29.11.19

Españoleto (Calle del)

José de Ribera, el Españoleto:
La mujer barbuda

Entre las calles de Santa Engracia y de Zurbano. Distrito 7 (Chamberí). Barrio de Almagro. 

Calle tranquila y señorial, como el barrio en que está, con muchos edificios de aspecto palaciego y dedicada a uno de los más importantes pintores españoles de los Siglos de Oro. José de Ribera nació en Játiva el 17 de febrero de 1591, en el seno de una familia relativamente acomodada. No siguió los pasos de su padre, zapatero, sino que, decidido a dedicarse a la pintura, marchó a Italia a aprender el oficio. Allí recibió la influencia de Caravaggio y sus seguidores y, tras recorrer varias ciudades, se instaló en Nápoles. Allí fue donde le dieron el apodo de lo Spagnoletto, por el que es universalmente conocido. Partió del tenebrismo de Caravaggio para ir poco a poco incorporando mucha más luz a sus obras. Entre sus cuadros más destacados está un San Andrés, el Martirio de San Bartolomé o la Magdalena penitente, el muy curioso La mujer barbuda (todos en Museo del Prado) y El patizambo (en el Louvre). Aunque mostró deseos de volver a España y jamás olvidó su tierra natal, siguió viviendo en Nápoles, donde murió el 3 de septiembre de 1652, y allí está enterrado.

22.11.19

España (Plaza de)


Entre las calles de la Princesa, de los Reyes, Gran Vía, Leganitos, Cuesta de San Vicente, Ferraz, Juan Álvarez Mendizábal, Martín de los Heros y la plaza de Emilio Jiménez Millas. Distritos 1 (Centro) y 9 (Moncloa). Barrios del Palacio, de la Universidad y de Argüelles.

Cuando esto eran las afueras de la villa aquí se encontraban las conocidas como Huertas de Leganitos. Huertas y prados a los que solían acercarse los habitantes de Madrid a tomar el fresco y a disfrutar de las aguas de su célebre fuente, citada en el Quijote. Parece mentira que quien estropease la hermosura de este Prado Nuevo fuese Carlos III, un rey al que siempre relacionamos con mejoras y embellecimientos de la villa de Madrid. Fue él quien mandó construir justo aquí un convento para los religiosos de San Gil. Poco después, con el convento aún vacío, empezó a conocerse este paraje como plaza de San Marcial, en conmemoración de la batalla que tuvo lugar el 31 de agosto de 1813 durante la guerra de la Independencia, apelativo que el Ayuntamiento hizo oficial en 1835. El caso es que los frailes no llegaron a ocupar el edificio, que se convirtió en cuartel en tiempos de José Bonaparte. Era el célebre cuartel de artillería de San Gil, donde tuvo lugar la algarada revolucionaria del 22 de junio de 1866. En aquella memorable jornada, los sargentos del cuerpo salieron del cuartel y recorrieron las calles de Madrid con diversas piezas de artillería. Sin embargo, las tropas leales al Gobierno los fueron rechazando hasta que, recluidos de nuevo en el cuartel sito en nuestra plaza, fueron derrotados por completo al día siguiente. La represión fue feroz y el movimiento fracasó, pero ya se había sembrado la semilla de la revolución que un par de años más tarde daría lugar al derrocamiento de Isabel II. Casi medio siglo después de esta algarada, en 1910, fue demolido para formar la que hoy conocemos como plaza de España.

Detalle del monumento a Cervantes

El solar estuvo mucho tiempo sin urbanizar y se aprovechó para celebrar en él la verbena de Santiago; hay que indicar que esta explanación se llevó por delante la calle de José Cañizares (dedicada a un escritor madrileño de comienzos del siglo XVIII, antes llamada de San Gil). Sin embargo, muy pronto se planteó la instalación en el centro de la futura plaza un monumento dedicado a Miguel de Cervantes. Se convocó a tal fin un concurso nacional y el proyecto ganador, que data de 1915, estaba firmado por el arquitecto Rafael Martínez Zapatero y el escultor Lorenzo Collaut Valera. Catorce años se tardó en empezar la obra, que estuvo dirigida por Pedro Muguruza y concluyó en 1930. En el reciente proyecto de reforma de la plaza, se previó que el monumento cambiase de posición y pasase a mirar hacia el Edificio España, decisión que causó no poca polémica y se zanjó al declarar la Comunidad de Madrid Bien de Interés Patrimonial al conjunto, lo que hacía imposible moverlo. Así que don Miguel y sus criaturas más inmortales, don Quijote y Sancho Panza, seguirán dando la espalda al magno edificio del que pronto hablaremos.



