23.12.11

Cabeza (Calle de la)


Entre las calles de Jesús y María y del Ave María. Distrito 1 (Centro). Barrio de Embajadores.

Esta calle aparece ya con este nombre en el plano de Texeira. Está relacionada con una de las leyendas más célebres de nuestra villa. En ella vivía un sacerdote que debía poseer una no menguada hacienda. Un criado suyo, decidido a hacerse con ella, mató al cura cruelmente, puesto que lo decapitó. Robó los dineros del clérigo y huyó a Portugal. No se supo sino tiempo después que el asesinato se había cometido, ya que fueron a buscar al sacerdote para que asistiera a un entierro que iba a celebrarse en la cercana iglesia de San Sebastián, donde el cura tenía unas capellanías. Fue entonces cuando se descubrió el horrible crimen.

Pero como se suele decir, el asesino siempre vuelve al lugar del crimen y henos aquí, años después, al criado convertido en caballero ricamente vestido paseando por el Rastro. En una de sus carnicerías compró una cabeza de carnero que llevó bajo la capa. El rastro de sangre que iba dejando alertó a un alguacil, que interpeló al presunto caballero sobre lo que llevaba así oculto. El otro respondió que era una cabeza de carnero que acababa de comprar, pero cuando levantó la capa para enseñar tal mercancía a la autoridad, cuál no sería su asombro al ver que se había transformado en la cabeza del sacerdote asesinado. Totalmente aturdido, el criminal confesó su culpa y, condenado a muerte por los alcaldes de Casa y Corte, fue ahorcado en la Plaza Mayor. Cuando se hizo justicia, la cabeza volvió a ser de carnero.

Felipe III, que reinaba cuando se produjeron estos hechos, quiso recordarlos e hizo colocar una cabeza de piedra en la casa donde sucedieron; fue al poco retirada, pues daba miedo a los vecinos, que a cambio levantaron una capillita en honor de la Virgen del Carmen con un cuadro que representaba el milagro. Los carniceros del Rastro tuvieron que pedir el traslado de sus tiendas, pues la gente ya no quería comprar en ellas, y se establecieron en la calle que por eso se llamó del Carnero.

En el número 16 de la calle, haciendo esquina con la de Lavapiés, se halla un viejo edificio del siglo XVIII que fue cárcel eclesiástica o de la Corona, es decir, de la Inquisición, donde se cometieron todo tipo de desmanes en el tenebroso reinado de Fernando VII. Allí fueron encerrados y torturados los liberales a la vuelta de Fernando tras la guerra de la Independencia, y allí fue asesinado el 4 de mayo de 1821 el cura de Tamajón Matías Vinuesa, precisamente en un acto de excesiva exaltación liberal ya que las masas descontroladas creían que era un peligroso agitador anticonstitucional. Cuando desapareció la Inquisición dejó de utilizarse como cárcel y se empleó como cochera y cuadra. En los años setenta del siglo XX fue usado para rodar algunas escenas de la serie de televisión Fortunata y Jacinta, según la novela de Benito Pérez Galdós.

Cabestreros (Travesía de los)

Entre la calle de los Cabestreros y la calle de los Embajadores. Iguales distrito y barrio que la anterior.

Esta pequeña calle en escuadra se llamó hasta bien entrado el siglo XIX de San Juan; ningún cronista se para a explicar el motivo de este nombre. Antonio Capmani asegura por su parte que en tiempos era llamada calle de San Justo, a causa de una pintura que hubo en una casa propiedad de la Congregación Sacramental de San Justo.

4.11.11

Cabestreros (Calle de)

Foto: Tamorlan

Entre las calles del Mesón de Paredes y de los Embajadores. Distrito 1 (Centro). Barrio de los Embajadores.

Desde el siglo XVIII es conocida esta calle como de los Cabestreros, ya que en ella residían y tenían sus talleres varios miembros de este gremio. El oficio de cabestrero consistía en hilar el cáñamo para obtener fuertes cordeles. Los cabestreros que ocuparon esta calle fundaron una capilla con la advocación de San Antonio Abad -su patrón- en la iglesia de San Cayetano. Fueron famosas las fiestas y romerías que los cordeleros celebraban en honor de San Antonio.

