
(Fotografía de Mauro A. Fuentes, www.fotomaf.com)
Entre la calle de Amado Nervo y la glorieta de Fuentidueñas. Distrito 3 (Retiro). Barrio del Niño Jesús.
Sinuosa y nueva calle de la colonia Retiro dedicada a una de las grandes figuras de la edad de plata de la tauromaquia. Antonio Mejías Jiménez nació el 25 de junio de 1922 en Caracas. Fue miembro de una célebre dinastía torera, procedente de la localidad extremeña de Bienvenida, origen del apelativo por el que fueron conocidos los matadores de la familia. Era hijo del Papa Negro, diestro que alternó con los grandes de la edad de oro. Se presentó como novillero en la vieja plaza de Los Tejares, en Córdoba, el 3 de julio de 1937, con novillos de Olivares y actuando mano a mano con Paquito Casado. Tomó la alternativa nada menos que en Madrid y con Miuras, el 9 de abril de 1941, siendo su padrino su hermano Pepe, con el que toreó mano a mano. Tras veinticinco años de éxitos, fracasos y graves cogidas, se retiró por primera vez en Madrid el 16 de octubre de 1966. Volvió a los ruedos en la temporada de 1971, y se retiró definitivamente en la plaza de Vista Alegre el 5 de octubre de 1974, con toros de Bohórquez y con un atractivo cartel que completaban Curro Romero y Rafael de Paula. Casi un año después, el 4 de octubre de 1975, cuando toreaba en un tentadero de la finca que la ganadera Amelia Pérez-Tabernero tiene en El Escorial, recibió una voltereta de una becerra llamada Curiosa, que le rompió el cuello. A resultas de esta herida murió en el Hospital de la Paz el 7 de octubre de 1975. Su entierro fue una demostración de fervor popular, y desde su casa del número 3 de la calle del Príncipe de Vergara, fue llevado a la plaza de las Ventas para dar su última vuelta al ruedo.
Esta calle, que sigue la circunferencia del ruedo de la antigua plaza de toros de Goya, desaparecida en 1934, está dedicada a la gran bailarina española Antonia Mercé y Luque, más conocida como la Argentina. Nació en Buenos Aires en 1890, y sus padres eran maestros de danza del Teatro Real. Primero la destinaron al ballet clásico, pero Antonia sin embargo tenía otras ideas y acabó dedicada de lleno al baile español. Fue quien estrenó El amor brujo de Falla y siempre se la ha considerado como su mejor intérprete. Intentó formar una compañía de ballets españoles semejante a los ballets rusos de Diaghilev, pero fracasó en el empeño. Junto con Vicente Escudero realizó diversas giras por Europa, en el transcurso de las cuales estrenó la Sonatina de Ernesto Halffter. Murió en la ciudad francesa de Bayona en 1936.
Debe esta calle su nombre a una capillita dedicada al Santo Ángel de la Guarda que allí había. Era propiedad de Gil Imón de la Mota, y se hallaba cercana al campillo que llevaba su nombre. Los vecinos eran muy devotos de la imagen que se guardaba en el pequeño santuario, y el día 2 de octubre, festividad de los Ángeles Custodios, se hacía una romería en la que los niños eran vestidos de angelitos y, según Répide, “los mayores solían acabar harto poco angélicamente en las tabernillas cercanas”. Un nieto de Gil Imón donó la imagen a la V.O.T., que la llevó al templo de San Francisco, y los terrenos fueron vendidos para construir viviendas, con lo que la capillita desapareció.
