30.12.22

Hermosilla (Calle de)

Difícil elegir una imagen para esta entrada (leed y sabréis por qué)
Al final, me he decantado por esta de (CC BY-SA) Asqueladd

Entre el paseo de la Castellana y la calle de Dolores Romero. Distrito 4 (Salamanca). Barrios de Recoletos, Goya y de la Fuente del Berro. 

Es nuestra calle una de las más largas del barrio de Salamanca, aunque su longitud ha variado con el tiempo. Al principio salía de la calle de Serrano y terminaba en el campo. Luego se prolongó hasta la Castellana y hasta la calle del Doctor Esquerdo y, al final, llegó hasta los confines de la colonia Iturbe, en las cercanías del parque de la Fuente del Berro. 

En tiempos, a la altura del número 15, hubo una iglesia parroquial, la de Nuestra Señora de la Concepción, que hizo que el tramo comprendido entre Serrano y Lagasca se denominase calle de la Concepción. Esto fue así hacia 1874-75. Sin embargo, varios años antes, el 28 de abril de 1871, se había decidido darle el nombre con el que hoy la conocemos. 

Y aquí llega el problema, pues no hay acuerdo entre nuestros cronistas de cabecera sobre el personaje al que está dedicada. Peñasco y Cambronero indican que se trata del arquitecto José de Hermosilla y Sandoval, nacido en la localidad pacense de Llerena el 12 de mayo de 1715 y fallecido en Leganés el 21 de junio de 1776 y a quien, entre otros edificios, se debe el antiguo Hospital General en el que hoy se halla el Museo Reina Sofía. Répide, por su parte, se la adjudica al polígrafo madrileño José Mamerto Gómez Hermosilla, nacido el 11 de mayo de 1771 y muerto también en nuestra villa el 31 de marzo de 1837; fue uno de los más esclarecidos afrancesados, lo cual le valió el exilio al final de la guerra de la Independencia. Se le debe una obra en tres volúmenes titulada El Jacobinismo, una suerte de piedra angular del pensamiento político conservador. También tradujo La Ilíada, fue redactor de varios periódicos madrileños y dirigió el Colegio Libre de San Mateo fundado por Alberto Lista. 

Entre los cronistas más recientes, Bravo Morata sigue a Peñasco-Cambronero e Isabel Gea menciona a ambos personajes sin deshacer el empate. Así que, vosotros elegís: el arquitecto o el escritor y periodista.

23.12.22

Hermanos Bécquer (Calle de los)

Retrato de Gustavo Adolfo Bécquer (1862), por su hermano Valeriano
(Museo de Bellas Artes, Sevilla)

Entre las calles de Serrano y de López de Hoyos. Distrito 4 (Salamanca). Barrio de La Castellana.

Nuestra calle formaba parte de la de Diego de León, bien que dando un brusco giro a la altura de la calle de Serrano, hasta que el 9 de marzo de 1916 el Ayuntamiento decidió desgajarla de ella y dedicársela a los hermanos Valeriano y Gustavo Adolfo Domínguez Bécquer, pintor el primero, poeta el segundo, ambos grandes representantes del Romanticismo en sus campos artísticos. Valeriano nació en Sevilla el 15 de diciembre de 1833. Sus apellidos eran en realidad Domínguez Bastida, pero tanto él como su hermano decidieron utilizar el más exótico Bécquer, el segundo de su padre (que también había cambiado en su momento). Recibió lecciones de su tío y se estableció en Madrid, donde se reunió con su hermano Gustavo Adolfo. Viajó mucho por España, en alguna ocasión pensionado por el Gobierno, para reflejar en sus obras tipos y trajes populares. Murió en Madrid el 23 de septiembre de 1870. Gustavo Adolfo, también nacido en Sevilla el 17 de febrero de 1836, se vino a Madrid con dieciocho años en busca de una fama que, al menos al principio, no encontró. Enfermo de tuberculosis desde 1857, murió, tan prematuramente como su hermano, el 22 de diciembre de 1870, en Madrid. Fue el pintor Casado del Alisal quien promovió que se publicasen sus obras. Gracias a ello podemos disfrutar de sus Rimas y Leyendas, obra cumbre del Romanticismo literario español.

16.12.22

Hermanos Álvarez Quintero (Calle de los)

Los hermanos Álvarez Quintero (1908)
Foto de Kaulak

Entre las calles de Serrano Anguita y de Sagasta. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Justicia. 

Es la nuestra una de las dos calles que se abrieron, en los primeros años del siglo XX, en la manzana delimitada por las actuales calles de Sagasta y Serrano Anguita y la plaza de Santa Bárbara (la otra fue la de Antonio Flores). Desde el 30 de octubre de 1931 lleva el nombre de quienes quizá sean los hermanos más famosos de nuestra literatura, los Álvarez Quintero. Serafín nació el 26 de marzo de 1871 y Joaquín el 20 de enero de 1873, ambos en Utrera. A pesar de que en 1889 se trasladaron desde Sevilla a Madrid –donde empezaron trabajando en el Ministerio de Hacienda– y aquí tuvieron sus primeros éxitos teatrales y se establecieron, siempre conservaron en su obra la presencia de Andalucía. Escribieron, siempre en colaboración, más de doscientas piezas, entre comedias, sainetes, libretos para zarzuelas, incluso algún que otro drama. Difícil es hacer una selección de sus obras, pero si hay que nombrar alguna, tal vez las más conocidas sean El genio alegre (1906), Las de Caín (1908), Malvaloca (1912) o Mariquilla terremoto (1930). Tras la muerte de Serafín, acaecida en Madrid el 12 de abril de 1938, Joaquín continuó escribiendo bajo el seudónimo “Hermanos Álvarez Quintero”; él falleció, también en nuestra villa, el 14 de junio de 1944. Ambos fueron miembros de la Real Academia Española; tuvieron bastante relación con Benito Pérez Galdós, que incluso llegó a proponerles que adaptasen alguna de sus novelas al teatro (Marianela, en 1916). 

En el número 6, sendas placas recuerdan que allí vivieron el actor madrileño Miguel Ligero y su esposa, la cantante lírica chilena Blanca Pozas, y también el escritor Luis Fernández de Sevilla, autor, entre otros, de los libretos de las célebres zarzuelas La del soto del parral y Los claveles.

9.12.22

Hartzenbusch (Calle de)

Juan Eugenio Hartzenbusch, por Eduardo Rosales
(Museo de Zaragoza)

Entre las calles de Fuencarral y Palafox. Distrito 7 (Chamberí). Barrio de Trafalgar. 