Los cabestreros se fueron yendo poco a poco de esta calle para trasladarse sobre todo a la de Toledo, pero dejaron su nombre a la vía. Dos capillitas llegó a haber en ella, una dedicada a la Virgen del Rosario que era cuidada por la hermandad del mismo nombre de la iglesia de Santa Cruz, y otra de la Virgen de la Soledad, igual a la que se venera en San Ginés.

Ciertamente curiosa es la fuente que hay en esta calle en su esquina con la del Mesón de Paredes. Es, junto con otra que aún existe en la Cuesta de los Ciegos, la única que queda en Madrid que posee los emblemas republicanos. Fue construida en 1934, y en su lado norte ostenta la leyenda REPÚBLICA ESPAÑOLA - AYUNTAMIENTO DE MADRID. Como indican Martínez Carbajo y García Gutiérrez en su obra sobre las fuentes de Madrid, quizá no fue destruida porque “pasó desapercibida”. Sin embargo tuvo cierta fama antaño, ya que se decía que de su agua “sólo bebían los machos”. Parece ser que se creía que potenciaba la virilidad. Por ello a veces se la llamó Fuente de los Machos o de los Valentones. Tuvo una compañera, hoy desaparecida, junto a la calle de Embajadores. Por eso siempre se hablaba de las Fuentes de Cabestreros.

12.9.11

Cabarrús (Calle de)


Entre las calles del general Ibáñez Ibero y de Guzmán el Bueno. Distrito 7 (Chamberí). Barrio de Vallehermoso.

Esta calle no tiene acceso al tráfico, puesto que ha quedado incluida en las dependencias de la Dirección General de la Guardia Civil, y es como una vía particular de este centro. Está dedicada al financiero y político español Francisco de Cabarrús. Fue de origen francés; nació en la ciudad gala de Bayona en 1759. Creó en Carabanchel una fábrica de jabón, como primer paso para su entrada en el mundo de las finanzas. Otro importante paso en este sentido fue su ingreso en la Sociedad Económica Matritense. Fue el creador, en 1782, del Banco Nacional de San Carlos, y su primer director. Llegó a ser consejero de Hacienda; contribuyó a la fundación de la Compañía de Filipinas en 1785 y fue partidario de una liberalización del comercio, tanto exterior como interior. A la muerte de Carlos III se le concedió el título de conde a la vez que era acusado de malversador y denunciado a la Inquisición como seguidor de las ideas enciclopedistas. Fue, pues, encarcelado entre 1790 y 1792. Su estrella brilló de nuevo con Godoy, y volvió a ocupar cargos relevantes hasta que en 1800 fue desterrado de Madrid. Con José Bonaparte regresó a la política, hasta su muerte, ocurrida en Sevilla el año 1810. De sus obras políticas destaca Cartas sobre los obstáculos, escrita en 1800. Además de todos los hechos narrados, en su haber está también ser el padre de Teresa Cabarrús, madame Tallien, dama carabanchelera que llegó a ser la mujer más influyente de Francia en los últimos años del siglo XVIII.

8.7.11

Caballero de Gracia (Calle del)



Entre la red de San Luis y la Gran Vía. Distrito 1 (Centro). Barrios de las Cortes y de Sol.

La Gran Vía, archiconocida zarzuela de Felipe Pérez y Federico Chueca nos da una imagen frívola y desenfadada del Caballero de Gracia, como un individuo cuya afición fundamental es asistir a bailes y fiestas para ser el más galán en ellos. Muy lejos queda esto de la verdadera personalidad del caballero cuyo nombre ostenta esta calle, si bien en torno suyo hay una leyenda de terrible conversión, leyenda muy típica sobre la que ya hicimos un comentario cuando hablamos de Bernardino de Obregón. El Caballero de Gracia era el sobrenombre con que en Madrid era conocido Jacopo Grattis, natural de Módena, que llegó a España a mediados del siglo XVI acompañando al Nuncio Juan Bautista Castañer. Era dueño de casi todas las casas queEnlace componían esta calle, unas casas construidas al estilo italiano, con jardines. En ellas vivían personajes muy importantes de la Corte, como los embajadores de Francia o Venecia, y también, según la leyenda, una noble y bella dama aragonesa llamada doña Leonor Garcés. El Caballero de Gracia quedó prendado de ella, y para lograr su amor echó mano de la artimaña, pues pensó raptarla después de suministrarla un narcótico. Pero cuando cruzaba el umbral de la vivienda de doña Leonor, una voz celestial le hizo ver lo malo de su acción, quedando tan impresionado que cambió totalmente de vida. Fue a confesarse con San Simón de Rojas, y luego viajó a Roma, de donde volvió ordenado sacerdote. Fue desde entonces un ejemplar y venerable religioso, al que se debe la fundación de la Congregación de Esclavos del Santísimo Sacramento, además de la cesión de la casa de doña Leonor, que desde el incidente se llamaba del Espanto, a San Francisco Caracciolo, para fundar en ella un convento de clérigos menores.

