25.10.10

Bilbao (Glorieta de)




Foto: Museo8bits

Entre las calles de Sagasta, Luchana, Fuencarral y Carranza. Distritos 1 (Centro) y 7 (Chamberí). Barrios de la Justicia, la Universidad y Trafalgar.

El paraje que hoy se conoce como glorieta de Bilbao fue durante mucho tiempo uno de los extremos de la villa, lugar en el que se emplazaron los llamados Pozos de la Nieve. Eran pozos en los que se guardaba la nieve traída desde la Sierra de Guadarrama para luego ser utilizada en el verano para aplacar algo los calores. Por eso la puerta que tenía la cerca de Felipe IV por aquí se llamaba de los Pozos de la Nieve, como se ve en el plano de Texeira y otros de la época. Pero no se hallaba donde actualmente está la glorieta que nos ocupa, sino algo más abajo, en la calle de Fuencarral a la altura de las calles del Divino Pastor y de Apodaca. En 1767 se derribó por ruinosa y se construyó otra un poco más al norte. En la guerra de la Independencia fue valerosamente defendida por el general San Simón y debieron quedarle algunos desconchones producidos por los combates, a decir de Mesonero Romanos. En 1837, al producirse la heroica defensa de Bilbao por las tropas cristinas durante la primera guerra carlista, la puerta pasó a denominarse de Bilbao y cuando fue derribada con el resto de la cerca en 1868, la glorieta que quedó heredó el nombre, a pesar de estar por entonces duplicado, pues la actual plaza de Vázquez de Mella se llamaba también de Bilbao. Cuando fue urbanizándose el barrio de Chamberí, la glorieta de Bilbao se convirtió en un importante centro de animación que hizo que Répide la considerase "una de las sucursales de la Puerta del Sol" y, en efecto, su importancia como nudo de comunicaciones la hacía digna de tal elogio. Durante un tiempo en la glorieta de Bilbao se formó un mercadillo navideño en el que se podían encontrar pavos vivos que luego serían servidos como cena de Navidad. Hoy en día es uno de los centros de la vida nocturna de Madrid. La mitad de la juventud madrileña, cuando sale, va a Bilbao, designando por ese nombre a toda una zona cuyo punto neurálgico es nuestra glorieta. [Nota de 2010: escribí este texto hace más de diez años, tal vez quince. Por entonces yo salía por allí, pero desde aquellos tiempos casi jurásicos es de suponer que la cosa haya cambiado un tanto.] Por ello es habitual ver la acera en la que se encuentra el Café Comercial, junto a una de las bocas del metro de Bilbao abarrotada de gente los fines de semana por la noche, y es que ése es uno de los puntos más habituales para fijar una cita en Madrid.

En 1902 se colocó en el centro de la Glorieta de Bilbao una estatua de Juan Bravo Murillo, el principal artífice del Canal de Isabel II, y que en 1961, cuando el dichoso tráfico la convirtió de monumento a estorbo, fue trasladada a un emplazamiento mucho más adecuado: Los jardines que se hallan junto a uno de los depósitos que el Canal tiene precisamente en la calle de Bravo Murillo.

4.10.10

Bernardino de Obregón (Calle de)


Entre la ronda de Valencia y el paseo de Santa María de la Cabeza. Distrito 2 (Arganzuela). Barrio de Palos de Moguer.

En el barrio de las Peñuelas, antaño fabril y algo suburbial y hoy residencial con bastante calidad, encontramos una calle dedicada a un religioso del siglo XVI, recientemente beatificado. Barnardino de Obregón nació cerca de Burgos en 1540. Era de noble familia, y en sus años mozos destacó como soldado en Italia y Flandes. Pero en 1565 sintió la llamada divina, cambió la espada por el hábito y se dedicó al cuidado de los enfermos. Creó la Congregación de los Mínimos, llamada popularmente de los Obregones, para tal fin. A él se debe la fundación de la Congregación de la Santa Cruz en el Hospital de la Corte y del Hospital de Convalecientes que hubo en la calle Ancha de San Bernardo. Desde 1587 trabajó en el Hospital General. Murió en 1590.

Su, digámoslo así, conversión es objeto de una muy típica leyenda de la época en España, la del caballero de vida disipada que sufre un choque importante y la abandona convirtiéndose en un dechado de virtudes. Se cuenta que al poco de venir a la Corte como caballero del duque de Sessa, paseaba un día todo acicalado Bernardino por la calle de Postas cuando un barrendero (ah, ¿pero había barrenderos en Madrid en el siglo XVI?) le salpicó el impoluto vestido. El barrendero fue inmediatamente abofeteado; su reacción fue cuando menos extraña, pues se arrodilló ante el caballero y dijo: “Señor, mucho agradezco a vuestra merced la merced y honra que me ha hecho, porque en mi vida me he visto más honrado que con esta bofetada” (versión de Répide). La impresión que causó esta respuesta en Bernardino de Obregón le llevó a darse cuenta de las miserias del mundo y a abandonarlo en provecho de los más pobres y desvalidos.