En la segunda mitad del siglo XIX se abrió esta calle, que fue primeramente dedicada, el 11 de octubre de 1875, al político gaditano Pedro José Moreno Rodríguez (1839-1908), quien fue ministro de Gracia y Justicia durante la Primera República. Un acuerdo municipal del 24 de diciembre de 1886 cambió su nombre por el actual. Juan Eugenio Hartzenbusch nació en Madrid el 6 de septiembre de 1806, de padre alemán. Fue dramaturgo, y tuvo una importante participación en el movimiento romántico con dramas en verso como Los Amantes de Teruel –su obra de más éxito, estrenada en 1837–, al que siguieron Doña Mencía (1839) y La Jura de Santa Gadea (1845). También compuso comedias mágicas como aquella cuyo título ha quedado casi como un dicho popular, Los polvos de la madre Celestina (1840), y además tiene en su haber sainetes en prosa, entre los que cabe citar La visionaria (1840), La coja y el escogido (1842) y Juan de Viñas (1844). Asimismo escribió artículos costumbristas y fue poeta (Fábulas, 1843). Ingresó en la Real Academia Española en 1847 y fue director de la Biblioteca Nacional entre 1862 y 1875. Murió en su villa natal el 2 de agosto de 1880.

2.12.22

Guzmán el Bueno (Calle de)

Guzmán el Bueno arrojando su daga en el cerco de Tarifa, por Martínez Cubells
(Museo del Prado, en depósito en la Universidad de Zaragoza)

Entre la calle de Alberto Aguilera y la avenida de la Reina Victoria. Distrito 7 (Chamberí). Barrios de Gaztambide y Vallehermoso. 

Es la nuestra la calle más larga de esta zona del Ensache; en época de Répide su trazado se detenía ante el Cerro del Pimiento pero, horadado este, acabó llegando hasta los límites establecidos en el proyecto de Castro. 

Hay un par de edificios de esta calle en los que merece la pena detenerse. El primero es una interesante obra neomudéjar; está situado en la esquina con la calle de Fernando el Católico y se trata del colegio La Salle, construido como escuela para niños pobres y patronato de obreros entre 1905 y 1907 según un proyecto de Enrique Fort y Luis Esteve. El otro quizá no sea una obra maestra de la arquitectura, pero sí que fue la sede de las ilusiones de mucha gente. Se construyó en 1963 conforme a los planos de Manuel Ródenas y desde ese año hasta 2009 fue el lugar donde se celebraban los sorteos de la Lotería, en especial el de Navidad. La calle de Guzmán el Bueno, a la altura de ese número 137, fue testigo de las colas de los ciudadanos que esperaban asistir al sorteo y, ¡quién sabe!, quizá también a ser agraciados con algún pellizco o incluso con el Gordo. 

El Colegio La Salle
(Foto CC BY-SA Luis García, Zaqarbal)

Fue el 21 de julio de 1880 cuando el Ayuntamiento dio nombre a la calle, el de Alonso Pérez de Guzmán, un caballero leonés nacido el 24 de enero de 1256, uno de cuyos descendientes fue el primer duque de Medina Sidonia. Estuvo al servicio de Alfonso X el Sabio y también de Sancho IV, durante cuyo reinado, en 1294, tuvo lugar la defensa de Tarifa que lo hizo entrar en la leyenda. Dice esta que los sitiadores se apoderaron de su hijo y amenazaron a Guzmán con matarlo si no entregaba la plaza, a lo cual respondió el caballero lanzando su propia daga para que consumasen el asesinato. Murió en Gaucín, luchando contra los benimerines, el 19 de septiembre de 1309.

25.11.22

Gutenberg (Calle de)

El “ejemplar Lenox” de la Biblia de 42 líneas.
Biblioteca Pública de Nueva York
[Foto CC BY-SA Kevin Eng (NYC Wanderer)]

Entre la avenida de la Ciudad de Barcelona y la calle del poeta Esteban Villegas. Distrito 3 (Retiro). Barrios del Pacífico y de los Jerónimos. 

Por aquí estaba el célebre olivar de Atocha y, cuando se planificó el Ensanche, se pensó que el parque del Retiro creciese hacia el sur, pero poco se tardó en cambiar de opinión y al final se levantaron edificios de casas baratas. Eso no quiere decir que fuesen malas o antiestéticas. Antes al contrario, las pocas que subsisten, por ejemplo la que hace esquina en nuestra calle con la avenida de la Ciudad de Barcelona son un buen ejemplo del bello estilo neomudéjar tan típico de las primitivas edificaciones de estos nuevos barrios.


El primer nombre que tuvo nuestra calle fue el de Piedrafita, otorgado el 1 de enero de 1887; apenas unas semanas después, el 2 de marzo de ese mismo año, fue dedicada al creador de uno de los inventos fundamentales en la historia de la Humanidad. Johannes Gensfleich, más conocido como Johannes Gutenberg, fue un orfebre nacido en Maguncia en 1400 que hacia 1440 ideó la imprenta de tipos móviles, lo cual supuso que las obras escritas se podrían distribuir ampliamente y no como hanta entonces, que solo circulaban de forma manuscrita. De las obras que imprimió, tal vez la más conocida sea la “Biblia de 42 líneas” o “Biblia de Gutenberg”, de la que quedan cerca de 50 ejemplares de los 180 que se produjeron en su momento, entre 1450 y 1455 (hay dos en España, una en la Biblioteca de la Universidad Sevilla y otra en la Biblioteca Pública del Estado de Burgos). Gutenberg murió en su ciudad natal el 3 de febrero de 1468. 

Como curiosidad, se puede indicar que antes que esta ya hubo otra calle de Gutenberg en Madrid. No es otra que la que hoy conocemos como de Argensola, que llevó el nombre del inventor alemán desde el 1 de enero de 1869 hasta el 6 de julio de 1874.

18.11.22

Gurtubay (Calle de)

Carmen de Gurtubay (1910-1959)
La calle no está dedicada a ella, pero debería estarlo

Entre las calles de Lagasca y de Velázquez. Distrito 4 (Salamanca). Barrio de Recoletos. 

Calle breve, situada en una zona donde abundan los suntuosos y casi aristocráticos edificios típicos de las primeras manzanas del barrio de Salamanca. Su nombre recuerda a quien era propietario de estos terrenos; se trataba de Juan Cruz Gurtubay y Meaza, comerciante y banquero nacido en Bilbao el 24 de febrero de 1841 y fallecido en Durango el 22 de octubre de 1893. Poco después de su deceso, el 15 de diciembre de 1893, fue cuando el Ayuntamiento le otorgó su nombre a la vía. 

