2.4.13

Caños del Peral (Calle de los)


Foto: Tamorlan

Entre la costanilla de los Ángeles y la plaza de Isabel II. Distrito 1 (Centro). Barrio de Palacio.

Le viene el nombre a esta calle por unos caños que aquí había, pero hay cierta confusión a la hora de indicar cuáles. Durante un tiempo sólo se denominó de los Caños, y aunque Peñasco y Cambronero dicen que son los del Peral, Répide habla de otros dos caños diferentes que existían cerca de la puerta de Balnadú y surtían unos baños árabes. Alfonso VIII los suprimió, según la tradición porque no gustaba al rey que sus mesnadas se bañasen, cosa que debilita al cuerpo, pero es más creíble que lo hiciese para suministrar agua a la llamada Huerta de la Reina, quinta de recreo que regaló a su esposa Leonor.

El caso es que en 1565 se construyó aproximadamente en la esquina de la calle del Arenal con la plaza de Isabel II una fuente que fue llamada de los Caños del Peral. En el siglo XVII se levantó otra fuente bastante mayor, ya que constaba de cincuenta y siete pilas que eran aprovechadas como lavaderos. Cuando en el siglo XIX se igualó el nivel de estos terrenos, la fuente fue sepultada, y no reapareció hasta que en 1991 unas obras en la estación del metro de Ópera la sacaron de su escondite. Veinte años después, en marzo de 2011, aprovechando el arreglo de la plaza de Isabel II y la consiguiente reforma de la estación del metro de Ópera, se han mostrado al público en lo que se ha llamado “Museo de los Caños del Peral”, dentro de la propia estación, que no sólo permite ver uno de estos míticos caños, sino también otros restos que también aparecieron en el transcurso de las obras: fragmentos del acueducto de Amaniel y de la alcantarilla del Arenal.

6.3.13

Cañizares (Calle de)


Cañizos

Entre las calles de Atocha y de la Magdalena. Distrito 1 (Centro). Barrio de los Embajadores.

Hasta el siglo XVIII esta pequeña calle se conocía con el nombre de San Sebastián, sin duda a causa de la cercanía del la iglesia homónima. Pero antes de que se formase la calle hubo aquí un gran cañizar, perteneciente a varios dueños. Entre ellos, un tal Juan Antonio de Luján, señor de Almarza, miembro de uno de los linajes madrileños más nobles y antiguos. Las fuentes habitualmente consultadas hablan de esta calle de forma muy desigual. Peñasco y Cambronero poco más se extienden; sólo mencionan el oratorio del Olivar, del que más adelante se hablará. Sin embargo Capmany narra, de una forma un tanto prolija, una leyenda que Répide recoge casi con las mismas palabras. Parece ser que en la finca de Juan Antonio de Luján, conocida como Los Cañizares hubo un crucifijo iluminado por una lamparilla, uno de los muchos humilladeros que tuvo Madrid. Un caballero, amigo del propietario de la heredad, tal vez compañero de juergas y lascivias, llevó a una moza del partido por aquellos pagos para satisfacer sus más instintivos deseos. No tuvo ocurrencia más feliz que llevarse a la meretriz al pie del humilde oratorio para consumar su pecaminosa idea. La mujer, que aunque meretriz debía de ser temerosa de Dios, apagó la lamparilla para que al menos el Cristo no viese el irrespetuoso espectáculo. En plena faena se les cayó encima la corona de espinas de la imagen, a lo que la mujeruca respondió con un agudo grito. Se espantó el caballo, se espantaron el caballero y su amante, vamos, se espantó todo el mundo. El equino no paró hasta la puerta del cercano convento de la Trinidad -asombra la capacidad de los caballos y los borricos de las leyendas madrileñas para detenerse en la puerta de los establecimientos religiosos-, su amo le siguió y se lo llevó de vuelta al lugar de los hechos, ya solitario. De la finca salió un sirviente que entregó al caballero su olvidado chambergo y, junto con él, la corona de espinas prueba del enojo divino con la desvergonzada y sacrílega actitud del noble. Éste, que como en toda leyenda que se precie empezaba a estar compungido y arrepentido, dejó hacer a su montura, que, ¡cómo no! se volvió al convento y ya no contento con pararse a su entrada, llamó con su pata a la puerta. Salió San Simón de Rojas, que allí se hallaba haciendo penitencias, y aceptó de las manos del caballero la corona. Al día siguiente la volvió a colocar en la imagen, a la vez que encendía de nuevo la lamparilla. Allí quedó el crucifijo hasta el reinado de Carlos II, cuando fue trasladado por iniciativa de los marqueses de Cerralbo al cercano hospital de los Aragoneses.

San Simón de Rojas está asimismo implicado en la fundación del oratorio del Olivar que antes se ha nombrado. Como desagravio al ultraje que unos herejes ingleses hicieron a las Sagradas Formas en una iglesia de Inglaterra, pidió San Simón a Felipe III la elevación de una pequeña iglesia; se hizo cargo de ella la congregación de esclavos del Santísimo Sacramento, a la que perteneció Cervantes. Capmany cuenta otra historia, que casi es un chascarrillo, acerca del gran cañizar que en su día ocupó estos terrenos. Aparte de la finca de Luján y de lo tomado para construir el oratorio, otro trozo sirvió para edificar el convento de la Magdalena, cedido por su dueña, doña Prudencia Grillo, y de la última parte del cañizar, que era conocido como el Capón, se detiene a dar una explicación de tan chusco apelativo. Parece ser que en una ocasión estaba el dueño del terreno charlando con un amigo cuando sintió una imperiosa necesidad fisiológica. Como estaba en su propiedad, no tuvo inconveniente en aliviar esa necesidad con tan mala suerte que en ese momento pasó por allí una mujer que, viendo el grotesco espectáculo llamó capón a nuestro hombre. Cuando más adelante crecieron más cañas en tal sitio, al moverlas el viento creían las gentes oír que decían capón y eso sirvió para hacer perdurable el nombre del paraje, que además fue el último en desaparecer.

