Entre la plaza de la Provincia y la glorieta del Emperador Carlos V. Distrito 1 (Centro). Barrios de Sol, Cortes y Embajadores.
La calle de Atocha ha sido uno de los ejes fundamentales de Madrid a lo largo de su historia. Su origen está en el camino que, desde la pequeña villa recién reconquistada, llevaba a la ermita de la Virgen de Atocha, de gran devoción entre los madrileños. De la ermita de Atocha y del convento que después la substituyó se hablará más largamente en el paseo de la Infanta Isabel, pero sí que es oportuno aquí explicar el origen de ese nombre. Si bien algunos cronistas opinan que Atocha es una corrupción del vocablo griego theotokos (Θεοτόκος), es decir, madre de Dios, o bien que deriva de Antiochia (Antioquía), la ciudad de la que se supone fue traída la imagen, lo cierto es que la palabra proviene de atochar, esto es, un campo de atochas o esparto.
Si empezamos nuestro paseo por la calle de Atocha desde el principio, o sea, desde la plaza de la Provincia, el primer edificio significativo que nos encontramos es la nueva iglesia de Santa Cruz. En su solar estuvo una de las mayores joyas de la arquitectura barroca madrileña, el convento de dominicos de Santo Tomás. Tuvo su origen en una cátedra establecida por iniciativa de los religiosos del convento de Atocha, cuyo patronazgo asumió en 1626 el conde-duque de Olivares. El convento se inició en 1635; tanto él como la iglesia primitiva, que se levantó hacia 1583, fueron destruidos por un incendio en 1652. En 1656 fueron reconstruidos, bajo la dirección de José Churriguera y sus hijos Jerónimo y Nicolás. El claustro, que a decir de los cronistas era lo que más valor tenía de todo el edificio, fue obra de José Donoso. En 1726 se cayó la cúpula de la iglesia en un momento en que el templo estaba abarrotado. El accidente acabó con la vida de más de ochenta personas. El 17 de julio de 1834 fue éste uno de los conventos que más sufrió la matanza de frailes producida por el rumor que alguien había lanzado y según el cual los religiosos habían envenenado las fuentes provocando la terrible epidemia de cólera que padecía Madrid. Un año después llegó la exclaustración, y el convento fue utilizado como cuartel, ministerio de la Guerra, Tribunal Supremo Militar y Capitanía General. La iglesia siguió destinada al culto, y allí se trasladó la parroquia de Santa Cruz cuando la vieja iglesia fue derribada en 1869. Sin embargo, la mala suerte continuó cebándose con la iglesia de Santo Tomás, que fue destruida por un incendio en 1873. La reconstrucción fue imposible, y en 1875 tuvo que ser derribada. Por iniciativa del obispo de Madrid Ciriaco María Sancha se produjo la reconstrucción de la parroquia de Santa Cruz en este solar. La obra fue encargada al marqués de Cubas, que concibió un edificio que recordase la alta torre que tenía la vieja parroquia. Y en efecto, esta iglesia tiene un rojo campanario de ladrillo visto que fue durante mucho tiempo el punto más alto de Madrid. Las obras comenzaron en 1889, y tras una paralización entre 1896 y 1899, finalizaron en 1902, bajo la dirección de Miguel de Olabarría, discípulo de Cubas. Realmente no se terminó del todo, pues la torre debió ser coronada por una aguja que nunca se hizo. Es interesante la visita de esta iglesia, ya que contiene numerosas obras de arte procedentes de conventos cercanos que han desaparecido.
Pocos metros separan la nueva iglesia de Santa Cruz del siguiente edificio destacable de la calle de Atocha, que se halla en la acera de la izquierda. Está ocupado hoy por la Dirección General del Tesoro Público, pero en su día fue conocido como la Casa de los Cinco Gremios. Los Cinco Gremios Mayores en Madrid fueron los de joyeros, sederos, merceros, pañeros y lenceros. Se organizaron como institución económica entre 1705 y 1733, y en 1763 constituyeron una compañía que llegó a tener gran influencia no sólo en la economía madrileña, sino en la de toda España. Este edificio fue construido para ellos entre 1789 y 1791 por el arquitecto José de la Ballina. La organización gremial empezó a decaer a principios del siglo XIX, hasta su desaparición total. Y con esta desaparición, el edificio cambió de manos. En 1845 se instaló allí el Banco de Isabel II, que, al fusionarse dos años después con el de San Fernando dio lugar al Banco de España, que en este lugar tuvo su primera sede. Y en ella permaneció hasta su traslado a la actual, en la plaza de Cibeles.
