El palacio de Altamira, en la calle de la Flor Alta
(Foto CC BY-SA Luis García)
Va la calle de la Flor Alta de la de Libreros a la de San Bernardo. La de la Flor Baja va de la calle de Isabel la Católica a la de Leganitos. En ambos casos el distrito es el 1 (Centro) y los barrios son el de Palacio (Flor Alta) y Universidad (Flor Baja).
Aunque siempre se ha tratado de dos calles diferentes (y su ubicación actual en el plano de Madrid no deja lugar alguno a la duda) las reunimos en un solo artículo porque desde el principio su trazado tenía continuidad y el límite entre Alta y Baja era únicamente su cruce con la calle Ancha de San Bernardo. Luego vino el proyecto de la Gran Vía, que hizo desaparecer muchas de las casas que por aquí había y también la continuidad recién mencionada, rota por la nueva gran avenida y una manzana entera que allí se levantó.
Para el nombre las dos calles sirve la misma explicación. Ya sabemos que por aquí andaba la magnífica quinta de don García Barrionuevo de Peralta y en concreto en la zona donde hoy se abren estas vías tenía un jardín que debía de estar situado a diferentes alturas. De ahí lo de flor alta y flor baja que, desaparecidas finca y huerta, quedó cuando se abrieron las calles. Por cierto, en el plano de Texeira la única que tiene apellido es la de la Flor Alta (que además abarca el último tramo de la calle de los Libreros, llamada entonces de Ceres).
Répide habla de varios edificios dignos de mención de la calle de la Flor Baja, pero todos perecieron víctimas del progreso, esto es, de la apertura de la Gran Vía. Sí que permanece aún en pie el que podía haber sido uno de los palacios más suntuosos de Madrid, el de Altamira. Sito en la calle de la Flor Alta, hoy está ocupado por una entidad privada de enseñanza superior. Fue un proyecto de Ventura Rodríguez que tenía previsto abarcar un solar enorme, toda la manzana en la que se ubica. Comenzadas las obras en 1773, finalizaron al año siguiente con solo una pequeña fracción de lo ideado por el genial arquitecto de Ciempozuelos. Pudo ser la falta de fondos –o la envidia del rey Carlos IV, que veía que aquella casa acaso daría algo de sombra a la suya– lo que impidiera su completa realización. En 1887 Mariano Belmás hizo un arreglo para completar lo que había quedado inconcluso. El edificio, una joya neoclásica, es monumento nacional desde 1977.
En el número 7 de la calle de la Flor Baja una placa recuerda que allí vivieron las grandes actrices María Fernanda Ladrón de Guevara y Amparo Rivelles, su hija.
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