Grabado del siglo XIX que muestra la puerta de Atocha y la fuente de la Alcachofa
Entre los paseos del Prado y de la Infanta Isabel, la calle de Claudio Moyano, la avenida de la Ciudad de Barcelona, la calle de Méndez Álvaro, los paseos de las Delicias y de Santa María de la Cabeza, la Ronda de Atocha y las calles de Santa Isabel y de Atocha. Distritos 1 (Centro), 2 (Arganzuela) y 3 (Retiro). Barrios de Embajadores, Cortes, Palos de Moguer, Atocha y Jerónimos.
Nos hallamos en uno de los cruces de caminos más importantes de la villa de Madrid, que en tiempos fue uno de sus confines. Aquí estuvo la puerta de Atocha, cuyo emplazamiento primitivo fue la plaza de Antón Martín. Desapareció incluso antes que la cerca que constreñía la villa y a decir de los cronistas la pérdida no fue de lamentar, dado su escaso valor artístico. Así que de Atocha se llamo primero esta glorieta, hasta que el 27 de junio de 1941 el ayuntamiento decidió dedicársela al emperador, aunque el decir popular sigue conservando el otro nombre.
Antes del derribo de la puerta de Atocha estuvo frente a ella la fuente de la Alcachofa, parte del plan original de Ventura Rodríguez para todo el Salón del Prado. Allí se colocó en 1782; en 1880 fue trasladada al Retiro, donde aún sigue. Más adelante volveremos sobre ella. No muy lejos de su emplazamiento se puso en 1899 la estatua de Claudio Moyano que ya mencionamos en
la entrada dedicada a la calle que lleva su nombre.
Así era nuestra glorieta hace cien años, más o menos
En las fotos antiguas se puede ver el espacio anchuroso y despejado de la glorieta, surcado por las líneas de tranvía que venían del Prado y se dirigían hacia el paseo de la Infanta Isabel y hacia Pacífico, con una primitiva salida de la estación del metro en su centro. En los años sesenta del siglo pasado alguien tuvo la feliz idea de colocar una maraña de puentes situados a diferentes niveles con la pretensión de mejorar el tráfico. Fue el célebre “escalextric”, que, por supuesto, no mejoró el tráfico y afeó terriblemente la glorieta desde el mismo día de su inauguración, el 16 de mayo de 1968. Diecisiete años después se inició su desmontado, que culminó en 1987 con la colocación de una réplica en bronce de la fuente de la Alcachofa en el centro de la nueva glorieta. En la zona del paseo del Prado más cercana a nuestra glorieta hay unos troncos de columna que alguien señaló como una suerte de recuerdo del nefasto complejo de pasos elevados.
El “escalextric”, de infausta memoria.
Aquí se situó el primer “embarcadero” ferroviario de Madrid, cabecera de la línea que iba a Aranjuez. Aunque los trenes empezaron sus viajes en 1851 no fue hasta 1858 cuando se abrió tal edificio, que era bastante modesto. Su cubierta de madera se quemó en 1863, año en el que se empezó a planear una nueva estación. Sin embargo, lo que en realidad ocurrió es que se puso una nueva cubierta, esta vez metálica, que subsistió hasta 1891, cuando se derribó el “embarcadero” para dar paso al edificio que hoy conocemos, obra del arquitecto Alberto del Palacio Elissague. Además del primitivo apeadero, en este proyecto de ampliación desaparecieron varios edificios administrativos de la compañía MZA, entonces propietaria de las instalaciones, salvo uno, que fue desmontado y reconstruido en el número 4 de la avenida de la Ciudad de Barcelona, donde aún sigue.
La antigua estación de Atocha, hoy sede de un jardín tropical
Con la llegada del AVE, el edificio de la vieja estación de Atocha perdió su uso ferroviario; los trenes se trasladaron a la nueva y moderna terminal llamada “Puerta de Atocha” y aquí se creó una suerte de jardín tropical. Cada cual que opine según sus gustos.
Y bien, ya sabemos que el ayuntamiento, para evitar tantas “atochas” en el callejero madrileño homenajeó aquí a Carlos I de España y V de Alemania, rey de Castilla, Navarra y Aragón y emperador del Sacro Imperio, además de otros muchos títulos. Nacido en Gante el 24 de febrero de 1500, era hijo de Juana, futura reina de Castilla, y nieto de los Reyes Católicos, quienes con una hábil política matrimonial hicieron que la herencia de Carlos fuese fabulosa. Muerto Fernando el Católico, Carlos vino a España a tomar posesión del reino, aunque se encontró con la oposición de los nobles castellanos, que deseaban respetar la dignidad de doña Juana I, la legítima reina. Además, venía sin hablar apenas castellano y rodeado de numerosos consejeros extranjeros. Varios años le costó ser reconocido por todos los reinos peninsulares; en el entretanto y tras la muerte de Maximiliano I fue proclamado emperador del Sacro Imperio en junio de 1519.
Carlos V, por Juan Pantoja de la Cruz (1605)
(Museo del Prado, Madrid)
Desde entonces empezó una incesante sucesión de conflictos como las guerras de las Comunidades en Castilla y de las Germanías en Valencia, la interminable rivalidad con Francia, la represión del naciente protestantismo en el Imperio, la lucha con los otomanos en expansión por el este de Europa… Como compensación, la conquista de América, que convirtió el español en el imperio más grande de la época. Cansado y avejentado, en 1556 Carlos abdicó en su hijo Felipe II (España y las Indias) y su hermano Fernando (el Sacro Imperio) y se retiró al monasterio de Yuste. Allí murió de paludismo el 21 de septiembre de 1558.