital antes mencionado, hubo desde los años treinta una curiosa y pintoresca colonia de hotelitos que se construyeron para alber­gar ayudantes y técnicos de arquitectura. Sin embargo, el alto valor de estos terrenos condenó la colonia a la desaparición, que se fue verificando poco a poco desde los años setenta, hasta que en 1985 fue definitiva. Hoy ocupan sus solares modernos edificios de viviendas.

Leonardo Alenza y Nieto, titular de la calle, fue un gran pintor y dibujante que nació en Madrid el 6 de noviembre de 1807. A pesar de que su formación fue eminentemente clásica, su obra está inmersa completamente en la época romántica que le tocó vivir. Muchas veces se le ha designado como un seguidor e incluso un imitador de Goya, pero la realidad es que poseyó una personali­dad propia y definida como artista. Se le puede conside­rar casi como un pintor costumbrista, y más un pintor madrileñista, pues en sus obras plasmó muchas veces los tipos populares de la villa que le vio nacer. No en vano vino al mundo en pleno barrio de la Morería y fue bauti­zado en la madrileñísima parroquia de San Andrés.

Pintor prolífico, cultivó todos los géneros, y entre sus obras cabe mencionar Majas al balcón -quizá el más influido por Goya-, El Dos de Mayo, El Viático, Escena siniestra, El sacamuelas, El gallego de los Curri­tos, algunos retratos entre los que descuella el del torero Fancisco Montes Paquiro y cuadros históricos como La proclamación de Isabel II. Répide destaca uno especial­mente, el que durante mucho tiempo hizo de reclamo del Café de Levante de la Puerta del Sol, obra que al cerrar el establecimiento fue salva­da de la desaparición por José Lázaro Galdeano, y que muestra una típica escena del interior del café. Al final de su vida vio reconocido su mérito: Ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando el 6 de noviembre de 1842. Pero poco más vivió, pues una larga y penosa enfermedad acabó con él el 30 de junio de 1845. A pesar de su fama, necesitó de la limosna para poder ser enterrado en el Cementerio de San Luis, y al clausurarse éste sus restos fueron trasladados y perdidos en el Cementerio General del Sur. Ingrato fin para los despojos de uno de los mejores pintores madrileños y españoles del siglo XIX.

Célebre pintura de Alenza: 'Alegoría del suicidio romántico' (Museo de Arte del Siglo XIX, Madrid)

11.12.06

Alejandro Saint-Aubin (Calle de)

Alejandro Saint-Aubin (1857-1916)
Entre la calle de Guillermo de Osma y el paseo de la Chopera. Distrito 2 (Arganzuela). Barrio de la Chopera.

No hemos de alejarnos mucho de la calle que acabamos de comentar para encontrarnos con esta otra, aún más pequeña, que está dedicada al pintor, profesor y crítico de arte, periodista y político Alejandro Saint-Aubin y Bonnefón. Quizá descendiente de una famosa familia francesa de artistas del mismo apellido que destacó en el siglo XVIII, Alejandro Saint-Aubin fue sin embargo plenamente español. Nació en 1857 y murió en 1916; a lo largo de su vida publi­có sus artículos y críticas en los principales periódicos españoles. Como pintor, su obra más importante es la titulada Burlado y vencido. Fue además diputado en tres ocasiones; era cuñado de José Canalejas, asesinado en 1910 siendo presidente del Gobierno.

Alejandro Ferrant (Calle de)

'El pabellón de España en la Exposición Universal de París de 1878' (c. 1879), pintura de Alejandro Ferrant y Fischermans (1843-1917)

Entre el paseo de las Delicias y la calle de la batalla de Belchite. Distrito 2 (Arganzuela). Barrio de las Delicias.

Hasta el barrio de Legazpi nos trasladamos para llegar hasta esta pequeña calle, que recuerda a un pintor madrileño. Alejandro Ferrant y Fischermans, miembro de una notable familia de artistas, nació en nuestra villa el año 1843. Aunque cultivó diversos géneros como el retrato o la pintura histórica, se especializó en murales, de los que dejó muestras en el oratorio del palacio del Pardo, la diputación de Navarra o el palacio de Justicia de Barcelona. También se ha de hacer notar que participó en la decoración pictórica del interior de la basílica de San Francisco el Grande, el año 1885, y se le deben parte de las escenas de la vida de San Francisco de la capilla mayor y de las pinturas de los plementos de la cúpula. Asimis­mo, fue director del Museo de Arte Moderno de Madrid. Murió en su villa natal en 1917.

7.12.06

Alejandro Dumas (Calle de)

Alejandro Dumas padre (1802-1870) Alejandro Dumas hijo (1824-1895) Entre el paseo de los Pontones y la glorieta de las Pirámides. Distrito 2 (Arganzuela). Barrio Imperial.

El paraje donde hoy está nuestra calle tardó bastante en urbanizarse. Durante mucho tiempo hubo aquí una especie de poblado de casas humildes, muchas de ellas ocupadas por gitanos, que se llamó Las Cambroneras debido a la proliferación del arbusto llamado cambrón por allí. Cuenta Répide que parecía algo ajeno a la capital, y que cuando en Madrid se hablaba de las Cambroneras era algo así como hablar de la China, por lo distante e inhóspi­to que parecía el lugar.

Pero las casuchas desaparecieron, y también las huertas que las rodeaban, y el barrio se convirtió en una zona industrial; la calle de las Cambroneras pasó a llamarse de Alejandro Dumas. Como ha hecho notar Isabel Gea, no se sabe si está dedicada al padre o al hijo, así que lo mejor es hablar un poco de los dos. Quizá el más famoso sea el padre, que nació en la localidad francesa de Villers-Cotterêts el año 1802. Personaje excéntri­co, amigo del lujo y gran despilfarrador, es considerado un genuino repre­sentante del movimiento romántico. Muy prolífico, escribía en forma de folletín, por entregas, en los periódicos. Entre sus obras, muchas veces escritas con ayuda, hay que desta­car Los tres mosqueteros (1844), su conti­nuación Veinte años después (1845) y El Conde de Montecristo (1846). Tam­bién escribió obras de teatro. Murió en París en 1870. Estuvo en Madrid, y es famosa la reacción que tuvo al devolver a un agua­dor un vaso medio lleno para que arrojase el agua que contenía al Manzanares, ya que el pobre río la nece­sitaba más que él. Por eso resulta irónico que se le dedi­que una calle tan cercana al río que trató con tanto sarcasmo. Su hijo, llamado igual que él, nació en París en 1824. Su mayor éxito fue la novela La dama de las came­lias, escri­ta en 1848 y que cuatro años después adaptó para la escena (Verdi y su libretista Piave la convirtieron en ópera: La Traviata). El clamoroso triunfo de la obra le decidió a dedicarse por completo al teatro. Murió en Marly-le-Roi en 1895.

Alcántara (Calle de)

Escudo de la Orden de Alcántara
Entre las calles de Alcalá y de Francisco Silvela. Distrito 4 (Salamanca). Barrios de Goya y de Lista.

