(Foto CC BY-SA Osiliab)
Entre la Gran Vía y la calle de la Estrella. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Universidad.
Pocas de las personas que compartieron aulas universitarias en Madrid con quien esto escribe (que estudió su carrera en la segunda mitad de la década de 1980) desconocerán esta calle, en la que se encuentran varias librerías especializadas en los textos que necesitábamos en nuestros estudios. Así fue desde antes de mis tiempos y también lo ha seguido siendo después.
Si con este párrafo introductorio parece quedar claro el origen del nombre de la calle, solo nos estamos refiriendo a la última etapa de su historia, que es larga y con variada nomenclatura.
En el plano de Texeira, nuestra calle se prolonga por donde hoy está la Gran Vía y, dando un giro hacia la derecha, va a terminar (o, mejor dicho, comenzar) en la de San Bernardo. El geógrafo portugués la indica como calle del Poça alta, prolongación de la desaparecida calle del Pozo. Si avanzamos un siglo y consultamos el plano de Espinosa, vemos que el tramo que va desde el cruce con la calle de la Flor Alta se denomina calle de la Justa. Recurrimos a Peñasco y Cambronero para buscar una explicación: cuando esto aún era el campo, hubo por aquí un célebre pozo cuya propietaria se llamaba Justa (Répide añade un apéndice un tanto fantástico: de tal pozo salieron dos basiliscos que mataron a una joven con solo mirarla…) De ahí los nombres, e incluso un tercero que sugieren don Hilario y don Carlos: calle del Pozo de la Justa. Ya que se ha mencionado a Répide, se puede recurrir de nuevo a él para indicar que aquí daban las tapias del cementerio de la Buena Dicha (la iglesia del mismo nombre abre su fachada a la calle de Silva y el número 12 de nuestra calle es una entrada trasera del templo), donde, entre otros patriotas de los que perecieron en el asalto al cuartel de Monteleón en 1808, estuvo enterrada Manuela Malasaña.
El 23 de mayo de 1893 el Ayuntamiento decidió cambiarle el nombre y que se llamase de Ceres, la diosa romana de la agricultura. Traigo otra vez a Répide para reproducir aquí su jocoso comentario sobre el ambiente que tenía esta calle en su época (comienzos del siglo XX): “hubiera sido más propio el de Venus, cuyo culto es tan frecuente en los sórdidos meretricios de esta calle”. Y aún sigue, con respecto al nombre “verdadero” de la vía: “Lo que se ignora es la razón que tuvo un Ayuntamiento gentílico para darle el nombre de Ceres… como no sea por el cerdoso sacrificio con que era costumbre honrar a la madre de Proserpina”.
Poco tuvo, sin embargo, que padecer tal denominación nuestro admirado don Pedro. El 15 de diciembre de 1926, nuevo cambio, y la calle de Ceres pasó a ser la de Constantino Rodríguez, caballero del que he sido incapaz de encontrar reseña alguna salvo su presencia transitoria en la nomenclatura de esta vía. De todos modos, tampoco duró mucho, pues el 20 de febrero de 1948 y a propuesta de Pío Baroja, pasó a llamarse tal y como hoy la conocemos. Uno de los rombos del Ayuntamiento recuerda a Felipa Polo, “La Felipa”, que aquí tuvo su librería entre 1944 y 2000, después de haber trabajado con la mítica doña Pepita, la pionera de las libreras de esta calle.