19.2.13

Cánovas del Castillo (Plaza de)


Entre el paseo del Prado, las calles de Felipe IV y Cervantes y la carrera de San Jerónimo. Distritos 1 (Centro) y 3 (Retiro). Barrios de las Cortes y los Jerónimos.

Esta plaza forma parte de un grupo de parajes madrileños que casi nunca es nombrado por su denominación oficial. La plaza de la Independencia, la glorieta del Emperador Carlos V, la propia calle de Alcalá desde la plaza de toros son más veces llamadas Puerta de Alcalá, Atocha o carretera de Aragón. Pues bien, la plaza de Cánovas del Castillo que, así dicha, realmente no dice nada, si se nombra como Neptuno, será otra cosa, para todos los madrileños, pero acaso con más significado para los seguidores del Atlético de Madrid.

¿Y por qué el nombre popular? Por la estatua del dios Neptuno, diseñada por Ventura Rodríguez, que preside esta plaza. De ella se hablará con más detalle cuando nos detengamos en el Prado, pero no se ha dejar de nombrar aquí al majestuoso dios, en su carro de paletas tirado por dos hipocampos. Estatua que hoy dirige su mirada hacia la carrera de San Jerónimo, pero que hasta 1895 cruzaba miradas con su vecina y, contemporánea y futbolísticamente eterna rival Cibeles.

Durante muchos años fue esta zona un extremo de la villa, un límite archiconocido por toda la sociedad madrileña, un punto de encuentro donde ver y dejarse ver. Formó parte sin fisuras de este Prado que para el poeta debería ser pacido por muchos de los que era pisado, esa agradable arboleda que separaba el caserío de Madrid del palacio del Buen Retiro. Donde hoy está nuestra plaza se hallaba la subida de entrada al palacio; a su orilla, había una pequeña torre que claramente aparece en el plano de Texeira, y muy cerca, la fuente del Caño Dorado, tan nombrada por los autores de los siglos de oro.

La urbanización del barrio de los Jerónimos, esto es, el espacio que había entre los actuales paseo del Prado y calle de Alfonso XII, fue lo que formó esta plaza. Viejas fotos de finales del XIX y principios del XX nos muestran el pavimento adoquinado del paseo, la enorme taza de la fuente de Neptuno abarrotada de paisanos que se deleitaban con el rumor y la frescura de las aguas o que simplemente se tomaban un pequeño reposo en el duro transcurrir de la jornada.

Si bien hoy en día el edificio que domina esta plaza es el del Hotel Palace, antaño a ella daban las espaldas de uno de los más suntuosos palacios que hubo en la Corte, el del duque de Lerma, levantado en el siglo XVII y destruido poco a poco en la segunda mitad del siglo XIX. Su enorme solar empezó a ser horadado por nuevas calles, principiando con la de Lope de Vega, a la que se dio salida al Prado en 1857, y después con las prolongaciones o creación de las calles de Cervantes, duque de Medinaceli y maestro Tellería. Parte de este solar fue, como antes se mencionó, ocupada por uno de los más lujosos hoteles madrileños, el Palace, propiedad en principio de la cadena belga del mismo nombre. El proyecto, firmado en 1910 por el arquitecto Eduardo Ferrés y Puig, fue modificado antes de ponerse en práctica por los belgas Leon Monnoyer, Max Sinola y Léopold Gheunde. Las obras terminaron en 1913, y al año siguiente el Ayuntamiento lo premió como el edificio mejor construido. Entre 1925 y 1926 sufrió una reforma que dirigió Martín Domínguez, y muy recientemente ha sufrido nuevas obras, algunas de las cuales fueron buenos modos de poner a prueba la paciencia de los conductores y los propietarios de los locales comerciales ubicados en los bajos del hotel.

Antonio Cánovas del Castillo, el titular oficial de la plaza, se mudó aquí en 1895 desde el anterior emplazamiento que se le había otorgado, nada grato por cierto en aquella época, pues la primitiva plaza de Cánovas del Castillo que hubo, hoy plaza de la Moncloa, no era sino el frente de la antigua prisión Modelo. El Ayuntamiento, en un gesto adulador según Répide, homenajeó al político malagueño trasladándole aquí.



El político que marcó toda una época en España, cuya influencia se prolongó varias décadas tras su muerte, nació en la localidad de Coín el 8 de febrero de 1828. Su primera ocupación fue la Historia, y llegó a convertirse, con sólo treinta y dos años, en académico. Entró en política en la Unión Liberal de O'Donnell, y fue ministro de la Gobernación en 1864 y de Ultramar entre 1865 y 1866. Durante el Sexenio se puso a la cabeza de los partidarios de la restauración borbónica, que se llevó a cabo tras el pronunciamiento de Sagunto, bien denostado por cierto por nuestro protagonista. Desde la entronización de Alfonso XII Cánovas se convirtió en el motor del régimen, en el inspirador de la ley fundamental que lo rigió, la Constitución de 1876, que consagraba una monarquía liberal sobre el papel, pero que era poco homologable a lo que hoy se entiende por democracia. Esto parece ser desconocido por muchos políticos de hoy en día, que, al faltar referentes válidos, rápidamente se declaran herederos o depositarios de legados como el de Cánovas. Junto a Sagasta, se inventó un sistema de alternancia pacífica de dos partidos, un verdadero simulacro democrático controlado por las oligarquías y los caciques, que trajo estabilidad social durante algunos años. Presidió el Gobierno entre 1875 y 1881, excepto durante algunos meses de los años 1875 y 1879, y luego otra vez en 1884-85, 1890-92 y 1895-97. En plena preparación del conflicto ultramarino que causó el desastre de 1898, Cánovas fue asesinado en el balneario de Santa Águeda, en Guipúzcoa, por el anarquista italiano Angiolillo. Era el 8 de agosto de 1897.

