8.11.06

Acuerdo (Calle del)

Convento de las Comendadoras
Entre las calles del Noviciado y de Alberto Aguilera. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Universidad.

Esta calle, que hasta bien entrado el siglo XX terminaba en la de San Hermenegildo, lleva un nombre para el que existen dos explicaciones. La primera es un tanto legendaria y bastante poco verosímil. Se cuenta que en Cantabria una joven tomó de los brazos de una Virgen la imagen del Niño Jesús para venerarla en su casa. Un día fue a pedir a su morada cobijo un peregrino, al cual expuso sus deseos de hacerse monja. Respondió él que en Madrid se estaba fundando un convento. Y ella, ni corta ni perezosa, se encaminó a la Corte con su Niño Jesús, y se presentó ante la puerta de la famosa imprenta de Quiñones, cuya dueña primero le dio albergue y luego la condujo al convento, que no era otro sino el de las Comendadoras de Santiago, fundado en las eras de Amaniel por iniciativa de Felipe IV, que destinó a la compra de los terrenos la herencia dejada por Francisco Contre­ras y su esposa. Cuando la joven llegó ante la puerta del beaterio vio la imagen de Santiago vestido de peregrino y exclamó "éste es el peregrino que me envió a Madrid, sí, yo me acuerdo". Y de estas tres últimas palabras le vino el nombre a la calle. La joven profesó y el Niño Jesús que traía consigo recibió veneración durante mucho tiempo en el convento, donde era conoci­do como el Niño Montañés.

Sin embargo, la otra versión, aunque más prosaica y menos espiri­tual es la que tiene más visos de ser real. Al fundarse el convento hubo discusión entre los presidentes de los consejos de Castilla y de las Órdenes y el prior de la Orden de Santiago, residente en Uclés, sobre la procedencia de las monjas que debían ocupar el convento de las Comendadoras de Santia­go. Unos querían que viniesen del toledano monasterio de Santa Fe, y otros preferían que llegasen del convento de Santa Cruz de Valladolid. Tras duras negociaciones por fin se llegó a un acuerdo, que fue precisamente firmado en la imprenta de Quiñones, y las religiosas elegidas fueron las vallisoleta­nas.

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