Típica calle del Barrio de Salamanca que discurre entre edificios burgueses, coches mal aparcados y autobuses, que tenían en ella unas coche­ras. Quizá fueron herencia de una estación de tranvías que aquí hubo, concre­tamente de los popularmente llamados cangrejos por su color rojo, y que fueron explotados desde 1901 por la Compañía Eléctrica Madrileña de Trac­ción. De esta calle, se dirigían hasta las estaciones de Atocha y del Norte.

La de Alcántara fue una de las más importantes órdenes militares que hubo en España. Fue fundada en 1156 ó 1166 por unos caballeros oriundos de Salamanca que adoptaron la regla del císter. El papa Alejandro III aprobó la Orden en 1177. Su primitivo nombre fue el de San Juan del Pereiro, que provenía de la iglesia de Ciudad Rodrigo donde se constituyó. Alfonso XI les cedió la ciudad de Alcántara, antes en manos de la orden de Calatrava, y adoptaron su nombre. Su actividad en la Reconquista se inició, pues, por tierras extremeñas, aunque posteriormente su influencia fue muy grande en toda Castilla. Su patrimonio fue agregado a la Corona en 1495 por los Reyes Católicos, y desde entonces pasó a ser una institución meramente honorífica.

4.12.06

Alcalde Sáinz de Baranda (Calle del)

Placa conmemorativa de Pedro Sáinz de Baranda en la calle que le recuerda
Entre las avenidas de Menéndez Pelayo y del Marqués de Corbera. Distritos 3 (Retiro), 4 (Salamanca) y 15 (Ciudad Lineal). Barrios de la Estrella, Ibiza, Niño Jesús y Ventas.

La antigua calle del Límite, verdadero límite sur del proyecto de Ensanche en la zona oriental, es una de las pocas que quedan en Madrid con un bulevar. Precisamente ésta, la de Ibiza, la de Juan Bravo y la avenida de la Reina Victoria son las únicas de las muchas que hubo. Y aunque ahora se habla de recupe­rar para que sea posi­ble pasear por las calles los diversos buleva­res desaparecidos, es necesario ser escépticos, tanto más cuando las promesas se han hecho en período electoral o lo que es decir lo mismo, para no cum­plirlas. Por eso, conformémonos con que no se borren del plano de Madrid los últimos que nos quedan.

Tiene esta calle dos tramos muy bien diferenciados. El que abarca hasta la calle del Doctor Esquerdo es el más antiguo, perteneciente al ensan­che Este, y es el que luce el amenazado bulevar. Es por lo tanto una calle incómoda para el gran depredador que es el coche y buena para pasear e incluso tomar algo fresco las tardes de verano en alguno de sus quioscos y terrazas.

La compensación para el automóvil está en el segundo tramo, más largo y sinuoso, prolongado en los años setenta para enlazar las Rondas con la zona Este de Madrid. Es un paraje desangelado, pues rápidamente deja de tener viviendas a los lados y siempre está desierto de peatones. Sólo los coches que cruzan la vía a gran velocidad y los mal aparcados en sus aceras pueblan la zona, cuyo punto curioso es el Pirulí de Televisión Española, del que se hablará algo más en la calle de O'Don­nell, por donde tiene su entra­da. Tras pasar por encima de la M-30, antiguo arroyo del Abroñigal, nuestra calle muere para que nazca la del Marqués de Corbera, sin solución de continui­dad.

Desde la década de los cuarenta del siglo XX la antigua calle del Límite lleva el nombre de Pedro Sáinz de Baranda y Gorriti (1775-1855), que fue dos veces alcalde de Madrid y las dos en unas circunstancias extraordinarias no sólo para la villa, sino también para España entera. Abarcó su primer mandato los años 1812 y 1813, en plena guerra de la Independencia, y le cupo el triste destino de tener que recibir a las tropas francesas, que volvían a Madrid tras haber abandonado la villa como consecuencia de la derrota que sufrieron en los Arapiles. Supo mantener la disciplina con mano férrea y su labor fue recono­cida por las cortes de Cádiz, que le nombraron además jefe político (o sea, gobernador civil) de la provincia, cargo que no llegó a ejercer. La segunda ocasión en que Sáinz de Baranda asió la vara de alcalde fue después de la Revolución de 1820 y la proclamación de la Constitución de Cádiz. En este caso fue elegido por aclamación, en una ceremonia que tuvo sus momentos chuscos y narra con gracia Mesonero Romanos. El poeta Manuel Eduardo de Gorostiza, desde el balcón de la Casa de la Villa propo­nía a los madrileños los candidatos, y cuenta Mesonero que tras haberse elegido a D. Pedro como primer alcalde constitu­cional, dijo a los congrega­dos "¿Quieren ustedes por alcalde segundo al señor Don...?" A lo que el pueblo que llenaba la plaza de la Villa respondió "¡Bravo! ¡Bien! ¡Bien!" El poeta reaccionó abriendo los brazos y gritando "¡Pero señores, si no lo he dicho todavía...!"

30.11.06

Alcalá Galiano (Calle de)

Antonio Alcalá Galiano (1789-1865)

Entre la calle del Monte Esquinza y el paseo de la Castellana. Distrito 7 (Chamberí). Barrio de Almagro.

Esta calle, pequeña y casi oculta tras las torres de Colón, recuerda al político y escritor gaditano Antonio Alcalá Galiano. Nació en la Tacita de Plata el 22 de junio de 1789 y fue hijo de Dionisio Alcalá Galiano, heroico marino que murió en la batalla de Tra­falgar. La primera mitad de su vida fue un conti­nuo ir y venir de España a causa de sus ideas políticas. Su apoyo al pronun­ciamiento de Riego en 1820 le valió el exilio cuando en 1823 se puso fin a la aventura constitucional; durante esos tres años se mos­tró como un exalta­do liberal que hizo famosa su labia en la tribuna del café La Fonta­na de Oro. En 1834 pudo regresar a España desde el Reino Unido, donde se había establecido. Cambió de tendencia y se pasó a las filas mode­radas, que enca­bezaba Martínez de la Rosa, pero tras los sucesos de La Granja tuvo que marcharse otra vez. Si en 1823 eran los absolutistas los perseguidores, en 1836 lo fueron los progresistas. Volvió en 1837, pero de nuevo emigró en 1841, y no regresó hasta 1843. Sin embargo, al final de su vida el perse­guido se convirtió en perseguidor, ya que Alcalá Galiano fue uno de los protago­nistas de la llamada noche de San Daniel, el 10 de abril de 1865. Era minis­tro de Fomento del gobierno de Narváez cuando se produjeron los hechos, y substituyó al destituido rector de la Universidad Central, Montal­bán, por el marqués de Zafra. Gravemente le debió afectar esto, pues al día siguiente, 11 de abril de 1865, moría.