Nuevamente cambiamos de acera para hablar del antiguo convento de la Trinidad. Fue fundado por iniciativa de Felipe II (se dice que el mismo monarca fue quien eligió el emplazamiento del edificio) y construido por Gaspar Ordóñez desde 1562. En 1590 empezaron las obras de la iglesia. Sabido es que una de las principales misiones de los frailes trinitarios era la redención de cautivos. A este convento pertenecían fray Juan Gil y fray Antonio de la Bella, que rescataron en 1580 a Miguel de Cervantes de su cautiverio en Argel. El convento de la Trinidad fue exclaustrado y en 1838 se expusieron en él numerosas pinturas procedentes de otros conventos clausurados. Posteriormente fue dedicado a teatro y conservatorio y en 1847 nuevamente albergó una exposición de pintura; aunque se pensó instalar allí un Museo Nacional, lo cierto es que al año siguiente, 1848, fue destinado a Ministerio de Fomento. En 1897 fue derribado; en su solar se abrió la calle hoy conocida como del Doctor Cortezo, que antes fue de Barrionuevo. También se aprovechó parte del terreno libre para construir un teatro, que primero se llamó Odeón, luego del Centro y hoy Calderón. Hubo intentos, recién fallecido el genial escritor, de dedicárselo a Galdós, y así lo recoge Répide, pero no fructificaron. Las obras tuvieron lugar entre 1915 y 1917, y fue su arquitecto Eduardo Sánchez Eznarriaga.
Algo queda, sin embargo, del antiguo convento de la Trinidad, y es una pequeña capilla llamada del Ave María, que en la actualidad queda en la calle del Doctor Cortezo, junto a los multicines Ideal. Allí está enterrado el recientemente canonizado Simón de Rojas, su fundador, cuyo cuerpo fue trasladado a esta capilla cuando fue derribada la iglesia de Santa Cruz, primitivo emplazamiento de su sepultura.
La iglesia de San Sebastián, que ocupa el número 39 de nuestra calle, tiene su origen en una antigua ermita que había en el camino de Atocha, y de la que algo se habló en la plaza de Antón Martín. Como también se mencionó allí, la parroquia de San Sebastián se creó en 1541, segregándola de la de Santa Cruz. Y la iniciativa fue de un tal licenciado Francos, párroco de Santa Cruz, que tenía un sobrino al que vino muy bien convertirse de repente en párroco. El espacio que ocupaba la antigua iglesia de San Sebastián estaba casi copado por las numerosas capillas que en ella fundaron las muchas congregaciones que la eligieron como sede: Las de la Soledad y la Pasión, que administraban los corrales de comedias que había en Madrid en el siglo XVII; la de la Virgen de la Novena, que agrupaba a los cómicos, los cuales vivían mayoritariamente en este barrio (véase la calle de San Sebastián para la explicación de la leyenda sobre el origen de esta congregación); la de los Guardias (véase calle del Sacramento), y la de Belén, de los arquitectos, cuya capilla, obra genial de Ventura Rodríguez, es una de las pocas partes de la antigua iglesia que se conservan. En la fachada que da a la calle de Atocha, unos azulejos recuerdan que allí está enterrado Lope de Vega, aunque no se sabe dónde. Fue Mesonero Romanos el que, llevado por su natural curiosidad, intentó comprobar si los restos del Fénix de los Ingenios seguían en el segundo nicho del tercer orden de la bóveda, como se decía en documentos que pudo consultar. Pero cuando, acompañado del párroco Quijana, abrió tal nicho, encontró en él enterrada a la hermana de un vicario de Madrid apellidado Ramiro y Arcayo. Los huesos de Lope de Vega fueron víctimas de las “famosas mondas ó estracciones de cadáveres que se verificaban periódicamente”, en palabras del mismo D. Ramón.
En 1936 la vieja iglesia fue prácticamente destruida. Su reconstrucción se llevó a cabo en los años cincuenta, bajo la dirección de Francisco Íñiguez Almech. De esta nueva iglesia cabe destacar dos capillas, supervivientes de la vieja: La del Sagrado Corazón, antes de los Guardias, construida en 1793 por el arquitecto de origen francés Juan Pedro Arnal, y, sobre todo, la anteriormente mencionada de Belén, última obra de Ventura Rodríguez, donde esta enterrado junto a otros grandes arquitectos como Juan de Villanueva o Pedro Muguruza. Esta última capilla goza de la condición de Monumento Nacional, a pesar de lo cual casi siempre está cerrada, aunque a veces se puede admirar a través de un cristal.
“Dos caras, como algunas personas, tiene la parroquia de San Sebastián” dice Galdós en Misericordia, novela en la que esta iglesia es protagonista. Y es que, en efecto, las sucesivas ampliaciones y agregaciones hicieron que la iglesia tuviese dos portadas. Una de ellas era obra de José de Churriguera, hecha en 1715; en la época en la que más ferozmente se atacaba este estilo, el peculiar epigramista Salicio dedicó estos versos al San Sebastián que había en ella:
Santo de tanto valor,
¿qué haces en tal frontispicio?