El Oratorio del Caballero de Gracia

Todo esto tiene mucho de leyenda. Jacopo Grattis existió realmente, y vivió ciento dos años, ya que nació en 1517 y murió en 1619. Su tumba se halla en el Oratorio del Caballero de Gracia. Este Oratorio data de 1609, cuando fue establecido por la Congregación que había fundado el Caballero. La primitiva iglesia fue levantada en 1654. Ocupaba el solar en el que estuvo la vivienda del embajador de Inglaterra, asesinado en 1650 por cuatro católicos ingleses como venganza por la ejecución de Carlos I el año anterior.

Más de un siglo después, Carlos III, hermano mayor de la Congregación de esclavos del Santísimo Sacramento, encargó a Juan de Villanueva la reedificación del Oratorio y así es como ha llegado hasta nuestros días. Es una joya de la arquitectura neoclásica, y uno de los trabajos más importantes de su autor. Las obras se iniciaron en 1790 y no concluyeron hasta 1832. Contiene un discreto conjunto de obras de arte, de las que destaca especialmente un Cristo de la Agonía procedente del hospital de Agonizantes que hubo en la calle de Fuencarral, cuyo autor es Juan Sánchez Barba; data de mediados del siglo XVII y para algún especialista es una obra cumbre del barroco madrileño.

A punto estuvo de perecer este oratorio con las obras de la Gran Vía, que en principio no parecía que fuesen a respetarlo. Sin embargo se impuso la cordura, y se adaptó el trazado de la nueva avenida de forma que no se perdiese una obra arquitectónica tan notable. Por eso el primer tramo de la Gran Vía es diez metros más estrecho que el resto de la avenida, y por eso traza una extraña curva hacia la red de San Luis.

Peor suerte tuvieron el resto de las casas de la acera izquierda. Todas desaparecieron con la apertura de la Gran Vía. Entre estas casas estaba el palacio de la duquesa de Sevillano, que no podía creer que la vivienda de sus antepasados tuviera que dejar paso al progreso. Tanta fue la pena que sintió, que se marchó fuera de España y nunca volvió. La leyenda dice que, una vez derribado el palacio, se paseaba por su solar, cuando caía la noche, el fantasma lloroso de una mujer, que para algunos era el espíritu de la propia duquesa, quizás muerta de pena por su palacio perdido.



21.6.11

Bustamante (Calle de)

Joaquín Bustamante y Quevedo (1847-1898)
Entre el paseo de las Delicias y la calle de Méndez Álvaro. Distrito 2 (Arganzuela). Barrios de las Delicias y de Palos de Moguer.

No, Operación Triunfo aún no ha sido fuente de inspiración para el nomenclátor municipal. Este Bustamante es otro, no ése.

Répide indica que esta calle está dedicada al marino cántabro José de Bustamante (1759-1825), y Federico Bravo Morata es de la misma opinión. Sin embargo, es otro el marino, también cántabro, recordado aquí, Joaquín Bustamante y Quevedo (1847-98). Y ello por una razón muy sencilla. Hasta 1899 esta calle se denominó de Puerto Rico, y sabido es que tras la pérdida de las últimas colonias en 1898 el Ayuntamiento decidió cambiar todos los nombres de las calles que fuesen de antiguas colonias españolas y sustituirlos por los de héroes de esta última guerra ultramarina. Y José Bustamante y Quevedo murió en la guerra de Cuba. Era marino, y fue director de la Escuela de Torpedos de Cartagena. Inventó un tipo de torpedo que fue bautizado con su nombre y publicó un Tratado de Electricidad utilizado durante muchos años como texto básico en varias escuelas navales. Murió a resultas de las heridas recibidas en el combate de las Lomas de San Juan, cuando mandaba las columnas de desembarco del Almirante Cervera.

