22.12.15

Ciudad de Barcelona (Avenida de la)


Fuente Lámina de agua en el antiguo cuartel de Daoíz y Velarde
Foto: CC BY-SA 3.0 Luis García

Entre el paseo de la Infanta Isabel y la avenida de la Paz. Distrito 3 (Retiro). Barrios del Pacífico y las Adelfas. 

Antes de ser calle, fue la nuestra camino de Vallecas y carretera de Valencia, que bordeaba el ancestral olivar de Atocha antes de dejar atrás la villa en dirección este. Y no dejó de ser camino hasta que se construyó la estación de Atocha, ya que en sus inmediaciones se crearon unos docks, esto es, “muelles”, seguramente pensados para desde allí distribuir las mercancías que llegasen en el novedoso medio de transporte, el “ferro-carril”. Pero la cosa no fue bien y las instalaciones acabaron en manos del Estado, que las destinó a cuartel, primero conocido, obviamente, como Cuarteles de los Docks y, más adelante, como de Daoíz y Velarde.

Precisamente fue frente a estos cuarteles en donde empezaron a construirse las primeras viviendas de la zona, casas baratas “para dar ensanche á la población por aquel punto, proporcionando cómodo y económico albergue á las clases que cuentan con escasos recursos” (Peñasco y Cambronero). Toda la zona quedaba dentro del plan Castro, que había previsto aquí, en principio, parques y zonas deportivas como prolongación del Retiro, pero en 1863 se solicitó un cambio de uso y ya al año siguiente José Luis Retortillo (1830-95), entonces presidente de la Diputación, promovió las viviendas que hoy abarcan los portales 47 a 53 de nuestra calle que, por cierto, recibió en 1865 el nombre de calle del Pacífico, en conmemoración de las extrañas e insensatas acciones navales españolas en aquel océano, de las que ya nos hemos hecho eco alguna que otra vez en estas páginas.


Antigua sede de la compañía MZA (década de 1920)

Pero nos hemos adelantado un poco; si queremos hablar de algunos de los sitios singulares de nuestra calle hemos de volver a su comienzo. En la acera de los pares nos encontramos con cuatro grandes edificios que hoy están ocupados por oficinas de Renfe y ADIF, pero que en su día pertenecieron a la compañía MZA, la que construyó la estación de Atocha y fue su primera propietaria. Se trata de imponentes construcciones de influencia francesa, levantadas entre 1885 y 1890, todas salvo el edificio más pequeño, el que ocupa el número 4, que tiene una historia peculiar. El primer emplazamiento de los edificios administrativos de la MZA estaba donde más o menos hoy se encuentra la antigua estación, allí se construyeron entre 1858 y 1862; cuando se amplió esta, se decidió su demolición, con la excepción del que tratamos, que fue desmontado y vuelto a montar en el lugar que hoy ocupa. Los cuatro edificios están unidos por pasarelas elevadas metálicas. Como curiosidad, mencionemos que el último es el número 8 de la avenida, pero el siguiente portal, en lugar de ser el 10, como correspondería, es el… ¡108!

Si no cambiamos de acera y nos damos una pequeña caminata, llegaremos al lugar donde estuvo el antes mencionado Cuartel de Daoíz y Velarde, cuya puerta, ahora aislada y exenta, sigue ostentando sobre su dintel el título de “Maestranza y parque de artillería”. Ya sabemos que primero tuvo carácter comercial y que en 1880 se convirtió en cuartel de artillería e infantería, al que en 1916 se dio el carácter de maestranza, es decir, no solo de acuartelamiento sino también de taller en el que se construían y montaban las piezas de artillería. En 1981, ya en desuso, pasó a ser propiedad del Ayuntamiento, que en 1988 dota de protección especial a sus edificios. En estos terrenos se instaló la Junta Municipal de Retiro y se estaba construyendo un polideportivo cuando el 11 de marzo de 2004 el terrible y criminal atentado terrorista que mató a 192 personas en varios trenes de cercanías lo convirtió en improvisado centro de emergencias. Hoy una placa recuerda aquel tremendo acontecimiento y reconoce la labor de quienes ayudaron y atendieron a los heridos.

Cambiamos otra vez de acera y avanzamos un poco hacia el Puente de Vallecas para encontrarnos con otro edificio singular, una magnífica obra en ladrillo visto cuyo jardinillo delantero está delimitado por una vistosa verja, hoy ocupado por una residencia de ancianos. En su día fue un asilo para ciegos fundado por Catalina Suárez, marquesa de Vallejo, que tiene dedicada una de las calles que lo bordean. La construcción data de 1907 y fue su arquitecto Eugenio Jiménez Corera.

A mediados del siglo XX, el Ayuntamiento decidió dedicar la antigua calle del Pacífico a la ciudad de Barcelona, la segunda más grande de España, capital de Cataluña, puerto de primer orden, lugar cosmopolita y dinámico como pocos. Según el padrón, el 1 de enero de 2013 vivían allí 1.611.822 personas.

11.12.15

Ciegos (Cuesta de los)


Fuente de la Cuesta de los Ciegos
Foto: CC BY-SA 3.0 Tamorlan

Entre las calles de Segovia y de la Morería. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio.

Hay discrepancia entre nuestros cronistas a la hora de explicar el nombre de esta empinada cuesta que sube por la antigua ladera del arroyo que un día fue la calle de Segovia. Peñasco y Cabronero, que nos recuerdan que en el plano de Texeira allí no hay calle ni cuesta sino un cerro pelado, dicen que por aquí en el siglo XVIII se hallaban unas casuchas donde vivían varios ciegos que se dedicaban a pedir limosna. Répide, no sin cierta retranca, reprocha la parquedad de la explicación de sus antecesores, relata una “tradición bellísima” en la que San Francisco de Asís devuelve milagrosamente la vista a dos ciegos que por allí andaban limosneando cuando la zona era el límite de un bosque de madroños y duda de que haya que esperar al plano de Espinosa para buscar el nombre, puesto que la cuesta de los Ciegos es citada ya por Quevedo.

Una curiosidad de esta calle está en la fuente que tiene muy cerca de la calle de Segovia. Es, junto a la que ya mencionamos al hablar de la calle de Cabestreros, la única que queda en Madrid con el escudo de la villa ornado con la corona mural republicana, ya que data de 1932.

4.12.15

Cid (Calle del)


Estatua del Cid en Burgos
Foto: CC BY-SA 2.0 ElCaminodeSantiago092006

Entre las calles de Recoletos y de Villanueva. Distrito 3 (Salamanca). Barrio de Recoletos.

En 1862 se creó esta calle, en terrenos que hasta poco antes formaban parte de la huerta de la Escuela de Veterinaria. De la calle que Répide califica simplemente de “corta y sombría” hoy se podría decir que es tranquila y señorial.

Rodrigo Díaz de Vivar nació en una fecha no determinada, entre 1045 y 1050, en un lugar tampoco determinado, aunque la tradición dice que fue en Vivar, muy cerca de Burgos. Acaso perteneció a la pequeña nobleza y muy joven entró al servicio de la corte de Fernando I, en concreto al del infante don Sancho, que al subir al trono como Sancho II otorgó su favor al burgalés. En las guerras que mantuvo Sancho con sus hermanos Alfonso VI de León y García de Galicia es donde pudo obtener Rodrigo su apodo de “el Campeador”.

Finalmente Alfonso sucedió a Sancho y en los primeros tiempos de su reinado tuvo una buena relación con Rodrigo, al que buscó un buen casamiento con una dama noble, biznieta del rey Alfonso V, Jimena Díaz. Los problemas comenzaron cuando el Campeador hizo una incursión en la taifa de Toledo, cuyo rey era un protegido de Alfonso. Ello le supuso un primer destierro, hacia 1080. Primero ofreció sus servicios a los condes de Barcelona; al ser rechazado hizo lo propio con el rey de la taifa de Zaragoza, donde permaneció hasta 1086.

La invasión almorávide hizo que Rodrigo tuviese que abandonar Zaragoza y, tras reconciliarse, volvió al servicio del rey de Castilla y León. Pero no duró mucho la cosa: en 1088 hubo un nuevo destierro, esta vez con expropiación de sus bienes, algo que solo se hacía en casos de traición. Desde ese momento actuó como caudillo independiente. Sus correrías se extendieron por todo el Levante peninsular, región de la que se convirtió en el personaje más poderoso. En 1094 conquistó Valencia y se proclamó su “príncipe”, de lo cual posiblemente derive el apodo de “Cid”, del árabe “sidi”, señor. Allí murió entre mayo y julio de 1099. Su esposa Jimena consiguió mantenerse en la ciudad hasta 1102.

El Cid ha dado lugar a innumerables leyendas, cantares, romances, historias, novelas, óperas y películas. Sin duda lo más importante de todo es el Cantar de Mío Cid, escrito alrededor de 1200 y que es la primera gran obra narrativa que se escribió en lengua castellana.

13.11.15

Cibeles (Plaza de)


Fuente de Cibeles
Foto: CC-BY-SA Carlos Delgado

Entre la calle de Alcalá y los paseos de Recoletos y del Prado. Distritos 1 (Centro), 3 (Retiro) y 4 (Salamanca). Barrios de Cortes, Justicia, Jerónimos y Recoletos.

