Felipe IV, por Velázquez (hacia 1631-32)
(National Gallery, Londres)
Entre el paseo del Prado y la calle de Alfonso XII. Distrito 3 (Retiro). Barrio de los Jerónimos.
Es la nuestra una de las calles que discurre en sentido este-oeste en el señorial barrio de los Jerónimos y, como todas las demás, surgió en el siglo XIX, cuando se urbanizó esta zona, antes ocupada por el palacio del Buen Retiro. Precisamente los dos únicos restos que quedan de aquel complejo están junto a ella: el Salón de Reinos (del que se hablará cuando lleguemos a la calle de Méndez Núñez) y el Casón del Buen Retiro.
La sede de la Real Academia Española
(Foto: J. L. de Diego)
Pero vayamos por orden. El comienzo de la calle tiene dos compañeros excepcionales: el hotel Ritz y, sobre todo, el Museo del Prado, cuya entrada norte da al jardín que está presidido por la estatua de Goya, que da la espalda a la calle que nos ocupa. Un poco más allá nos encontramos con el edificio donde tiene su sede la Real Academia Española. Fue fundada esta institución durante el reinado de Felipe V, que de Francia se trajo esas ideas. Fue su primer mandatario el marqués de Villena y desde su establecimiento en 1713 ocupó un edificio en la calle de Valverde. Con la urbanización de esta zona se pensó en el traslado, ya en 1884. Sin embargo, hasta 1891 no empezaron las obras, que concluyeron tres años más tarde siguiendo un proyecto de Miguel Aguado de la Sierra. Desde entonces se reúnen ahí nuestros académicos, en los últimos tiempos considerados por gente de pocas luces responsables de todas las maldades del mundo, por ejemplo por “permitir” ciertas definiciones en el Diccionario, sin que esa gente parezca saber que la Academia se limita a reflejar los usos que del idioma hacen sus hablantes, los bonitos y los feos, sin imponer nada.
Sigamos avanzando por la calle; antes de llegar al Casón nos encontraremos con el monumento a María Cristina de Borbón, última esposa de Fernando VII y primera regente durante la menor edad de Isabel II. Fue inaugurado en 1893 y es obra de Mariano Benlliure.
El monumento a María Cristina de Borbón y el Casón del Buen Retiro
Y, enfrente, tenemos el Casón. Como ya hemos dicho, es uno de los restos del magnífico palacio que hubo por aquí, aunque se construyó más tarde que el complejo principal. Se comenzó en 1637, pero hasta finales del siglo no llegó a estar terminado del todo. Su primer destino fue el de salón de baile, pero hasta que el Estado se incautó del edificio después de la Revolución Gloriosa tuvo muchos y variados usos: sede de una de las cámaras legislativas, gabinete topográfico, picadero, gimnasio y, por fin, Museo de Reproducciones Artísticas y de Arte del siglo XIX. Poco queda de su traza original, ya que todas sus fachadas son del siglo XIX. La que hemos visto a espaldas de la estatua de la Reina Gobernadora hubo de ser reconstruida después de que un ciclón acabase con la original en 1886.
Hoy forma parte del complejo del Prado. Como tal, fue el lugar donde primero se expuso el
Guernica de Picasso una vez fue devuelto a España. Recuerdo, en mi época de adolescente, hacer repetidas visitas a este anexo del museo, no tanto para ver la gran obra del malagueño cuanto para disfrutar de los magníficos frescos de Lucas Jordán encargados por Carlos III que adornan el techo. Hoy en día alberga el Centro de Estudios del Museo del Prado.
Felipe IV, el rey galán, nació en Valladolid el 8 de abril de 1605. Si con su padre comenzó la decadencia del imperio español, durante su reinado, que comenzó el 31 de marzo de 1621, se consumó. Al igual que su predecesor dejó el gobierno en manos de un valido, el conde-duque de Olivares, y él se dedicó a “vivir como un rey”, de fiesta en fiesta y de galantería en galantería, con nuestra villa como protagonista de la mayor parte de sus correrías. Entre tanto, España tuvo una desastrosa participación en la guerra de los Treinta Años (ahí ocurrió el desastre de Rocroi, donde los hasta entonces invencibles Tercios fueron derrotados por los franceses) y se produjeron los levantamientos de Portugal y Cataluña de 1640. Portugal obtuvo su independencia y Cataluña cayó en manos de los franceses hasta que Felipe la recuperó en 1652. En 1643 destituyó y desterró a Olivares e inició un periodo de mayor participación en los asuntos de gobierno, pero eso no impidió que la cuesta abajo siguiera. Eso en lo político, porque la cultura española siguió floreciendo en sus siglos de oro: Calderón, Tirso de Molina o Velázquez desarrollaron sus carreras artísticas en esta época y el gran pintor sevillano disfrutó de la protección del rey, al cual retrató en numerosas ocasiones.
Felipe IV murió en Madrid el 17 de septiembre de 1665 dejando como heredero un enfermizo hijo que aún no había cumplido cuatro años y tenía un futuro poco prometedor. El fin de una dinastía.