11.2.13

Canarias (Calle de)


La Charca de Maspalomas
(Foto: Paco López)

Entre el paseo de Santa María de la Cabeza y la calle de Méndez Álvaro. Distrito 2 (Arganzuela). Barrio de Palos de Moguer.

Cuando el Ayuntamiento de Madrid, en vista del gran número de nuevas calles que el Ensanche iba proporcionando a la villa, decidió dedicar una a cada provincia española, también lo hizo con Canarias. Y es que hasta el año 1927 las Canarias constituían una provincia única; sólo desde ese año se puede hablar de provincia de Las Palmas de Gran Canaria y de provincia de Santa Cruz de Tenerife. Así que aquí nos referiremos a la Comunidad Autónoma. Las siete islas mayores y los seis islotes que forman el archipiélago ocupan 7.651 kilómetros cuadrados y son la morada (con fecha 1 de enero de 2012) de 2.118.344 almas. La capital está repartida entre las dos mayores ciudades, Las Palmas, uno de los primeros puertos españoles, con 382.296 habitantes, y Santa Cruz de Tenerife, con 206.965. Superan los 50.000 habitantes San Cristóbal de la Laguna, antigua capital de la isla de Tenerife, con 153.224, Arona, en la misma isla, con 77.718, Telde, en Gran Canaria, con 101.300 y la capital de Lanzarote, Arrecife, con 56.284.

Las Canarias son conocidas desde la antigüedad. Las islas Afortunadas o el jardín de las Hespérides fueron muchos siglos después objetivo principal de los castellanos, que iniciaron su conquista en los primeros años del siglo XV para completarla en el reinado de Isabel y Fernando. Tradicionalmente abandonadas y utilizadas más bien como lugar de deportación que para unas paradisíacas vacaciones, las islas resurgieron con el turismo que busca su eterna primavera. Las Canarias gozan de autonomía desde 1982. Cincuenta años antes, en la Segunda República, se esbozó un primer proyecto de Estatuto que no prosperó.

3.12.12

Canalejas (Plaza de)


Entre la Carrera de San Jerónimo, y las calles de Sevilla, de la Cruz y del Príncipe. Distrito 1 (Centro). Barrios de las Cortes y de Sol.

Hasta los primeros años del siglo XX este lugar no era otra cosa sino un cruce y era conocido como las Cuatro Calles. Desde la década de los sesenta del siglo XIX, y como consecuencia lógica de la gran transformación que sufrió la Puerta del Sol, una fiebre reformadora llevó al Ayuntamiento a intentar arreglar en pocos años los desaguisados urbanísticos cometidos durante los tres siglos precedentes. Uno de los pocos proyectos que se llevó a efecto fue el que atañía a la calle Ancha de Peligros, actual Sevilla, entre otras. Como ocurrió en otros casos, múltiples propuestas se presentaron, y fue la última, la de Agustín Felipe Peró (1864) la que se adoptó. Su novedad era que también contemplaba el arreglo de las Cuatro Calles, convirtiendo la encrucijada en una bella plaza circular.

En ella se levantaron hermosos edificios como el del Banco Hispano Americano (hoy Santander), última obra del gran arquitecto Eduardo Adaro, la Casa Meneses, donde tuvo su redacción el periódico sensacionalista La Tribuna y la antigua casa de Tomás Allende, muy alabada por Pedro de Répide como gran obra arquitectónica.

José Canalejas Méndez nació en El Ferrol en 1854. Varias veces ministro desde 1888, no se alineó con ninguno de los dos grandes partidos dinásticos, y su programa fue considerado excesivamente avanzado por sus compañeros de clase política. Presidió el Congreso de los Diputados en 1905 y en 1910 accedió a la Presidencia del Consejo de Ministros. Mientras ocupaba este cargo fue asesinado. Ocurrió el 12 de noviembre de 1912, mientras Canalejas observaba el escaparate de la librería San Martín de la Puerta del Sol. En ese momento un anarquista llamado Manuel Pardiñas le disparó a bocajarro para suicidarse poco después.

18.10.12

Campomanes (Calle de)


Entre la plaza de Isabel II y la cuesta de Santo Domingo. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio.

Calle con trazado curvo, aspecto muy destacado por los cronistas antiguos, abierta en los terrenos que pertenecieron al célebre convento de Santo Domingo el Real, cuya reseña corresponde a la cuesta que ostenta tal nombre. La calle se abrió poco después del derribo del convento, acaecido en 1868. Peñasco y Cambronero indican que los servicios municipales fueron establecidos en 1872.

La vía está dedicada al economista e historiador ilustrado Pedro Rodríguez de Campomanes y Pérez, conde de Campomanes, asturiano de Tineo, nacido en 1723 y fallecido en la Villa y Corte en 1803. Su familia, hidalga pero empobrecida, le dio estudios de leyes. En 1746 se trasladó a Madrid; poco a poco se fue ganando un prestigio como historiador que le llevó a presidir la Real Academia de la Historia entre 1764 y 1791. En el reinado de Carlos III participó activamente en la Administración, ejerciendo la otra faceta por la que es recordado, la de economista. Formó parte de los consejos de Castilla y de Hacienda, y presidió la Mesta, acabando con sus abusos. Contribuyó a la colonización de Sierra Morena emprendida por Olavide, ideó e impulsó la constitución de Sociedades Económicas, reformó la administración municipal y contribuyó con sus dictámenes posteriores al motín de Esquilache a la expulsión de los jesuitas. Preconizó la abolición de la ley Sálica en las Cortes de 1789. Dos años después, como consecuencia de su enfrentamiento con Floridablanca, fue destituido de todo cargo público.

17.9.12

Campoamor (Calle de)


Entre las calles de Fernando VI y de Génova. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Justicia.