¿Plaza de Cibeles o plaza de la Cibeles? ¿Lo correcto o lo castizo? En Madrid, Cibeles es la Cibeles, y por eso he tenido tentaciones de encabezar este artículo con un flamante Cibeles (Plaza de la). Hace ya unos cuantos años, fue portada de un diario un cartel que se instaló a su entrada y en el que se leía Plaza de la Cibeles, motivo para una crítica no exenta de sarcasmo al Ayuntamiento, cuyo signo político no coincidía con el del prestigioso diario.

Yendo al grano, la plaza que nos ocupa era una parte del camino de Alcalá de Henares y el caserío de Madrid no lo alcanzó hasta el siglo XVI. No había nada aquí, éste era el extremo del Prado Viejo y el inicio del Prado de Recoletos. Pero en la época de Carlos III se instaló la fuente que representa a la diosa Cibeles en un carro tirado por dos leones, obra de Ventura Rodríguez que en principio estaba destinada para los jardines de La Granja. Su primitivo emplazamiento estaba en una esquina de la actual plaza, junto a la verja del jardín del Palacio de Buenavista; la diosa miraba entonces hacia Atocha, cruzando la vista con su vecino Neptuno.

Y una encrucijada de cuatro calles era el paraje hasta que en 1895 se reforma, se hace más o menos circular, y se coloca la estatua donde hoy en día está. Como la plaza formada no tenía nombre, se designó como Plaza de Madrid y, posteriormente, Plaza de Castelar, aunque al final su nombre terminó siendo el que todos los madrileños le daban, Cibeles.

Cuatro esquinas ocupadas por edificios públicos. En una, el Palacio de Cibeles, hasta 2011 Palacio de Telecomunicaciones, obra de Antonio Palacios que ocupa el hueco de los Jardines del Buen Retiro, lugar de recreo preferido de los madrileños hasta su desaparición en 1905; es la actual sede del Ayuntamiento de Madrid. Se construyó entre 1905 y 1917 y se inauguró oficialmente el 14 de marzo de 1919; el pueblo de Madrid, siempre dado a lo chocarrero, de inmediato empezó a llamarlo, por su aspecto catedralicio, “Nuestra Señora de las Comunicaciones”.


Palacio de Cibeles, sede del Ayuntamiento de Madrid
Foto: CC-BY-SA Carlos Delgado.

Durante casi cien años fue el centro neurálgico del servicio postal en Madrid. Muy característicos son los buzones postales que aún aparecen en la fachada que da al Paseo del Prado. Y muy características eran también las colas que los aficionados a la filatelia hacían el día que salía una nueva emisión de sellos para conseguirlos y si era posible sacarlos con el matasellos del primer día de circulación, aún mejor.

Pero como sabemos el correo postal ha ido decayendo imparablemente desplazado por la tecnología. Por tanto, un edificio tan grande ya no tenía mucho sentido para acoger un servicio que, por desgracia, se iba haciendo residual. Ya desde 2003 empezaron a trasladarse algunas dependencias municipales al Palacio de Telecomunicaciones, que en 2011 se convirtió definitivamente en sede de la Alcaldía y del pleno del Ayuntamiento. El traslado no estuvo exento de polémica por su elevado coste, pero eso es otra historia a la que no quiero dar cabida aquí.

En otra esquina, el Palacio de Murga o de Linares, actual sede de la Casa de América y de azarosa existencia. Proyectado hacia 1863, probablemente se trate de un diseño de origen francés que llevó a la práctica Carlos Colubí, entonces arquitecto municipal. Las obras comenzaron en 1873 y no acabaron hasta 1900, aunque sus dueños, los marqueses de Linares, lo ocuparon desde 1884.


El Palacio de Linares
Foto: J. L. de Diego

Con el tiempo pasó a ser propiedad y sede de la Compañía Transmediterránea y de la Confederación de Cajas de Ahorros; estuvo largo tiempo abandonado y solo la declaración como monumento histórico-artístico en 1976 lo libró del derribo. Finalmente, fue comprado por el Estado para el fin con el que actualmente se utiliza.

Al tiempo de tal adquisición se hizo famoso por sus supuestos moradores de ultratumba, no se sabe si reales o creados por determinada señora que quería vender muchos libros sobre la pobre Raimunda (que así se llamaba una de las almas en pena).

La siguiente esquina la ocupan los jardines del Palacio de Buenavista, que por estar su entrada por la calle de Prim, allí se hablará de él. En la cuarta y última nos encontramos con el edificio del Banco de España.


Sede del Banco de España
Foto CC-BY-SA Luis García

Cuando en 1880 se decidió que fuese el Banco de España el único que emitiese billetes en todo el país, se tuvo claro que había que cambiar su sede, que en aquel momento se encontraba en la Casa de los Cinco Gremios, en la calle de Atocha. Por tanto, el Estado compró una serie de solares y edificios con el fin de situar el Banco en el corazón de la villa. Desaparecieron, pues, el palacio de Alcañices, la antigua iglesia de San Fermín de los Navarros, además de algunos trozos de jardín, para dar paso a la majestuosa sede, obra de Eduardo Adaro y Severino Sáinz de la Lastra. Comenzaron las obras en 1882 y se inauguró el 3 de marzo de 1891.

Desde entonces ha sufrido varias ampliaciones a costa de los inmuebles contiguos: primero a lo largo de la calle de Alcalá, en 1927-30 y después por las del marqués de Cubas y los Madrazo, entre 1969 y 1975. Si bien la primera ampliación, firmada por José Yarnoz Larrosa, se hizo de modo que fuese indistinguible lo antiguo de lo moderno, no fue así con la segunda, obra de Javier Yarnoz Orcoyen –hijo del anterior-, que guarda poca relación con el resto del edificio.

En los últimos tiempos es Cibeles un lugar de celebración de victorias futbolísticas, baño incluido, pero durante el Mundial de fútbol de Estados Unidos, en 1994, la celebración consistió en amputar la mano izquierda de la diosa y hacer desaparecer dicha extremidad, que luego dos cívicos ciudadanos devolvieron en comisaría, aunque no entera. Desde entonces, cada vez que el Real Madrid o la selección española ganan un partido importante u obtienen títulos, la pobre diosa necesita protección policial. Lo que no pasó en la guerra civil gracias a su búnker, sucedió en una noche de fútbol.

6.11.15

Churruca (Calle de)


La muerte de Churruca, por Eugenio Álvarez Dumont
(Museo del Prado, Madrid)

Entre las calles de Barceló y Sagasta. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Justicia.

Al hablar de las calles de Apodaca y de Barceló ya se comentó que esta zona se urbanizó poco después del derribo de la Cerca y que tres de sus calles están dedicadas a grandes marinos españoles. El tercero, por orden alfabético, que no por gloria, es Cosme Damián Churruca y Elorza, que nació en Motrico el 27 de septiembre de 1761. Aunque en principio pensó dedicarse a la Iglesia, pronto surgió en él la vocación marinera, la cual le llevó a Cádiz como guardiamarina en 1776. No tardaría mucho en entrar en combate, donde siempre mostró impresionantes arrojo y valentía. En 1783 empezó a estudiar matemáticas en la Academia de Ferrol dando así principio a su carrera científica. Se embarcó en varias expediciones científicas a América y desde 1789 estuvo agregado al Observatorio de la Marina en San Fernando. La participación en esas expediciones no impidió que siguiese participando en hechos de armas, de igual modo que cuando desde 1798 recibió el mando de diversos buques ello no fue óbice para que siguiese desarrollando sus actividades científicas, que incluso despertaron la admiración del Primer Cónsul de Francia, Napoleón Bonaparte. Su último mando fue el del navío San Juan Nepomuceno, en el que sucumbió heroica y gloriosamente en la batalla de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805.

26.10.15

Chueca (Plaza de)


Entre las calles de San Gregorio, Gravina y Barbieri. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Justicia.

Hasta la década de 1860 no existía esta plaza, que estaba ocupada por una manzana, concretamente la número 318, que al ser derribada dejó un espacio que desde entonces pasó a conocerse como plaza de San Gregorio, aunque no recibió numeración propia, de modo que Répide ni siquiera la considera independiente de la calle que le dio nombre –cuya explicación, por tanto se dará cuando lleguemos a la calle de San Gregorio.

Desde 1943 recuerda al compositor madrileño Federico Chueca y Robres, nacido en plena plaza de la Villa, en la Torre de Lujanes, el 5 de mayo de 1846. A pesar de empezar a familiarizarse con la música desde niño, sus padres le obligaron a estudiar Medicina, carrera que de todos modos acabó dejando por la musical aconsejado por Barbieri. Se le recuerda sobre todo por las numerosas zarzuelas que nos dejó, entre las que destacan La Gran Vía (1886), El año pasado por agua (1889), El chaleco blanco (1890), Agua, azucarillos y aguardiente (1897), La alegría de la huerta (1900) y El bateo (1901). Falleció en Madrid el 20 de junio de 1908.

La plaza de Chueca ha dado nombre a todo un barrio, el cual se ha convertido en una especie de símbolo de la tolerancia hacia todo aquel que lleve su vida de una manera diferente, de que lo distinto no es malo sino que enriquece y, sobre todo, de la libertad para amar a quien cada cual quiera.

