El Buen Pastor, por Murillo
(Museo del Prado, Madrid)
Entre las calles de Fuencarral y de San Bernardo. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Universidad.
Recibe su nombre nuestra calle de una quinta que hubo por estos pagos, propiedad de un tal Luis Carrillo, personaje principal de la corte de Felipe III. Debió de ser una finca magnífica, con jardines, fuentes y estatuas, en cuya entrada había una imagen de Jesús con un corderillo al hombro, iluminada siempre por dos farolillos, de ahí que se conociese como “Quinta del Divino Pastor”.
Existe una célebre leyenda relacionada con la Quinta; es del todo inverosímil, pues la protagoniza una hija del pintor Gregorio Ferro, que nació más de cien años después de que los enemigos de Luis Carrillo redujesen a cenizas su finca. Sea como sea, narrémosla. Una de las hijas del pintor fue seducida por un malintencionado galán y abandonó su casa. Ferro, atribulado, fue a buscar consuelo en el convento de la Encarnación, cuya priora le dijo que encontraría a su hija en la senda del Divino Pastor. La joven, que no encontró al pérfido amante, se extravió y vino a dar con la Quinta del Divino Pastor. Oyó el ruido que hacía la noria y decidió arrojarse al pozo. Sin embargo, los farolillos que iluminaban la imagen llamaron su atención y, postrada ante Jesús, se arrepintió de su descabellada idea y decidió reencontrarse con su padre, que la recibió con los brazos abiertos.
Tras la destrucción de la finca, hubo por aquí unos corrales que se siguieron conociendo como del Divino Pastor, nombre que pasó a la calle cuando se abrió.
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