(Foto CC BY-SA 3.0 Basilio)
Entre las calles de Valverde y de Concepción Arenal. Distrito 1 (Centro). Barrio de Universidad.
Desde el siglo XVI se debe de llamar así esta calle, aunque tuvo algún cambio. En el plano de Texeira se rotula calle del Desengaño, oy de los Basilios, lo cual indica que durante unos años, entre los siglos XVII y XVIII se conoció como calle de los Basilios. Este nombre se debe al convento de San Basilio, que estuvo aquí. Fundado junto al arroyo del Abroñigal el año 1608, hubo de trasladarse tres años después a la calle del Desengaño por lo insalubre de su primitivo emplazamiento. En 1665 se reedificó el convento, que perduró hasta la desamortización, en 1836. Después se utilizó como cuartel de la Milicia Nacional y como sede de la capitanía general; la iglesia sirvió para ubicar en ella la bolsa de comercio. Catorce años después fue definitivamente derribado y en su solar se levantó un teatro que fue primero conocido como de los Basilios, y después, Lope de Vega. En 1864 desapareció; el solar fue utilizado por la compañía La Peninsular, que construyó un edificio de viviendas y abrió una calle que se llamó de Muñoz Torrero.
El nombre actual de la calle tiene un origen legendario y misterioso. Se cuenta que el príncipe Vespasiano de Gonzaga cortejaba a una bella joven que era pupila de don Diego de la Nao, cuyas casas se hallaban muy cerca de nuestra calle (véase calle de la Nao). Al parecer no era el príncipe el único galán que tenía la dama, pues nada más y nada menos que Jacopo Grattis, el Caballero de Gracia, también buscaba los favores de la joven. Un malhadado día se encontraron ambos rivales justo a la altura de nuestra calle. Relucieron los aceros y estaban prestos a cruzarse cuando ante la vista de los contendientes pasó una enigmática sombra embozada seguida de un zorro que los amenazaba con sus ojos negros y brillantes. Lejos de acobardarse, los dos caballeros decidieron aplazar su pugna y desvelar aquel misterio. La sombra se había parado junto a una tapia y parecía esperarlos. Cuando al fin la abordaron y levantaron las telas que la cubrían, vieron con espanto que no era sino un cadáver momificado. El desengaño sufrido por los galanes originó el apelativo de la calle. Pero también muy cerca de aquí estaba la quinta del conde de Vocinguerra de Arcos (véase calle de Fuencarral), y allí se reunían por aquellos entonces un grupo de conspiradores encabezados por Íñigo López de Mendoza, que eran partidarios del príncipe Don Carlos frente a su padre Felipe II. No queriendo compañía por esos contornos, pudieron inventar la historia para llenar de espanto a las gentes que hacia allí dirigiesen sus pasos. En definitiva, ahí está la leyenda, y, como muy bien dicen Peñasco y Cambronero, sirva “para poner al lector al corriente de cuantos antecedentes hemos podido reunir de las calles de Madrid, pero sin que atestigüemos su autenticidad”.
Iglesia de San Martín
(Foto CC BY-SA 3.0 Antonio Vélez)
En el número 26 de la calle se yergue la austera fachada de ladrillo visto de la iglesia parroquial de San Martín, antiguo templo de Porta Coeli. En 1643 se fundó aquí un convento de clérigos menores de San Felipe Neri que pocos años después fue abandonado; entonces lo ocuparon otros clérigos menores, los llamados caracciolos, que ya tenían en la villa el convento del Espíritu Santo, donde hoy se levanta el Congreso de los Diputados. Desde 1648 se va ampliando poco a poco el convento, y alrededor de 1725 se levantó la iglesia actual, cuya portada está atribuida a Pedro de Ribera; Peñasco y Cambronero la consideran de mal gusto, pero hoy en día se admira como una de las buenas obras del barroco madrileño. Tras la desamortización, desapareció el convento, pero no la iglesia, a la que fue trasladada la ancestral parroquia de San Martín en 1868, después del derribo del convento del mismo nombre. La iglesia fue incendiada en 1936, y con ello se perdieron muchas obras de arte que provenían del antiguo convento benedictino.
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