Répide nos cuenta una historia un tanto chusca sobre el origen de la fortuna de esta familia, después emparentada con la nobleza. Al parecer, el padre del homenajeado en nuestra calle era un pescadero vizcaíno llamado Simón Gurtubay Zubero que en el primer tercio del siglo XIX quiso hacer un pedido de mil bacalaos. Algo pasó en la redacción o transmisión del encargo, ya que para asombro de nuestro comerciante le llegaron no mil, sino un millón de ejemplares. Su estupor duró poco, pues por entonces aconteció el sitio de Bilbao, durante la primera guerra carlista, y pudo colocar todo el género a un precio tal que lo hizo rico a él y a toda su descendencia. 

Si bien el señor Juan Cruz Gurtubay tuvo el mérito de ceder gratuitamente la parcela y contribuyó a su urbanización, tampoco estaría de más, dado que solo el apellido aparece en la placa, que pasase a recordar a su nieta Carmen de Gurtubay (1910-1959), madrileña, quien tras una juventud frívola y aristocrática pasó a defender ideas progresistas, a exiliarse en París al poco de estallar la guerra civil sin dejar de trabajar para el gobierno legítimo de la República y, después, a convertirse en una agente aliada contra los nazis que arriesgó su vida en muchas ocasiones en pro de la victoria frente al Eje.

11.11.22

Guipúzcoa (Calle de)

Foto CC BY-SA Hmvg

Entre las calles de Bravo Murillo y de Istúriz. Distrito 6 (Tetuán). Barrio de los Cuatro Caminos. 

Esta zona fue una de las primeras en urbanizarse a la orilla de la entonces llamada carretera de la Mala de Francia, junto a la glorieta de Cuatro Caminos. De hecho, aún conserva alguna de las primitivas y típicas casas de ladrillo visto de la época. Ya el 1 de enero de 1887 el Ayuntamiento decidió ponerle un nombre, que fue el de Erice. Quizá el apellido del dueño de alguna parcela, quizá el de la localidad siciliana de ese nombre… El caso es que poco duró esa denominación, pues el 2 de marzo del mismo año se le dio la que tiene actualmente. 

Que no es otra que la del territorio histórico del País Vasco de ese nombre, aunque el oficial es Gipuzkoa. Su superficie es de 1997 km2 y cuenta con algo más de 718 000 habitantes. La capital es San Sebastián y los municipios más poblados son Irún, Rentería, Eibar, Zarauz, Mondragón y Hernani. 

A modo de curiosidad, indiquemos que otras dos calles de lo que actualmente es Madrid se llamaron de Guipúzcoa; tras las anexiones de mediados del siglo pasado y a causa de la duplicidad de nombre con la que nos ocupa, fueron rebautizadas. Son las actuales Cosmos, en la Ventilla y Lequeitio, en El Plantío, antes pertenecientes, respectivamente, a Chamartín de la Rosa y Aravaca.

4.11.22

Guillermo Rolland (Calle de)

¿Pero qué pinta esto aquí?
(Leed la entrada y lo sabréis)

Entre la calle de la Bola y la plaza de la Marina Española. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio. 

Hasta el 12 de julio de 1901 esta calle se denominó de las Rejas, bonito nombre debido a las muchas que tenían las casas que en ella había, pero ese año el Ayuntamiento se la dedicó a este señor, cuyo gran mérito fue llegar a Madrid como un simple buhonero y acabar como un gran capitalista. Muchos lustros antes de lo que hoy se llama el “pelotazo” y de que estudiantes de Ciencias Empresariales vitoreasen a banqueros corruptos y sinvergüenzas a los que admiraban por su facilidad y desfachatez a la hora de hacer dinero, ya había gente, como el señor Rolland, que conseguía poner su nombre a una céntrica calle de Madrid con credenciales de este tipo. Más valdría haber dejado el tradicional y hermoso nombre de calle de las Rejas. 

Dos personajes importantes tienen relación con esta calle. En ella murió, el 7 de febrero de 1862, Francisco Martínez de la Rosa, y en ella nació veintiséis años después uno de los madrileños más geniales, Ramón Gómez de la Serna. En el segundo caso, una placa recuerda el acontecimiento, de la siguiente forma:

EN ESTA CASA NACIÓ EN 1888
EL ESCRITOR 
RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA 
EL AYUNTAMIENTO DE MADRID 
LE DEDICA ESTA CONMEMORACIÓN 
EN 1949 

Es decir, cuando Ramón vivía exiliado en Argentina.

28.10.22

Guillermo de Osma (Calle de)

Guillermo de Osma, fotografiado por Kaulak (1907)

Entre las plazas de la Beata María Ana de Jesús y del general Maroto. Distrito 2 (Arganzuela). Barrio de la Chopera. 

No estaba prevista en el plan del Ensanche la creación de la tranquila barriada con forma de triángulo cuyo lado más septentrional es nuestra calle; se trata de la colonia del Pico del Pañuelo, un proyecto de casas baratas para los empleados del antiguo matadero que tiene la peculiaridad, con respecto a otros que datan de la misma época, de que no se trata de un grupo de pequeños hotelitos sino de viviendas en altura. Lo proyectó el arquitecto Fernando de Escondrillas y se levantó entre 1928 y 1930. Poco antes, el 14 de julio de 1926, bautizó el Ayuntamiento nuestra calle. 

Iglesia de la Beata María Ana de Jesús
(Foto CC BY-SA Tamorlan)

En el número 10 nos encontramos con la iglesia parroquial de la Beata María Ana de Jesús, un diseño de Joaquín Núñez Mera, proyectada en 1943 y construida entre 1945 y 1952; fue bendecida e inaugurada el 5 de julio de 1952. 

La calle está dedicada a Guillermo Joaquín de Osma y Scull, que nació en La Habana el 24 de enero de 1853 en el seno de una familia aristocrática. Primero se dedicó a la diplomacia, pero en 1891 entró en política dentro del Partido Conservador (Cánovas del Castillo estaba casado con una prima suya). Fue diputado hasta 1918, cuando pasó a ser senador vitalicio. Ocupó la cartera de Hacienda en dos ocasiones (1903-04 y 1908), en gobiernos presididos por Antonio Maura. Además, fue arqueólogo, fundador en 1916 del Instituto de Valencia de Don Juan (era conde consorte de Valencia de Don Juan desde que en 1888 se casó con la condesa titular, Adela Crooke). Murió en Biarritz, a consecuencia de un accidente ferroviario, el 7 de febrero de 1922.

21.10.22

Guardias de Corps (Plaza de los)

Guardias de corps, según un dibujo aparecido en la
Memoria para la Historia de las tropas de la Casa Real de España (1824),
de Serafín María de Sotto, conde de Clonard

Entre las calles del Conde-Duque y del Limón. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Universidad. 