19.10.15

Chinchilla (Calle de)


Foto CC BY 2.0 Peter Trimming

Entre la calle de la Abada y la Gran Vía. Distrito 1 (Centro). Barrio de Sol.

En esta calle tuvo sus casas Francisco Chinchilla, alcalde de corte y rastro que adquirió fama de magistrado severo. No en vano fue uno de los que votó a favor de la muerte de don Rodrigo Calderón, marqués de Sieteiglesias. El mismo rigor exigía a la hora de cumplir las disposiciones que para mejor policía de la villa dictaba, como por ejemplo prohibir que se abandonasen animales muertos en la calle. La respuesta del a veces ingrato pueblo de Madrid fue llenar la calle de Chinchilla de todo tipo de inmundicias. Un día se encontró el magistrado a dos mujeres pelando aves cerca de su casa y cuando las preguntó dónde las habían conseguido respondieron que en su basurero, que no era otro sino su calle, e incluso apostillaron que el día anterior vieron allí una lechuza que las sirvió de alimento. Aunque Chinchilla encarceló a las mujeres, esto no evitó que al día siguiente alguien clavase una lechuza en su puerta. Y así la calle de Chinchilla se llamó durante un tiempo de la Lechuza.

Y Chinchilla, personaje que no debió de ser muy querido en Madrid, incluso dio origen a un dicho: Hasta los perros le conocen, ya que ordenó dar muerte a todo perro vagabundo, y fue fama que al verlo pasar los canes huían aullando de pánico.

El caso es que hoy la calle de Chinchilla es una triste bocacalle de la Gran Vía, hasta hace muy poco con un basto adoquinado y muy empinada, con alguna de sus casas sin guardar alineación con las demás. ¿Venganza? No, porque usted tampoco se ha creído demasiado todas estas leyendas, ¿verdad...?

9.10.15

Chamberí (Plaza de)


CC BY-SA 3.0 Museo8Bits

Entre las calles de Santa Engracia y Luchana y el paseo de Eduardo Dato. Distrito 7 (Chamberí). Barrios de Trafalgar y Almagro. 

Decir Chamberí es decir Madrid. Hoy nadie lo duda, pero esto no fue así hasta bien entrado el siglo XIX. Peñasco y Cambronero nos indican que aunque había construcciones desde finales del siglo XVIII, la barriada no empezó a crecer hasta 1837 y no fue sino en 1847 cuando se empezaron a rotular oficialmente las calles que habían ido surgiendo. No tienen claro estos cronistas el origen del peculiar nombre del barrio, que en un principio se había llamado de Los Tejares. Répide sí que parece estar seguro de que proviene de la primera esposa de Felipe V, María Luisa Gabriela de Saboya, a quien estos parajes, con la sierra de Guadarrama al fondo, le recordaban a la antigua capital de su tierra, Chambéry, hoy en Francia, muy cerca de los Alpes.

Cuando se fue formando el barrio quedó nuestra plaza como su centro. Répide también menciona que durante mucho tiempo los vecinos la conocieron como la plaza Vieja. Es hoy en día, como era en tiempos de Répide, una especie de remanso de paz, con sus jardines, su quiosco de música, un lugar para que jueguen los niños y descansen los mayores.


Junta Municipal del Distrito de Chamberí
(Foto: CC BY-SA 3.0 Luis García)

Destacan dos edificios en ella. El primero es el ocupado por la Junta del Distrito, levantado entre 1886 y 1890 según proyecto de Enrique Sánchez Rodríguez posteriormente modificado por José López Salaberry. En su solar, cuando aquello era aún campo, estuvo la llamada casa de las Columnas, dentro de la finca que poseía el marqués de Santiago. En esa antigua casa pernoctó Napoleón viniendo de Chamartín y fue lo más cerca que estuvo de entrar en Madrid. Era entonces propiedad de Saturio Ángel de Velasco, que a su muerte la dividió, junto con la posesión, entre Tomás Andrés Serrano y José Sagristá Nadal, que, según Répide, se han de considerar como los verdaderos fundadores del barrio de Chamberí, ya que parcelaron la enorme finca y promovieron las primeras construcciones.

El segundo edificio es la gran mole de ladrillo del convento y colegio de las Siervas de María, proyectado por el marqués de Cubas y levantado entre 1880 y 1883. Era entonces superiora de la orden Santa María Soledad Torres Acosta, madrileña que junto con otras seis compañeras la había fundado en 1851 precisamente con la guía de un sacerdote de Chamberí, Miguel Martínez y Sanz, que buscaba un grupo de monjas que cuidaran de enfermos sin recursos.

También podemos admirar en esta plaza el monumento dedicado a la actriz Loreto Prado, obra de Mariano Benlliure. Su aspecto un tanto extraño, con la efigie de la actriz parapetada tras una imagen de la Virgen, tiene su explicación en que en principio estaba concebido como monumento funerario, erigido por suscripción popular, para ser colocado en su tumba del cementerio de Santa María. Sin embargo, finalmente se puso aquí, en la plaza de Chamberí, donde se inauguró el 8 de octubre de 1944. Lo que vemos hoy es una copia del original, que hubo de ser retirado en 1989 a causa de su deterioro.


La estación de Chamberí
(Foto: CC BY 2.0 Antonio Tajuelo)

En la plaza de Chamberí hubo una parada de metro, perteneciente a la primera línea, que hubo de ser clausurada en mayo de 1966 cuando se amplió la longitud de los andenes de la línea 1, ya que quedaba demasiado cerca de sus vecinas. Durante mucho tiempo fue la “estación fantasma”, que muchos niños nos esforzábamos en vislumbrar cuando los trenes la atravesaban. El 25 de marzo de 2008 se reabrió, pero no como estación sino como museo que nos muestra cómo era el primitivo metropolitano.

25.9.15

Cervantes (Calle de)


Entre la calle del León y la plaza de Cánovas del Castillo. Distrito 1 (Centro). Barrio de las Cortes.

Nada extraño tiene que en pleno barrio de las Letras nos encontremos con una calle dedicada al príncipe de nuestros ingenios. Menos aún si tenemos en cuenta que la casa en la que vivió y probablemente murió daba a esta calle, aunque su entrada principal estaba por la del León.

Pero antes de proseguir, digamos que desde tiempos ancestrales esta calle se llamaba de Francos, y como tal aparece en el plano de Texeira. Esto era así porque en ella se encontraba la casa de la familia de tal apellido al menos desde los tiempos del rey Juan II de Castilla, en la primera mitad del siglo XV. Fue el primero Pedro Suárez Francos, regidor de la villa en aquel entonces.

Pues hete aquí que en la casa que hace esquina con la del León vivió, como hemos dicho, Miguel de Cervantes los últimos años de su vida. Perduró el edificio hasta 1833, cuando fue derribado por ruinoso. Se hizo eco de tal fechoría Mesonero Romanos, que publicó el 23 de abril de ese año (en el aniversario de la muerte del gran escritor) un artículo titulado precisamente “La casa de Cervantes” en la Revista Española. Llegó su eco hasta el propio rey Fernando VII, que intentó que el Estado comprase el nuevo inmueble que el dueño, Luis Franco (¿acaso descendiente de aquellos Francos que poblaron la calle?), empezó a levantar en el solar con el fin de que se instalase en él alguna institución pública de carácter literario. Sin embargo, el propietario se negó y como el rey felón parece que el único derecho que respetaba era el de la propiedad privada, desistió y acabó conformándose con emitir una Real Orden, el 4 de mayo de 1833, en la que mandaba se colocasen un gran medallón y una placa sobre la puerta que da al número 2 de nuestra calle en conmemoración de su ilustre morador, que aún subsisten. Dice su leyenda:

AQUÍ VIVIÓ Y MURIÓ
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA
CUYO INGENIO ADMIRA EL MUNDO
FALLECIÓ EN MDCXVI



Mucho tuvo que ver en esto el que entonces era comisario general de la Cruzada(*), Manuel Fernández Varela, que asumió los gastos. Tanto el medallón, obra de Esteban de Ágreda –escultor riojano que entonces era director general de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando- como la placa fueron inaugurados el 13 de junio de 1834. Poco después, durante la alcaldía del marqués viudo de Pontejos, cuando se emprendió la revisión de la nomenclatura del callejero madrileño, se decidió que la calle dejase de llamarse de Francos y pasase a recordar al gran escritor complutense.

En 2005 la Real Academia Española colocó otra placa a la derecha de la puerta, esta vez conmemorando el cuarto centenario de la publicación de la primera parte del Quijote, la obra más inmortal de Cervantes.

Curiosamente, si avanzamos un poco más en la calle y llegamos al número 11 nos encontraremos con la casa que fue de Lope de Vega, esta sí conservada y convertida en museo. La compró el dramaturgo en septiembre de 1610 y la habitó hasta su muerte, en 1635. Después tuvo numerosos dueños; alguno fue el responsable de hacer desaparecer la piedra con la inscripción “Parva propria magna, magna aliena parva” que hizo poner Lope en su dintel. Hoy ha sido vuelta a colocar; la casa es un museo propiedad de la Real Academia Española, que la posee desde 1931 al morir sin herederos su última dueña, Antonia García de Cabrejo, que había creado en ella una fundación para enseñar a hacer encajes a niñas huérfanas. Ha sufrido diversas restauraciones, la última de las cuales terminó en 1992.


