28.8.20

Felipe III (Calle de)

Estatua de Felipe III, en la Plaza Mayor
(Foto CC BY-SA Luis García, Zaqarbal)

Entre la calle Mayor y la plaza Mayor. Distrito 1 (Centro). Barrio de Sol. 

Nos encontramos en uno de los nueve accesos que tiene la plaza Mayor (diez si contamos el pasadizo que hay bajo la Casa de la Panadería), que ha tenido diversos nombres a lo largo del tiempo. Uno de ellos fue de tipo gremial; cuando se llamaba calle de los Boteros era porque aquí tenían sus establecimientos estos fabricantes de recipientes para vinos. Este gremio solía organizar en el día de Pascua un espectáculo frente a nuestra calle; tras sacar en procesión a su patrón, el Cristo de la Resurrección, montaban un patíbulo en el que ahorcaban y quemaban a una efigie de Judas. 

Una vez los boteros se marcharon con sus tiendas a otros emplazamientos, no le pareció oportuno al Ayuntamiento mantener tal denominación y en 1851 se la dedicó al rey cuya estatua ecuestre preside la aledaña plaza, aunque en 1854 también fue conocida como de la Milicia Nacional a causa de los hechos del 7 de julio de 1822 y de los que se hablará cuando se llegue a la muy cercana calle de tal nombre. 

Felipe III, el monarca con el que empezó la decadencia española, nació en Madrid el 14 de abril de 1578, hijo de Felipe II y de Ana de Austria. Aunque durante su reinado, que comenzó el 13 de septiembre de 1598, llegó la máxima expansión del imperio español, su poca afición por el gobierno permitió que validos corruptos e interesados (los duques de Lerma y Uceda) dirigieran por muy mal camino la política española. Mal recuerdo tiene para nuestra villa el traslado de la capitalidad a Valladolid entre 1601 y 1606 ya que el duque de Lerma estaba más cerca de sus posesiones en la localidad cuyo título ostentaba. El duque también se dedicó a lo que hoy en día llamaríamos “especulación inmobiliaria”, aprovechándose de ambos traslados. 

A pesar de esto, no se puede negar que durante su reinado comenzó el punto más alto de la expansión cultural que conocemos como los Siglos de Oro. Cervantes, Lope, Góngora, Quevedo escribieron muchas de sus obras durante este reinado y Velázquez empezó su carrera como pintor, eso por citar solo a unos pocos. Felipe III murió en nuestra villa el 31 de marzo de 1621.

21.8.20

Felipe II (Avenida de)


La antigua plaza de toros, recién terminada.
(Foto: Laurent, 1874)

Entre las calles de Alcalá y la plaza de Salvador Dalí. Distrito 4 (Salamanca). Barrio de Goya. 

Durante muchos años esta avenida, casi plaza, fue conocida como de la Plaza de Toros, ya que finalizaba en la que hubo entre 1874 y 1934 donde hoy se encuentra el Palacio de los Deportes. Se levantó esta plaza para substituir a la que estaba junto a la Puerta de Alcalá (véase calle de Serrano), y la fecha de su inauguración, el 4 de septiembre de 1874, tuvo un cartel difícilmente superable: Manuel Fuentes Bocanegra (que fue quien mató el primer toro), Rafael Molina Lagartijo, Francisco Arjona Currito, Vicente García Villaverde, José Lara Chicorro, Ángel Machío y Ángel Fernández Valdemoro, con toros de Veragua, Miura, Antonio Hernández, Puente López, Núñez de Prado, Anastasio Martín y López Navarro. Fue ésta la plaza de la edad de oro de la tauromaquia, y en ella se vieron los grandes triunfos y también los grandes fracasos de los diestros arriba mencionados y además de otros tan importantes como Frascuelo, Gordito, Mazzantini, Guerrita, El Espartero, Joselito, Belmonte, Rafael el Gallo, Rodolfo Gaona, Sánchez Mejías, Granero, Vicente Pastor, Marcial Lalanda... Y en ella encontraron la muerte también varios toreros, desde el que inauguró la macabra lista, Manuel Canet Llusio, banderillero al que mató el Miura Chocero en la primera corrida de Beneficiencia celebrada en esta plaza el día 23 de mayo de 1875, hasta Gitanillo de Triana, que fue el último, el 14 de agosto de 1931 tras ser cogido el 31 de mayo, pasando por El Espartero, el 27 de mayo de 1894, Florentino Ballesteros, el 24 de abril de 1917 o Manuel Granero, el 7 de mayo de 1922. 