Hasta el último tercio del siglo XIX los terrenos en los que se asienta nuestra calle pertenecían al convento de Santa Teresa. Era éste un convento de monjas carmelitas descalzas que fue establecido en por el príncipe de Astillano y duque de Medina de las Torres, Nicolás de Guzmán, en una finca de su propiedad, donde tenía su casa. Asimismo contó con el patrocinio de la reina María Luisa de Borbón, esposa de Carlos II. La primera misa se celebró el 10 de septiembre de 1684, y a ella posiblemente asistieron los reyes; fue oficiada por el cardenal Portocarrero. Principiando el siglo XVIII tuvo que ser sustituida la iglesia primitiva; en 1719 se inauguró la nueva. En 1869 tanto el convento como la iglesia fueron derribados, y si bien en principio su solar lo ocuparon unos jardines de recreo llamados Orientales, poco después la zona se urbanizó. Fue ésta una de las primeras operaciones urbanísticas llevada de forma algo racional en Madrid; la actuación fue una consecuencia de los trabajos realizados en el solar del convento de Santa Bárbara por la Compañía de Crédito Mobiliario. Se formaron así la calle de Campoamor y las vecinas de Orellana, Santa Teresa, Justiniano y Argensola.

El nombre de nuestra calle fue en su origen Costanilla de Santa Teresa, hasta que el Ayuntamiento decidió dedicársela al poeta asturiano Ramón de Campoamor. Nació en la localidad de Navia, a orillas del río de igual nombre, el 24 de septiembre de 1817. Poeta muy encasillado en su tiempo, está hoy olvidado si bien conoció un gran éxito entre sus contemporáneos. Pretendió dar un rumbo nuevo a la poesía, equiparándola con la prosa; estas teorías las expuso en su Poética (1883). Escribió numerosos poemillas, reunidos en colecciones como Doloras (1846), Pequeños poemas (1872-74) y Humoradas (1886-88). También compuso obras más extensas: Colón (1853), El drama universal (1869), El Licenciado Torralba (1888). Ingresó en la Real Academia Española en 1861. Murió en nuestra villa el 14 de febrero de 1901.

5.9.12

Campillo del Mundo Nuevo


Entre las calles de Carlos Arniches, Mira el Sol, Arganzuela, Mira el Río Baja y la Ronda de Toledo. Distrito 1 (Centro). Barrio de los Embajadores.

Tradicional como pocas la denominación de esta plaza, una de las ramificaciones del Rastro, hoy horadadas sus entrañas por un aparcamiento de residentes. Mucho ha cambiado de aspecto y de ambiente este campillo, vecino del antiguo mercado de pescados y sus efluvios y hoy sede de un local de moda para los jóvenes y los no tan jóvenes. Un tanto ingenua es la explicación que, dada por Capmany en primer lugar, vienen a aceptar de mejor o peor grado los cronistas posteriores. Poco después del descubrimiento de América, esto es, del Nuevo Mundo, se derrumbó un gran peñasco que aquí había, dejando ver a los vecinos la dilatada campiña que antes se extendía al sur de la villa. Al desaparecer la ocultación, parecía que se hubiese avistado un Mundo Nuevo, y ya está. ¿Para qué complicarnos la vida con cosas raras?

28.8.12

Campillo de Manuela

Difícil es dar límites a este paraje más que calle de nuestra villa. Llámase así desde el 10 de agosto de 1985 a la confluencia de las calles de Lavapiés y de Jesús y María, donde la primera de las calles mencionadas sufre un ligero ensanchamiento, por lo que nos encontramos en el Distrito 1 (Centro), y en el barrio de los Embajadores. Hasta bien entrado el siglo XIX hubo una calle del Campillo de Manuela, que iba desde la calle de Lavapiés hasta la del Olivar y que hoy es parte de la calle de San Carlos. Capmany cita esta calle y explica su origen; no así Peñasco-Cambronero o Répide. Por ello, al ser el libro de D. Antonio la fuente de este comentario hay que tomarlo con las precauciones debidas. Pretende Capmany situar aquí una judería, que existía en los tiempos del rey Enrique III (1390-1406). Tras la expulsión de los hebreos, el barrió se abandonó y un oportuno incendio no dejó rastro de él. Después, una mujer llamada Manuela asentó aquí sus reales en forma de tabernucha a la que acudía lo peorcito de la villa, aunque luego mejoró su reputación, llegando -siempre según Capmany- a ser habitual concertar citas en el Campillo de Manuela para comer o bailar.

Durante muchos años, pues, se conoció el primer tramo de la calle de San Carlos de esta forma, pero después se olvidó tal denominación. El Ayuntamiento quiso resucitar un punto muy tradicional de los barrios bajos madrileños al llamar Campillo de Manuela a la esquina de Lavapiés y Jesús y María, aunque tal rotulación no suela aparecer habitualmente en los callejeros. Sí que se puede leer

CAMPILLO DE MANUELA
AYUNTAMIENTO DE MADRID
AÑO 1985

en la farola que está situada en el centro de este rincón.

25.6.12

Camoens (Paseo de)



Entre la calle de Francisco y Jacinto Alcántara y la glorieta del Maestro. Distrito 9 (Moncloa). Barrio de la Casa de Campo.

El paseo de Camoens está ubicado en un viejo vertedero de basuras que, por iniciativa de Alberto Aguilera, se convirtió en el Parque del Oeste. Es un claro ejemplo de cómo una zona degradada se puede reconvertir para gozo y beneficio de toda la comunidad. Se ideó un parque de estilo inglés, muy poco ornamental a diferencia de otros jardines de la villa, y que esconde en sus bellos rincones muchas sorpresas -como el muy merecido monumento al Maestro que se halla en la glorieta donde termina esta vía- que el madrileño debe poco a poco descubrir, porque merece la pena perderse de vez en cuando por allí. Durante la noche, sin embargo, ha sido nuestro paseo refugio para la marginalidad, que allí se muestra en forma de prostitución de travestidos. La noche es a veces implacable, y tiñe de oscuro este rincón de verdor.