Casa de Lope de Vega

A medida que se acerca a su final, los edificios de la calle se van aburguesando, hasta culminar en el lateral del hotel Palace. Durante muchos años terminó en la plaza de Jesús. A principios del siglo XX se abrió una calle que atravesaba los que fueron terrenos del palacio del duque de Medinaceli; al principio se denominó del duque de Alburquerque, pero no pasó mucho tiempo antes de que fuese incorporada a la calle de Cervantes.

Resulta difícil hacer un breve resumen de la azarosa vida de Miguel de Cervantes Saavedra. Nació en Alcalá de Henares el 29 de septiembre de 1547. Aunque pronto tuvo veleidades literarias, fue primero soldado. Tras marchar a Italia, sirviendo al cardenal Acquaviva, se alistó en los tercios, con los que recorrió gran parte de la Península Itálica. En 1571 actuó heroicamente en la batalla de Lepanto, en la que quedó inútil de la mano izquierda y se ganó el apelativo de “el Manco de Lepanto”. Siguió, no obstante, participando en hechos de armas y cuando en 1575 regresaba a España en la galera Sol fue apresado por piratas berberiscos y sufrió cinco años de cautiverio en Argel. Rescatado por frailes mercedarios, en 1580 volvió a España, en concreto a nuestra villa, y empezó a dedicarse a su vocación verdadera, la literatura. Pero en el teatro reinaba Lope y hubo de buscar otros medios de vida. Marchó a Sevilla, donde ejerció de comisario del acopio de víveres para la flota de las Indias y también como recaudador de impuestos, lo cual le permitió viajar por España y conocer a muchos tipos que luego reflejó en su inmortal novela. Estuvo también en la cárcel por problemas con las cuentas y durante esa estancia en prisión, según su propio testimonio, concibió el Quijote. En 1603 marchó a Valladolid siguiendo a la corte y allí vivió tres años. Pasó el resto de su vida en Madrid, escribiendo sin parar pero sin obtener grandes beneficios por ello. Murió el 23 de abril de 1616, en la misma fecha pero no el mismo día que Shakespeare, ya que en Inglaterra aún regía el calendario juliano.

Aparte de su Quijote, obra genial que le sitúa en la cumbre de la literatura española y universal, cuya primera edición imprimió Juan de la Cuesta en su establecimiento de la calle de Atocha en 1605, escribió otras novelas como La Galatea o Los trabajos de Persiles y Sigismunda (cuya dedicatoria firmó en su lecho de muerte), también las Novelas ejemplares, que entrarían en el género que hoy conocemos como relatos cortos. Para el teatro nos dejó comedias (Los baños de Argel, El gallardo español) y entremeses (La elección de los alcaldes de Daganzo, El retablo de las maravillas). También escribió mucha poesía, aunque apenas se conserva nada salvo los muchos poemas incluidos en otras obras y el Viaje del Parnaso. No se consideraba a sí mismo un buen poeta, para él era una “gracia que no quiso darme el cielo”.

El cuerpo de Cervantes fue depositado en el convento de las Trinitarias Descalzas, cerca de su casa, pero hasta hace poco no se sabía dónde estaba enterrado con exactitud, ya que diferentes cambios en el convento implicaron el traslado de los restos de las personas allí sepultadas. Tras vencer las reticencias de las religiosas, se llevó a cabo una minuciosa investigación encaminada a localizarlos, que culminó, en marzo de 2015, con la identificación de restos pertenecientes a Cervantes, a su esposa y a otras 14 personas con las que se hallan irremediablemente mezclados. El 11 de junio de ese mismo año se inauguró, con los honores militares que corresponden a un soldado-poeta, una lápida detrás de la cual se guardan tres pequeños ataúdes que contienen esos despojos. En ella se puede leer: “Yace aquí Miguel de Cervantes Saavedra” y, siguiendo a los años de su nacimiento y muerte, hay una cita de su novela Persiles y Sigismunda:

El tiempo es breve,
las ansias crecen,
las esperanzas menguan,
y, con todo esto,
llevo la vida sobre el deseo
que tengo de vivir.

(*) La Comisaría General de Cruzada era una institución que se encargaba de gestionar tres impuestos o “gracias” que la Santa Sede había cedido en 1561 a la monarquía católica española para sufragar su lucha contra los infieles, los conocidos como “bula de Cruzada”, “subsidio” y “excusado”. Desapareció en 1851.

24.7.15

Cenicero (Calle de)


Cenicero (La Rioja); Iglesia de San Martín
Foto CC BY-SA Pigmentoazul

Entre las calles del Gobernador y de Atocha. Distrito 1 (Centro). Barrio de las Cortes.

Al comienzo de nuestra calle se encuentra desde 2008 el centro cultural Caixa Forum Madrid, hoy una de las visitas obligadas de nuestra villa, ocupando lo que fue Central Eléctrica de Mediodía. Se trata de una obra arquitectónica moderna, que ha respetado parte de las fachadas de ladrillo visto del antiguo centro fabril. A pesar de que aquí nos hacemos eco de él, se indica que su entrada está por el paseo del Prado, sin duda para no quedar descolgado de otros importantes centros culturales que hay en esa gran avenida, como los museos del Prado y Thyssen. Allí nos volveremos a referir a él, pero quede constancia de que en realidad se halla en la calle de Cenicero.

Una calle que está dedicada a la ciudad muy humanitaria de Cenicero, en La Rioja, que según el padrón tiene 2.050 habitantes con fecha 1 de enero de 2013. Ostenta su curioso título por su comportamiento ejemplar ante un terrible accidente ferroviario ocurrido en sus cercanías el 27 de junio de 1903, que provocó 43 muertos y más de 80 heridos. Pero lo que hizo que Madrid le dedicase una calle fue su heroica resistencia, en defensa de Isabel II, ante el cerco de las tropas de Zumalacárregui en octubre de 1834, durante la primera guerra carlista.

Antes de homenajear a la humanitaria ciudad riojana se llamó calle de la Redondilla y así figura en el plano de Espinosa; en el de Texeira aparece, pero sin nombre. Capmani, que la llama de Ceniceros, cuenta una historia no recogida más tarde por nuestros cronistas habituales: según él, en esta zona hubo unos corrales en los que vivían ciertas personas que se dedicaban a recoger la ceniza de los hornos de Villanueva, la llevaban a sus corrales y luego la vendían en los lavaderos como útil de limpieza. Al parecer, también hacían la operación en los quemaderos de la Inquisición, una vez el viento se había llevado las cenizas de los ejecutados; por ello eran repudiados por la sociedad y se llegó a crear el dicho “parece que viene del corral de Ceniceros” cuando se quería despreciar a alguien. No parece muy consistente la historia, y el propio Capmani añade, como queriendo curarse en salud: “en la rotulación moderna se lee de Cenicero, que parece tenga hoy ese nombre por la acción dada durante la guerra civil en la minoría de la reina doña Isabel II.”

17.7.15

Celenque (Plaza de)


Foto:  CC BY-SA Osiliab

Entre las calles del Maestro Victoria, Tetuán y Arenal. Distrito 1 (Centro). Barrio de Sol.

La plaza en la que nos hallamos, un simple ensanchamiento final (o, mejor dicho, inicial) de la calle del Maestro Victoria, recibe su nombre porque aquí se encontraban las casas que pertenecieron al mayorazgo de un caballero llamado Juan de Córdoba Zelenque o Celenque, que vivió en el siglo XV a caballo de los reinados de Enrique IV e Isabel la Católica y fue alcaide de la casa real del Pardo. Mesonero Romanos, que es en este caso nuestra fuente, llama de Zelenque a la plaza, e indica que en tiempos se conoció como de don Juan de Córdoba. En el plano de Texeira está rotulada como plaçuela de Selenque y se muestra mucho más espaciosa que en la actualidad.

Ya menciona Répide que el Monte de Piedad había construido un edificio aquí, de igual aspecto –dice- que los que ya tenía por entonces en las cercanas plazas de las Descalzas y de San Martín. Y es que, efectivamente, durante mucho tiempo tuvo su entrada por esta plaza la sede central de la Caja de Madrid; hoy se encuentra allí su Fundación, reducida casi a la nada por los últimos y desgraciados cambios que ha sufrido esa entidad.

Muy cerca de una de sus esquinas con la calle del Arenal se puede apreciar una placa que desde 1984 recuerda que Claudio Sánchez Albornoz pasó su infancia y juventud aquí, “en la casa materna de la plaza de Celenque”.

10.7.15

Cedaceros (Calle de los)


Cedazo para harina de trigo
CC-BY Tamorlan

Entre la calle de Alcalá y la carrera de San Jerónimo. Distrito 1 (Centro). Barrio de las Cortes.

Calle de nombre gremial; aquí hubo, en tiempos, muchos artesanos que fabricaban cedazos, esto es, herramientas para separar lo sutil de lo grueso. No debía de ser muy buena esta zona hace unos 150 años, ya que Mesonero Romanos, en su Antiguo Madrid, se refiere a ella y sus callejas como “verdaderos albañales de inmundicia social, dignos en todo de sus menguados nombres y reputación”, todo ello en agudo contraste con las “elegantes” y “espléndidas” Alcalá y carrera de San Jerónimo. Habla el insigne cronista de las calles de los Gitanos (hoy Arlabán), de Sevilla y de Hita (esta última desaparecida al ampliarse la anterior); de nuestra calle solo indica que es, como las otras, estrecha, pero “habilitada para el tránsito de carruajes” y que por entonces estaba empezando a renovar un poco su caserío.