La actual plaza fue en sus orígenes calle, en concreto parte de la del Cristo, que hoy asoma por una de sus esquinas. Se formó como resultado de prolongar la vía que se acaba de mencionar desde la calle del Limón a la del Conde-Duque. Siempre fue bastante estrecha, con lo cual, más que calle fue travesía. Como Travesía de los Guardias, sin más, aparece en la obra de Peñasco y Cambronero y también en la de Répide, en este último caso cuando ya se había producido el derribo de las casas que dio al paraje aspecto de plazuela. En su solar no se volvió a edificar, sino que se acabó uniendo a la vía primitiva para crear un espacio mayor. Fue el 28 de diciembre de 1944 cuando el Ayuntamiento decidió que aquello se había convertido oficialmente en una plaza, si bien en algunas épocas también se consideró glorieta. 

El nombre se debe a su proximidad al cuartel del Conde-Duque, sede que fue de la guardia de corps o guardia personal del rey, organizada al modo francés por Felipe V en 1706.

14.10.22

Grijalba (Calle y Pasaje de)

 

Juan de Grijalva o Grijalba, grabado anónimo en la
 Historia General de los Hechos de los Castellanos, de Antonio de Herrera y Tordesillas

La calle comienza en la de Vitruvio y termina como fondo de saco. El pasaje comienza y termina en la calle de Grijalba. 

Desde el 1 de enero de 1934 lleva esta calle, que es centro de una tranquila y elegante barriada de chalés, el nombre del conquistador Juan de Grijalba o Grijalva. Nacido en Cuéllar hacia 1488-90, pasó muy joven a Cuba, donde estuvo a las órdenes de su paisano Diego Velázquez de Cuéllar. Participó en diversas expediciones de exploración de la península del Yucatán y el golfo de México –durante las cuales descubrió el territorio de Tabasco–, así como en la de Pedrarias Dávila para la conquista de Honduras, durante la cual murió el 21 de enero de 1527. 

El pasaje recibió su nombre el 1 de enero de 1986.

7.10.22

Gravina (Calle de)

Federico Gravina, retrato anónimo (c. 1810)
(Museo Naval, Madrid)

Entre las calles de Hortaleza y del Barquillo. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Justicia. 

Nuestra calle, una de las principales del animado barrio de Chueca, se llamó en su día de San Francisco y su longitud era bastante menor a la actual, pues solo iba de la calle de Pelayo a la de Góngora. En 1846, dos años antes de que recibiese su denominación actual, se prolongó en ambos sentidos y alcanzó la extensión que hoy conocemos. 

El 31 de marzo de 1848 decidió el Ayuntamiento otorgarle el nombre de Federico Carlos Gravina, marino siciliano nacido en Palermo el 12 de agosto de 1756. En 1775 entró como guardiamarina en la armada española y, tras unos pocos años en Ultramar, volvió a la Península o, mejor dicho, a sus mares circundantes. Participó en numerosas campañas navales y también se le encomendaron misiones diplomáticas, pero quizá por lo que más es recordado es por su participación en la desastrosa batalla de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805. En ella perdió un brazo y sufrió otras heridas que finalmente lo llevaron a la tumba en Cádiz el 9 de mayo de 1806.

30.9.22

Granado (Calle y Plaza del)

Foto CC BY-SA Basilio

La calle está entre la de la Redondilla y la plaza de la Morería. La plaza está entre las calles de los Mancebos y Angosta de los Mancebos. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio. 

Nos hallamos en pleno barrio de la Morería, en una calle y una plaza de nombre ancestral que se debe a la presencia de un granado, último testigo de unos jardines que hubo por la zona. Nuestros cronistas de cabecera añaden que la plaza también recibió en su día la denominación de plaza de Merlo. La causa es que, al parecer, ese era el apellido de San Isidro y se supone que frecuentaría estos pagos. Se podría añadir que hasta el 1 de enero de 1881 se consideró “plazuela” y no plaza.

23.9.22

Granada (Calle de)

El Albaicín, desde la Alhambra
(Foto del autor)

Entre las calles de Gutenberg y del Doctor Esquerdo. Distrito 3 (Retiro). Barrio del Pacífico. 

La primera calle que llevó este nombre en nuestra villa fue la que hoy conocemos como de Alfonso XII, tal y como se dijo en su momento. La decisión fue del Ayuntamiento de la época del Sexenio revolucionario. Agotado este, el nuevo concejo de la Restauración decidió, el 11 de febrero de 1878, dedicar la calle original al monarca entonces reinante y denominar de Granada a una vía que casi se encontraba aún en fase de proyecto en la recién creada barriada del Pacífico. 

Desde entonces homenajea a esta magnífica ciudad andaluza, digna de ser visitada al menos una vez en la vida no solo por su Alhambra y su Generalife, sino por las muchas otras maravillas que encierra, incluido un paseo por la calle Navas para disfrutar de unas buenas tapas. Granada, capital de provincia, tenía casi 232 000 habitantes en 2021.

16.9.22

Gran Vía de San Francisco (Avenida de la)

Sello de correos (de mi colección; sí, también colecciono sellos)
con la imagen del diseñador de esta calle, Secundino Zuazo

Entre la glorieta de la Puerta de Toledo y la plaza de San Francisco. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio. 

Quien tenga la curiosidad de ahondar siquiera un poco en la historia de la villa de Madrid, sabrá que desde el siglo XIX ha habido muchos y grandes proyectos para horadar el apelmazado callejero del centro histórico y así abrir calles amplias, de modo que nuestra humilde corte se equiparase con las grandes ciudades europeas. Pocos de estos proyectos se llevaron a cabo; quizá el más conocido sea el de la Gran Vía, de la que hemos hablado en el artículo anterior. Otro de los que se finalizó es el de la calle que nos ocupa, que fue casi igual de tortuoso y largo. 

Fue idea de Secundino Zuazo abrir esta vía como una suerte de prolongación de la calle de Bailén, haciendo borrón y cuenta nueva del llamado barrio de San Francisco, que el Ayuntamiento no consideró digno de conservar a pesar de que algunas de sus casas databan de hacía cientos de años. Como en el caso de su hermana mayor, se procedió a expropiarlas y se pretendía comenzar las obras en la primavera de 1935. Sin embargo, una serie de problemas administrativos las demoraron hasta la de 1936, con lo cual quedaron paralizadas al estallar, pocas semanas después, la guerra civil. 