Preside este paseo desde el 8 de mayo de 1995 la fuente dedicada al genial arquitecto Villanueva, trasladada aquí desde la Glorieta de San Vicente como consecuencia de la reconstrucción de la puerta de igual nombre. Es una de las fuentes más bellas de Madrid, y en ella se pretende conmemorar la obra de Villanueva, no sólo remedando su estilo arquitectónico (el primer cuerpo de la fuente parece calcado del tholos que constituye la cúpula del Observatorio Astronómico), sino con reproducciones de algunas de sus obras principales: La Casita del Príncipe en El Escorial, el Observatorio Astronómico de nuestra villa, el Museo del Prado y el Oratorio del Caballero de Gracia. Unas vistas de estos monumentos aparecen en unos medallones que hay en el pedestal de la fuente. Culmina la obra una gran flor de lis, símbolo de la familia Borbón, uno de cuyos miembros, Carlos III, fue el principal valedor de Villanueva. La fuente fue diseñada y construida en 1952; fue el arquitecto Vicente d'Ors, y participaron numerosos artistas, como Salvador Costa, escultor; Joaquín Núñez, Manuel Ambrós, Luis Mayoral, Jacobo Ruiz, Ángel Medrador...

Luis de Camões, el cantor de las glorias portuguesas, a quien está dedicado este paseo, nació en Lisboa en 1524 y murió en la misma ciudad, tras una azarosa vida, en 1580. Fue un escritor fecundo que cultivó muchos géneros; utilizó tanto su lengua materna como el castellano. De entre todas sus obras destaca sin duda Os Lusíadas, inauguración de la épica portuguesa, gran poema dedicado al rey Sebastián donde narra los descubrimientos lusos y revisa algunos de los hechos más importantes de la historia de su país.


Calvo Asensio (Calle de)

Entre las calles de Rodríguez San Pedro y de Meléndez Valdes. Distrito 7 (Chamberí). Barrio de Gaztambide.

Ya se habló del desaparecido barrio de Marconell en el comentario referido a la calle de Antonio Palomino. Precisamente esta calle de Calvo Asensio llevaba el nombre de Marconell o Marco Nell hasta que el 2 de marzo de 1887 el Ayuntamiento decidió dedicársela al periodista, escritor y político progresista Pedro Calvo Asensio. Nació en 1821 y murió en 1863. En 1854 fundó el periódico La Iberia, donde publicó la mayoría de sus artículos. Escribió numerosas obras de teatro, como La escala de la fortuna, Ginesillo el aturdido, La venganza de un puchero o La libertad de un trono.

28.5.12

Calvario (Calle del)


Entre las calles de Jesús y María y del Olivar. Distrito 1 (Centro). Barrio de los Embajadores.

Dice la tradición que San Francisco de Asís estuvo en Madrid, donde fundó el monasterio que hoy en día se conoce con su nombre. Una de las cosas que hizo el santo junto con sus compañeros fue establecer un Via Crucis, con permiso del Concejo, que se iniciaba en el monasterio y finalizaba en un calvario que se situaba donde hoy está nuestra calle. La Hermandad de la Vera Cruz seguía el Via Crucis el Viernes Santo, y la celebración culminaba en el calvario con un sermón dado por un fraile franciscano.

El calvario era considerado terreno sagrado, y por lo tanto se hicieron en él enterramientos. También era costumbre sepultar en él a los reos ajusticiados por lapidación o descuartizamiento. No es extraño, pues, que cuando la villa absorbió en su crecimiento estos parajes, apareciesen numerosos restos humanos al excavar para hacer los cimientos de las casas. Los restos que se encontraron se llevaron al cementerio de la parroquia de San Sebastián. Cuenta Capmany, citando las memorias del conde de Mora, que en la cruz que señalaba la novena estación del Via Crucis estaba enterrado el defensor de la torrecilla llamada del Leal, al que mandó ahorcar Enrique II por el delito de haber permanecido fiel al rey legítimo, Pedro I.

11.5.12

Callao (Plaza del)



Foto: Luis García

Entre la Gran Vía, las calles de los Preciados y del Carmen y el postigo de San Martín. Distrito 1 (Centro). Barrio de Sol.

A mediados del siglo XIX se abrió un espacio entre las calles de los Preciados y del Carmen al derribar parte de la manzana 378. Así surgió nuestra plaza, que recibió su nombre en 1866 a raíz del bombardeo del puerto peruano del Callao por la armada española el 2 de mayo de ese año. Fue en esa acción de la inverosímil guerra del Pacífico cuando Méndez Núñez dijo su famosa frase: “Antes honra sin barcos que barcos sin honra.” Y efectivamente fue la honra lo único que se jugó, pues en la acción no hubo ni vencedores ni vencidos, ni sirvió para nada, sólo para que muriesen muchas personas.


Cuando se construyó la Gran Vía, se dio salida hacia ella a la plaza del Callao, y de esta forma se hizo desaparecer a la pequeña calle de San Jacinto, que salía de nuestra plaza y llegaba a la calle de la Abada. Hoy en día la plaza del Callao es un punto eminentemente cinematográfico en nuestra villa, ya que a los cercanos cines de la Gran Vía se une el Callao, cuya fachada domina la perspectiva del lugar. El cine Callao fue la primera obra importante que hizo en Madrid un arquitecto que luego construiría muchos y muy interesantes edificios en la villa, Luis Gutiérrez Soto. Éste fue levantado entre 1926 y 1927 y muestra una gran influencia del cercano Palacio de la Música, obra de Secundino Zuazo. Su enorme cartelera anunciadora es quizá una de las imágenes más conocidas de Madrid.

19.4.12

Calderón de la Barca (Calle de)

Entre la calle Mayor y la plaza del Biombo. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio.

En el solar que ocupó hasta 1836 el convento de Constantinopla se abrieron algunas calles; una de ellas es ésta de Calderón de la Barca, que recibió el nombre del gran dramaturgo español a propuesta de Mesonero Romanos ya que estuvo sepultado muy cerca, en la desaparecida iglesia de San Salvador. Cuando el templo fue derribado en 1842 y tras una intensa búsqueda, los restos que se creyó eran de Calderón (a finales del siglo XVII se cayó la bóveda de la iglesia y los cadáveres se confundieron con los escombros) se llevaron primero a la iglesia de las Calatravas y luego al cementerio de San Nicolás, que estuvo en la calle de Méndez Álvaro. En el comentario de esa calle se continuará con el triste relato del peregrinaje de los huesos de Calderón hasta llegar a su fatal desaparición.