Yo considero, en rigor,
que, a no estar en el Hospicio,
no puedes estar peor
Al final la puerta fue picada en 1829; la opinión de Peñasco y Cambronero, que no se distinguen precisamente por su admiración por el barroco madrileño es clara: “Con esto se consiguió hacer desaparecer los defectos antiguos, pero resultaron otros con que no se había contado. Las obras de Churriguera y sus imitadores tienen un estilo tan original y raro que es preciso, ó demolerlas, ó respetarlas: no admiten composturas.” Pero yo me quedo con la más contundente respuesta de Répide: “Al cabo del tiempo, venimos en resolver que lo que está peor que el San Sebastián y que la portada del Hospicio, que precisamente ha de ser salvada y conservada, son esos versos del Padre Salas (Salicio), con su buen ripio, que no vale lo que un floripondio riberesco.”
Por último, demos una breve relación de grandes personajes que tuvieron relación con esta parroquia ya sea por bautizo, boda o funeral; a los nombres de Lope de Vega, Ventura Rodríguez y Juan de Villanueva añádanse los de Cervantes, Ruiz de Alarcón, Espronceda, Barbieri, Ramón de la Cruz, Moratín, Larra, Zorrilla, Bécquer o Jacinto Benavente. Y aquí se casó en 1802 Simón Bolívar con la madrileña Teresa del Toro.
En la esquina de la calle de Atocha con la plaza de Matute estuvo el Colegio de Niñas de Nuestra Señora de Loreto. Fue fundado por Felipe II en 1581, y su misión era recoger niñas pobres y huérfanas para que al hacerse mayores engrosasen la servidumbre de los palacios de la villa. El nombre lo debía a una imagen de la Virgen de Loreto traída de Roma en 1587. Felipe IV cambió el espíritu del colegio y lo destinó a la educación de las hijas de altos cargos civiles y militares y de magistrados. Su iglesia fue terminada precisamente bajo el gobierno del rey galán, en 1654. Colegio e iglesia desaparecieron a finales del siglo XIX de este lugar, y fueron trasladados al número 42 de la calle del Príncipe de Vergara, donde aún subsisten, aunque hoy es conocido como colegio de las Ursulinas.
Pasada la plaza de Antón Martín, y en la misma acera, se encuentra el teatro Monumental, actual sede de la Orquesta Sinfónica de RTVE. Fue construido como teatro-cine entre 1922 y 1923 por Teodoro Anasagasti, que realizó una obra atrevida para su tiempo, con una acústica excepcional, que hizo que Televisión Española lo eligiese para instalar a su orquesta y coro cuando tuvieron que abandonar el Teatro Real.
Algo más abajo se conserva un viejo caserón del siglo XVII que contuvo el Colegio de Niños Desamparados. En el plano de Texeira se le nombra como albergue de San Ildefonso de niños de la Doctrina y no se tiene memoria de su fundación. Mesonero Romanos indica que en 1609 se estableció un recogimiento de niños y niñas bajo la advocación de Nuestra Señora de los Desamparados, trasladado desde el convento de Santa Isabel. Perduró así hasta 1852, cuando se fundó el Hospital de hombres incurables de Nuestra Señora del Carmen utilizando para ello el edificio del albergue. Los niños fueron trasladados al Hospicio. El Hospital desapareció, y el edificio estuvo cerrado largo tiempo, pero fue restaurado y en la actualidad es la sede de la Sociedad Cervantina y alberga un Museo Cervantino. Inmejorable emplazamiento, pues aquí, antes de establecerse el Colegio, estuvo la imprenta de Juan de la Cuesta, de donde salió en 1605 la primera edición del Quijote. Recuerda el hecho un relieve de Collaut-Valera que fue colocado con motivo del tercer centenario de esa primera edición.
Para concluir este ya largo paseo por la calle de Atocha, fijémonos en el edificio neoclásico que hoy alberga el Colegio Oficial de Médicos y que en su día fue Real Colegio de Cirugía de San Carlos. Hubiese debido formar parte del vasto complejo hospitalario que proyectaron primero Hermosilla y luego Sabatini en el reinado de Carlos III. El primitivo esbozo del siciliano data de 1787, pero no fue sino hasta las postrimerías del reinado de Fernando VII cuando se vuelve sobre él. El arquitecto del rey, Isidro González Velázquez, firma en 1831 el nuevo proyecto. Aquí estuvo también la Facultad de Medicina primero de la Universidad Central y luego de la Complutense hasta que fue trasladada a la Ciudad Universitaria. Por cierto, este edificio ocupa el solar que fue del hospital de la Pasión, fundado en 1565 como hospital general de mujeres junto a la iglesia de San Millán y trasladado aquí por falta de espacio en 1636.
Una última curiosidad. En la calle de Atocha se instaló, en 1972, el primer carril-bus, lo que provocó las iras de los comerciantes, que ya se veían sin clientes. ¡Y eso que nadie respeta estos carriles en Madrid!