31.5.11

Buenavista (Calle de)

Entre las calles de Santa Isabel y de la Fe. Distrito 1 (Centro). Barrio de los Embajadores.

En esta calle tenía su residencia la familia Castellanos, uno de cuyos miembros quitó a un moro una imagen de la Virgen en Algeciras. Lo hizo atravesando el pecho del sarraceno con una flecha, de forma tan certera que desde entonces fue apodado Buenavista. Y la imagen de la Virgen pasó a ser Nuestra Señora de Buenavista o de los Castellanos. En la capilla de la vivienda madrileña de los Castellanos estuvo mucho tiempo la imagen, dejando su nombre a la calle. Después se veneró en la desaparecida iglesia de la Trinidad, en la calle de Atocha, y en el siglo XIX, otro componente de la familia, el escritor Basilio Sebastián Castellanos, pagó de su bolsillo el traslado de la imagen a la iglesia de Chamberí.

Hace algunos años esta calle fue objeto de polémica, junto con su vecina de Zurita. Y es que el Ayuntamiento, en el Nuevo Plan General de Madrid, había previsto la demolición de las dos estrechas hileras de casas que hay entre las dos calles, para crear nada más y nada menos que el bulevar de Lavapiés. No pareció convencer demasiado esto a los vecinos, cuyas protestas hicieron cambiar de opinión a los ediles madrileños, y Lavapiés seguirá sin bulevar, como siempre ha sido.

Buen Suceso (Calle de)


(La antigua iglesia del Buen Suceso, en la calle Princesa,
desaparecida en los años 70 del siglo XX)


Entre la calle de la Princesa y el paseo del pintor Rosales. Distrito 9 (Moncloa). Barrio de Argüelles.

El nombre de esta calle tiene su origen en el hospital y la iglesia del Buen Suceso, trasladados aquí tras ser demolidos los edificios primitivos, que se hallaban en la Puerta del Sol. Como la fachada principal de la iglesia daba a la calle de la Princesa, allí será donde nos extendamos más en la historia de la vieja y tradicional institución hospitalaria madrileña. Sí que permanece, en el número 12 de nuestra calle, el asilo del Buen Suceso, anteriormente de las Hermanitas de los Pobres, en un gran edificio de ladrillo construido en 1893 según planos de Joaquín de Rucoba.

11.5.11

Bringas (Travesía de)

Entre la plaza de San Miguel y la calle Mayor. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio.

En el siglo XVII era esta vía un callejón de la Cava de San Miguel que recibía el nombre de Cobertizo de San Miguel. Después, se abrió hasta la calle de Ciudad Rodrigo, dividiendo en dos partes muy desiguales a la manzana 168. De Cobertizo se transformó en Pasadizo de San Miguel, y más adelante cambió su nombre por el actual, debido al establecimiento de un rico comerciante apellidado Bringas. Pañero sería el señor Bringas, ya que su tienda se abría en pleno Portal de Paños de la Plaza Mayor. Cuenta Répide que después del incendio que en 1790 devastó todo el lienzo occidental de la Plaza Mayor, el propietario de la tienda, que entonces era Francisco Antonio de Bringas y de la Presilla, intendente de los Ejércitos, la reedificó conforme al plan trazado por Juan de Villanueva. Por la localización que da Répide en su obra se puede deducir que aún entonces (años veinte) existía el pequeño fragmento de la manzana 168 que quedó separado al abrir esta calle. Hoy en día ha desaparecido, y se conoce como travesía de Bringas lo que antes era primer tramo de la Cava de San Miguel, aproximadamente desde la calle Mayor hasta la esquina del mercado de San Miguel.

25.4.11

Bretón de los Herreros (Calle de)

Entre la calle de Santa Engracia y el paseo de la Castellana. Distrito 7 (Chamberí). Barrio de Ríos Rosas.