Como escritor, empezó siendo periodista en su Cádiz natal, labor que le ocupó desde 1811 hasta 1840. Prologó la obra El Moro expósito del Duque de Rivas en 1834, y ese texto es considerado como fundamental dentro del romanticismo literario español. Escribió además obras sobre derecho e histo­ria, además de unas Lecciones de literatura española (1835) y dos libros autobiográficos: Recuerdos de un anciano y Memorias, publica­dos póstuma­mente los años 1878 y 1886. Fue miembro de la Real Academia.

27.11.06

Alcalá (Calle de)

Entre la Puerta del Sol y la glorieta de Eisenho­wer. Distritos 1 (Centro), 3 (Retiro), 4 (Salamanca), 15 (Ciudad Li­neal), y 20 (Canillejas). Barrios de las Cortes, Justicia, Jerónimos, Reco­letos, Goya, Fuente del Berro, Guindalera, Ventas, Pueblo Nue­vo, Quintana, Simancas, Rosas, Rejas, Canillejas y Salvador.

La calle de Alcalá es quizá la más conocida de nuestra villa y osten­ta su nombre desde tiempo inmemorial, como camino que conducía -y con­duce- a la patria de Cervantes. Sin embargo, y aunque parezca mentira, no siempre se ha llamado así. Bien es verdad que durante muy poco tiempo, durante los años centrales del siglo XIX, se denominó del Duque de la Victo­ria, algo que hoy puede resultar extraño, pero no en aquella época de algara­das y pronunciamientos tras los cuales se revisaba casi siempre la nomencla­tura de nues­tras vías en beneficio de los nuevos dirigentes. Y el Duque de la Victoria no era otro que Baldomero Espartero, gran especialista en suble­vaciones, gobiernos y exilios.

El caso es que desde el momento en que Alcalá de Henares superó en importancia a Guadalajara, el camino que desde Madrid salía hacia el Este, pasó a ser el de Alcalá. Prueba de esta anterior supremacía de la capi­tal alcarreña es que la puerta que en la pequeña Villa medieval daba a Orien­te era la de Guadalajara y no la de Alcalá.

Más que un camino la calle era una cañada de la Mesta, y aún hoy lo sigue siendo. Testimonio de ello son los dos mojones que, en la plaza de la Independencia y cerca del cruce con la calle de Ayala, a la altura del número 181 de nuestra calle, lo atestiguan. Por eso no nos debemos extra­ñar los madrileños si algún día vemos pasar por la calle más importante de la villa recuas de mulas o rebaños de ovejas. Están en su derecho. Más cuestio­na­ble sería el que tiene el gran destructor, el auto­móvil, para destro­zar los jardi­nes, bulevares y fachadas de edificios en nuestra heroica villa.



En tiempos de los Reyes Católicos estos pagos estaban ocupados por un olivar que debía de ser bastante frondoso, pues en él se refugiaban mendigos y malhechores que asaltaban a los caminantes. Por eso Isabel y Fernando mandaron arrancarlo. Despoblado durante mucho tiempo, tras el traslado de la Corte a Madrid en 1561 es cuando empieza a urbanizarse el primer tramo de la calle. En el plano de De Witt ya encontramos calle de Alcalá hasta el lugar que hoy en día conocemos como plaza de Cibeles. Una primera puerta de Alcalá daba fin a la vía urbana a la altura de la actual calle de Alfonso XI, puerta construida entre 1636 y 1639 y desaparecida en 1778 para dar paso a la gran obra de Sabatini que hoy podemos admirar (ver plaza de la Independencia). Durante mucho tiempo la calle de Alcalá terminó aquí, y esto a pesar de que en algunos planos el tramo comprendido entre Cibeles y la Puerta de Alcalá se llama calle del Pósito. Con el proyecto de ensanche de Castro la carretera de Aragón, prolongación natural de nuestra calle y también su fuente de alimentación, se convirtió en vía urbana hasta la plaza de Manuel Becerra, y la calle de Alcalá se fue estirando a la par que se iba construyendo el incipiente barrio de Salamanca. Más tarde se la hizo llegar hasta el arroyo del Abroñigal, y cuando el término municipal de Madrid saltó la vaguada del arroyo, empezó a amenazar la existencia de la carretera de Aragón, cada vez más corta toda vez que parecía que no se quería dar final a la calle de Alcalá. Así, llegó hasta el cruce con la Ciudad Lineal, en el paraje que aún todo el mundo conoce -o conocía- como Cruz de los Caídos (allí estu­vo la del pueblo de Canillejas) o, más comúnmente, La Cruz. Y, ya reciente­mente, la calle de Alcalá ha engullido a la Avenida de Aragón en su primer tramo. De esta manera es la calle más larga de la villa, y algún edil estará contento por ello, puesto que ya tenemos una vía para emular a las intermi­nables de Barcelona (alguien ha sugerido que esta absurda competición es la causa de las repetidas prolonga­ciones de la calle de Alcalá). De esta forma, la calle de Alcalá enlaza hoy la Puerta del Sol casi con el aeropuerto de Bara­jas, pues termina en la glo­rieta de Eisen­hower, que más que glorieta es un con­junto de complicados enla­ces que hay entre la carre­tera de Barcelona, la M-40 y la autopista del aeropuer­to.

Una calle tan larga e importante alberga muchísimos edificios nota­bles con una gran historia entre sus muros, y por ello se hace necesario seleccionar, aunque sea injusto, porque quedará a elección del escritor y no del lector, como así debiera ser, qué es lo más interesante. Por eso, vayan por adelantado las disculpas del que esto escribe.

Empezamos nuestro paseo desde la Puerta del Sol. Nada más comen­zar la calle, ocupando los números 5, 7, 9 y 11, hay un imponente edificio, primera obra de Francisco Sabatini en Madrid, que se construyó entre 1761 y 1769 para albergar la Real Aduana (ver calle de la Aduana). Allí se instaló en 1845 el Ministerio de Hacienda, y aún hoy está utilizado para contener dependencias relaciona­das con el erario público. El año 1944 se llevó a cabo una gran reforma del edificio para su ampliación. Se creó una nueva fachada en la que el arquitec­to respon­sable, Miguel Durán Salgado, utilizó la prove­niente del derribado palacio del Marqués de Torreci­lla, debida a Pedro de Ribera, que la delineó en 1710.



Real Academia de Bellas Arte de San Fernando
Foto: CC-BY-SA Carlos Delgado

El edificio vecino alberga una de las instituciones más importantes de la cultura española, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. José Benito Churriguera levantó el Palacio Goyeneche entre 1724 y 1725, en su peculiar y hoy admirado estilo, pero cuando la Academia lo ocupó en 1774 el gusto artístico de la época había cambiado y Diego de Villanueva, el hermano del genial Juan, se encargó de limpiar de corruptelas arquitectó­nicas la fachada de la casa, adaptándola a las directrices que la propia Aca­demia marcaba. Recientemente, entre 1974 y 1985, el edificio ha sido res­taurado bajo la dirección de Fernando Chueca Goitia.