Pedro Calderón de la Barca nació en Madrid el 17 de enero de 1600. Fue bautizado el 14 de febrero siguiente en la parroquia de San Martín. Estudió primero con los jesuitas en su villa natal y después en las universidades de Alcalá y Salamanca. A los veinte años se inició su fama como dramaturgo; pocos años después era uno de los autores más conocidos en Madrid. En 1635 se inauguró el teatro del palacio del Buen Retiro con una obra suya, la comedia El mayor encanto, amor. Más adelante orientó su vida hacia la milicia, y tuvo una participación destacada en las guerras de Cataluña. En 1651 se ordenó sacerdote y fue entonces cuando encaminó su producción hacia un tipo de teatro más moralizante y religioso, cuyo fruto principal son sus más de setenta autos sacramentales. De ellos destacan La vida es sueño y El gran teatro del mundo. Además escribió ciento diez comedias (El mágico prodigioso, El alcalde de Zalamea, La dama duende, El médico de su honra), entremeses, zarzuelas, loas y otras obras. Murió el 25 de mayo de 1681, en su casa de la calle Mayor; una placa de mármol situada en el lugar honra la memoria de nuestro gran dramaturgo.

10.4.12

Calatrava (Calle de)

Entre la calle de Toledo y la plaza de San Francisco. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio.

El primer morador ilustre que tuvo esta calle fue Moisés Romano, personaje muy influyente en la corte del rey de Castilla Enrique II, durante la segunda mitad del siglo XIV. Cuando más de cien años después los judíos fueron expulsados por los Reyes Católicos, los descendientes de Romano tuvieron que abandonar sus casas. Mucho tiempo más tarde se vino a asentar aquí un señor llamado Luis Monroy de Calatrava, que fue quien prestó su nombre a la vía. Fue personaje de gran hacienda; tenía una buena casa con un oratorio privado en el que guardaba una muy venerada imagen de Cristo. Al morir, dejó su casa al convento de Maravillas, donde era monja una sobrina suya. La imagen de Cristo, que por lo anteriormente narrado fue conocida como de las Maravillas, estuvo puesta durante un tiempo en el portal de la casa que fue de don Luis, que era la número 10. En 1820 la casa fue expropiada y posteriormente vendida. La dama que la compró, aunque mantuvo la casa y el oratorio, llevó la imagen a la capilla de San Isidro de la parroquia de San Andrés.

Cádiz (Calle de)


Foto: Juan Jaén

Entre las calles de las Carretas y de Espoz y Mina. Distrito 1 (Centro). Barrio de Sol.

Al hablar de la calle de Barcelona ya se comentó que ésta de Cádiz era antes conocida como Angosta de Majaderitos. Allí quedó explicado el porqué de tan pintoresco nombre. Se puede añadir, sin embargo, que el erudito Juan Antonio Pellicer sostenía una teoría diferente; a su juicio, el término Majaderito proviene del nombre árabe de nuestra villa, esto es, Magerit. De Magerit a Majaderit, y después, el resto.

No parece muy consistente la propuesta, así que mejor será decir dos palabras sobre Cádiz. Es una de las ciudades más antiguas de España; se tienen noticias de ella desde el primer milenio antes de Cristo. Fue una importante colonia cartaginesa. Tras diversos períodos de auge y decadencia, vuelve a ser protagonista en la Historia con sus Cortes, que promulgaron la Constitución del 19 de marzo de 1812, de tan azarosa como corta vida. Cádiz, con 124.892 habitantes según el padrón municipal de 2011, es una bella ciudad situada en un inmejorable emplazamiento. Es capital de la provincia de su nombre, que en 7.385 km2 contiene 1.072.734 almas.

21.3.12

Cadarso (Calle de)


Entre la cuesta de San Vicente y la calle de Irún. Distrito 9 (Moncloa). Barrio de Argüelles.

Esta pequeña calle, que se apoya en las laderas de la montaña del Príncipe Pío, nos sirve para demostrar que no sólo los ayuntamientos contemporáneos cometen incongruencias. Cuando España perdió las últimas colonias, el Consistorio decidió sustituir todos los nombres de calles que hiciesen referencia a aquellos territorios, y dedicárselas a héroes de la guerra con los norteamericanos. Ésta calle era hasta 1899 la de la Isla de Cuba, y entró en la operación. Desde entonces se llamó de Cadarso, en memoria del marino Luis Cadarso y Rey, nacido en La Coruña en 1844. Tenía el mando del navío Reina Cristina, cuando, en plena guerra, el acorazado estadounidense Olympia destruyó el buque con una granada. Ocurría esto en 1898, y en el combate naval de Cavite, es decir, en Filipinas. Teniendo en cuenta que la calle de Manila mudó su nombre por el de Villaamil, un marino que murió en Santiago de Cuba, es digna de alabar la coherencia municipal al dedicar la calle de Cuba a un muerto en Filipinas, y la de Manila a uno de Cuba. No nos extrañemos, pues, de que casi cien años después se derribasen la muralla del siglo X o la fachada de la Casa del Tesoro porque no son más que “un montón de piedras sin importancia”. La inepcia municipal es hereditaria.

Cáceres (Calle de)


(Foto: Antonio M. Mora García)

Entre los paseos de las Delicias y de Santa María de la Cabeza. Distrito 2 (Arganzuela). Barrios de la Chopera y de las Delicias.

