«Vicente López Portaña - Alegoría de la donación del Casino a la reina Isabel de Braganza por el Ayuntamiento de Madrid» por Vicente López Portaña - Museo del Prado. Disponible bajo la licencia Dominio público vía Wikimedia Commons.
Cuando se lee la palabra “casino” lo primero que viene a la mente es ruleta, máquinas tragaperras, naipes… Pero si recurrimos al Diccionario, veremos que hay otra acepción, si bien ya en desuso, que la define como “casa de recreo, situada por lo común fuera de poblado”. Y es que eso es lo que había aquí, una finca que llegó a ser conocida en el siglo XIX como Casino de la Reina. En tiempos mucho más remotos tuvo dueños diversos, entre ellos los hermanos Abad de los que hablamos muy al principio de estas páginas, que la cedieron a los frailes teatinos para que levantasen en ella un convento. Se conocía entonces como Huerta del Bayo y en manos de los religiosos siguió hasta que el Concejo se apropió de ella para darle otros usos o, mejor dicho, uso, ya que en 1817 se la regaló a la reina Isabel de Braganza, segunda esposa de Fernando VII, no sin antes convertirla en una agradable posesión con un palacete de dos plantas y con jardines, rodeada de una valla de reja de la que aún se conserva bastante trozo; su puerta fue trasladada al Retiro, es la que se puede ver si se accede al parque desde la plaza de la Independencia y se conoce precisamente así, como “puerta de la Independencia”.
De ahí le vino el nombre a nuestra calle, que previamente había sido parte de la de Tribulete y más adelante, ya en el siglo XVIII, se había denominado calle del Sol. El Casino de la Reina pasó después a poder del Estado y el palacio desapareció, aunque quedan los jardines y alguno de los edificios levantados allí posteriormente es interesante –en concreto lo que hoy es el Instituto de Enseñanza Secundaria “Cervantes”-, pero al tener su entrada por otra calle (la de los Embajadores) allí se hablará de él.