La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando posee un impor­tantísimo museo que, con más de mil obras que abarcan los siglos XVI al XIX es considerado como la segunda pinacoteca madrileña. Su colección se empezó a formar prácticamente en el momento en que la institución empe­zó a funcionar, con las obras que exigía a los nuevos miem­bros para su admi­sión. También se nutrió de lo que se requisó a los jesuitas tras su expul­sión y por copias realizadas por artistas extranjeros becados por la Acade­mia. Destaca sobre todo la presencia de la obra del académico Francisco de Goya; el Gabinete de Estampas del Museo guarda las planchas originales de los grabados goyescos.



CC-BY-SA Luis García

Casi enfrente de estos dos edificios dieciochescos nos encontramos con una obra fruto de la importante renovación que se pretendió llevar a cabo en Madrid durante la segunda mitad del siglo XIX. Una de las muestras significativas en ese sentido fue la regularización de la antigua calle Ancha de Peligros, hoy Sevilla, cuya acera izquierda y la esquina con la calle de Alca­lá está ocupada por el majestuo­so edificio del Banco Español de Crédito, antes de la Equitativa. Algo más sobre él se comentará al hablar de la calle de Sevilla. Al otro lado, donde hoy se levanta la sede del Banco Bilbao-Vizcaya, estuvo el famoso café Suizo, lugar de encuentro de escritores y toreros, cuyo mentidero estuvo en esta zona durante mucho tiempo. Este café fue centro de la llamada Tertulia de los médicos, encabezada por Santiago Ramón y Cajal.



Iglesia de las Calatravas
CC-BY-SA Antonio Vélez

Cambiando de nuevo de acera nos encontraremos con la fachada de la iglesia de las Calatravas. La traza del templo la hizo Fray Lorenzo de San Nicolás, gran arquitecto religioso del siglo XVII al que también se debe el convento de San Plácido. Se prolongaron las obras ocho años, entre 1670 y 1678, y fueron dirigidas por el propio Fray Lorenzo junto con Isidro Martí­nez y Gregorio Garrote. Tras la revolución de 1868 el convento fue derriba­do, y las mismas intenciones se tenían con la iglesia, pero la media­ción de la esposa del general Prim salvó de la piqueta este bello templo, uno de los pocos que nos quedan de la época de los Austrias. En 1886 se realizó una nueva decoración de la fachada que da a nuestra calle, firmada por Juan de Madrazo y Kuntz. De su interior destaca especialmente el reta­blo barroco debido a José Benito Churriguera, que fue elaborado entre 1720 y 1724. Y en el exterior, su impresionante cúpula, una de las más grandes de Madrid.

Seguimos el paseo por la calle de Alcalá y llegamos a la esquina con la Gran Vía, gran cruce dominado por el edificio de Metrópolis, primero de los levantados en la nueva avenida sobre el solar de la Casa del Ataúd. Son autores de su proyecto los franceses Jules y Raymond Fevrier, aunque fue el español Luis Esteve el que dirigió la obra entre 1907 y 1910. Hasta 1975 fue propiedad de La Unión y el Fénix Español, cuyo símbolo escultóri­co coronaba el torreón del edificio. Cuando Metrópolis lo compró, en su lugar se puso una victoria alada obra de Lorenzo Collaut-Valera, escultor muy representado en Madrid.

Frente a la puerta de este edificio se ha colocado una estatua de Santiago de Santiago dedicada a las floristas que tanto han recorrido la calle de Alcalá. Este recuerdo, indudablemente merecido, sin embargo le parece al escritor José María Guelbenzu "una injuria al sentimiento y la estética" al considerar la obra como una "ridícula estatuilla".


Iglesia de San José
CC-BY-SA Luis García

Si cruzamos la Gran Vía, nos daremos de cara con la fachada de la iglesia de San José. Antes de la construcción del actual templo ya había aquí un convento de carmelitas descalzos con una iglesia que desapareció al eri­girse la actual. Fue su arquitecto Pedro de Ribera, que entregó el proyecto en 1733. Las obras finalizaron en 1742. En principio su advocación era la de San Hermenegildo, pero tras la desamortización el convento fue derribado y la iglesia se convirtió en sede de la parroquia de San José. Aunque sobre­vivió a la mencionada desamortización e incluso a la revolución de 1868, el momento más delicado para este templo vino con el proyecto de la Gran Vía. Escasos metros la salvaron de la piqueta, y al final sólo fue derribada la casa parroquial. Eso sí, la fachada sufrió una reforma para adecuarse al nuevo entorno, concretamente a la moderna casa del cura que hace esquina con la calle del Marqués de Valdeiglesias. De esta forma se pudo preservar una de las iglesias más hermosas de nuestra Villa y también una de las más ricas en obras de arte.


El Teatro Apolo (c. 1880)

Precisamente ocupando parte del solar que dejó el convento de San Hermenegildo, y contiguo a la iglesia de San José, estuvo el que fue teatro más famoso de Madrid durante más de cincuenta años, el Apolo. Diseñado por el arquitecto Sureda, al parecer la primera intención de su dueño fue llamarlo Teatro Moratín. Las obras empezaron en 1873, y el 23 de noviem­bre de aquel año fue inaugurado, con la representación de dos obras: Casa con dos puertas mala es de guardar, de Calderón y Ella es él, de Bretón de los Herreros. Los primeros años del teatro se consagraron a las piezas dra­máticas, y se especia­lizó en el estreno de obras de Echegaray, pero poco después entró de lleno en él teatro lírico, de modo que llegó a ser conocido como la Catedral del Género Chico. Allí se estrenaron zarzuelas tan famosas como La verbena de la Paloma, La Revoltosa o Agua, azucarillos y aguar­diente. Generalmente se daban cuatro funciones diarias, a las ocho de la tarde, a las nueve y cuar­to, a las diez y media y a las doce menos cuarto. Los estrenos ocupaban generalmente la tercera función, y si la obra tenía éxito se pasaba a la cuar­ta. Fue muy famosa la Cuarta del Apolo, que mu­chas veces acababa muy avanzada la madrugada, y de la que salía la gente más bullanguera y golfante de Madrid. El teatro Apolo cerró sus puertas el 29 de junio de 1929 y poste­riormente fue demolido. En su solar se levantó en 1933 la sede bancaria que hoy podemos ver.


Iglesia de San Manuel y San Benito
CC-BY-SA Luis García

Pasando de largo la plaza de la Cibeles, cuyas cuatro esquinas están ocupadas por importantes edificios dignos de mención, pero de los que se ha de hablar al llegar a esa plaza, nuestra calle se adentra en los terrenos del Ensanche, dejando a su derecha los jardines del Retiro. En sus aceras nos encontramos con imponentes y bellos edificios de viviendas cuya inigualable perspectiva sobre el Retiro los hace de los más gratos para vivir en nuestra villa, claro está, si se cuenta con posibles. Entre ellos hay una pequeña y bonita iglesia que ocupa el número 83. Es la de San Manuel y San Benito, de advocación extraña pero explicable al ser sus patrocinadores el matrimo­nio formado por Benita Maurici y Manuel Carriggioli. La iglesia, no muy admirada por Pedro de Répide, es obra de Fernando Arbós y Trenanti y se levantó entre 1902 y 1910. Su arquitectura es peculiar dentro de Madrid, y acusa una influencia del medievalismo italiano surgido como consecuencia del Risorgimento desde mediados del siglo XIX. La iglesia se construyó como templo funerario, y en ella están enterrados los fundadores. Junto a la misma, se previó la instalación de una escuela para obreros hoy inexistente.

