21.7.23

Isabel Tintero (Calle de)

El lienzo que representa a la Virgen de la Paloma, en su actual retablo

Entre la calle de la Paloma y la Gran Vía de San Francisco. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio.

Isabel Tintero fue una piadosa madrileña que a finales de siglo XVIII vio cómo unos chiquillos jugaban con una pintura de la Virgen de la Soledad que habían encontrado en unos corrales cercanos a la calle de la Paloma, donde vivía Isabel. Arregló un poco la imagen y la colocó en un retablo de su casa. Y desde entonces fue objeto de una gran veneración por los madrileños, que la conocen como la Virgen de la Paloma, una de las más castizas. La calle es de apertura muy reciente (oficialmente existe desde el 30 de noviembre de 1990), dentro de la profunda reforma que sufrió toda esta parte del casco antiguo de la villa.

14.7.23

Isabel la Católica (Calle de)

Isabel I de Castilla, por Juan de Flandes
(Palacio Real, Madrid)

Entre la plaza de Santo Domingo y la Gran Vía. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio. 

Varios nombres ha tenido esta calle, algunos de ellos relacionados con diversos edificios que hubo en ella y que ya han desaparecido. En el plano de Texeira se llama de los Premostenses, ya que antes de que existiese la Gran Vía terminaba junto al convento de los premostratenses de San Norberto, en cuyo solar se edificó después el mercado de los Mostenses. Cuando se abrió la Gran Vía, se llevó por delante no solo el último tramo de nuestra calle, sino también el mercado, una joya del arte arquitectónico en hierro. 

Se sabe también que la calle ostentó el nombre de Espíritu Santo; Répide nos explica la causa: el convento estaba dedicado al Espíritu Santo y su patrono, el conde de Miranda, pidió que así fuera. Sin embargo, el 1 de enero de 1835 se llamaba de la Inquisición, ya que en ella estuvo hasta su supresión en 1820 la cárcel y el Tribunal de Corte del Santo Oficio. Cuenta Mesonero Romanos que tras la eliminación del tribunal, asaltó el pueblo de Madrid este edificio “ávido de encontrar en ellas [en sus prisiones] las horrendas señales de los tormentos y las víctimas desdichadas de aquel funesto tribunal”, pero no hubo nada de eso, salvo dos o tres presos políticos en los pisos altos. 

Como aún muchos seguían llamándola por el otro nombre antiguo y dado que había ya una calle del Espíritu Santo, en el marco de la regularización del nomenclátor municipal que se hizo ese año de 1835, el día 11 de enero pasó a denominarse de María Cristina. Otra vez es Répide quien nos lo explica, ya que fue esa reina, cuarta esposa de Fernando VII, quien fundó un Conservatorio que estaba en la plaza de los Mostenses, a la que llevaba esta calle. 

Aquí estuvo asimismo el convento de las monjas de Vallecas, trasladado desde su ubicación en la calle de Alcalá esquina a Peligros a finales del siglo XIX. Allí se hallaba desde mediados del siglo XVI, después de haber sido fundado en la localidad de Vallecas en 1473 (de ahí su nombre; se trataba de monjas cistercienses o bernardas). Fue incendiado en mayo de 1931, con lo cual sus moradoras lo tuvieron que abandonar; tras numerosos traslados hoy en día están en la calle de Joaquín Costa, junto al Santuario de Nuestra Señora de los Peligros. 

La reina Isabel I de Castilla, más conocida como Isabel la Católica, nació en Madrigal de las Altas Torres el 22 de abril de 1451 (hay quien afirma que también podría haber sido en Ávila e incluso en nuestra villa). Era hija de Juan II de Castilla e Isabel de Portugal. En 1469 se casó con Fernando, entonces príncipe heredero de Aragón. A la muerte de su hermano Enrique IV, en 1474, fue proclamada reina de Castilla en detrimento de su sobrina Juana, a quien se acusaba de no ser hija del rey sino del favorito Beltrán de la Cueva. Estalló entonces una guerra civil entre partidarios de una y otra que acabó en 1479 con el Tratado de Alcaçovas. Ese mismo año subió Fernando al trono de Aragón y ambos fueron, por tanto, consortes de los reinos de la una y el otro. Esto supuso una suerte de unificación confederal de los reinos peninsulares (salvo Portugal y Navarra), que se consumó con la conquista de Granada a comienzos de 1492. Ese año Isabel patrocinó la expedición de Cristóbal Colón que llevó al descubrimiento de América y al comienzo del imperio español. Murió en Medina del Campo el 26 de noviembre de 1504, dejando un reino de Castilla centralizado en detrimento del poder feudal, unificado religiosamente tras la expulsión de nazaríes y judíos (fue el papa Alejandro VI quien les otorgó el título de “Reyes Católicos” en 1496) y con un incipiente imperio ultramarino. En su testamento nombró heredera del trono a su hija Juana, pero bajo la regencia de su padre al menos hasta que su nieto Carlos tuviese la edad suficiente. La reina Isabel está enterrada en la Capilla Real de la catedral de Granada.

7.7.23

Isabel II (Plaza de)

Retrato de Isabel II con su hija Isabel en 1852, por Franz Xaver Winterhalter
(Palacio Real, Madrid)

Entre las calles del Arenal, Priora, Caños del Peral, Campomanes, Arrieta, Vergara, Independencia y Escalinata. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio. 

Esta plaza no existió hasta las primeras décadas del siglo XIX. Formaba parte de un laberinto de callejuelas que había delante del Palacio Real, y concretamente por aquí pasaba el barranco que seguía el trazado de la calle del Arenal y que fue nivelado. Pero aún hoy se puede tener una idea del desnivel existente si bajamos las escaleras que dan acceso a la calle de la Escalinata desde nuestra plaza. 

