25.9.20

Felipe el Hermoso (Calle de)

 

Felipe el Hermoso
(Anónimo flamenco, c. 1500)

Entre las calles de Balmes y del marqués de la Romana. Distrito 7 (Chamberí). Barrio de Trafalgar.

Ínfima calle, a la que Répide consideraba en peligro de desaparición pero que, según este mismo cronista y otros anteriores (Peñasco-Cambronero) tenía prevista su salida a la calle de Viriato. Hoy no es sino uno de los lados del cuadrado que rodea la Sinagoga de Madrid y al que se abre la fachada de la Biblioteca Municipal “José Luis Sampedro”. 

Quizá sea una venganza para recordar a un personaje que no suele despertar muchas simpatías por estos pagos. Felipe de Habsburgo, nacido en Brujas el 22 de julio de 1478, se convirtió en rey consorte de Castilla por su matrimonio en 1496 con Juana, la hija de los Reyes Católicos. Es, por tanto, nuestro Felipe I, padre del emperador Carlos V. Enemistado con su suegro Fernando al querer desempeñar un papel muy diferente al del simple consorte, se llegó a rumorear que su prematura muerte, acaecida en Burgos el 25 de septiembre de 1506 había sido un envenenamiento promovido por el Rey Católico.

18.9.20

Felipe V (Calle de)

 

La familia de Felipe V, por Van Loo. Nótese quién ocupa el centro de la imagen.
(Museo del Prado, Madrid)

Entre la calle de Arrieta y la plaza de Oriente. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio. 

Se creó esta calle en la gran explanada que dejaron los derribos de José Bonaparte cuando se edificó el Teatro Real, a mediados del siglo XIX. Así se llama desde el 31 de marzo de 1848, aunque tras la revolución de 1868 fue conocida durante algún tiempo como calle de Sorolla, recordando al tejedor Guillem Sorolla, una de las cabezas visibles del alzamiento de las germanías contra Carlos I. 

Felipe V fue el primer rey de la casa de Borbón, que se hizo con el trono después de una guerra que fue civil en España y casi mundial fuera de aquí. Muerto Carlos II sin descendencia, designó como heredero a Felipe de Anjou, que era sobrino-nieto suyo y nieto de Luis XIV de Francia. Había nacido Felipe en Versalles el 19 de diciembre de 1683; muerto Carlos II el 1 de noviembre de 1700, el 16 de noviembre aceptó la corona de España. Llegó a nuestro país el siguiente enero y su entrada en Madrid tuvo lugar el 18 de febrero de 1701. Siguieron doce años de guerra para dilucidar si Felipe conservaría el trono o si se haría con él el archiduque Carlos. El tratado de Utrecht puso fin a la contienda y también al dominio español en Europa. Perdimos todos los territorios que nos quedaban, además de Gibraltar, que aún conservan los británicos. Tras la paz pudo Felipe poner en marcha sus reformas, de corte francés y, por tanto, centralizador, acabando con fueros y privilegios regionales, lo cual para algunos fue el germen de conflictos que aún hoy vivimos. 

Felipe V nunca tuvo muy bien amueblada la cabeza y, tal vez consciente de ello, abdicó en su hijo Luis el 10 de enero de 1724 y se retiró al palacio de La Granja, ese “pequeño Versalles” que sin duda le recordaría su tierra natal. Sin embargo, Luis I murió de viruelas el 31 de agosto de ese mismo año y Felipe volvió a ocupar el trono. En lo que le quedaba de reinado logró “recuperar” los territorios italianos perdidos por el tratado de Utrecht al poner allí como rey a su hijo Carlos, el futuro Carlos III de España. Pasó sus últimos años minado por la enfermedad y por la demencia; murió en Madrid el 9 de julio de 1746.

11.9.20

Felipe IV (Calle de)

Felipe IV, por Velázquez (hacia 1631-32)
(National Gallery, Londres)

Entre el paseo del Prado y la calle de Alfonso XII. Distrito 3 (Retiro). Barrio de los Jerónimos.

Es la nuestra una de las calles que discurre en sentido este-oeste en el señorial barrio de los Jerónimos y, como todas las demás, surgió en el siglo XIX, cuando se urbanizó esta zona, antes ocupada por el palacio del Buen Retiro. Precisamente los dos únicos restos que quedan de aquel complejo están junto a ella: el Salón de Reinos (del que se hablará cuando lleguemos a la calle de Méndez Núñez) y el Casón del Buen Retiro.