Una vez terminada la contienda, se volvió sobre el proyecto. Aunque se tomaron diversas iniciativas en los años cuarenta del siglo pasado, no fue hasta 1957 cuando empezaron los trabajos en serio. Al año siguiente se puso nombre oficial a la calle; fue el 11 de de junio de 1958 y se llamó avenida de los Reyes Católicos. Las obras no finalizaron hasta 1961; las de la calzada, porque durante mucho tiempo no hubo más que solares a la orilla de esta calle. Dada la duplicidad de su nombre con otra vía que se ubica en las cercanías de la Ciudad Universitaria, el Ayuntamiento decidió, por su proximidad a la iglesia de San Francisco, otorgarle su denominación actual el 30 de septiembre de 1966.

(Gran parte de la información de este texto la he sacado del blog Historias matritenses, en concreto de esta entrada)

9.9.22

Gran Vía

Foto CC BY-SA Francisco Anzola

Entre la calle de Alcalá y la Plaza de España. Distrito 1 (Centro). Barrios de Cortes, Justicia, Sol, Palacio y Universidad. 

La villa de Madrid, corte desde 1561, sin embargo no lo parecía a mediados del siglo XIX. Callejas estrechas, un caserío apelmazado y mezquino, poca salubridad y ventilación diferenciaban nuestra villa de otras capitales europeas. Durante el reinado de Isabel II, que fue la época en la que más reformas se propusieron para la villa, se empezó a vislumbrar la posibilidad de crear una Gran Vía que abriese una grieta de modernidad en el inalterable plano de Madrid. Inalterable por el casi nulo crecimiento de la villa, constreñida en sus cercas, en los anteriores doscientos años. 

El proyecto de Ensanche de Carlos María de Castro se presentó en 1860 y en 1859 se inició la profunda reforma de la Puerta del Sol. Era inevitable construir una Gran Vía. Y la primitiva Gran Vía sería creada como consecuencia de la reforma citada. Se prolongaría la calle de Preciados, ya ensanchada en su tramo entre la Puerta del Sol y la plaza del Callao, y llegaría hasta la entonces plaza de San Marcial. La idea es de 1862, y algo se empezó a hacer. Algunas expropiaciones, y –cito a Peñasco y Cambronero, en su artículo referido a la desparecida calle de Peralta– “la casa números 6 y 8 forma una rinconada, porque se construyó el año 1862 para alinear una gran vía que pensó hacerse desde la Plaza del Callao hasta la de San Marcial”. Lo anterior fue escrito en 1889, y ya entonces había otro proyecto, firmado en 1886 por Carlos Velasco y Peinado. Esta idea, ya más factible y ambiciosa, fue la que condujo a Felipe Pérez y González a escribir los versos de La Gran Vía, a los que puso música Federico Chueca, y con ello dieron una de sus obras maestras al género chico. Esta vez, la Gran Vía nace y finaliza casi en los mismos lugares que en la actualidad, pero siguiendo una línea recta. Se formaría una glorieta en el cruce con la Corredera Baja de San Pablo y, al final, tras un brusco giro hacia la izquierda a la altura de la calle de Amaniel, enlazaría ya con la plaza de San Marcial. Pero, tampoco. En este caso, la extraña legislación sobre expropiaciones tuvo la culpa. En 1898 de nuevo el Ayuntamiento recoge el proyecto, y se lo entrega a José López Sallaberry y Francisco Andrés Octavio, que lo modifican, y ¡ya tenemos proyecto de Gran Vía! 


Pero no, aún no. No se entrega hasta 1904, y las obras no empiezan sino en 1910. Y terminan... ¡en 1954! 

Casi cien años para construir una calle son muchos años, pero en Madrid los cambios son siempre muy mal asumidos, y la Gran Vía era un cambio muy grande. 

En 1910 se iniciaron los derribos de los solares expropiados. La primera víctima fue la casa del cura de la iglesia de San José, en la que Alfonso XIII clavó una piqueta dorada una mañana de abril. Este primer tramo hizo desaparecer la calle de San Miguel, que iba desde la Red de San Luis hasta la calle de Alcalá. Antes de comenzar las obras, el 17 de noviembre de 1909, se decidió que su denominación sería Conde de Peñalver, en recuerdo del alcalde que promovió la puesta en marcha del proyecto. 

En el segundo tramo se acabó con la mayor parte del trazado de la calle Jacometrezo, y el nombre elegido el 25 de marzo de 1915 fue el de Pi y Margall, destacado político del siglo XIX que fue presidente del Poder Ejecutivo durante la Primera República. 

Y el tercer tramo se inició a mediados de los años veinte y no finalizó hasta que se igualó el terreno en la calle Princesa y se enlazó con la plaza de España. Fue el trozo más destructivo, que más calles hizo desaparecer, y que se llevó por delante el magnífico mercado de los Mostenses, verdadera joya de la arquitectura en hierro. El nombre de este tercer tramo, otorgado el 1 de abril de 1921, fue en principio Eduardo Dato, presidente del Consejo de Ministros asesinado en la Puerta de Alcalá poco menos de un mes antes de tal bautizo. 

Pero tras la guerra (durante la misma su nombre popular fue “Avenida de los Obuses”, por los muchos que se dirigían hacia el edificio de la Telefónica; también tuvo su primer tramo la denominación oficial, entre 1937 y 1939 de Avenida de Rusia), cambian todos los nombres y durante más de cuarenta años se denominó Avenida de José Antonio, aunque los madrileños siempre la conocieron como Gran Vía. El 25 de enero de 1980 definitivamente adquiere esa denominación. El conde de Peñalver y Eduardo Dato fueron en su momento compensados, respectivamente, con las antiguas calles de Torrijos y del Cisne, pero se olvidaron de Pi y Margall, que siguió sin calle en Madrid hasta que le concedieron una avenida en el nuevo polígono de Sanchinarro, en julio del año 2000. 

Con el inicio de las obras de la Gran Vía, la calle se empezó a llenar con los edificios más suntuosos que Madrid tenía, empezando por el de La Unión y el Fénix, en la esquina con Alcalá y Caballero de Gracia, el cual se levantó en el solar de la “casa del ataúd”, llamada así por ser muy estrecha y alargada. El edificio de la Unión y el Fénix (Metrópolis desde 1975) fue el primero de los llamados “en quilla de barco”, que luego proliferaron más en la Gran Vía. Fueron sus arquitectos los franceses Jules y Raymond Fevrier, que ganaron un concurso internacional, y se levanto entre 1907 y 1910. Una nueva casa del cura de San José surgió en la acera contraria, y junto a ella, el edificio de la Gran Peña. Por cierto, que esta acera del primer tramo fue una decepción para muchos aristócratas que tenían sus posesiones en las cercanías, y que habían hecho reformas con la idea de que sus fachadas diesen a la nueva avenida, pero el cálculo fue erróneo y ninguno de ellos acertó. En 1917 se abrió este tramo, que en su versión final fue diez metros más estrecho de lo previsto, quizá para salvar el Oratorio del Caballero de Gracia, quizá por otro tipo de intereses. En cualquier caso, el hecho de haber impedido la desaparición de la joya arquitectónica firmada por Villanueva (ver calle del Caballero de Gracia) hace que nos dé exactamente igual la anchura de esta parte de la avenida. 