En la esquina con la calle de Bailén se alza el elegante edificio de la Real Compañía Asturiana de Minas, de estilo muy francés. Fue construido entre 1896 y 1899 según un proyecto firmado en 1891 por Manuel Martínez Ángel. Una de las placas en forma de rombo del Ayuntamiento nos recuerda que allí residió el célebre historiador Elías Tormo, pues además de la sede de la compañía citada el edificio albergaba algunas viviendas.



En la plaza de España se sitúan los dos primeros rascacielos que tuvo Madrid (si excluimos el edificio de Telefónica en la Gran Vía). Cronológicamente hablando, el primero es el Edificio España, que fue levantado entre 1947 y 1953. Fueron sus autores Joaquín y Julián Otamendi; aunque en su concepción se tuvieron en cuenta modelos norteamericanos, se quiso dejar una impronta local mediante el uso de elementos barroquizantes en la entrada principal. Ha estado muchos años vacío y abandonado y hace muy poco estuvo a punto de ser objeto de una muy polémica reforma que lo puso al borde de la demolición (nada más que se quería dejar en pie la fachada en un proceso harto complicado de realizar). Solventados los problemas, ha renacido como hotel y sigue siendo uno de los referentes de nuestra villa.



Como lo es su vecina, la Torre de Madrid, que se alzó allí, a su lado, entre 1954 y 1957. Se encargó de ello la misma empresa, la Compañía Inmobiliaria Metropolitana, y los arquitectos fueron los mismos que los del Edificio España. Sin embargo aquí utilizan un lenguaje mucho más cosmopolita. En uno de sus últimos pisos, en los que se supone una inmejorable vista de Madrid, vivió el historiador Fernando Díaz-Plaja.

Actualmente está en proceso una reforma a la que hemos aludido de pasada unas líneas atrás, que supondrá más espacio para los peatones, la plantación de más árboles y la mejora y acondicionamiento de los subterráneos comerciales anejos al aparcamiento que hay bajo la plaza. Unas obras que se están topando con sorpresas como la aparición en la calle de Bailén de restos que se creyeron de las caballerizas de Felipe II pero que en realidad corresponden a algunas estancias del palacio que disfrutó Godoy en aquellos pagos.

Entre mis recuerdos de niñez están los numerosos carteles indicadores que había adheridos a una farola en la esquina con la Gran Vía, que señalaban el camino que había que seguir para llegar a numerosas capitales españolas.

(Ay España, nuestra Españita, tan querida, tan odiada, mucho más maja -y mucho menos- de lo que te pintan y de lo que te hacen, de lo que te hacemos... Cuántas veces se ha usado tu nombre en vano, sobre todo por esos que pretenden quererte tanto... A veces madre y siempre madrastra, como dijo el uno, el país más fuerte del mundo ya que llevas siglos intentando autodestruirte y no lo consigues, como dijo el otro...)

15.11.19

Espalter (Calle de)


Entre la plaza de Murillo y la calle de Alfonso XII. Distrito 3 (Retiro). Barrio de los Jerónimos.

Estamos en la más meridional de las calles del elegante barrio de los Jerónimos, que nace al abrigo del Museo del Prado y el Jardín Botánico y va a morir frente al Retiro. Desde el año 1887 está dedicada al pintor catalán Joaquín Espalter y Rull, que nació en Sitges el 30 de septiembre de 1809. Aunque destinado al comercio, acabó estudiando pintura en Francia. Luego vivió en Italia, donde formó parte de un grupo de pintores catalanes que recibió la influencia de los “nazarenos” alemanes. Establecido en Madrid en 1842, llegó a ser pintor de cámara de Isabel II y el retratista preferido de la alta sociedad de la villa y corte. También realizó pinturas murales, como las bóvedas del Congreso de los Diputados o del antiguo Paraninfo de la Universidad Central. Desde 1843 fue académico de San Fernando. Murió en Madrid el 16 de enero de 1880.

8.11.19

Espada (Calle de la)

Escuela Infantíl Rosalía Rendú
(Foto CC BY-SA Asqueladd)

Entre la plaza de Tirso de Molina y la calle de la Esgrima. Distrito 1 (Centro). Barrio de los Embajadores. 

Tampoco es muy difícil deducir que el nombre de esta calle estará muy relacionado con la anterior, a la cual va a morir. Resulta que el primer emplazamiento de la escuela de esgrima estuvo aquí y su dueño utilizó como reclamo una espada. Peñasco y Cambronero, con su contenida ironía, indican que la gran cantidad de detalles que se dan de ella (que si perteneció a un Par de Francia, que si luego fue de un duque de Alba), “en lugar de garantía, sirve para hacer dudar de su verosimilitud”. 

Répide menciona que en la esquina con la calle de Soler y González estuvo el primer consultorio para lactantes de la villa, en el mismo edificio de estilo modernista que hoy ocupa la escuela infantil municipal Rosalía Rendú.