Foto hecha por un servidor el 30 de noviembre de 2011 a las 20.08 h
Entre las calles de Alcalá, Serrano, Salustiano Olózaga y Alfonso XII. Distritos 3 (Retiro) y 4 (Salamanca). Barrios de los Jerónimos y Recoletos.
No creo equivocarme si afirmo que la gran mayoría de los madrileños no sabe que éste es el verdadero nombre del paraje que todo el mundo conoce como “Puerta de Alcalá”. El emplazamiento de la más conocida de las antiguas puertas de la villa en el centro de esta relativamente moderna plaza ha absorbido su nombre real.
Y es que la puerta ya estaba allí. No es la que hoy vemos la que siempre ha dado acceso a Madrid por su lado oriental. Antes, y no en el mismo lugar, sino un poco más hacia abajo siguiendo la calle Alcalá, estuvo la primera, construida en 1599 según Mesonero Romanos o entre 1636 y 1639, según otros autores. No debía valer gran cosa si hacemos caso de las descripciones que de ella han quedado. En 1778 desapareció, y dio paso a su majestuosa sucesora, levantada en honor de Carlos III como muy bien indica la leyenda que ostenta:
REGE CAROLO III
ANNO
MDCCLXXVIII
La puerta es obra de Francisco Sabatini, aunque se rechazaron cinco proyectos de Ventura Rodríguez, lo cual se ha de hacer constar en honor del gran arquitecto de Ciempozuelos, sin desmerecer al de Palermo, que muy bellas obras dejó en Madrid. Roberto Michel y Francisco Gutiérrez se encargaron de la parte escultórica. En el año 2022 se emprendió una especie de “lavado de cara” del monumento que al final devino en restauración en toda regla, dado el mal estado de algunos de los elementos escultóricos que la coronan. Lo que no pudieron los balazos de las guerras lo logró (casi, esperemos) la polución.
Con la llegada en 1868 del Ayuntamiento revolucionario, sí, el de los derribos, desaparece la cerca y se despeja bastante el terreno que rodea la Puerta de Alcalá. Se piensa en formar una gran plaza circular de doscientos metros de diámetro que se llamaría plaza de la Independencia (y así fue oficialmente desde el 3 de mayo de 1869), se dedicaría el arco a los defensores de Zaragoza, y ocho calles irradiarían de ella, con los patrióticos y heroicos nombres de Sagunto, Numancia, Covadonga, Granada, Padilla, Bravo, Maldonado y Lanuza. Pero al final salió algo más pequeñita y con sólo seis calles, ninguna de las cuales recibió los nombres propuestos. Quizá sea mejor así, pues los proyectos de la Revolución Gloriosa eran siempre bastante temibles.
Y temibles eran los anarquistas en el primer cuarto del siglo XX; entre sus víctimas se cuenta el presidente del Consejo de Ministros Eduardo Dato, asesinado en la plaza de la Independencia el 8 de marzo de 1921, cuando unos individuos acercaron la moto en que viajaban al coche de Dato y efectuaron numerosos disparos que acabaron con su vida. También fue herida la Puerta de Alcalá, pues en ella impactaron varias balas que dejaron su marca.
Una de las principales puertas del parque del Retiro, la llamada precisamente Puerta de la Independencia, que da paso a la amplia Avenida de Méjico, se abre a la plaza de la Independencia. Es una zona siempre animada y llena de gente que entra a disfrutar del pulmón de la villa, especialmente cuando llega el buen tiempo.
Y, por último, una curiosidad. En la acera opuesta a la Puerta de la Independencia existe un mojón que advierte de que nos encontramos en una Cañada Real y que los rebaños de ovejas tienen todo el derecho del mundo a cruzar la villa de Madrid por su mismo corazón. Menos daño harían que los coches.