Entre la plaza de España y la calle de Romero Robledo. Distrito 9 (Moncloa). Barrio de Argüelles.
Estamos ante una de las calles “largas” de la red que forma este barrio de Argüelles. Fue una de las zonas más castigadas durante la última guerra civil, de ahí que la mayor parte de sus edificios sean construcciones modernas. Sin embargo, justo al final de nuestra calle, haciendo esquina con la de Romero Robledo, se halla la que la Guía del COAM califica como “una de las más bellas fachadas de ladrillo de Madrid”. Se trata de un edificio levantado entre 1916 y 1917 como un hotelito de dos plantas que luego se amplió a tres. No da la mencionada Guía el nombre de su arquitecto; sí que el maestro de obras fue Ricardo Cuadrillero. (Podéis ver una foto en este enlace).
Fue al poco de segregarse estos terrenos de la posesión de la Montaña del Príncipe Pío, el 19 de octubre de 1865, cuando el Ayuntamiento decidió dar el nombre de Mendizábal a esta calle. Dadas las características del personaje al que recuerda (del que en seguida se hablará), no es de extrañar que el consistorio franquista lo desterrara de aquí el 13 de diciembre de 1940 para dársela a uno de los suyos, el político tradicionalista Víctor Pradera (1872 o 1873-1936), fusilado por el bando republicano. El 25 de enero de 1980 volvió aquí Mendizábal, pero esta vez con su nombre y dos apellidos.
Juan de Dios Álvarez Méndez nació en Cádiz el 25 de febrero de 1790. Era de origen humilde; el cambio de su segundo apellido por el más sonoro “Mendizábal” ocurrió hacia 1811 o 1812, según algunos para ocultar el origen judío de su familia. Participó en la guerra de la Independencia y, acabada esta, se convirtió en un conspirador liberal que tuvo un papel importante en el triunfo del pronunciamiento de Riego en 1820. Tras la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis se exilió, primero a Londres y luego a París, donde no dejó de conspirar contra Fernando VII. También lo hizo para ayudar a la caída del absolutista Miguel I de Portugal en favor de la reina María da Glória. Volvió a España en 1835 y se convirtió en ministro de Hacienda; poco después accedió a la presidencia del Gobierno. Para afrontar la guerra carlista no solo llevó a cabo una quinta en la que reclutó a casi cien mil hombres, también suprimió las órdenes religiosas y puso en venta sus bienes, la célebre “desamortización de Mendizábal”, una revolución económica que, en palabras de Répide, “a fin de cuentas, no consiguió sino crear nuevas fortunas y otros privilegios y, en cambio, perjudicó al arte, ocasionando el abandono y ruina de bellísimos templos, monasterios y palacios de abolengo”. En 1837 abandonó el gobierno y su influencia empezó a disminuir, aunque aún sería de nuevo ministro de Hacienda en 1843 (ese mismo año fue alcalde de nuestra villa durante unos meses). Tras la caída de Espartero tuvo que exiliarse de nuevo y sus florecientes negocios cayeron en la bancarrota. Regresó a España en 1846 y aunque fue diputado hasta 1850 su tiempo político ya había pasado. Murió en Madrid el 3 de noviembre de 1853, pobre y lleno de deudas.
Por cierto, Répide nos dice que la actual calle de Doña Urraca, en el distrito de La Latina (en lo que entonces se conocía como barrio de Colmenares), llevó en su día el nombre de Mendizábal por la proximidad de una quinta que este personaje tenía por aquellos andurriales. Quien esto escribe no ha podido comprobar tal cosa ni en las bases de datos del Ayuntamiento ni en los diferentes planos históricos de nuestra villa que ha podido consultar.
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