Al otro lado, en la confluencia con la calle de O'Donnell, están las que todos conocemos como Escuelas Aguirre (ver la calle de este nombre), que actualmente albergan dependencias del Ayuntamiento de Madrid. Lucas Aguirre y Suárez dejó en su testa­mento fondos para la creación de unas escuelas cuyo edificio fue proyectado por Emilio Rodríguez Ayuso, en estilo neomudéjar con ladrillo visto. La nota más característica es su torre, con tres cuerpos y un ático de metal y vidrio desde el que se disfruta de una bella vista de Madrid.


CC-BY-SA Luis García

La calle de Alcalá continúa cruzando en diagonal el Ensanche y se despide de él después de atravesar la plaza de Manuel Becerra. Desde ahí se hace cuesta abajo para llegar hasta la vaguada que antiguamente ocupaba el arroyo del Abroñi­gal y por donde hoy discurre la M-30. Y allí, a la izquier­da, se en­cuentra uno de los puntos más significativos no sólo de la calle de Alcalá, sino de todo Madrid. La mole de ladrillo de la Plaza de Toros Mo­numental de las Ventas.

No habían transcurrido aún cincuenta años desde la inauguración de la plaza de Goya cuando se hablaba ya de su pequeñez e incapacidad. Dos soluciones se proponían. Una consistía en ampliar el coso existente reducien­do algo el ruedo y levantando otro piso, y la otra contemplaba la construc­ción de una plaza totalmente nueva. Al final fue el segundo proyecto el que prevaleció, y en 1920 comienzan las obras de la nueva plaza, según traza de José Espeliús.

Pero en 1920 las Ventas del Espíritu Santo eran aún un lugar inhós­pito de las más lejanas afueras de Madrid, y por lo tanto no parecía muy oportuna la localización del nuevo coso, por la incomodidad que supondría para los aficionados el desplazamiento a través de descampados y barrizales. Aún así, las obras siguieron muy lentamente, para regocijo de los viejos taurinos que anhelaban la conservación de la antigua plaza, la plaza de La­gartijo y Frascuelo, de Guerrita, de Joselito y Belmonte y de tantos nom­bres funda­mentales de la Fiesta. El diseñador del coso Monumental no llegó a ver su conclusión, pues murió en 1928 con las obras a medias. Se hizo cargo enton­ces del proyecto Manuel Muñoz Monasterio, que consigue aca­barla en 1930, a pesar de que en la fachada diga AÑO 1929.

Sin embargo, los inconvenientes de la ubicación de la plaza antes citados impidieron su apertura inmediata, y no fue sino el 17 de junio de 1931 cuando por primera vez se corren toros en ella. Pedro Rico, alcalde de Madrid, quiso organizar un festejo taurino para recaudar fondos en favor de los trabajadores en paro, y pensó que el beneficio sería mayor si la corrida se celebraba en la Monumental. Y así fue. Ocho coletudos se ofrecieron a matar gratis ocho toros de diferentes ganaderías. Fueron Diego Mazquiarán Fortuna, Marcial Lalanda, Nicanor Villalta, Fausto Barajas, Luis Fuentes Bejarano, Vicente Barrera, Fermín Espinosa Armillita y Manuel Mejías Bienvenida, que lidiaron ganado de Juan Pedro Domecq, Julián Fernández, Manuel García, Concha y Sierra, Graciliano Pérez-Tabernero, Andrés Co­quilla, conde de la Corte e Indalecio García. El toro Hortelano, de Juan Pedro Domecq, lidiado por Fortuna, fue el primero corrido en la nueva plaza.
Tras este primer intento nuevamente ha de ser cerrada, hasta que llegó el momento de su definitiva inauguración, que se llevó a cabo el 21 de octubre de 1934. En esa ocasión los diestros Juan Belmonte, Marcial Lalan­da y Joaquín Rodríguez Cagancho mataron reses de Carmen de Federi­co. Desde entonces, y con el obligado paréntesis de la guerra civil, la plaza ha funcionado ininterrumpidamente. Desde los años cuarenta, cuando se instau­ró la mal llamada feria de San Isidro, el mes de mayo es el mes taurino por exce­lencia de Madrid y de todo el planeta de los toros, al celebrarse la más importan­te serie de corridas del mundo. Muchas veces la calle de Alcalá ha servido de paseo triunfal a los contados toreros que han conseguido abrir la Puerta de Madrid de este coso.

Dejando atrás la plaza de toros hemos cruzado el arroyo del Abroñi­gal y nos hemos introducido en un tramo de nuestra calle que no contiene edificios monumentales ni aristocráticos, pero que es uno de los puntos más anima­dos y bullangueros de todo Madrid. El Carmen y Quintana, dos caracte­rísticos barrios cuya espina dorsal era la carretera de Aragón, y hoy la calle de Alcalá, siempre están, sea cual sea la época del año, rebosando gente que mira sus innumerables escaparates, pasea u observa las partidas de ajedrez y mus que las personas mayores juegan en la plaza de Quintana.

Desde aquí es mejor dejar seguir a la calle de Alcalá hasta su nuevo y lejano final que ingenuos ediles le han dado, pensando que para los madri­leños de la avenida de Aragón sería un orgullo vivir en la calle más significativa de la villa. Y lo es, pero, ¿es aquélla la calle de Alcalá?

24.11.06

Alburquerque (Calle de)

Sello de correos con el castillo de Mombeltrán (Ávila), propiedad de los duques de Alburquerque
Entre las calles de Fuencarral y de Garcilaso. Distrito 7 (Chamberí). Barrio de Trafalgar.

Primeramente esta calle estuvo dedicada al gran naturalista sueco Linneo, pero éste fue trasladado a las cercanías del Puente de Segovia y asentó aquí sus reales don José María de la Cueva, decimocuarto duque de Alburquerque, descendiente de aquel don Beltrán de la Cueva que la calum­nia hizo padre de doña Juana, la llamada Beltraneja. Siendo general del ejército durante las guerras napo­leónicas, fue enviado por el Empe­rador a Dina­marca al frente de un ejército de espa­ñoles. Sin embargo, al estallar la gue­rra de la Independencia regresó a Espa­ña y se distinguió gran­demente en ella, lo cual fue causa de que la villa de Madrid le dedicase una calle. El XIV duque de Alburquerque murió en Londres el 18 de febrero de 1811, mientras desempeñaba el cargo de embajador de España en Gran Bretaña.

Alberto Bosch (Calle de)

Alberto Bosch y Fustegueras (1848-1900)
Entre las calles de Ruiz de Alarcón y de Alfonso XII. Distrito 3 (Retiro). Barrio de los Jerónimos.