La sede de la Real Academia Española
(Foto: J. L. de Diego)

Pero vayamos por orden. El comienzo de la calle tiene dos compañeros excepcionales: el hotel Ritz y, sobre todo, el Museo del Prado, cuya entrada norte da al jardín que está presidido por la estatua de Goya, que da la espalda a la calle que nos ocupa. Un poco más allá nos encontramos con el edificio donde tiene su sede la Real Academia Española. Fue fundada esta institución durante el reinado de Felipe V, que de Francia se trajo esas ideas. Fue su primer mandatario el marqués de Villena y desde su establecimiento en 1713 ocupó un edificio en la calle de Valverde. Con la urbanización de esta zona se pensó en el traslado, ya en 1884. Sin embargo, hasta 1891 no empezaron las obras, que concluyeron tres años más tarde siguiendo un proyecto de Miguel Aguado de la Sierra. Desde entonces se reúnen ahí nuestros académicos, en los últimos tiempos considerados por gente de pocas luces responsables de todas las maldades del mundo, por ejemplo por “permitir” ciertas definiciones en el Diccionario, sin que esa gente parezca saber que la Academia se limita a reflejar los usos que del idioma hacen sus hablantes, los bonitos y los feos, sin imponer nada.

Sigamos avanzando por la calle; antes de llegar al Casón nos encontraremos con el monumento a María Cristina de Borbón, última esposa de Fernando VII y primera regente durante la menor edad de Isabel II. Fue inaugurado en 1893 y es obra de Mariano Benlliure.

El monumento a María Cristina de Borbón y el Casón del Buen Retiro
(Foto CC BY-SA Discasto)

Y, enfrente, tenemos el Casón. Como ya hemos dicho, es uno de los restos del magnífico palacio que hubo por aquí, aunque se construyó más tarde que el complejo principal. Se comenzó en 1637, pero hasta finales del siglo no llegó a estar terminado del todo. Su primer destino fue el de salón de baile, pero hasta que el Estado se incautó del edificio después de la Revolución Gloriosa tuvo muchos y variados usos: sede de una de las cámaras legislativas, gabinete topográfico, picadero, gimnasio y, por fin, Museo de Reproducciones Artísticas y de Arte del siglo XIX. Poco queda de su traza original, ya que todas sus fachadas son del siglo XIX. La que hemos visto a espaldas de la estatua de la Reina Gobernadora hubo de ser reconstruida después de que un ciclón acabase con la original en 1886.

Hoy forma parte del complejo del Prado. Como tal, fue el lugar donde primero se expuso el Guernica de Picasso una vez fue devuelto a España. Recuerdo, en mi época de adolescente, hacer repetidas visitas a este anexo del museo, no tanto para ver la gran obra del malagueño cuanto para disfrutar de los magníficos frescos de Lucas Jordán encargados por Carlos III que adornan el techo. Hoy en día alberga el Centro de Estudios del Museo del Prado.

Felipe IV, el rey galán, nació en Valladolid el 8 de abril de 1605. Si con su padre comenzó la decadencia del imperio español, durante su reinado, que comenzó el 31 de marzo de 1621, se consumó. Al igual que su predecesor dejó el gobierno en manos de un valido, el conde-duque de Olivares, y él se dedicó a “vivir como un rey”, de fiesta en fiesta y de galantería en galantería, con nuestra villa como protagonista de la mayor parte de sus correrías. Entre tanto, España tuvo una desastrosa participación en la guerra de los Treinta Años (ahí ocurrió el desastre de Rocroi, donde los hasta entonces invencibles Tercios fueron derrotados por los franceses) y se produjeron los levantamientos de Portugal y Cataluña de 1640. Portugal obtuvo su independencia y Cataluña cayó en manos de los franceses hasta que Felipe la recuperó en 1652. En 1643 destituyó y desterró a Olivares e inició un periodo de mayor participación en los asuntos de gobierno, pero eso no impidió que la cuesta abajo siguiera. Eso en lo político, porque la cultura española siguió floreciendo en sus siglos de oro: Calderón, Tirso de Molina o Velázquez desarrollaron sus carreras artísticas en esta época y el gran pintor sevillano disfrutó de la protección del rey, al cual retrató en numerosas ocasiones.

Felipe IV murió en Madrid el 17 de septiembre de 1665 dejando como heredero un enfermizo hijo que aún no había cumplido cuatro años y tenía un futuro poco prometedor. El fin de una dinastía.