Cabe mencionar que en el número 4, hoy ocupado por un hotel, se halla un edificio, construido entre 1926 y 1928, de cuya fachada dice la Guía del Colegio de Arquitectos de Madrid que es “un ejemplo insólito de la arquitectura holandesa de los años 20 en Madrid”. Y eso que sus arquitectos fueron Luis Ferrero Llusía y Francisco Javier Ferrero, poco sospechosos por sus nombres de provenir de los Países Bajos.

3.7.15

Cebada (Calle y Plaza de la)


Antiguo mercado de la Plaza de la Cebada

Entre la plaza de la Cebada y la calle del Humilladero. Se encuentra la plaza entre las calles de Toledo, Cebada y Humilladero y las plazas del Humilladero y de la Puerta de Moros. Distrito 1 (Centro). Barrio de Palacio.

En pleno corazón del Madrid más castizo, lugar es éste eminentemente comercial desde sus más remotos orígenes. En principio terreno de la orden de Calatrava, la plaza recibe el nombre al menos desde finales del siglo XVI. Sitio de venta de productos alimenticios, el apelativo le vino, según Répide, porque aquí se separaba la cebada destinada a los caballos del rey de la que iba a manos de diversos párrocos de la zona en concepto de diezmo y también servía en parte para recompensar al sacristán de San Pedro porque era el encargado de tocar a nublado.

Pero además para otros menesteres sirvió el paraje. León Pinelo, cuyos Anales son citados por Peñasco y Cambronero y también por Répide, aunque éste no indica la fuente, dice que en la plaza de la Cebada se instaló un gran jardín con un retrato de San Isidro el 19 de junio de 1622, con motivo de la canonización del patrón de nuestra villa. Y durante el siglo XVIII fue el punto en que se celebraban las ferias de Madrid. También fue elegida para otros asuntos más trágicos, pues desde principios del siglo XIX sucedió a la Plaza Mayor como lugar de las ejecuciones públicas, y aquí, entre otros, fueron ajusticiados Rafael de Riego y Luis Candelas (con éste último hay discrepancias, como se contará en el artículo referido a la glorieta de la Puerta de Toledo). Fue además escenario de la lucha de barricadas en la revolución de 1854 y después de otra revolución, la de 1868, mudó por poco tiempo su ancestral nombre por el de Riego y aunque rápidamente las cosas se pusieron en su sitio, no hubo agravio para el paladín constitucional, que recibió una calle en compensación.


La plaza de la Cebada en el siglo XIX. En el centro, la iglesia de Nuestra Señora de Gracia

Dos edificios significativos han desparecido en esta plaza. La iglesia de Nuestra Señora de Gracia, levantada en el siglo XVII sobre un antiguo humilladero que allí había, fue demolida en 1903 dentro de la gran reforma que sufrió la zona a principios del siglo XX. En esta iglesia era donde se guardaban varios de los pasos de Semana Santa que recorrían Madrid en procesión.

Y el caso de Mariano Calvo Pereira es uno de verdadera mala suerte. Dos magníficas obras de la construcción en hierro levantó este arquitecto en Madrid y las dos han desaparecido. Eran los mercados de los Mostenses y de la Cebada. El primero fue engullido por el tercer tramo de la Gran Vía y el de la Cebada pereció víctima de la codicia especuladora de un Ayuntamiento sin escrúpulos. Calvo Pereira se inspiró nada menos que en el mercado de Les Halles de París para levantar esta magnífica obra entre 1870 y 1875. En 1953 el Ayuntamiento firmó su sentencia alegando que estaba en ruinas, lo cual no era cierto, y sí que esperaba embolsarse una buena cantidad aprovechando el solar para construir viviendas y otras cosas y levantar un mercado más pequeño (ya en los años veinte Répide se quejaba de que su tamaño no era suficiente para Madrid y estaba desbordado). Y dicho y hecho, en 1956 fue derribado y en su lugar se levantó algo de lo que solo me atrevo a decir que más feo imposible y ni siquiera oso hacer comparaciones con su antecesor. En cualquier caso, tiene sus días contados; ya desde hace tiempo se decidió realizar una importante reforma de la zona. Aunque estaba paralizada desde el año 2006 (solo habían desaparecido las piscinas municipales que había entre el mercado y la calle de Toledo), el 20 de junio de 2014 la Comunidad de Madrid decidió dar vía libre a un proyecto que cambiará radicalmente la fisonomía del lugar. Ya veremos si se lleva a efecto.

26.6.15

Cea Bermúdez (Calle de)


Entre la calle de Bravo Murillo y la plaza de Cristo Rey. Distrito 5 (Chamberí). Barrios de Gaztambide, Arapiles y Vallehermoso.

Estos parajes del Ensanche Norte de la villa estaban aún sin urbanizar bien entrado el siglo XX y no es de extrañar, ya que casi hasta entonces (y aún después de la guerra civil) estaban dominados por los cementerios que mandó construir extramuros José Bonaparte más los que se añadieron en la primera mitad del siglo XIX. Al norte del trazado de la calle se hallaba el Sacramental de San Martín, San Ildefonso y San Marcos y al sur estaban los de la Patriarcal, el Sacramental de San Ginés y San Luis y algo más abajo el General del Norte. Si bien en 1884 se clausuraron todos estos camposantos, siguió habiendo enterramientos hasta décadas después y sus ruinas perduraron en algunos casos hasta los años 50 del siglo XX. Yerra Répide cuando dice que el cementerio de la Patriarcal interceptaba esta calle, la realmente afectada era la de Donoso Cortés y allí hablaremos algo más del asunto.

Hoy en día es nuestra calle una vía principal, una importante arteria en dirección este-oeste para el tráfico que llega desde la zona de Moncloa y se dirige hacia la Castellana.

Francisco Cea Bermúdez, político y diplomático, nació en Málaga el 28 de octubre de 1779. Inició su carrera en 1810, con un destino en Rusia, y sirvió tanto al más absolutista Fernando VII como a los liberales en su breve gobierno de los “tres mal llamados años”. En 1824 fue llamado por Fernando VII para ser secretario de Estado (el precedente del presidente del Gobierno), cargo que ocupó durante poco más de un año antes de volver a la diplomacia en Sajonia e Inglaterra. Nuevamente secretario de Estado en 1832, tomó una serie de medidas que favorecieron a los liberales, como la reapertura de diversas universidades, amnistías, depuración del ejército… Tras la muerte de Fernando VII, en septiembre de 1833, fue confirmado en el cargo e intentó emprender un camino de gobierno que equidistase tanto de los absolutistas, cuya bandera habían enarbolado ahora los carlistas, como de los liberales, pero no pudo ser y en 1834 abandonó el cargo. Esta postura fue interpretada por Peñasco y Cambronero como un intento de implantar el “despotismo ilustrado”, algo que Répide recoge y que le lleva a preguntarse si el hecho de dedicarle una calle en Madrid no sería “una confusión municipal y a quien se quiso dar el nombre de una vía fue al verdaderamente ilustre [Juan Agustín] Ceán Bermúdez” (un pintor, crítico e historiador del arte casi contemporáneo del personaje del que aquí hablamos).

Tras abandonar el gobierno, Cea Bermúdez emigró a Francia y en París murió el 6 de julio de 1850. Hay que recordar que fue durante su segunda etapa al frente del Gobierno, en 1833, cuando se realizó la actual división provincial de España, obra de su secretario de Estado de Fomento, Javier de Burgos.

16.6.15

"El cerro de Garabitas": novela madrileña


Madrid vista desde la Casa de Campo
By Untipografico from Madrid (Spain). (Flickr) [CC BY 2.0], via Wikimedia Commons

¿Qué tienen en común la Puerta del Sol, la Plaza Mayor, la Plaza de Oriente, la plaza de Ramales, la calle de la Cruzada, la plaza del Biombo, la plaza de la Prosperidad, el Puente de Vallecas, el barrio de Zarzaquemada, el barrio de Santa Eugenia, Getafe, la calle de Francos Rodríguez, el cementerio de San Isidro o el paseo del Pintor Rosales? ¿Que son lugares de Madrid y alrededores? Claro que sí, pero hay otra cosa: todos esos parajes salen en mi novela El cerro de Garabitas. Porque sí, hoy voy a romper la secuencia alfabética de las calles de nuestra villa y, como dijo Francisco Umbral, "vengo a hablar de mi libro".

Pues sí, he escrito una novela así titulada, El cerro de Garabitas, y la editorial Libros.com ha tenido a bien aceptarla para su posible publicación. Y digo "posible publicación" porque para lograrlo se ha de culminar con éxito una campaña de "crowdfunding" o micromecenazgo en la que, en el plazo de 30 días, he de reunir 100 apoyos individuales.

Cada persona que apoye este proyecto ha de aportar una pequeña cantidad de dinero, que va desde los 6 euros en adelante y siempre implica una recompensa. Quien lo haga, independientemente de la suma, verá su nombre en una de las páginas de cortesía del libro como uno de los mecenas que lo ha hecho posible, además de recibir, cuando se edite, el propio libro, bien en formato electrónico, bien en papel, bien en ambos formatos, según la cantidad donada... Incluso se puede obtener un ejemplar firmado y dedicado por el autor, o sea, servidor de ustedes.