Esta calle del barrio de los Jerónimos lleva el nombre de Alberto Bosch y Fustegueras, político nacido en Tortosa el 26 de diciembre de 1848. Fina­lizó diversas carreras, como Derecho, Ciencias Exactas y Medici­na, y fue Ingeniero de Caminos. También comenzó los estudios de Farma­cia, pero no los llegó a concluir. Una persona tan instruida e inteligente no es raro que pronto empezase a descollar y a dedicarse a la política, y así fue. Bosch se alineó con Cánovas, y cuando éste asumió la presidencia del Go­bierno en 1885, fue designado alcalde de Madrid. Fue una época difícil, en la que el cólera hacía estragos entre los madrileños. Pero la ges­tión de Alberto Bosch fue tan acertada que pudo mitigar mucho los efectos que la entonces casi incurable enfermedad produjo en la villa. Cuando la epidemia pasó, el alcalde fue nombrado hijo adoptivo y predilecto de Ma­drid, además de serle dedicada la calle que comento.

Pero no sólo la epidemia fue un obstáculo para Bosch como alcalde, sino que además tenía una oposición en el Concejo que contaba entre sus filas nada menos que con Sagasta, Pi y Margall, Vega Armijo o Manuel Becerra, figuras de primera línea de la política nacional. Pero eso no atemo­rizó al bravo tarraconense, que finalizó su primer período como alcalde saliendo por la puerta grande.

Nuevamente asumió tal cargo en 1891, cuando ya había pasado por el Senado y el Congreso, y en esta segunda época tiene en su haber el inicio de la reordenación de la actual plaza de Cibeles, entonces llamada de Madrid y luego de Castelar. Sin embargo, no acabó tan felizmente como la primera, pues en este caso la oposición, quizá no tan llena de grandes personajes, pero sí eficaz en su control, descubrió algunos asuntos no muy claros en las cuentas del Ayuntamiento, y Alberto Bosch hubo de dejar el cargo en 1892, antes de tiempo. Tras abandonar el Concejo, llegó a ocupar el minis­terio de Fomento. Fue miembro de la Sociedad Económica Matritense, cuya historia escribió. Falleció en 1900.

21.11.06

Alberto Aguilera (Calle de)

Alberto Aguilera y Velasco (1842-1913)
Entre la glorieta de Ruiz Jiménez y la calle de la Princesa. Distritos 1 (Centro) y 7 (Chamberí). Barrios de la Univer­si­dad, Gaztambide y Arapiles.

Esta calle forma parte de un grupo a las que todos los madrile­ños conocemos por los Buleva­res, aunque muchos no hemos llegado a ver el centro de las mismas con su paseo lleno de árboles. La belleza también es buena carnaza para el gran destructor, el automó­vil, y sólo el nombre popular queda hoy en día de lo que fueron los Bulevares.

Pero remontémonos a épocas pretéritas y recordemos que en el siglo XVII éste era uno de los extremos de la villa, y se conocía como camino de los Areneros o de los Harineros, que no hay acuerdo en ello, aunque quizá el segundo topónimo tenga más posibilidades de ser el auténtico, ya que en el plano de Texeira aparece muy cercano un camino del Molino Quemado, posibilidad ésta ya puesta sobre la mesa por Peñasco y Cambronero, a pesar de que el posible emplazamiento del molino sea totalmente desconocido. La cerca de Felipe IV discurría un poco más al sur de la actual alineación de la calle, y al derribarse la misma, en 1868, se convirtió en parte del gran paseo que daba la vuelta a la villa, recibiendo los nombres de ronda de Fuencarral, ya que conducía a la puerta de igual nombre, y cuesta de Are­neros, que así se denominaba cuando Peñasco y Cambronero publica­ron su impres­cindi­ble trabajo sobre las calles de nuestra Villa. El 6 de noviembre de 1903 pasó a llamarse de Alberto Aguilera.

Junto a la glorieta de Ruiz Jiménez, donde hoy encontramos unas casi vegetales viviendas, estuvo el hospital de la Princesa, así llamado por­que se estableció para conmemorar el nacimiento de Isabel Francisca, primo­génita de Isabel II que ostentó el título de princesa de Asturias hasta el nacimiento del futuro Alfonso XII. En 1852 se inició la obra, y el hospital se inauguró en 1857. Fue el primero de los que hubo en Madrid que se constituyó en pabellones separados, y se dedi­có a enfermedades agudas. En 1875 se hubo de restaurar dado su estado ruinoso, debido principalmente a la mala calidad de los mate­riales empleados en su construcción. En la década de los cincuenta del presente siglo fue derribado.

El edificio del ICADE
(Foto CC BY-SA Luis García)

Un punto obligado de referencia en la calle de Alberto Aguilera es el edificio de ladrillo visto del Instituto Católico de Artes e Industrias. No sólo por su valor arquitectónico, sino por el prestigio de la institución de enseñanza que alberga, regentada por los jesuitas, y recientemente convertida en universidad privada. Primitivamente el edificio se proyectó como escuela y patronato de obreros, con unos talleres anexos. Fueron sus arquitectos Enrique Fort, que levantó el Instituto, y Antonio Palacios, que se ocupó de los talleres. Las obras del Instituto se llevaron a cabo en tres fases, y dura­ron de 1903 a 1908, mientras que los talleres se construyeron entre 1908 y 1910.

La gasolinera Porto Pi, reedificada
(Foto CC BY Triplecaña)

Y en la calle de Alberto Aguilera estuvo una de las muchas y buenas obras de la arquitectura racionalista que tanta huella dejó en Madrid en los últimos años veinte y los primeros treinta. Era la gaso­linera de Porto Pi, después GESA, construida en 1927 según proyecto de Casto Fer­nández Shaw e inex­plicable­mente derribada en 1977, poco antes de que apareciese el primer catálogo municipal de edificios protegidos en el que sin duda se habría incluido. Por suerte, este magnífico ejemplo del racionalismo madrileño resucitó entre enero y junio de 1996; sus dueños la reconstruye­ron siguien­do el proyecto original, a cambio de la licencia del Ayuntamiento para levan­tar un hotel en un terreno conti­guo.

Alberto Aguilera nació en Valencia en 1842. Licenciado en Derecho, magistrado, tras desem­peñar los cargos de gobernador civil en varias provin­cias, de subsecretario de Hacienda y de ministro de la Gobernación, fue alcalde de Madrid en tres ocasiones (1901-02, 1906-07 y 1909-10), siempre en períodos muy cortos de tiempo, pero en los que sin embargo llevó a la práctica numerosos e importantes proyectos que pretendían hacer Madrid algo más habitable. Así, hizo construir los bulevares a los que me he referi­do algo más arriba, urbanizó numerosas calles del ensanche en las zonas de Argüelles y Arapiles, asfaltó otras tantas del centro de la villa, colocó las estatuas de Que­vedo, Lope de Vega, Bravo Murillo, Eloy Gonzalo y del Marqués de Salamanca, repobló el Retiro, y, sobre todo, creó el parque del Oeste en los terrenos que ocupaba un antiguo vertedero de basuras. Murió en 1913 y fue enterrado en la capilla del asilo de Santa Cristina, fun­dado por iniciativa suya en los altos de San Bernardi­no, junto a la Ciudad Universita­ria y que desapareció durante la guerra civil.