Forma parte esta vía del complejo ortogonal del Ensanche Sur. Es miembro de un grupo dedicado a diversas provincias de España. La de Cáceres es la segunda más extensa, con 19.944 km2. Tiene, según el padrón municipal de 2011, 415.446 habitantes. 95.026 de ellos viven en la capital de la provincia; destacan también Coria (sede episcopal) con 13.050 habitantes, Navalmoral de la Mata, con 17.386 y Plasencia, con 41.392. Es una región eminentemente ganadera; la agricultura es fudamentalmente extesiva y de secano. No está muy desarrollada industrialmente. La capital, de origen romano, es una de las ciudades más bellas de España; fue declarada en 1986 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

23.12.11

Cabeza (Calle de la)


Entre las calles de Jesús y María y del Ave María. Distrito 1 (Centro). Barrio de Embajadores.

Esta calle aparece ya con este nombre en el plano de Texeira. Está relacionada con una de las leyendas más célebres de nuestra villa. En ella vivía un sacerdote que debía poseer una no menguada hacienda. Un criado suyo, decidido a hacerse con ella, mató al cura cruelmente, puesto que lo decapitó. Robó los dineros del clérigo y huyó a Portugal. No se supo sino tiempo después que el asesinato se había cometido, ya que fueron a buscar al sacerdote para que asistiera a un entierro que iba a celebrarse en la cercana iglesia de San Sebastián, donde el cura tenía unas capellanías. Fue entonces cuando se descubrió el horrible crimen.

Pero como se suele decir, el asesino siempre vuelve al lugar del crimen y henos aquí, años después, al criado convertido en caballero ricamente vestido paseando por el Rastro. En una de sus carnicerías compró una cabeza de carnero que llevó bajo la capa. El rastro de sangre que iba dejando alertó a un alguacil, que interpeló al presunto caballero sobre lo que llevaba así oculto. El otro respondió que era una cabeza de carnero que acababa de comprar, pero cuando levantó la capa para enseñar tal mercancía a la autoridad, cuál no sería su asombro al ver que se había transformado en la cabeza del sacerdote asesinado. Totalmente aturdido, el criminal confesó su culpa y, condenado a muerte por los alcaldes de Casa y Corte, fue ahorcado en la Plaza Mayor. Cuando se hizo justicia, la cabeza volvió a ser de carnero.

Felipe III, que reinaba cuando se produjeron estos hechos, quiso recordarlos e hizo colocar una cabeza de piedra en la casa donde sucedieron; fue al poco retirada, pues daba miedo a los vecinos, que a cambio levantaron una capillita en honor de la Virgen del Carmen con un cuadro que representaba el milagro. Los carniceros del Rastro tuvieron que pedir el traslado de sus tiendas, pues la gente ya no quería comprar en ellas, y se establecieron en la calle que por eso se llamó del Carnero.

En el número 16 de la calle, haciendo esquina con la de Lavapiés, se halla un viejo edificio del siglo XVIII que fue cárcel eclesiástica o de la Corona, es decir, de la Inquisición, donde se cometieron todo tipo de desmanes en el tenebroso reinado de Fernando VII. Allí fueron encerrados y torturados los liberales a la vuelta de Fernando tras la guerra de la Independencia, y allí fue asesinado el 4 de mayo de 1821 el cura de Tamajón Matías Vinuesa, precisamente en un acto de excesiva exaltación liberal ya que las masas descontroladas creían que era un peligroso agitador anticonstitucional. Cuando desapareció la Inquisición dejó de utilizarse como cárcel y se empleó como cochera y cuadra. En los años setenta del siglo XX fue usado para rodar algunas escenas de la serie de televisión Fortunata y Jacinta, según la novela de Benito Pérez Galdós.

Cabestreros (Travesía de los)

Entre la calle de los Cabestreros y la calle de los Embajadores. Iguales distrito y barrio que la anterior.

Esta pequeña calle en escuadra se llamó hasta bien entrado el siglo XIX de San Juan; ningún cronista se para a explicar el motivo de este nombre. Antonio Capmani asegura por su parte que en tiempos era llamada calle de San Justo, a causa de una pintura que hubo en una casa propiedad de la Congregación Sacramental de San Justo.

4.11.11

Cabestreros (Calle de)

Foto: Tamorlan

Entre las calles del Mesón de Paredes y de los Embajadores. Distrito 1 (Centro). Barrio de los Embajadores.

Desde el siglo XVIII es conocida esta calle como de los Cabestreros, ya que en ella residían y tenían sus talleres varios miembros de este gremio. El oficio de cabestrero consistía en hilar el cáñamo para obtener fuertes cordeles. Los cabestreros que ocuparon esta calle fundaron una capilla con la advocación de San Antonio Abad -su patrón- en la iglesia de San Cayetano. Fueron famosas las fiestas y romerías que los cordeleros celebraban en honor de San Antonio.

Los cabestreros se fueron yendo poco a poco de esta calle para trasladarse sobre todo a la de Toledo, pero dejaron su nombre a la vía. Dos capillitas llegó a haber en ella, una dedicada a la Virgen del Rosario que era cuidada por la hermandad del mismo nombre de la iglesia de Santa Cruz, y otra de la Virgen de la Soledad, igual a la que se venera en San Ginés.

Ciertamente curiosa es la fuente que hay en esta calle en su esquina con la del Mesón de Paredes. Es, junto con otra que aún existe en la Cuesta de los Ciegos, la única que queda en Madrid que posee los emblemas republicanos. Fue construida en 1934, y en su lado norte ostenta la leyenda REPÚBLICA ESPAÑOLA - AYUNTAMIENTO DE MADRID. Como indican Martínez Carbajo y García Gutiérrez en su obra sobre las fuentes de Madrid, quizá no fue destruida porque “pasó desapercibida”. Sin embargo tuvo cierta fama antaño, ya que se decía que de su agua “sólo bebían los machos”. Parece ser que se creía que potenciaba la virilidad. Por ello a veces se la llamó Fuente de los Machos o de los Valentones. Tuvo una compañera, hoy desaparecida, junto a la calle de Embajadores. Por eso siempre se hablaba de las Fuentes de Cabestreros.