Si queréis colaborar en esta empresa, entrad en esta dirección: http://libros.com/crowdfunding/el-cerro-de-garabitas/ Allí tendréis la oportunidad de ver un vídeo en el que doy más explicaciones sobre el libro y sobre su trama, además de leer sus primeros párrafos.

Os doy las gracias anticipadas.

Pero no me voy a limitar a hacer propaganda aprovechando este medio. Unas palabritas sobre el título y el lugar al que se refiere. Un amigo me ha aconsejado cambiarlo, porque dice que parece el de una "novela costumbrista". Eso es lo que él ha pensado al leerlo, pero ¿qué más cosas nos podría sugerir un libro titulado El cerro de Garabitas?

Este cerro es el más alto de la Casa de Campo y es conocido por los corredores ya que en sus inmediaciones hay un circuito que frecuentan. Pero también lo es por otras cosas que nos podrían venir a la mente al citar su nombre. Por ejemplo, la guerra civil, ya que por su altura fue uno de los más importantes emplazamientos elegidos por la artillería franquista que machacó la villa durante su largo asedio. También puede que haya alguien que recuerde una vieja película de 1960, titulada El cerro de los locos, en la que un grupo de jóvenes con veleidades artísticas se reunían aquí para mostrar sus destrezas y acaso esperar que algún agente los descubriese. (Hay un "Cerro de los Locos", sin relación con este, en la Dehesa de la Villa, que tuvo su importancia precisamente en la guerra civil y donde se hallan todavía muchos restos de la contienda). Pero hay aún otra cosa, que es la que más relación tiene con mi novela, y es una bonita tradición madrileña según la cual este cerro es el lugar donde se reúnen las almas de los madrileños antes de subir juntas al cielo. Dado el apego que tenemos por la villa que nos vio nacer, nos cuesta marcharnos y, por el camino, estas almas abren un hueco en las nubes para volver a contemplar Madrid antes de la partida definitiva. De ahí el dicho: "De Madrid al cielo, y un agujerito para verlo". 

12.6.15

Cavanilles (Calle de)


Estatua de Cavanilles en el Jardín Botánico de Madrid
CC BY Marc Ryckaert (MJJR)

Entre la plaza de Mariano de Cavia y la calle del Doctor Esquerdo. Distrito 3 (Retiro). Barrio del Pacífico.

Esta amplia cuesta abajo que en su día acabó en el campo y se conoció como Cabanilles (así lo reflejan Peñasco-Cambronero y Répide) está dedicada al botánico e ilustrado valenciano Antonio José Cavanilles y Palop, nacido en la ciudad del Turia el 16 de enero de 1745. Estudió Filosofía y Teología y se ordenó sacerdote. En 1777 se trasladó a París y allí fue donde conoció la ciencia botánica. A su vuelta a España, en 1789, empezó a estudiar lo que habían traído las célebres expediciones botánicas a América realizadas unos años antes y también viajó por la Península para analizar la flora autóctona; en estas investigaciones empleó, por primera vez en nuestro país, las ideas taxonómicas de Linneo. En 1801 fue nombrado director del Real Jardín Botánico de Madrid en sustitución de quien fue su primer director, Casimiro Gómez Ortega. Cavanilles murió en Madrid el 5 de mayo de 1804.

En el número 56 tiene sus oficinas centrales la Compañía del Metropolitano de Madrid, muy cerca de la antigua Nave de Motores de Pacífico, de la que hablaremos al llegar a la calle de Valderribas, ya que por allí tiene su entrada.

5.6.15

Cava de San Miguel


La Cava de San Miguel

Entre las calles Mayor y de Cuchilleros. Distrito 1 (centro). Barrios de Palacio y Sol.

Nuestra calle era otro foso, prolongación de los anteriores, y seguía la muralla entre las puertas de Guadalajara y Cerrada. El nombre de San Miguel le viene de la cercanía a la antigua iglesia de San Miguel de los Octoes, cabecera de una de las parroquias primitivas de la villa, que fue una de las derribadas por orden de José Bonaparte en 1810; en su lugar se abrió la actual plaza de San Miguel.

Calle de mesones es esta, frecuentados por quien esto escribe en su época universitaria. Algunos han cambiado de nombre, pero allí están todavía. Otros, como el de la Tortilla, siguen tal cual.




29.5.15

Cava Baja


«Calle de la Cava Baja (Madrid)1» CC BY-SA  Pedro Reina 

Entre las plazas de Puerta Cerrada y del Humilladero. Iguales distrito y barrio que la anterior.

Vale para la explicación del nombre lo dicho en la calle anterior; añadamos que también se llamó Cava Baja de San Francisco. Los cronistas coinciden en dar un valor especial a la Cava Baja, de la que Peñasco y Cambronero indican que es “la calle Mayor de un pueblo de Castilla la Nueva”. Y es que en su época abundaban las posadas donde se alojaban gentes venidas de cualquier punto de España para participar en mercados y ferias de ganado y a realizar todo tipo de transacciones comerciales, formando un batiburrillo en el que se veían –según dicen los mismos autores- “confundidos diariamente desde la barretina catalana al zagalejo de Burgos, desde la boina de Guipúzcoa a la mantilla de Salamanca”. Répide, aunque recoge la misma idea, añade que nuestra calle “es, sin embargo, tan madrileña que, si faltara, no les parecería que habían llegado a Madrid” a las muchas personas que por allí pasaban, porque además de tener posadas y paradores fue durante mucho tiempo el punto de partida y llegada de las diligencias y otros carruajes que iban y venían de localidades como San Martín de Valdeiglesias, Illescas, Segovia o Villaviciosa de Odón. Eso en los tiempos de Peñasco y Cambronero (1889), en los de Répide, más de 30 años después, aún seguía siendo así; lo que había cambiado era la fuerza motriz: de las mulas o caballos al motor de explosión.


La Posada del Dragón 

De las muchas posadas que citan nuestros cronistas (del León de Oro, de la Villa, del Dragón, del Galgo, de la Merced, de San Isidro, de San Pedro o mesón del Segoviano, de las Ánimas, del Pavo Real, de Vulcano, del Portugués…) subsisten, al menos nominalmente, las tres primeras, en los números 12, 13 y 14, respectivamente. La de la Villa ostenta una placa en su fachada que reza “Casa fundada en 1642” y la del Dragón ocupa un edificio que fue levantado por el marqués de Cubas en 1868; el dragón de esta última posada se dice que se inspiraba en el que hubo esculpido en la Puerta Cerrada y que sirvió para que algunos afirmasen que Madrid había sido fundada por los griegos, que, como todo el mundo sabe, llevaban dragones en sus estandartes... En el número 30, donde se hallaba el Parador de la Merced, hoy tiene el célebre Lucio una taberna (su restaurante, que ocupa el antiguo lugar del mesón del Segoviano, está en el número 35).

22.5.15

Cava Alta


By Photographer, Pedro Reina (Placas de calles en Madrid)
[CC BY-SA 3.0], via Wikimedia Commons

Entre la calle de Toledo y la plaza del Humilladero. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio.

Una cava es el foso que rodea a una muralla. Y eso es lo que aquí hubo en tiempos. La línea de la muralla pasaba por aquí, como ya vimos al tratar de la calle del Almendro. Cuando la fortificación perdió su sentido, se terraplenó la cava para favorecer el crecimiento urbano y surgió esta calle, que en el plano de Texeira se llama Cava Alta de San Francisco. Su comienzo, en el que da un brusco giro de 90 grados, se llamó plaza de la Berenjena, ya que por allí había un berenjenal, que formó parte del huerto del Hospital de la Latina y en el que ignoro si se metería alguien antes de que desapareciera para dar espacio al convento de la Concepción Francisca.


15.5.15

Casto Plasencia (Calle de)


Casto Plasencia. Dibujo de Alfredo Perea (1890). Grabado por Arturo Carretero.

Entre las calles del Marqués de Santa Ana y de las Minas. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Universidad.

El anterior nombre de esta calle fue el de callejón de las Minas, aunque también se denominó de la Cruz de la Zarza, según el plano de Espinosa. Para la explicación del antiguo nombre, remito al lector al artículo dedicado a la calle de las Minas –que llegará.

Desde el 3 de octubre de 1890 está dedicada al pintor Casto Plasencia, nacido en la localidad de Cañizar (Guadalajara) el 17 de julio de 1846 y muerto en Madrid el 18 de mayo de 1890, que entre otras cosas participó en la decoración del Palacio de Linares y también en la de San Francisco el Grande, donde pintó la alegoría de la orden de Carlos III en la capilla de la Virgen del Olvido o de Carlos III y colaboró en la decoración de los plementos de la cúpula.

8.5.15

Castillo Piñeiro (Calle de)


Fachada principal del Hospital de San José y Santa Adela

Entre la avenida de la Reina Victoria y la calle de Aranjuez. Distrito 6 (Tetuán). Barrio de Bellas Vistas.