Foto CC BY-SA Manuel M. Vicente

El segundo tramo, cuyas obras empezaron inmediatamente y finalizaron en 1922, sí que mantiene la original anchura de 35 metros. En principio estuvo prevista la construcción de un bulevar adornado con soforas japónicas, lo cual se descartó posteriormente. De esta manera nos ahorramos que más adelante se hubiese eliminado de todas formas, para que pudieran pasar los coches, hoy por hoy dueños de las calles (y cada vez más de las aceras) de nuestra villa. El edificio más imponente de este tramo de la Gran Vía es la sede de la Telefónica. Su autor es Ignacio de Cárdenas Pastor, que se basó en estudios realizados en Estados Unidos, lo cual dio una impronta americana a la obra. A pesar de todo procuró dar un toque local en la portada y otros elementos, que tratan de asumir formas del tradicional barroco madrileño. Las obras se iniciaron en 1925 y en 1929 el perfil de Madrid ya contaba con el que fue su más alto edificio durante muchos años. 

El templete de Antonio Palacios, reedificado
(Foto CC BY-SA Carel3DS)

A la altura de la Red de San Luis, el gran arquitecto Antonio Palacios levantó una pequeña obra que era (y es) un ejemplo de que su arte no sólo se mostraba en los grandes edificios, muchas veces acusados de grandilocuencia. Se trataba del templete de entrada a la estación de Gran Vía del metro, que permitía un más cómodo acceso a los andenes mediante ascensores. Fue levantado en 1919 y en 1932 tuvo que ser reformado y se instalaron en él ascensores de menor tamaño. En marzo de 1966 se decidió que ya no servía y estorbaba, y fue eliminado. Por suerte no desapareció del todo, ya que fue desmontado y trasladado al pueblo natal de Antonio Palacios, Porriño, donde lo colocaron en un parque; se tuvo la pretensión de utilizarlo como oficina de información, pero lo que hoy se ve allí no es más que su triste esqueleto. Es una vergüenza que Madrid no haya podido conservar el que fue uno de sus símbolos durante mucho tiempo, y, aun siendo muy de agradecer la iniciativa de la ciudad gallega, hoy en día ese templete tendría que estar en algún punto importante de esta villa. Durante varios lustros solo nos quedó a los madrileños un modesto recuerdo en forma de relieve en la propia estación del metro de Gran Vía (que con el tiempo también desapareció en una de las reformas hechas en ella); hoy en día se ha levantado una réplica en el mismo lugar donde estuvo el original, no exenta de polémica por los destrozos realizados en los cimientos primigenios. Se inauguró en julio de 2021. 

©PromoMadrid, autor Alfredo Urdaci

Y el tercer y último tramo empezó a construirse en 1925 y no se acabó de edificar el último inmueble hasta mediada la década de los cincuenta. Muchos y muy buenos edificios tiene, pero todos los especialistas destacan uno, el del cine Capitol, que realmente se llama Edificio Carrión. Obra maestra del expresionismo en la arquitectura, está firmado por Luis Martínez Feduchi y Vicente Eced y Eced, que obtuvieron el encargo tras imponerse en un concurso restringido. Se levantó entre 1931 y 1933 y fue el primer edificio destinado a hotel por apartamentos en Madrid. Hoy en día no se puede apreciar su belleza en plenitud, pues su fachada y, sobre todo, su torreón, están cubiertos de anuncios luminosos, que, por otra parte, forman ya parte de la esencia de esta villa. 

El toro estoqueado por Diego Mazquiarán, Fortuna, en la Gran Vía

Un suceso curioso acaeció en esta avenida en 1928, cuando aún no se había acabado del todo. Un toro se escapó y hubo de ser estoqueado en plena calle por el diestro Diego Mazquiarán Fortuna. José María de Cossío narra en su monumental obra Los toros el acontecimiento: “El 29 de enero de 1928, en la conducción de ganado bravo al matadero de Madrid, un toro se desmandó del resto de la piara, y entrando en Madrid por el puente de Segovia sembró el pánico por sus calles, atropellando e hiriendo a varias personas. En la Gran Vía, Mazquiarán, que casualmente transitaba por ella, se quitó el abrigo y detuvo su carrera con varios lances. Impidió que el toro abandonara el engaño y le tuvo embebido en él hasta que llegó el estoque que había mandado a buscar a su casa. Con el abrigo a guisa de muleta le dio media estocada en lo alto. La multitud que en torno a él se había agrupado, le ovacionó emocionada, sacando los pañuelos, pidiendo la oreja para el matador circunstancial”. 

Desde su finalización, la Gran Vía se convirtió en una de las principales arterias de la ciudad, comercial y bullanguera, llena de cafés, terrazas, comercios y grupos de turistas extranjeros que recorren sus cuestas en tropel y asombrándose de cuanto ven, asombrándose de ver una avenida moderna y europea en lugar de un montón de plazas de toros –a pesar de la media estocada de Fortuna–, tablaos flamencos y bandoleros de patillas y faca... En fin, esto es Europa.

(La primera versión de esta entrada data de, más o menos, 1994. Muchos años después, en 2010, se actualizó y corrigió para ser publicada en la revista La Gatera de la Villa con el título "Breve historia de la Gran Vía: Una grieta de modernidad en un viejo caserío asfixiado". La versión que aquí se lee es la tercera, con alguna que otra enmienda a la que apareció en el número 2 de esa revista, que podéis consultar aquí)

26.8.22

Gran Capitán (Glorieta del)

Grabado de Bartolomé Vázquez según un dibujo de José Jimeno
aparecido en Retrato de españoles ilustres (1791)

Entre las calles de Alberto Aguilera y del Conde Duque. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Universidad.

Curioso caso el de esta glorieta. Podríamos pensar que abarca todo el cruce de la calle de Alberto Aguilera con el eje que forman las del Conde Duque y Vallehermoso, pero no es así. Parece ser que el Ayuntamiento solo considera como tal la esquina que hace la calle de Alberto Aguilera con la acera de los pares de la calle del Conde Duque, pero ni tan siquiera nuestra glorieta puede reclamar ese edificio de fachada curva. Su portal es, en realidad, el número 11 de la calle de Alberto Aguilera. Así que nos encontramos con una vía pública que existe (hay una placa con su nombre en el edificio recién mencionado) pero que no tiene portales. En ella no vive nadie, no hay tiendas… Solo existe en el nomenclátor oficial del Municipio, que la incorporó el 4 de mayo de 1931. En cuanto al personaje al que recuerda, acabamos de hablar de él en la calle de Gonzalo de Córdoba y allí remitimos.