Nos encontramos en un sector del Ensanche que Carlos María de Castro proyectó como residencia de la nobleza y de la alta burguesía. Y efectivamente es hoy en día una de las mejores y más caras zonas de Madrid, aunque se eche de menos alguna que otra zona verde. La calle que tratamos está dedicada al dramaturgo Manuel Bretón de los Herreros, que nació en el pueblo riojano de Quel, junto a Arnedo, el 19 de diciembre de 1796. Fue soldado, pero muy joven dejó la milicia y su mala situación económica le llevó a dedicarse al teatro. Está visto que en el primer tercio del siglo XIX debía de ser una buena salida profesional. En un principio sus comedias reciben un importante influjo del autor español más importante de la época, Leandro Fernández de Moratín; destaca su primera obra, A la vejez viruelas, escrita en 1824. Poco después se vio inmerso en la vorágine romántica y durante una época se dedicó al melodrama (Elena, 1835), pero donde realmente encontró un campo importante para dar rienda suelta a su talento, fue en la comedia costumbrista, escrita al estilo neoclásico: Marcela o ¿cuál de las tres? (1831), Todo se pasa en este mundo (1835), La redacción de un periódico (1836) o Escuela del matrimonio (1852). En 1836 fue nombrado director de la recién creada Biblioteca Nacional y en 1840 ingresó en la Real Academia Española. Murió en Madrid el 8 de noviembre de 1873.

12.4.11

Bravo Murillo (Calle de)


Entre la Glorieta de Quevedo y la Plaza de Castilla. Distritos 6 (Tetuán) y 7 (Chamberí). Barrios de Arapiles, Trafalgar, Ríos Rosas, Vallehermoso, Bellas Vistas, Cuatro Caminos, Castillejos, Almenara, Valdeacederas y Berruguete.

Primitivamente el nombre de esta calle era el de Carretera Mala de Francia o de la Mala de Francia. Cuando por primera vez leí esto, pensé lo mismo que usted: Eso es que había una carretera buena de Francia, pero la realidad es que mala se refiere a correo, y por esa carretera salía el correo que iba a Francia. En definitiva, la actual calle de Bravo Murillo fue durante mucho tiempo la carretera de Francia.

Y durante mucho tiempo no cruzaba sino descampados y tierras de labor, a las que se unieron a principios del siglo XIX varios cementerios, por lo que no fue un lugar muy deseado para vivir, a pesar de ser uno de los ejes del Plan de Ensanche de Carlos María de Castro. Castro ideó para esta zona unos barrios fabriles y residenciales para obreros, pero también cárceles, cuarteles, hospitales, y, en medio de todo, los depósitos de agua del Canal de Isabel II. La calle de Bravo Murillo deja a sus lados dos de los primeros depósitos de agua que el Canal tuvo en Madrid, uno de los cuales aún se utiliza, habiéndose convertido los terrenos del otro en parque y piscinas. Antes se hallaba aquí el llamado Campo de Guardias, cuyo nombre proviene de los guardias que cuidaban de un polvorín que desapareció en uno de los numerosos pronunciamientos del siglo XIX, y que tuvo el triste honor de suceder a la Plaza de la Cebada y las afueras de la Puerta de Toledo como lugar de las ejecuciones. Allí fue fusilado el cura Merino, que atentó contra Isabel II.

Pasados de largo los terrenos del Canal, las cocheras del Metro y la glorieta de Cuatro Caminos, nuestra calle se estrecha algo y cruza uno de los barrios más populosos y populares de Madrid, Tetuán; diríase una ciudad dentro de la ciudad, y Bravo Murillo representa el papel de calle mayor a la perfección. Tiene el típico aspecto de calle que antes fue carretera, como ocurre con la calle Alcalá desde Ventas, la avenida de la Albufera o la calle General Ricardos. Las construcciones más modernas alternan con viejas casas decimonónicas de ladrillo muy sucias y desgastadas por el tráfico y esperando el día que deberán desaparecer víctimas de la especulación. Es una zona muy comercial siempre abarrotada de gente que entra y sale de sus numerosas tiendas o se dirige al mercado de Maravillas, obra de Pedro Muguruza situada sobre el convento del mismo nombre que desapareció a causa de los disturbios de 1931.

Ya dentro de lo que era término de Chamartín de la Rosa nos encontramos con la moderna plaza de la Remonta, una especie de Plaza Mayor contemporánea, con sus soportales y todo. Fue construida en los años ochenta del siglo pasado en el solar del cuartel de caballería que nos recordaba que allí acamparon los ejércitos que vencieron en la guerra de Marruecos. Por eso se llamó (y se sigue llamando) este paraje Tetuán de las Victorias y O’Donnell el tramo de la calle Bravo Murillo que pertenecía a Chamartín de la Rosa.