Al parecer, en los años veinte, cuando Répide escribía sus artículos sobre las calles de nuestra villa, la plaza de la carretera de Aragón, como así era conocida, ya estaba amenazada de desaparición. La culpable era la Diputación Provincial, propietaria del coso, que ya la veía pequeña y obsoleta aunque todavía no había cumplido cincuenta años. Lo cierto es que el edificio tenía valor arquitectónico y era muy bello. Era una obra neomudéjar diseñada por Emilio Rodríguez Ayuso y Lorenzo Álvarez Capra, con capacidad para 13.000 espectadores. Es verdad que en la nueva plaza caben 23.000, pero no era esa una excusa para derribar la antigua. Además, la construcción de la nueva se demostró precipitada, pues aunque fue inaugurada oficialmente en 1931 (y eso a pesar de que en su fachada dice Año 1929), la lejanía del centro y lo inhóspito que entonces era el entorno del Puente de Ventas impidieron que empezase a funcionar hasta 1934. Y ese año fue derribada la vieja plaza de Goya, aunque la puerta quedó durante un tiempo en el solar, como testimonio de lo que allí hubo antes. Y, a pesar de los temores de Répide sobre el posible uso que la Diputación fuese a dar al solar, la verdad es que estuvo largo tiempo vacío, hasta que en 1960 se inició la construcción del Palacio de los Deportes, obra de los arquitectos García-Barbón y Soleras Mauri y del ingeniero Briones. A mediados de la década de 1990 se volvió a hablar de la demolición de este nuevo local de espectáculos para dejar su sitio a la construcción de viviendas, es decir, a la especulación. Era un disparatado proyecto de algún arquitecto municipal con vocación de constructor inmobiliario que rápidamente fue desmentido por los políticos de turno, pero quizá no con la rotundidad que se podía esperar, así que lo que pasase con el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid quedaba con un resquicio de incógnita. La desgracia pareció haberse aliado con los promotores de la desaparición del Palacio de los Deportes el 28 de junio de 2001, día en que un incendio prácticamente lo destruyó. Las especulaciones sobre su futuro se disiparon cuando el presidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, informó de que se había decidido su reconstrucción, ya que la estructura no había sufrido daños irreversibles. Hoy ya no se llama Palacio de los Deportes y su nombre varía según la marca publicitaria que lo patrocine, aunque casi todo el mundo lo sigue conociendo por la denominación tradicional.

(Foto CC BY-SA Carlos Ramón Bonilla)

Actualmente, como no hay ya plaza de toros, la avenida está dedicada a Felipe II, rey de España que curiosamente no tenía antes ninguna calle en Madrid. Felipe II es un monarca muy importante en la historia de nuestra villa, a la que trajo la corte en 1561. Nació Felipe de Habsburgo y Portugal en Valladolid el 21 de mayo de 1527, hijo de Carlos V y de Isabel de Portugal. Siendo niño, sanó de unas fiebres gracias al agua de la milagrosa fuente que hizo brotar San Isidro, y su madre la emperatriz, en agradecimiento, hizo levantar la primera ermita en 1528, cuando Isidro no era aún ni beato. Esta sea quizá una de las razones por las que el rey tenía un gran cariño por Madrid y que más tarde le hizo instalar aquí la corte. 

Felipe II, por Sofonisba Anguissola
(Museo del Prado, Madrid)

No es este el lugar adecuado para contar siquiera brevemente los numerosos hechos que sucedieron en el largo reinado de Felipe II, que se inició tras la cesión de la corona de España por su padre el 16 de enero 1556. Me limitaré a indicar que Madrid le debe no sólo la capitalidad, sino también la fundación del desaparecido convento de San Felipe el Real, la reorganización del caótico sistema de hospitales que había en la villa, y ya fuera de ella, la construcción de esa maravilla que es el Monasterio de El Escorial, donde murió el 13 de septiembre de 1598.