Entre la Puerta del Sol y la plaza del Callao. Distrito 1 (Centro). Barrio de Sol.
Situada en uno de los puntos comerciales más transitados de la villa, tal vez aún sea aplicable lo que hace casi un siglo decía Répide de nuestra calle: “La calle del Carmen, que queda como una segundona de la de Preciados y parece servir para aliviar a esta de la pesadumbre del tráfico excesivo…” Y es que es cierto que pasarse a esta calle desde la vorágine de su paralela es a veces un motivo de relajación, lo cual no quiere decir que no tenga sus propios y concurridos comercios, aunque no con la masificación que exhibe la otra.
Debe su nombre al convento que hubo aquí, del que subsiste la iglesia. Fue el regidor Luis Gaitán de Ayala el que le dio este apelativo en 1579; unos cuantos años antes aún era campo, parte de las propiedades de don Juan de la Victoria Bracamonte, tan citado por aquí, aunque el crecimiento de la villa había hecho que empezasen a surgir casas por la zona. Una de ellas se convirtió, al parecer, en mancebía, hacia 1541, y fue causa de una de tantas leyendas piadosas madrileñas. Parece ser que como reclamo tenía este burdel una figura femenina ricamente vestida cuyos brazos accionaba un individuo de baja estatura metido bajo los amplios faldellines. Cierto día pasó por allí uno de los miembros de la orden de los Mínimos que había fundado en 1568 Bernardino de Obregón, que al ver el muñeco creyó que era una imagen de la Virgen que estaba sufriendo, por tanto, espantoso agravio. Fue su primera intención entrar a comprarla, pero al no tener dinero caviló y caviló y finalmente decidió poner el asunto en manos de la Inquisición. Esta, que no se andaba con chiquitas, mandó al quemadero a las mozas de partido y al bajito que accionaba la imagen, la cual pasó al Ayuntamiento, donde la veneraron como “Nuestra Señora de Madrid”. Finalmente, acabó en el Hospital General. Es la que hoy se encuentra en la parroquia de San Vicente Ferrer, en la calle de Ibiza, a donde fue trasladada desde el dicho hospital en 1968; posiblemente tiene una historia mucho menos legendaria, con origen en Toledo, donde se labró a finales del siglo XVI y posteriormente se llevó a Madrid digamos que “de incógnito”, incluso serrando algunas de sus partes para mejor esconderla.
Quiere contar la tradición que, tras la eliminación de la casa de lenocinio, unos frailes carmelitas deseasen crear un nuevo convento en Madrid, algo que por entonces no estaba permitido según cédula real. Sin embargo, nuestro conocido Caballero de Gracia adquirió los terrenos y montó un tinglado de madera para alojar a los monjes, que no tardaron en obtener el permiso real para levantar convento e iglesia.
Fue en 1575 cuando se fundó el convento, primero bajo la advocación de San Antón y, posteriormente, de San Dámaso (desde 1624). Perduró hasta la exclaustración de 1835, cuando el convento pasó a ser ocupado por dependencias administrativas y la iglesia, algo más tarde, se convirtió en sede de parroquia, que en 1911 se fusionó con la de San Luis y, durante un periodo de más de 20 años, fue una de las pocas –si es que hubo más- en contar con dos iglesias, esta y la desaparecida de San Luis Obispo, en la calle de la Montera.
La iglesia, obra del alarife Miguel de Soria, tuvo en sus aledaños gradas y covachuelas comerciales hasta entrado el siglo XX; fue incendiada en 1936 y en esta catástrofe se perdieron muchas de las obras de arte que contenía. En 1950 se ensanchó la calle de la Salud, perpendicular a la nuestra, lo cual implicó el recorte de la nave de esta iglesia, y se aprovechó para montar ahí la portada de la iglesia de San Luis, obra de Donoso, incendiada en 1935 y posteriormente demolida. De ella hablaremos más cuando lleguemos a la calle de la Montera.