12.9.11

Cabarrús (Calle de)


Entre las calles del general Ibáñez Ibero y de Guzmán el Bueno. Distrito 7 (Chamberí). Barrio de Vallehermoso.

Esta calle no tiene acceso al tráfico, puesto que ha quedado incluida en las dependencias de la Dirección General de la Guardia Civil, y es como una vía particular de este centro. Está dedicada al financiero y político español Francisco de Cabarrús. Fue de origen francés; nació en la ciudad gala de Bayona en 1759. Creó en Carabanchel una fábrica de jabón, como primer paso para su entrada en el mundo de las finanzas. Otro importante paso en este sentido fue su ingreso en la Sociedad Económica Matritense. Fue el creador, en 1782, del Banco Nacional de San Carlos, y su primer director. Llegó a ser consejero de Hacienda; contribuyó a la fundación de la Compañía de Filipinas en 1785 y fue partidario de una liberalización del comercio, tanto exterior como interior. A la muerte de Carlos III se le concedió el título de conde a la vez que era acusado de malversador y denunciado a la Inquisición como seguidor de las ideas enciclopedistas. Fue, pues, encarcelado entre 1790 y 1792. Su estrella brilló de nuevo con Godoy, y volvió a ocupar cargos relevantes hasta que en 1800 fue desterrado de Madrid. Con José Bonaparte regresó a la política, hasta su muerte, ocurrida en Sevilla el año 1810. De sus obras políticas destaca Cartas sobre los obstáculos, escrita en 1800. Además de todos los hechos narrados, en su haber está también ser el padre de Teresa Cabarrús, madame Tallien, dama carabanchelera que llegó a ser la mujer más influyente de Francia en los últimos años del siglo XVIII.

8.7.11

Caballero de Gracia (Calle del)



Entre la red de San Luis y la Gran Vía. Distrito 1 (Centro). Barrios de las Cortes y de Sol.

La Gran Vía, archiconocida zarzuela de Felipe Pérez y Federico Chueca nos da una imagen frívola y desenfadada del Caballero de Gracia, como un individuo cuya afición fundamental es asistir a bailes y fiestas para ser el más galán en ellos. Muy lejos queda esto de la verdadera personalidad del caballero cuyo nombre ostenta esta calle, si bien en torno suyo hay una leyenda de terrible conversión, leyenda muy típica sobre la que ya hicimos un comentario cuando hablamos de Bernardino de Obregón. El Caballero de Gracia era el sobrenombre con que en Madrid era conocido Jacopo Grattis, natural de Módena, que llegó a España a mediados del siglo XVI acompañando al Nuncio Juan Bautista Castañer. Era dueño de casi todas las casas queEnlace componían esta calle, unas casas construidas al estilo italiano, con jardines. En ellas vivían personajes muy importantes de la Corte, como los embajadores de Francia o Venecia, y también, según la leyenda, una noble y bella dama aragonesa llamada doña Leonor Garcés. El Caballero de Gracia quedó prendado de ella, y para lograr su amor echó mano de la artimaña, pues pensó raptarla después de suministrarla un narcótico. Pero cuando cruzaba el umbral de la vivienda de doña Leonor, una voz celestial le hizo ver lo malo de su acción, quedando tan impresionado que cambió totalmente de vida. Fue a confesarse con San Simón de Rojas, y luego viajó a Roma, de donde volvió ordenado sacerdote. Fue desde entonces un ejemplar y venerable religioso, al que se debe la fundación de la Congregación de Esclavos del Santísimo Sacramento, además de la cesión de la casa de doña Leonor, que desde el incidente se llamaba del Espanto, a San Francisco Caracciolo, para fundar en ella un convento de clérigos menores.

El Oratorio del Caballero de Gracia

Todo esto tiene mucho de leyenda. Jacopo Grattis existió realmente, y vivió ciento dos años, ya que nació en 1517 y murió en 1619. Su tumba se halla en el Oratorio del Caballero de Gracia. Este Oratorio data de 1609, cuando fue establecido por la Congregación que había fundado el Caballero. La primitiva iglesia fue levantada en 1654. Ocupaba el solar en el que estuvo la vivienda del embajador de Inglaterra, asesinado en 1650 por cuatro católicos ingleses como venganza por la ejecución de Carlos I el año anterior.

Más de un siglo después, Carlos III, hermano mayor de la Congregación de esclavos del Santísimo Sacramento, encargó a Juan de Villanueva la reedificación del Oratorio y así es como ha llegado hasta nuestros días. Es una joya de la arquitectura neoclásica, y uno de los trabajos más importantes de su autor. Las obras se iniciaron en 1790 y no concluyeron hasta 1832. Contiene un discreto conjunto de obras de arte, de las que destaca especialmente un Cristo de la Agonía procedente del hospital de Agonizantes que hubo en la calle de Fuencarral, cuyo autor es Juan Sánchez Barba; data de mediados del siglo XVII y para algún especialista es una obra cumbre del barroco madrileño.

A punto estuvo de perecer este oratorio con las obras de la Gran Vía, que en principio no parecía que fuesen a respetarlo. Sin embargo se impuso la cordura, y se adaptó el trazado de la nueva avenida de forma que no se perdiese una obra arquitectónica tan notable. Por eso el primer tramo de la Gran Vía es diez metros más estrecho que el resto de la avenida, y por eso traza una extraña curva hacia la red de San Luis.

Peor suerte tuvieron el resto de las casas de la acera izquierda. Todas desaparecieron con la apertura de la Gran Vía. Entre estas casas estaba el palacio de la duquesa de Sevillano, que no podía creer que la vivienda de sus antepasados tuviera que dejar paso al progreso. Tanta fue la pena que sintió, que se marchó fuera de España y nunca volvió. La leyenda dice que, una vez derribado el palacio, se paseaba por su solar, cuando caía la noche, el fantasma lloroso de una mujer, que para algunos era el espíritu de la propia duquesa, quizás muerta de pena por su palacio perdido.