Esta estrecha y algo quebrada calle lleva el nombre (o más bien los apellidos) del doctor Eduardo del Castillo Piñeiro, organizador que fue del Hospital de San José y Santa Adela que precisamente se encuentra en la esquina de esta rúa con la avenida de la Reina Victoria. El doctor Castillo Piñeiro fue el albacea del testamento de la fundadora, doña Adela Balboa (también tiene una calle en esta zona, que precisamente arranca de la que estamos tratando), que dispuso que a su muerte (acaecida en 1890) su legado fuese destinado a “crear una casa de salud” para “los criados y criadas de servir en esta corte”. Desde 1918 el hospital está ligado a la Cruz Roja.

1.5.15

Castillo (Calle del)


Castillo templario de Ponferrada (León)
Foto: CC-BY-SA Jaccroube

Entre las calles de Raimundo Lulio y de Eloy Gonzalo. Distrito 7 (Chamberí). Barrio de Trafalgar.

Calle relativamente reciente del barrio de Chamberí. Hay discrepancia entre dos de nuestras principales fuentes a la hora de explicar su nombre. Peñasco y Cambronero creen que está dedicada a Gregorio del Castillo, cabecilla de los comuneros en Madrid, y se dedican a dar una detallada explicación de sus actos en aquellos días de sublevación. Répide, sin embargo, cree otra cosa y es de la que me voy a hacer eco ya que le da un toque más misterioso y romántico. Conjetura D. Pedro que, dado que estos terrenos pertenecieron en su día a la Orden del Temple, aquí, por tanto, tuvieron su castillo los templarios. El castillo desapareció, pero sus ruinas se debieron de mantener el tiempo suficiente antes de su total desaparición como para que las gentes de la villa conociesen como “el Castillo” este paraje y de ahí vino el nombre de la vía.

20.4.15

Castillejos (Calle de)


El general Prim en la guerra de África,
según un cuadro de Francesc Sans i Cabot

Entre las calles de Jerónima Llorente y de Wad-Ras. Distrito 6 (Tetuán). Barrio de Bellas Vistas.

Fnideq o Castillejos es una localidad de Marruecos muy cercana a la verja de Ceuta. Lleva su nombre esta calle a causa de la batalla que allí tuvo lugar el 1 de enero de 1860, durante la primera guerra de África, entre las tropas españolas, al mando de O’Donnell, y las marroquíes de Muley el-Abbas. Fue una gran victoria en la que se destacó especialmente el general Prim, que obtuvo en recompensa el marquesado de los Castillejos con grandeza de España.

27.3.15

Castelló (Calle de)


Busto de Pedro Castelló en Barcelona
By Pere López (Own work) [CC BY-SA 3.0], via Wikimedia Commons

Entre la calle de Alcalá y la de Pedro de Valdivia. Distritos 4 (Salamanca) y 5 (Chamartín). Barrios de Recoletos, Castellana y El Viso.

Rectilínea calle del Ensanche, en la zona del Barrio de Salamanca y en dirección sur-norte. Por tanto, es una vía moderna en la que cabe destacar la presencia, en el número 56, del célebre Colegio del Pilar. Ocupa un gran edificio de estilo neogótico que fue construido entre 1910 y 1916 por el arquitecto Manuel Aníbal Álvarez Amorós. La idea original es que fuese un colegio para niñas pobres, donde se formarían como institutrices; la impulsora fue la condesa de la Vega del Pozo y duquesa de Sevillano, que murió en 1915 sin haber dejado testamento, con lo cual la idea quedó en nada. Los marianistas, que en 1907 habían fundado el Colegio del Pilar, compraron el edificio en 1921, con la ayuda económica de sus hermanos estadounidenses, para instalarse definitivamente tras diversas mudanzas. En esas aulas se han formado muchas personas que ocuparon y ocupan numerosos puestos de responsabilidad en la política y en la sociedad: Juan Abelló, Luis María Anson, José María Aznar, Juan Luis Cebrián, Antonio Garrigues Walker, Jaime Lissavetzky, Alfredo Pérez Rubalcaba, Fernando Sánchez-Dragó, Javier Solana… Por citar una fémina, ya que ahora el colegio es mixto, nombremos a la actriz Adriana Ugarte y, como curiosidad, indiquemos que José María Jarabo, que se hizo tristemente célebre por los asesinatos que cometió en el verano de 1958, también pasó por este colegio.

Pedro Castelló Ginestá nació en la localidad leridana de Guisona el 4 de marzo de 1770. Estudió Filosofía en Cervera y Medicina en Barcelona y en 1796 se convirtió en médico militar. Fue profesor de Medicina en Santiago y Barcelona antes de obtener un nombramiento en el Colegio de San Carlos de Madrid en 1801. Durante la guerra de la Independencia Murat intentó reclutarle para el ocupante francés; se negó y por tanto hubo de huir y refugiarse en las Baleares. En 1814 le fueron restituidos todos sus cargos, pero en 1824 volvió a caer en desgracia por sus ideas liberales. Sin embargo el rey Fernando VII le tenía mucho aprecio y confianza, lo cual le sirvió para volver a su servicio y para interceder por muchos colegas que también habían sido represaliados. Asimismo obtuvo del rey que se construyese, en 1831, la que durante muchos años fue la Facultad de Medicina y hoy es el Colegio de Médicos de Madrid, en la calle de Atocha. Castelló falleció en Madrid el 1 de julio de 1850.


20.3.15

Castellana (Paseo de la)


«Vista de Madrid - Salamanca 01» de Enrique Dans. Disponible bajo la licencia CC BY 2.0 vía Wikimedia Commons  http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Vista_de_Madrid_-_Salamanca_01.jpg#/media/File:Vista_de_Madrid_-_Salamanca_01.jpg

Entre la plaza de Colón y el nudo de Manoteras. Distritos 4 (Salamanca), 5 (Chamartín), 6 (Tetuán) 7 (Chamberí) y 9 (Fuencarral-El Pardo). Barrios de Recoletos, Castellana, El Viso, Hispanoamérica, Nueva España, Castilla, Cuatro Caminos, Castillejos, Almenara, Almagro, Ríos Rosas y La Paz.

El Paseo de la Castellana… La más amplia y hermosa avenida de Madrid, símbolo de la clase alta, de la representación, la calle donde todas las grandes empresas querrían tener su sede, donde antaño la nobleza y la alta burguesía se construyeron sus palacetes…

Y sin embargo, con el consenso de varios cronistas, en el primer tercio del siglo XIX estos parajes no eran sino un inmundo arroyo, inmundo porque la gente ya tenía la fea costumbre de arrojar los desperdicios donde no se debe. Por el cauce del arroyo corrían las aguas que venían de una fuente situada aproximadamente donde hoy está la plaza de Emilio Castelar; era la Fuente Castellana y de ahí vino el nombre al paseo, si bien ha ostentado otros, como los de Delicias de la Princesa, en honor de la hija de Fernando VII, que luego subió al trono como Isabel II y también dio su nombre a la calle durante un tiempo. Sin embargo, fue la denominación de Paseo de la Castellana la que prevaleció, aunque hay que decir que durante bastantes años, a comienzos del siglo XX, se consideró –sin perder su nombre- parte de una “Gran Avenida de la Libertad” que empezaba en Atocha y acababa en el Hipódromo que durante varios lustros constituyó el final y tapón de nuestro paseo.

Pero antes se hubo de encauzar el arroyo mediante una alcantarilla, algo de lo que se ocupó Domingo María de Barrafón en su época de corregidor de la villa (1830-34). Posteriormente se igualó el paseo y empezó la construcción de casas. La primera de ellas fue la conocida como Casa de Bruguera, que se irguió hacia 1844 en la esquina de nuestro paseo con la calle de Goya. Esta casa, propiedad del banquero Narciso Bruguera, tenía la peculiaridad de que en su fachada se habían aprovechado unas columnas que pertenecieron a la derribada iglesia del Buen Suceso, sita en la Puerta del Sol antes de la gran reforma de mediados del siglo XIX. Perduró hasta el último cuarto del siglo XX, cuando dejó paso al edificio de un banco que no ocupó en absoluto toda la manzana, que quedó extrañamente despejada. Este espacio, que durante muchos años no tuvo nombre, está, desde el 14 de septiembre de 2014, dedicado a Margaret Thatcher, primera ministra que fue del Reino Unido, en un homenaje no exento de polémica, en primer lugar por las connotaciones políticas del personaje, que aquí no vamos a tratar, y en segundo porque fue una decisión municipal no unánime –solo apoyada por el partido del gobierno, el PP-, tomada en abril de 2013, en el mismo mes que falleció la señora Thatcher. La excusa de los grupos de oposición fue el nulo vínculo de la política británica con Madrid, algo que sin duda es cierto, pero es difícil que fuese el único motivo real.

Empezar desde este punto un paseo por la Castellana era, en tiempos pasados, recorrer un catálogo de palacios y palacetes del que da cumplida cuenta Répide en su obra sobre las calles de Madrid que, recordemos, data de los años 20 del siglo pasado. Hoy en día se pueden contar con los dedos de una mano (y nos sobrarán) los que subsisten. De los palacios de Arión, de Anglada –que tenía un patio interior réplica del de los Leones de la Alhambra-, de San Bernardo, de Indo, de Aliaga, ya solo queda el recuerdo y algunas fotos antiguas…


El palacio de Indo, derribado en 1904

Mas no nos hemos de ir muy lejos para ver uno de estos pocos especímenes. No hay sino que cambiar de acera para encontrarnos con el antiguo Palacio de Villamejor, levantado entre 1887 y 1890 para los marqueses de tal título. Fue vendido al Estado en 1914 para que se instalase en él la Presidencia del Gobierno. Fue su sede hasta que en 1976 Adolfo Suárez, en uno de sus primeros actos como presidente, la trasladó al Palacio de la Moncloa. Actualmente está ocupado por la Secretaría General de Coordinación Autonómica y Local, dependiente del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas.

