22.12.15

Ciudad de Barcelona (Avenida de la)


Fuente Lámina de agua en el antiguo cuartel de Daoíz y Velarde
Foto: CC BY-SA 3.0 Luis García

Entre el paseo de la Infanta Isabel y la avenida de la Paz. Distrito 3 (Retiro). Barrios del Pacífico y las Adelfas. 

Antes de ser calle, fue la nuestra camino de Vallecas y carretera de Valencia, que bordeaba el ancestral olivar de Atocha antes de dejar atrás la villa en dirección este. Y no dejó de ser camino hasta que se construyó la estación de Atocha, ya que en sus inmediaciones se crearon unos docks, esto es, “muelles”, seguramente pensados para desde allí distribuir las mercancías que llegasen en el novedoso medio de transporte, el “ferro-carril”. Pero la cosa no fue bien y las instalaciones acabaron en manos del Estado, que las destinó a cuartel, primero conocido, obviamente, como Cuarteles de los Docks y, más adelante, como de Daoíz y Velarde.

Precisamente fue frente a estos cuarteles en donde empezaron a construirse las primeras viviendas de la zona, casas baratas “para dar ensanche á la población por aquel punto, proporcionando cómodo y económico albergue á las clases que cuentan con escasos recursos” (Peñasco y Cambronero). Toda la zona quedaba dentro del plan Castro, que había previsto aquí, en principio, parques y zonas deportivas como prolongación del Retiro, pero en 1863 se solicitó un cambio de uso y ya al año siguiente José Luis Retortillo (1830-95), entonces presidente de la Diputación, promovió las viviendas que hoy abarcan los portales 47 a 53 de nuestra calle que, por cierto, recibió en 1865 el nombre de calle del Pacífico, en conmemoración de las extrañas e insensatas acciones navales españolas en aquel océano, de las que ya nos hemos hecho eco alguna que otra vez en estas páginas.


Antigua sede de la compañía MZA (década de 1920)

Pero nos hemos adelantado un poco; si queremos hablar de algunos de los sitios singulares de nuestra calle hemos de volver a su comienzo. En la acera de los pares nos encontramos con cuatro grandes edificios que hoy están ocupados por oficinas de Renfe y ADIF, pero que en su día pertenecieron a la compañía MZA, la que construyó la estación de Atocha y fue su primera propietaria. Se trata de imponentes construcciones de influencia francesa, levantadas entre 1885 y 1890, todas salvo el edificio más pequeño, el que ocupa el número 4, que tiene una historia peculiar. El primer emplazamiento de los edificios administrativos de la MZA estaba donde más o menos hoy se encuentra la antigua estación, allí se construyeron entre 1858 y 1862; cuando se amplió esta, se decidió su demolición, con la excepción del que tratamos, que fue desmontado y vuelto a montar en el lugar que hoy ocupa. Los cuatro edificios están unidos por pasarelas elevadas metálicas. Como curiosidad, mencionemos que el último es el número 8 de la avenida, pero el siguiente portal, en lugar de ser el 10, como correspondería, es el… ¡108!

Si no cambiamos de acera y nos damos una pequeña caminata, llegaremos al lugar donde estuvo el antes mencionado Cuartel de Daoíz y Velarde, cuya puerta, ahora aislada y exenta, sigue ostentando sobre su dintel el título de “Maestranza y parque de artillería”. Ya sabemos que primero tuvo carácter comercial y que en 1880 se convirtió en cuartel de artillería e infantería, al que en 1916 se dio el carácter de maestranza, es decir, no solo de acuartelamiento sino también de taller en el que se construían y montaban las piezas de artillería. En 1981, ya en desuso, pasó a ser propiedad del Ayuntamiento, que en 1988 dota de protección especial a sus edificios. En estos terrenos se instaló la Junta Municipal de Retiro y se estaba construyendo un polideportivo cuando el 11 de marzo de 2004 el terrible y criminal atentado terrorista que mató a 192 personas en varios trenes de cercanías lo convirtió en improvisado centro de emergencias. Hoy una placa recuerda aquel tremendo acontecimiento y reconoce la labor de quienes ayudaron y atendieron a los heridos.

Cambiamos otra vez de acera y avanzamos un poco hacia el Puente de Vallecas para encontrarnos con otro edificio singular, una magnífica obra en ladrillo visto cuyo jardinillo delantero está delimitado por una vistosa verja, hoy ocupado por una residencia de ancianos. En su día fue un asilo para ciegos fundado por Catalina Suárez, marquesa de Vallejo, que tiene dedicada una de las calles que lo bordean. La construcción data de 1907 y fue su arquitecto Eugenio Jiménez Corera.

