Entre la calle del León y la plaza de Cánovas del Castillo. Distrito 1 (Centro). Barrio de las Cortes.
Nada extraño tiene que en pleno barrio de las Letras nos encontremos con una calle dedicada al príncipe de nuestros ingenios. Menos aún si tenemos en cuenta que la casa en la que vivió y probablemente murió daba a esta calle, aunque su entrada principal estaba por la del León.
Pero antes de proseguir, digamos que desde tiempos ancestrales esta calle se llamaba de Francos, y como tal aparece en el plano de Texeira. Esto era así porque en ella se encontraba la casa de la familia de tal apellido al menos desde los tiempos del rey Juan II de Castilla, en la primera mitad del siglo XV. Fue el primero Pedro Suárez Francos, regidor de la villa en aquel entonces.
Pues hete aquí que en la casa que hace esquina con la del León vivió, como hemos dicho, Miguel de Cervantes los últimos años de su vida. Perduró el edificio hasta 1833, cuando fue derribado por ruinoso. Se hizo eco de tal fechoría Mesonero Romanos, que publicó el 23 de abril de ese año (en el aniversario de la muerte del gran escritor) un artículo titulado precisamente “La casa de Cervantes” en la Revista Española. Llegó su eco hasta el propio rey Fernando VII, que intentó que el Estado comprase el nuevo inmueble que el dueño, Luis Franco (¿acaso descendiente de aquellos Francos que poblaron la calle?), empezó a levantar en el solar con el fin de que se instalase en él alguna institución pública de carácter literario. Sin embargo, el propietario se negó y como el rey felón parece que el único derecho que respetaba era el de la propiedad privada, desistió y acabó conformándose con emitir una Real Orden, el 4 de mayo de 1833, en la que mandaba se colocasen un gran medallón y una placa sobre la puerta que da al número 2 de nuestra calle en conmemoración de su ilustre morador, que aún subsisten. Dice su leyenda:
AQUÍ VIVIÓ Y MURIÓ
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA
CUYO INGENIO ADMIRA EL MUNDO
FALLECIÓ EN MDCXVI
Foto: CC-BY 2.0 Pablo Sánchez
En 2005 la Real Academia Española colocó otra placa a la derecha de la puerta, esta vez conmemorando el cuarto centenario de la publicación de la primera parte del Quijote, la obra más inmortal de Cervantes.
Curiosamente, si avanzamos un poco más en la calle y llegamos al número 11 nos encontraremos con la casa que fue de Lope de Vega, esta sí conservada y convertida en museo. La compró el dramaturgo en septiembre de 1610 y la habitó hasta su muerte, en 1635. Después tuvo numerosos dueños; alguno fue el responsable de hacer desaparecer la piedra con la inscripción “Parva propria magna, magna aliena parva” que hizo poner Lope en su dintel. Hoy ha sido vuelta a colocar; la casa es un museo propiedad de la Real Academia Española, que la posee desde 1931 al morir sin herederos su última dueña, Antonia García de Cabrejo, que había creado en ella una fundación para enseñar a hacer encajes a niñas huérfanas. Ha sufrido diversas restauraciones, la última de las cuales terminó en 1992.
Casa de Lope de Vega
Foto CC BY 2.0 Luis García
A medida que se acerca a su final, los edificios de la calle se van aburguesando, hasta culminar en el lateral del hotel Palace. Durante muchos años terminó en la plaza de Jesús. A principios del siglo XX se abrió una calle que atravesaba los que fueron terrenos del palacio del duque de Medinaceli; al principio se denominó del duque de Alburquerque, pero no pasó mucho tiempo antes de que fuese incorporada a la calle de Cervantes.
Resulta difícil hacer un breve resumen de la azarosa vida de Miguel de Cervantes Saavedra. Nació en Alcalá de Henares el 29 de septiembre de 1547. Aunque pronto tuvo veleidades literarias, fue primero soldado. Tras marchar a Italia, sirviendo al cardenal Acquaviva, se alistó en los tercios, con los que recorrió gran parte de la Península Itálica. En 1571 actuó heroicamente en la batalla de Lepanto, en la que quedó inútil de la mano izquierda y se ganó el apelativo de “el Manco de Lepanto”. Siguió, no obstante, participando en hechos de armas y cuando en 1575 regresaba a España en la galera Sol fue apresado por piratas berberiscos y sufrió cinco años de cautiverio en Argel. Rescatado por frailes mercedarios, en 1580 volvió a España, en concreto a nuestra villa, y empezó a dedicarse a su vocación verdadera, la literatura. Pero en el teatro reinaba Lope y hubo de buscar otros medios de vida. Marchó a Sevilla, donde ejerció de comisario del acopio de víveres para la flota de las Indias y también como recaudador de impuestos, lo cual le permitió viajar por España y conocer a muchos tipos que luego reflejó en su inmortal novela. Estuvo también en la cárcel por problemas con las cuentas y durante esa estancia en prisión, según su propio testimonio, concibió el Quijote. En 1603 marchó a Valladolid siguiendo a la corte y allí vivió tres años. Pasó el resto de su vida en Madrid, escribiendo sin parar pero sin obtener grandes beneficios por ello. Murió el 23 de abril de 1616, en la misma fecha pero no el mismo día que Shakespeare, ya que en Inglaterra aún regía el calendario juliano.
Aparte de su Quijote, obra genial que le sitúa en la cumbre de la literatura española y universal, cuya primera edición imprimió Juan de la Cuesta en su establecimiento de la calle de Atocha en 1605, escribió otras novelas como La Galatea o Los trabajos de Persiles y Sigismunda (cuya dedicatoria firmó en su lecho de muerte), también las Novelas ejemplares, que entrarían en el género que hoy conocemos como relatos cortos. Para el teatro nos dejó comedias (Los baños de Argel, El gallardo español) y entremeses (La elección de los alcaldes de Daganzo, El retablo de las maravillas). También escribió mucha poesía, aunque apenas se conserva nada salvo los muchos poemas incluidos en otras obras y el Viaje del Parnaso. No se consideraba a sí mismo un buen poeta, para él era una “gracia que no quiso darme el cielo”.
El cuerpo de Cervantes fue depositado en el convento de las Trinitarias Descalzas, cerca de su casa, pero hasta hace poco no se sabía dónde estaba enterrado con exactitud, ya que diferentes cambios en el convento implicaron el traslado de los restos de las personas allí sepultadas. Tras vencer las reticencias de las religiosas, se llevó a cabo una minuciosa investigación encaminada a localizarlos, que culminó, en marzo de 2015, con la identificación de restos pertenecientes a Cervantes, a su esposa y a otras 14 personas con las que se hallan irremediablemente mezclados. El 11 de junio de ese mismo año se inauguró, con los honores militares que corresponden a un soldado-poeta, una lápida detrás de la cual se guardan tres pequeños ataúdes que contienen esos despojos. En ella se puede leer: “Yace aquí Miguel de Cervantes Saavedra” y, siguiendo a los años de su nacimiento y muerte, hay una cita de su novela Persiles y Sigismunda:
El tiempo es breve,
las ansias crecen,
las esperanzas menguan,
y, con todo esto,
llevo la vida sobre el deseo
que tengo de vivir.
(*) La Comisaría General de Cruzada era una institución que se encargaba de gestionar tres impuestos o “gracias” que la Santa Sede había cedido en 1561 a la monarquía católica española para sufragar su lucha contra los infieles, los conocidos como “bula de Cruzada”, “subsidio” y “excusado”. Desapareció en 1851.