19.8.22

Grafal (Calle de)

(Foto CC BY-SA Luis García, Zaqarbal)

De la plaza de Segovia Nueva a la Cava Alta. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio. 

En tiempos nuestra calle se llamó del Azotado (de hecho, durante unos pocos días de comienzos de 1835 compartió tal denominación con la actual). No hay que pensar mucho para deducir que el origen del nombre está en algún individuo que sufrió tal castigo. Si bien Peñasco y Cambronero no dan detalles al respecto, Répide es algo más explícito e incluso le pone nombre, Hernán Carnicero. Lo que no nos dice es cuál fue su delito; sí que vivía en esta calle y se sintió tan humillado al pasar frente a su casa de tal guisa (sufriendo los varetazos subido en un pollino) que primero la vendió y más tarde le prendió fuego causando un gran destrozo y dejando su apelativo durante bastante tiempo cuando se reedificaron las viviendas y se formó de nuevo la calle. 

Desde el 11 de enero de 1835 se llama de Grafal. Lo cierto es que la denominación es errónea, pues en realidad se refiere al marqués consorte de Rafal, que por aquí tenía su morada. Antonio de Heredia y Bazán, nacido en Sigüenza el 10 de septiembre de 1687, se casó con Antonia de Rocamora y Heredia, marquesa de Rafal, el 27 de octubre de 1743 y fue entonces cuando adquirió el título. Unos años después, en noviembre de 1747 se convirtió en corregidor de Madrid, cargo que ocupó hasta su muerte, el 9 de mayo de 1753; se le deben el terraplenado de la cercana Cava Alta (que, no olvidemos, en su origen fue un foso) y el ensanche de la tampoco muy lejana plaza de Puerta Cerrada.

15.7.22

Goya (Calle de)

Autorretrato de Goya, c. 1773
(Colección particular)

Entre la plaza de Colón y la calle del Doctor Esquerdo. Distrito 4 (Salamanca). Barrios de Recoletos y Goya. 

Es esta una de las principales calles del barrio de Salamanca. Aunque su inicio fue urbanizado en los primeros momentos de crecimiento del nuevo Ensanche, durante mucho tiempo cruzó huertas y tierras de labor, además de los jardines de recreo llamados Campos Elíseos, favoritos de los madrileños en el tercer cuarto del siglo XIX; en el mapa del término de Madrid hecho en 1910 por el ingeniero municipal Núñez Granés aún está bordeada por construcciones aisladas. Ya Répide habla de una calle “de gran longitud, toda de modernas construcciones y abundante en aristocráticas viviendas. Acaso es la vía más alegre del barrio de Salamanca”. Hoy en día, aunque muchas de esas viviendas aristocráticas se han convertido en bloques de pisos, sí que es la calle de Goya una de las más animadas del barrio de Salamanca, y una de las más comerciales, con numerosas tiendas pequeñas y uno de los centros más concuridos de unos grandes almacenes (inaugurados el 23 de septiembre de 1966, después veremos qué tiene de particular esta fecha).

Basílica de la Purísima Concepción
(Foto CC BY-SA Zarateman)

El principio de la calle bordea los jardines del Descubrimiento, de los que se habló más detenidamente cuando paseamos por la plaza de Colón. En la acera izquierda, al poco de pasar el instituto Beatriz Galindo, nos encontramos con el primer edificio singular de la calle. Se encuentra en el número 26 y es la basílica de la Purísima Concepción. Se trata de un templo de traza neogótica, de la que se abusó quizá un poco a finales del siglo XIX y principios del XX. Fueron sus arquitectos Jesús Carrasco y Eugenio Jiménez, y se construyó entre 1902 y 1914. Tiene tres naves, y a los pies se eleva una torre de 44 metros coronada por una aguja metálica. Éste es un detalle que desagradaba especialmente a Répide, pero no sólo eso, sino también el que la imagen de la Inmaculada en que finaliza la aguja estuviese rematada por un vulgar adorno de bombillas que para él era una “iluminación propia para la entrada de un teatro”. Narra el gran cronista cómo unos pilluelos lograron subir hasta la imagen y robaron las bombillas, y su consejo era que, ya que la acción fue arriesgada y meritoria, la podían haber exhibido en público, pues eso “les habría procurado seguramente un gran contrato como acróbatas en los Estados Unidos”. Aún otra objeción pone Répide a la iglesia, y es que en su cripta, no contemplada en el proyecto inicial, se realizaban enterramientos, burlando las disposiciones que prohíben hacerlo.

Detalle del Edificio Castaño

En la amplia e importante intersección de nuestra calle con la de Alcalá, encrucijada a la que también desembocan las calles de Narváez y del Conde de Peñalver y es siempre un pequeño o gran caos circulatorio, hay un punto en que fijarse. En el número 91 de nuestra calle, que hace esquina con el 98 de Alcalá, hay una construcción, conocida como “Edificio Castaño”, que es una buena muestra del racionalismo madrileño; fue diseñado por Jesús Martí Martín y se levantó entre 1930 y 1935, fechas en las que este original estilo arquitectónico se encontraba en el punto más alto de su desarrollo. Es un típico edificio en quilla de barco en el que los elementos racionalistas se entremezclan con otros expresionistas, por lo que se puede encontrar una cierta analogía con el grandioso edificio del cine Capitol en la Gran Vía. 

Permítaseme una vanidad. En el número 120 de la calle de Goya, donde actualmente un pequeño edificio de color crema alberga una residencia de ancianos perteneciente a la Comunidad de Madrid, había antes, cuando el pequeño edificio era de color gris, una maternidad que se llamaba Casa de la Madre. (Aquí podéis ver una foto). Pues allí, en una de las habitaciones cuya ventana daba a la calle del Doctor Esquerdo, el 22 de septiembre de 1966, se dejó caer por este mundo parando en la villa de Madrid un servidor de ustedes, madrileño del Ensanche, distrito del Congreso, barrio de Lista, parroquia de Covadonga. Esto es, un día antes de que, en la misma acera, se abriesen los célebres grandes almacenes de los que hemos hablado unos párrafos más atrás. 