A mediados del siglo XX, el Ayuntamiento decidió dedicar la antigua calle del Pacífico a la ciudad de Barcelona, la segunda más grande de España, capital de Cataluña, puerto de primer orden, lugar cosmopolita y dinámico como pocos. Según el padrón, el 1 de enero de 2013 vivían allí 1.611.822 personas.

11.12.15

Ciegos (Cuesta de los)


Fuente de la Cuesta de los Ciegos
Foto: CC BY-SA 3.0 Tamorlan

Entre las calles de Segovia y de la Morería. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio.

Hay discrepancia entre nuestros cronistas a la hora de explicar el nombre de esta empinada cuesta que sube por la antigua ladera del arroyo que un día fue la calle de Segovia. Peñasco y Cabronero, que nos recuerdan que en el plano de Texeira allí no hay calle ni cuesta sino un cerro pelado, dicen que por aquí en el siglo XVIII se hallaban unas casuchas donde vivían varios ciegos que se dedicaban a pedir limosna. Répide, no sin cierta retranca, reprocha la parquedad de la explicación de sus antecesores, relata una “tradición bellísima” en la que San Francisco de Asís devuelve milagrosamente la vista a dos ciegos que por allí andaban limosneando cuando la zona era el límite de un bosque de madroños y duda de que haya que esperar al plano de Espinosa para buscar el nombre, puesto que la cuesta de los Ciegos es citada ya por Quevedo.

Una curiosidad de esta calle está en la fuente que tiene muy cerca de la calle de Segovia. Es, junto a la que ya mencionamos al hablar de la calle de Cabestreros, la única que queda en Madrid con el escudo de la villa ornado con la corona mural republicana, ya que data de 1932.

4.12.15

Cid (Calle del)


Estatua del Cid en Burgos
Foto: CC BY-SA 2.0 ElCaminodeSantiago092006

Entre las calles de Recoletos y de Villanueva. Distrito 3 (Salamanca). Barrio de Recoletos.

En 1862 se creó esta calle, en terrenos que hasta poco antes formaban parte de la huerta de la Escuela de Veterinaria. De la calle que Répide califica simplemente de “corta y sombría” hoy se podría decir que es tranquila y señorial.

Rodrigo Díaz de Vivar nació en una fecha no determinada, entre 1045 y 1050, en un lugar tampoco determinado, aunque la tradición dice que fue en Vivar, muy cerca de Burgos. Acaso perteneció a la pequeña nobleza y muy joven entró al servicio de la corte de Fernando I, en concreto al del infante don Sancho, que al subir al trono como Sancho II otorgó su favor al burgalés. En las guerras que mantuvo Sancho con sus hermanos Alfonso VI de León y García de Galicia es donde pudo obtener Rodrigo su apodo de “el Campeador”.

Finalmente Alfonso sucedió a Sancho y en los primeros tiempos de su reinado tuvo una buena relación con Rodrigo, al que buscó un buen casamiento con una dama noble, biznieta del rey Alfonso V, Jimena Díaz. Los problemas comenzaron cuando el Campeador hizo una incursión en la taifa de Toledo, cuyo rey era un protegido de Alfonso. Ello le supuso un primer destierro, hacia 1080. Primero ofreció sus servicios a los condes de Barcelona; al ser rechazado hizo lo propio con el rey de la taifa de Zaragoza, donde permaneció hasta 1086.

La invasión almorávide hizo que Rodrigo tuviese que abandonar Zaragoza y, tras reconciliarse, volvió al servicio del rey de Castilla y León. Pero no duró mucho la cosa: en 1088 hubo un nuevo destierro, esta vez con expropiación de sus bienes, algo que solo se hacía en casos de traición. Desde ese momento actuó como caudillo independiente. Sus correrías se extendieron por todo el Levante peninsular, región de la que se convirtió en el personaje más poderoso. En 1094 conquistó Valencia y se proclamó su “príncipe”, de lo cual posiblemente derive el apodo de “Cid”, del árabe “sidi”, señor. Allí murió entre mayo y julio de 1099. Su esposa Jimena consiguió mantenerse en la ciudad hasta 1102.

El Cid ha dado lugar a innumerables leyendas, cantares, romances, historias, novelas, óperas y películas. Sin duda lo más importante de todo es el Cantar de Mío Cid, escrito alrededor de 1200 y que es la primera gran obra narrativa que se escribió en lengua castellana.