16.11.06

Álamo (Calle del)

Un álamo (Populus sp.)
Entre la calle de Ricardo León y la plaza del Conde de Toreno. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Universidad.

Más de una vez se habrá de nombrar a lo largo de estas páginas a un caballero llamado don García Barrionuevo de Peralta, dueño de una gran cantidad de terreno por la zona en la que se encuentra nuestra calle. No sería de extrañar que fuese descendiente de un don Alonso de Peralta que fundó una puebla por estos pagos y cuyo nombre recordaba la calle de Peralta, desaparecida con el trazado de la Gran Vía y que iba de la calle de la Justa a la de la Flor Alta.

El caso es que don García Barrionuevo tenía una gran finca aquí. Su casa se hallaba cerca del punto que hoy ocupa la calle de Ricardo León y que antes formaba parte de la plaza de los Mostenses. Donde está nuestra calle se hallaba el jardín, del que destacaba una hilera de álamos en cuyo centro había una fuente. Como aquí se agolpaban los pobres que esperaban a don García y sus limosnas, entretanto usaban la fuente para lavarse, con lo que para ella quedó el nada grato nombre de fuente del Piojo. Famosa debió ser, ya que Cervantes la cita en el Quijote.

Poco a poco fueron desapareciendo posesión y jardines, pero quedó un frondoso álamo que dio nombre a la calle. Pero también él debería desa­parecer. Cuenta Répide que una tarde volvía del convento de San Joaquín una piadosa y noble señora llamada doña Leonor de Vintimilla junto con una de sus damas; unos malhechores, que acechaban al amparo del pobre álamo, asaltaron a las dos mujeres y las robaron. Fue grande el escándalo que pro­dujo este hecho, y la consecuencia fue que el árbol fue talado, y esto a pesar de que doña Leonor perdonó a los ladrones. Pero bueno, al final por lo me­nos quedó su nombre para la calle.

Alamillo (Calle y Plaza del)

El Tribunal de la Alhambra (Granada), de Mariano Fortuny (1838-1874)
Entre la costanilla de San Andrés y la plaza del Ala­millo. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio. (calle).

Entre las calles del Alamillo, de la Morería, de Al­fonso VI y del Toro. Iguales distrito y barrio que la anterior (plaza).

Hay varias tradiciones que pretenden explicar el nombre de esta plaza y de la calle homónima, situadas en la porción más antigua de la villa, en plena Morería. La más simple indica que hubo allí un álamo pequeñito desde tiempo inmemorial, pero un inoportuno hura­cán lo hizo desaparecer en el siglo XIX. Mucho más evocadora es la otra leyenda, según la cual alamillo es una corrupción del término alamud o alamín, que es un tribunal árabe. Esto indicaría que aquí pudo estar el ayuntamien­to (o su equivalente) en la época mu­sulmana, pero la ausencia de datos referidos a esos años hace necesaria mucha prudencia a la hora de hacer determinadas afirmaciones. En cualquier caso, el paraje debió ser importante, ya que se hallaba horadado por pasadi­zos secre­tos que comunicaban con la Casa del Pastor, cuya tradición se explica­rá en el artículo referido a la calle de Segovia, y con la ceca o casa de la moneda, que se hallaba justo bajo el Viaducto.

15.11.06

Alameda (Calle de la)

La Virgen de la Buena Leche, de José Camarón (1731-1803)
Entre la plaza de la Platería de Martínez y la calle de Atocha. Distrito 1 (Centro). Barrio de las Cortes.

La calle que hoy conocemos con este nombre está formada por dos antiguas vías. La primera, que desde hace mucho recibe la denominación de Alame­da, aunque también se conoció como de la Arboleda, abarcaba el tramo comprendido entre las calles del Gobernador y de Atocha. El resto ostentaba el curioso nombre de calle de la Leche. Empecemos por la segun­da. En una casa de la calle, perteneciente a una dama llamada Doña Isabel de Móstoles, había una capilla dedicada a la Virgen de la Leche y del Buen Parto que era frecuentada por las madrileñas que estaban cercanas a dar a luz. Cuando murió Doña Isabel, fue enterrada en la Iglesia de San Sebastián, y la imagen de la Virgen amamantando al Niño acompañó a la piadosa dama a su última morada. La casa en la que estuvo la imagen, según apunta Répi­de, pudo ser la que hacía esquina con la calle de Almadén, que en 1765 sirvió para asen­tar en ella el Hospital de los Cómicos patrocinado por la Congregación de la Virgen de la Novena. Peñasco y Cambronero indican que esta calle también fue conocida como del Indiano, pero sin decir a qué caballe­ro que hizo su fortuna en Ultramar se refiere.

Un acuerdo municipal de fecha 23 de agosto de 1890 prolongó la calle de la Alameda absorbiendo la vieja calle de la Leche. La calle de la Alameda se llamó así por la que aquí hubo, cercana al Prado de San Jeróni­mo y contigua al palacio del duque de Lerma, por lo que era conocida como alameda de Lerma. Fue durante bastante tiempo un lugar frecuentado por galanes, damas y valentones, y lugar de encuentros amorosos y no tan amo­rosos. La extensión de las edificaciones por el Paseo de Trajineros ya desde finales del siglo XVII fue menguando cada vez más la extensión de esta alameda, hasta que acabó por desaparecer. No así su nombre, que ha perdurado hasta hoy.

14.11.06

Agustín Querol (Calle de)

Estatua de Claudio Moyano (Madrid), obra de Agustín Querol
Entre las calles de José Anselmo Clavé y de Andrés Torrejón. Distrito 3 (Retiro). Barrio de los Jerónimos.

En el fuerte talud que hay entre el antiguo cerro de San Blas, coro­nado por el Observatorio Astronómico, y el paseo de la Reina Cristina, el viejo camino de Vallecas, hubo unos terrenos que antaño pertenecieron al Real Sitio del Buen Retiro. Estaban ocupados mayoritariamente por el famo­so olivar de Atocha. Como ocurrió con el barrio de los Jerónimos, no hubo escrúpulos en segregar una importante zona del Retiro para urbanizarla. Hoy en día esta calle y las cercanas están ocupadas mayoritariamente por depen­dencias y viviendas militares. El primitivo nombre de la vía fue el algo chusco de calle de la S (no confundir con la así llamada tradicionalmente, situada entre la Castellana y Serrano y que hoy, muy mutilada, sigue teniendo su nombre oficial de calle de Martínez de la Rosa).