(La antigua plaza de toros de Tetuán de las Victorias)

Tuvo Tetuán de las Victorias una plaza de toros, a la altura del número 297 de nuestra calle, en la esquina con la del Marqués de Viana, que fue muy famosa en la edad de oro de la tauromaquia como segunda plaza de Madrid, aquella a la que iban los diestros que aún no se habían consagrado y luchaban contra los morlacos que las figuras del momento rechazaban torear por su dificultad. Fue levantada por iniciativa de Ramón González, secretario del Ayuntamiento de Chamartín de la Rosa el año 1870. Fue una plaza en la que se dieron fundamentalmente novilladas, aunque en los últimos años de su existencia también torearon en ella grandes figuras de la época como Domingo Ortega o Manolo Bienvenida. Especialmente glorioso fue el año 1934, cuando un pleito de los ganaderos más importantes con la empresa de la plaza de Madrid llevó las mejores reses a este redondel. Al iniciarse la guerra civil el coso fue utilizado como parque de artillería. Una explosión la destruyó casi por completo en el transcurso del conflicto. Los posteriores intentos de reconstrucción nunca tuvieron éxito.

La Junta Municipal de Tetuán está en el número 357 de la calle de Bravo Murillo. En su fachada aún puede leerse el rótulo de “Casa Consistorial”, pues antes fue la sede del Ayuntamiento de Chamartín de la Rosa, que en 1880 se trasladó a nuestra calle desde la antigua plaza mayor del pueblo de Chamartín (hoy plaza del Duque de Pastrana) cuyo caserío era minúsculo en comparación con su boyante y populoso barrio de Tetuán.

Desde 1875 lleva esta calle el nombre de Juan Bravo Murillo, nacido en Fregenal de la Sierra (Badajoz) en 1803 y muerto en Madrid en 1873, diputado, ministro de Hacienda entre 1849 y 1852 y presidente del Gobierno de 1851 a 1852. Precisamente durante su época como ministro fue cuando impulsó decididamente el proyecto de traída de aguas a Madrid desde el río Lozoya, proyecto con el que muchas veces se había soñado. Por fin se eligió el de Francisco Barra, de 1829, corregido por Juan Rufo y Juan de Rivera en 1848. Tres años más tarde se dio inicio a las obras. Paralizadas en 1854, se volvió al trabajo en 1855 bajo la dirección de Lucio del Valle, y el 24 de junio de 1858 brotó en una fuente instalada para la ocasión en la calle de San Bernardo, frente a la iglesia de Montserrat, el agua del Lozoya. Por cierto, la fuente usada fue de inmediato trasladada a la Puerta del Sol, de allí a la Glorieta de Cuatro Caminos y por último hoy se puede ver en la puerta principal de la Casa de Campo, junto al Puente del Rey. Cuando se habla de este día tan importante para nuestra villa, todos los cronistas y estudiosos de Madrid narran dos hechos curiosos. La fuente tenía un surtidor que elevaba el agua hasta 31 metros de altura, y cuando por primera vez surgió, el comentario del ministro de la Gobernación José Posada Herrera a la reina Isabel II fue: "Señora, hemos tenido la suerte de ver un río ponerse en pie", frase atribuida también al escritor festivo Manuel Fernández y González, aunque con una pequeña variante: "¡Oh Maravilla de la Civilización! ¡Poner los ríos en pie!"

El segundo hecho destacable es que al acto de inauguración, que adquirió la consideración de fiesta popular, asistió el todo Madrid de entonces, pero el propio Bravo Murillo acudió, embozado en su capa, entre la multitud como un madrileño más. No había sido invitado oficialmente al acto. Para algunos esto fue una muestra de ingratitud hacia Bravo Murillo por un lado, y de humildad de éste por otro, pero si se analiza el hecho de que se le obligó a dimitir el 13 de diciembre de 1852 a causa de su política ultraconservadora que hizo temblar a la propia reina, que no era sospechosa de progresismo, se puede deducir que había caído en desgracia y se hallaba bastante apartado de la vida pública, a la que volvió más adelante, pero con algo más de timidez.