El primer nombre que se dio a esta calle fue el de Tarifa, pero un acuerdo municipal de 29 de diciembre de 1893 la dedicó a Andrés Mellado y Fernández. Nacido en Málaga en 1846, estudió Derecho y Filosofía, pero su verdadera vocación fue la de periodista, y tan pronto como en 1868 fundó el periódico El amigo del pueblo, que difundió ideas revolucionarias e impulsó a Andrés Mellado a entrar en política. Apoyó a Salmerón y Castelar y fue ardiente partidario de la I República, durante la que dirigió otro diario, La igualdad, fundado por Estanislao Figueras y clausurado por orden de Cánovas en 1875. Pero eso no calló al inquieto periodista, que inmediatamente pasó a tomar la batuta de El imparcial, que no abandonó en diez años. En 1889 es nombrado alcalde de Madrid y en su breve mandato consiguió sanear las siempre exhaustas arcas municipales. Además fue diputado por Puerto Rico, por Málaga y por Gaucín, y senador por Cuba. Desempeñó los puestos de vicepresidente del Congreso, gobernador del Banco de España, ministro de Instrucción Pública y comisario regio del Canal de Isabel II. También fue académico de la lengua. Fue a morir muy lejos de Madrid, en Biarritz, el año 1913.
Hay varias leyendas y tradiciones entrelazadas para explicar el origen de los nombres que ha tenido la calle. Todas se relacionan con una mujer que se dedicaba a asistir en los partos y que vivía aquí; se dice que guardaba en una botella una rosa de Alejandría que siempre llevaba consigo cuando ayudaba a dar a luz a alguna madrileña. Si la rosa se abría, era signo de que el parto no iba a tener problemas. De ahí vino el primer nombre que tuvo la vía, calle de la Rosa. Pero hay más datos. Nuestra comadrona era granadina, y se hizo famosa en Madrid cuando asistió en el parto a una dama llamada doña Guiomar de Mendoza, que fue célebre durante el reinado de Felipe IV. Así que la calle de la Rosa empezó a conocerse como calle de la Comadre de Granada y es así como figura en los planos de Texeira y Espinosa. El nombre subsistió hasta la gran reforma en la rotulación de las calles que llevó a cabo en 1834 el marqués viudo de Pontejos; desde entonces sólo se denominó de la Comadre. Y en 1878 adquirió el nombre actual, calle del Amparo. Para algunos, esto se debe a que ese era el nombre de la comadrona, para otros a que la mujer era un amparo para los vecinos del barrio. Y Répide concluye que el nombre “más bien parece indicar la existencia de algún refugio de desvalidos”, refugio que nos es totalmente desconocido.
Entre la calle de Carlos Arniches y la Ribera de Curtidores. Distrito 1 (Centro). Barrio de los Embajadores.
Aparece ya esta calle en el plano de Texeira, aunque no hay nada construido donde hoy se halla la casa de socorro de Arganzuela. En el plano de Espinosa sí que se llama como hoy en día. Está en pleno corazón del Rastro, en un lugar en el que tradicionalmente, entre otras muchas cosas, se halla el mercadillo de minerales, donde muchos hemos ido en busca de un buen trozo de pirita, aragonito o biotita para completar la colección que nos mandaban hacer en el colegio.
La tradición más aceptada de las que explican el origen de su nombre, indica que dentro de las festividades que hubo con motivo de la entrada en Madrid de la tercera esposa de Felipe II, Isabel de Valois, estuvo la actuación de un grupo de mujeres que, a caballo, ejecutaron unos difíciles ejercicios acrobáticos con gran destreza. En el paraje donde hoy se abre esta calle había un corral donde estaban guardados los caballos de estas damas, y que fue conocido como corral de las Amazonas. Y este es el sencillo origen de la denominación. Otra propuesta, dada por Peñasco y Cambronero, aunque la ponen “en tela de juicio” -bien es verdad que la otra tradición también la cuestionan- dice que la calle se abrió cuando se descubrió el río del mismo nombre y “se encomiaba el valor de aquellas célebres mujeres”. Sin embargo, como el Amazonas fue descubierto en 1499 y por aquellos años la villa aún no había llegado hasta estos contornos, es bastante difícil que no suene a fantasía esta segunda leyenda.