Agustín Querol y Subirats nació en Tortosa el año 1863. Hijo de un panadero, con dificultades pudo trasladarse a Barcelona para estudiar el arte de la escultura. La venta de su primera obra, titulada Dolora, le sirvió para poder ganar una plaza en Roma como pensionado. Allí hizo varias obras de mérito antes de volver a España el año 1887, estableciéndose en nuestra villa. Y aquí en Madrid dejó alguna de sus obras más importantes, como el frontón de la Biblioteca Nacional, el grupo escultórico que coronaba el Ministerio de Agricultura (hubo de ser retirado y substituido por una réplica debido a su gran peso; hoy en día se puede admirar el original en el vestíbu­lo del mismo edificio), el mausoleo de Cánovas del Castillo en el Panteón de Hombres Ilustres o las estatuas de Quevedo, en la glorieta de su mismo nombre y de Claudio Moyano, al inicio de la cuesta homónima. Fuera de España también realizó trabajos importantes, como el monumento a los Bomberos de La Habana, el de Bolognesi en Lima, el de la Independencia en Guayaquil o el de Garibaldi en Montevideo. Murió en Madrid en 1909.

13.11.06

Agustín de Betancourt (Calle de)

Agustín de Betancourt y Molina (1758-1824)

Entre la plaza de San Juan de la Cruz y la calle de Raimundo Fernández Villaverde. Distrito 7 (Chamberí). Barrio de Ríos Rosas.

Esta calle es el único resto que queda del antiguo paseo del Hipódro­mo, que rodeaba el recinto deportivo. Hasta la primera mitad del siglo XIX no se había introducido en Madrid el deporte y la diversión de las carreras de caballos. Un primitivo hipódromo que hubo en la Casa de Campo desapa­reció en 1846 para ser trasladado al paseo del Huevo (hoy calle de Alma­gro), y en 1878 se inauguró el hipódromo de la Castellana, según diseño de Francisco Boquerín. Desde entonces se convirtió en uno de los centros de la vida elegante de la Corte, y era todo un espectáculo el ver pasar Castella­na arriba y Castellana abajo los lujosos coches que llevaban a los aristócratas y bur­gueses a las carreras de caballos, mientras el pueblo subía a los Altos del Hipódromo, donde hoy está el Museo de Ciencias Naturales, para poder ver desde lejos las carreras y sus espectadores. Pero como muy bien pronos­tica­ba Répide, no tardaría en desaparecer, pues era un tapón que impedía el desarrollo del paseo de la Castellana. Sin embargo no dejó paso a una gran plaza elíptica, como él creía, sino a la mole escurialense de los Nuevos Ministerios. En 1932 fue clausurado.

El lateral oeste del antiguo hipódromo, o mejor dicho la calle que lo bordeaba por ese lado está hoy dedicada al ingeniero Agustín de Betancourt (o Bethencourt) y Molina, que nació en la localidad tinerfeña de Puerto de la Cruz en 1758. Sus primeros esfuerzos se dedicaron al estudio del hilado y teñido de la seda. Fue becado para estudiar en Francia e Inglaterra, donde se especializó en Física experimental y Metalurgia. Fundó y fue el primer director de la Es­cuela de Puertos y Caminos de Madrid. Antes de marchar a Rusia, en 1808, estableció un telégrafo óptico entre Madrid y Cádiz. Ya al servicio del zar Alejandro I, fue director de Puentes y Calzadas, creando la primera red de calzadas de aquel país. También se le deben la Feria de Nijni, el puente colgante sobre el Vístula en Varsovia y la iglesia de San Isaac de San Peters­burgo, además del establecimiento de la Escuela de Ciencias Exactas. Murió en San Petersburgo en 1824.

Aguirre (Calle de)

Escuelas Aguirre
Entre las calles de Alcalá y de O'Donnell. Distrito 4 (Salamanca). Barrio de Recoletos.

A la espalda de las escuelas que llevan su nombre tiene dedicada una callecita su fundador, Lucas Aguirre y Juárez, con cuyo legado fueron crea­das el año 1886. Ocupan un bello edificio de estilo neomudéjar diseñado por Emilio Rodríguez Ayuso, coautor también de la antigua plaza de toros de Goya. El edificio fue levantado en 1884, y tres años más tarde el mismo arquitecto se encargó de realizar la verja y el jardín. Las escuelas estaban administradas por el Ayuntamiento, y aún hoy, desaparecida la institución docente, su edificio es utilizado por el Concejo.

10.11.06

Águila (Calle del)

La TarascaEntre la calle del Mediodía Grande y la cuesta de las Descargas. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio.

El punto en el que finaliza nuestra calle se llamó antiguamente Cam­pillo de Gil Imón, ya que pertenecía a este personaje del que se hará cumpli­da referencia al llegar a la calle que lleva su nom­bre. En unos corrales que había en ese campillo, junto a la calle de San Berna­bé, se guardaba un águila dorada de gran tamaño que era sacada en la procesión del Corpus como representación de San Juan Evangelista. Era la procesión del Corpus, amén de la manifestación religiosa más importante que en anteriores siglos se producía en la villa, una mezcla de elementos religiosos y profanos, casi paganos. Ese día se podía contemplar no sólo la solemne procesión en la que la Sagrada Forma era llevada en la famosa custodia llamada de Francisco Álvarez que aún guarda el Ayuntamiento, sino también la Tarasca, que precedía a la procesión religiosa. Era una carroza que representaba a un extra­ño animal fabuloso y que portaba un grotesco cortejo formado por comediantes principalmente. Además, las señoras y los caballeros elegantes debían prestar mucha atención, pues dos personajes que viajaban en la carro­za, acompañando a una joven rubia que representa­ba al arcángel San Miguel, y que se llamaban la Tarasquilla y el Tarascón, vestían lo que iba a estar de moda la siguiente temporada. La Tarasca fue limitada por Felipe III, que prohibió que precediese a la procesión religio­sa, y Felipe IV la suprimió.

Tradicionalmente se dice que en el número 1 de la calle del Águila nació San Isidro. Es probable, a pesar de que en la época en la que nació el santo patrón de la villa, esta zona quedaba extramuros de la pequeña medina árabe que aún era Madrid, incluso algo retirada del arrabal de las Vistillas que ya había empezado a crecer fuera de la primitiva muralla árabe. Sea como sea, en esa casa se hizo una capilla dedicada al santo y allí tiene aún, como las tenía en época de Répide, sus oficinas el cementerio de la Sacra­mental de San Isidro.

Aguas (Calle de las)

Un viaje de agua
Entre las calles de las Tabernillas y de Don Pedro. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio.

Sabido es que en el lema de nuestra Villa figura la frase fui sobre agua edificada. Efectivamente es riquísimo en aguas el subsuelo de Madrid, horadado por los antiguos viajes que se utiliza­ron hasta la traída de aguas del Lozoya. Los cuatro viajes más importantes eran el de la Alcubilla, construi­do en 1399, el de la Castellana (1612) y los del Abroñi­gal Alto (1614) y Bajo (1619). Uno de los acuífe­ros de Ma­drid está más o menos en la estre­cha y empinada calle que nos ocupa. En ella hubo hasta el reinado de Alfon­so X el Sabio unos famo­sos baños de agua tan abundante que se apro­vechaba para regar las huertas que había en la vaguada del arroyo de San Pedro, hoy calle de Sego­via, y que se llamaban huertas del Pozacho. El sobrante aún incre­menta­ba el caudal del mencionado arroyo.