Don Francisco de Goya y Lucientes –a quien está dedicada la calle desde el 8 de febrero de 1866–, gloria de la pintura española y universal, nació en el pueblecito aragonés de Fuendetodos el 30 de marzo de 1746. Se formó primero en Zaragoza con José Luzón (1760-61), y en 1763 pasó a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, donde prosiguió sus estudios hasta 1766. Después del obligado viaje a Italia (1770-71), vino a Madrid de nuevo, donde en 1773 se casó con la hermana de Francisco Bayeu, pintor influyente que le ayudó en estos primeros momentos de su carrera. Al año siguiente, Rafael Mengs le encargó que realizase cartones para tapices que se elaborarían en la Real Fábrica de Santa Bárbara, tarea que ocupó a Goya desde 1775 hasta 1792 y en la que surgieron obras que narran los aspectos lúdicos de la vida del Madrid dieciochesco (El Pelele, La Gallina Ciega) o escenas de la vida cotidiana (El Cacharrero). Entretanto, Goya fue nombrado pintor del Rey (1786) y de cámara (1789). Enfermó estando en Cádiz, donde pasó parte de los años 1792 y 1793, y como resultado de ello se le declaró la sordera que para muchos críticos es la causa que hizo derivar el estilo de Goya, hasta entonces influido primero por el rococó y luego por el neoclasicismo, hacia unos cauces que hacen de él un pintor único en la historia del arte y un punto de partida en el que todas las tendencias pictóricas posteriores buscan su fuente. En 1797 pintó la cúpula de la ermita de San Antonio de la Florida y realizó la serie Los caprichos, premonición tempranísima del surrealismo. Ya en el siglo XIX surgieron las Majas (1803-05), para las que pudiera muy bien haber posado una de las mujeres más influyentes del Madrid de la época, la duquesa de Alba María Teresa Cayetana. La guerra de la Independencia afectó especialmente al artista aragonés, que quizá fue testigo presencial de la lucha del pueblo de Madrid contra el invasor francés y de las terribles represalias tomadas contra los patriotas. Los desastres de la guerra, serie de aguafuertes iniciados en 1810 muestran claramente la visión de Goya sobre tales barbaridades y creo que además quieren ser un canto a la estupidez de cualquier guerra. También consecuencia de los espantosos hechos del 2 y el 3 de mayo de 1808 son dos de los más importantes cuadros de Goya: La lucha del pueblo con los mamelucos, que muestra los choques habidos en la Puerta del Sol entre los madrileños y los terribles soldados egipcios de Napoleón, y Los fusilamientos en la Montaña del Prícipe Pío, ocurridos la madrugada del 3 de mayo. 

Los fusilamientos del tres de Mayo
(Museo del Prado, Madrid)

 Acabada la guerra, grabó la serie La Tauromaquia (desde 1816), y se retiró a la casa que compró en 1819 en las cercanías de Madrid, la llamada “Quinta del Sordo”, que se hallaba cerca del camino de Alcorcón, hoy paseo de Extremadura. Entre 1820 y 1823 decoró sus paredes con las llamadas Pinturas Negras, de un crudo expresionismo y que muestran en algunos casos al pueblo de Madrid en fiesta, mas con un leguaje harto dispar al que mostraba en sus cartones y sus vistas de la pradera de San Isidro años antes. La Quinta fue derribada en 1913, pero las pinturas se salvaron gracias a que fueron trasladadas a lienzo por el pintor Martín Cubells.

La lechera de Burdeos (1827), uno de los últimos cuadros de Goya, anticipo del Impresionismo.
(Museo del Prado, Madrid)

Goya marchó a Burdeos, ciudad en la que realizó sus últimas obras, ya rayanas en el impresionismo, y donde murió el 16 de abril de 1828. Fue primero enterrado en el cementerio de la Chartreuse de la ciudad francesa; en 1900 sus restos volvieron a Madrid, primero al cementerio de San Isidro y, desde 1919 reposan definitivamente –al menos eso esperamos– en la ermita de San Antonio de la Florida, cuya cúpula es un derroche de su genio.

8.7.22

Gonzalo Jiménez de Quesada (Calle de)

Cuando leáis la entrada sabréis qué pinta aquí la foto de mi ejemplar de este libro

Entre la Gran Vía y la calle del Desengaño. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Universidad. 

Como todas las aledañas a la Gran Vía, esta calle ha sufrido bastantes cambios no solo de forma sino de nombre. Antes de las obras se conocía como calle del Carbón y comenzaba en la de Jacometrezo. El nombre provenía de que aquí había unos almacenes de carbón; ya a principios del siglo XVIII se cuestionó si una ubicación tan céntrica era adecuada para un material peligroso como ese pero, como pasa tantas veces, no se hizo nada al respecto. 

Aún no estaba siquiera comenzado el correspondiente tramo de la Gran Vía cuando la denominación cambió. El 18 de septiembre de 1896 fue dedicada a uno de nuestros cronistas de cabecera, Hilario Peñasco, madrileño, nacido el 14 de enero de 1857 y fallecido el 12 de noviembre de 1891, escritor, periodista, concejal en el Ayuntamiento y, lo que es más importante para estas páginas, autor junto con Carlos Cambronero de una de las obras más consultadas para escribir estos textos, Las calles de Madrid: noticias, tradiciones y curiosidades (1889). 

El problema fue que, al abrirse la Gran Vía y desaparecer casi la mitad de la calle, la corporación del momento no consideró oportuno dejar a tan ilustre cronista en este lugar tan merecido y el 12 de agosto de 1921 renombró el tramo superviviente como Jiménez de Quesada. El 7 de julio de 1939 se añadió el nombre de pila del personaje y la denominación quedó tal y como hoy la conocemos. El agravio se reparó a medias cuando el 25 de enero de 1984 se dio el nombre de Hilario Peñasco a una remota vía en Canillejas, sin duda mucho menos de lo que se merecía el personaje.

Retrato de Gonzalo Jiménez de Quesada, por Ricardo Gómez Campuzano
(Academia Colombiana de la Historia)
(CC BY-SA)

Gonzalo Jiménez de Quesada nació en Córdoba hacia 1506. De niño marchó a vivir a Granada y posteriormente estudió leyes en Salamanca. Se embarcó hacia América en 1535, donde participó en la conquista de lo que luego sería Nueva Granada y fundó Santa Fe de Bogotá el 6 de agosto de 1538. Volvió a la península en 1539 y aquí tuvo que afrontar pleitos y encarcelamientos por su actuación en América. Regresó en 1551 y estuvo bastantes años poco activo, hasta que en 1568 emprendió la expedición a “El Dorado”, que acabó como un serio fracaso cuatro años después. Murió en San Sebastián de Mariquita, en el actual departamento colombiano de Tolima, el 14 de febrero de 1579.