Varios nombres ha tenido. El más antiguo fue el de Caños del Peral, por la famosa fuente del mismo nombre que aquí había (ahora expuesta en una suerte de museo subterráneo en la estación del metro de Ópera) y que desde tiempos remotos permanecía en este lugar. A principios del siglo XIX, durante el reinado de José Bonaparte, se ideó una profunda reforma de toda la zona de manera que se despejasen las vistas del Palacio Real. Para ello se derribaron numerosas manzanas de casas y varias iglesias y se dejó un enorme descampado frente al Palacio en el que poco más se pudo hacer, así que la herencia del rey intruso fue crear un barrizal impresionante antes que la gran avenida que uniese la sede de la monarquía con la Puerta del Sol. Acabada la guerra de la Independencia se vuelve sobre el asunto y en el solar se plantea la construcción de un Teatro de la Ópera que sustituyese al antiguo de los Caños del Peral que estuvo aquí y que desapareció en 1817 por ruinoso. El proyecto es de Antonio López Aguado, y la construcción comenzó en 1818. Sin embargo, no se estrenó como teatro de ópera hasta 1997. Y es que el Teatro Real no ha tenido mucha suerte. No fue inaugurado hasta 1850 y tuvo que sufrir continuos arreglos hasta que en 1925 llegó a amenazar ruina porque se asienta sobre terrenos ricos en aguas subterráneas que son muy poco firmes. Nuevas obras, nuevas paralizaciones y por fin en 1966 puede abrir sus puertas, pero como sala de conciertos. Se pretendía convertirlo en el gran teatro de ópera del que Madrid carecía (o mejor dicho, devolverle al cometido para el que fue ideado) durante el año de la capitalidad cultural, 1992, pero como más arriba se ha indicado, hubo que esperar hasta el 11 de octubre de 1997 para que El sombrero de tres picos y La vida breve, de Falla, dieran comienzo a su primera temporada como renacido templo lírico.

El Teatro Real
(Foto CC BY-SA Nemo)

En 1835 recibió esta plaza el nombre de Isabel II, cuando todavía no estaba formada del todo. Tras la revolución que destronó a la reina castiza, desde el 29 de septiembre de 1869 se llamó plaza de Prim, como aparece en el plano de Ibáñez de Ibero, pero con la Restauración, el 11 de enero de 1875, volvió a su primitiva denominación. Así se mantuvo hasta la Segunda República, cuando el 17 de abril de 1931, tres días después de su proclamación, pasó a ser la plaza de Fermín Galán, uno de los héroes del levantamiento republicano de Jaca de 1930, y aunque de nuevo Isabel II volvió aquí tras la guerra (el célebre 26 de abril de 1940, en concreto), nadie se acuerda de ella, ni de Prim ni de Galán y todo el mundo conoce este sitio como “Ópera”, debido no al teatro, que para nadie es el de la ópera, sino más bien a la estación del metro, que al igual que en otros lugares no cambió su denominación y sigue siendo Ópera. 

En la plaza hay un monumento que representa a la reina que le da nombre, obra de José Piquer que fue colocada allí en 1850. La pagó el comisario general de Cruzada, el canónigo Manuel López Santaella, y esto provocó la rechifla de los madrileños, que, como no podía ser menos, sacaron una copla del asunto:

Santaella, de Isabel 
costeó la estatua bella, 
y del vulgo el eco fiel 
dice que no es santo él, 
ni tampoco santa ella. 

La poesía se puso en el pedestal de la estatua al día siguiente de su casi clandestina inauguración. Al año siguiente la escultura fue retirada y colocada en el vestíbulo del cercano teatro. Algunos años después se situó, en el lugar que la reina dejó vacío, una alegoría de la comedia que perduró hasta 1905, cuando doña Isabel volvió a su primitivo emplazamiento. 

La célebre estatua de Isabel II
(Foto: J. L. de Diego)

Isabel II, hija de Fernando VII, nació en Madrid el 10 de octubre de 1830. Al morir su padre el 29 de septiembre de 1833 fue proclamada reina, sin haber cumplido aún tres años y a pesar de las reclamaciones de Don Carlos María Isidro, hermano del rey, que invocaba la ley sálica, según la que las mujeres estaban excluidas del trono. Había nacido el carlismo, que costó tres guerras civiles a España durante el siglo XIX. La minoría de Isabel II estuvo ocupada por las regencias de su madre, María Cristina de Borbón, y después de Espartero, obtenida tras uno de los muchos pronunciamientos (una de las palabras que España ha aportado al lenguaje internacional, y no sé si esto nos ha de servir para sentirnos orgullosos, sobre todo si se tiene en cuenta que otras son siesta, guerrilla...) que hubo en el siglo XIX. Y tras un nuevo pronunciamiento de otro experto en los mismos, Narváez, se declara mayor de edad a la reina, con trece años, y se acaban las regencias, pero vienen las dictaduras, repartidas entre Narváez, el moderado, y O’Donnell, el progresista y luego liberal. Muertos O’Donnell en 1867 y Narváez en 1868, a la reina le queda poco fuelle y es destronada por la Revolución de Septiembre de 1868. Siguió su exilio en París, donde abdicó en su hijo Alfonso XII el 25 de junio de 1870. Murió en la capital francesa el 9 de abril de 1904, dejando sin trabajo a su joven bibliotecario, que respondía al nombre de Pedro de Répide.