En esta misma acera de los impares hay otros dos supervivientes de aquella primera época. Uno se sitúa en el número 29 y es un palacete levantado a principios del siglo XX por el arquitecto Lorenzo Álvarez Capra, que -¡cosa rara!- fue respetado por el banco que allí edificó su sede entre 1973 y 1976. Algo más allá, en el número 45, se halla el que fue magnífico palacete de don Eduardo Adcoch, levantado entre 1905 y 1906 según proyecto de José López Sallaberry, hoy sede de la Fundación Rafael del Pino.


Palacete de Eduardo Adcoch. Foto: Luis García (Zaqarbal)


Y poco más queda. Pero antes de ir más allá, en esta primera porción del paseo se encuentran una serie de edificios y monumentos públicos que también hay que mencionar. Algunos, como el de Emilio Castelar o el del Marqués del Duero, serán tratados en las plazas que presiden. Otros sí que se han de citar aquí, como el de Isabel la Católica, que en su día se hallaba frente a la puerta principal del Hipódromo, en una plaza, situada a la altura de la actual de San Juan de la Cruz, que se llamaba precisamente de Isabel la Católica. Hoy lo podemos ver al pie del talud que ocupan los jardinillos delanteros del antiguo Palacio Nacional de las Artes y la Industria, del que hablaremos dentro de poco. El grupo escultórico, que presenta a la reina escoltada por el cardenal Mendoza y el Gran Capitán, es obra del artista barcelonés Manuel Ons y Canet y fue inaugurado por Alfonso XII el 30 de noviembre de 1883. Compartiendo el mismo jardín está desde 1979 el monumento a la Constitución de 1978, de geométrico aspecto, tanto que no es sino la sombra tridimensional de un cubo de cuatro dimensiones, ocurrencia del arquitecto Miguel Ángel Ruiz-Larrea que tal vez tenga que ver con la complejidad de la elaboración de ese texto tan cuestionado hoy en día.


Monumento a Isabel la Católica. Foto: Luis García (Zaqarbal)

Enfrente, en la acera de los impares, hay un gran edificio rojiblanco con una historia un tanto trompicada. Se proyectó inicialmente en 1881 según unos planos de Carlos Velasco como centro universitario femenino de la Institución Libre de Enseñanza. Sin embargo, hubo problemas con el Ayuntamiento, ya que el proyecto unía dos manzanas y suprimía un trozo de la calle de Espronceda. Se paralizaron, por tanto, las obras, que habían empezado en 1882. Seis años después se volvió a trabajar sobre el terreno, esta vez con la idea de levantar una Escuela Nacional de Sordomudos y Ciegos, con un proyecto de Ricardo Velázquez Bosco que aprovechó los cimientos del anterior. Ahora el problema estuvo en que se empezó a construir sin licencia, con lo cual las obras se pararon de inmediato. No se reanudaron hasta 1895 y por fin hubo edificio en 1898. Hoy en día está ocupado por el CESEDEN, el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional.

Acabamos de mencionar el antiguo Palacio Nacional de las Artes y la Industria, que se construyó entre 1881 y 1887 según un proyecto de Fernando de la Torriente; al morir este arquitecto en 1886 se hizo cargo de las obras Emilio Boix Merino. La idea era que fuese un palacio de exposiciones y, de hecho, fue con una de pintura con la que se inauguró el 21 de mayo de 1887. Algunas más hubo, pero con el tiempo se dejó de usar como tal y se aprovechó para otros menesteres, como cuartel de la Guardia Civil, por ejemplo, hasta que allí se instalaron el Museo de Ciencias Naturales y la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la Universidad Politécnica de Madrid. A decir de la Guía de Madrid del Colegio de Arquitectos, esto “mutiló torpemente su arquitectura”, tanto en su exterior como en su interior y así se estropeó lo que en esa Guía se considera uno de los mejores ejemplos de la arquitectura de exposiciones madrileña.

Aquí acabó durante muchos años el Paseo de la Castellana. El Hipódromo era su punto final pero se sabía que esa circunstancia sería temporal, ya que lo natural era la expansión hacia el norte de la ciudad y de su eje principal. Desde principios del siglo XX ya hubo propuestas de ordenación urbanística relacionadas con nuestro paseo, pero el primer proyecto serio no se materializó hasta 1925, diez años después del que el Ayuntamiento aprobase oficialmente la prolongación del paseo de la Castellana hasta que confluyese con la Carretera de Francia en lo que hoy es la Plaza de Castilla. Cuatro años después se convocó un concurso internacional para un Plan General de la villa; quedó desierto, pero hubo un proyecto que recibió una mención especial: fue el presentado por el arquitecto bilbaíno Secundino Zuazo y por el alemán Hermann Jansen. En él se plantea una prolongación de la Castellana que fue, en esencia, la que en las décadas posteriores se llevó a cabo.

Lo primero fue, como ya hemos visto anteriormente, la desaparición del Hipódromo (véase la calle de Agustín de Bethancourt). En gran parte de su solar se empezaron a edificar los Nuevos Ministerios, precisamente según un proyecto de Zuazo, impulsado por su amigo Indalecio Prieto, ministro de Obras Públicas; Zuazo se ocupó de él hasta que el estallido de la guerra civil le llevó al exilio. Aunque volvió a España, fue depurado políticamente y no volvió a ser el que era. Las obras de esta mole escurialense fueron concluidas en 1942.

La primera idea fue que la prolongación de la Castellana se llamase Avenida de Europa, ya que sería la puerta de entrada a la capital de la “nueva España” y, por lo tanto, tendría un carácter representativo. Sin embargo, según un decreto de febrero de 1947, el gobierno decidió que la vía, desde el cruce con el antiguo Paseo de Ronda, se llamase Avenida del Generalísimo. Y así fue hasta que con la llegada de los primeros ayuntamientos democráticos, en 1980, toda esta porción pasó a ser también paseo de la Castellana.

A partir de aquí todo lo que nos encontramos son, pues, edificios modernos, que fueron sustituyendo a las huertas, alfares y fincas de recreo que anteriormente ocupaban estos parajes.


"AZCA (Madrid) 01" by Luis García. Licensed under CC BY-SA 3.0 via Wikimedia Commons - http://commons.wikimedia.org/wiki/File:AZCA_(Madrid)_01.jpg#/media/File:AZCA_(Madrid)_01.jpg

La primera gran manzana que hay en el lado de la izquierda es la del complejo Azca, que se empezó a levantar a finales de los años 60 del siglo pasado según un plan de Antonio Perpiñá aprobado en 1964  pero que se había presentado diez años antes. Cabe citar dos curiosidades: la primera, el nombre. Azca es un acrónimo que significa “Asociación Zona Comercial A”. La segunda, que en el proyecto original estaba previsto que en el centro no hubiese una plaza, sino un teatro de ópera, del que Madrid estaba huérfana desde el cierre y abandono del Real en los años 20.

De sus edificios cabe destacar el último que se construyó, la Torre Picasso, que durante mucho tiempo fue, con sus 156,4 metros, el edificio más alto de la capital –si exceptuamos el “Pirulí”, que en realidad es una antena… Asimismo fue, hasta 2002, el más alto de España. El arquitecto fue el japonés Minoru Yamasaki, el mismo que proyectó las malhadadas Torres Gemelas de Nueva York, y se concluyó en 1989.

Desde 1950 tiene en la Castellana su estadio el Real Madrid, el Santiago Bernabéu, antes conocido como estadio de Chamartín. Se empezó a construir en 1944 y ha sufrido diversas reformas para ampliarlo y modernizarlo. La última, que está por llegar, es polémica y está en los tribunales aunque, como se sabe, siempre que hay ladrillo por medio se salen con la suya los mismos.

Justo enfrente del estadio (incluso durante unos meses, en el año 1982, estuvieron unidos por una pasarela mientras se celebró el mundial de fútbol) está el Palacio de Congresos y Exposiciones que se levantó entre 1964 y 1970 y que sobre todo destaca por el mural de Joan Miró que desde 1980 adorna su fachada.

Seguimos hacia el norte y nos topamos con la amplia y espaciosa plaza de Castilla, donde nuestro paseo se encontraba con la antigua carretera de Francia –la calle de Bravo Murillo- en un paraje que fue conocido como el Hotel del Negro. Destacan en esta plaza las dos torres inclinadas que en conjunto se denominan “Puerta de Europa”, lo cual cuadra perfectamente con la primitiva denominación que iba a tener esta parte de la vía. Las torres, polémicas en su origen por oscuros tejemanejes financieros, fueron promovidas por la empresa Kuwait Investments Office, de ahí que durante mucho tiempo fuesen conocidas como “Torres KIO”. Tienen 116 metros de altura y fueron inauguradas en 1996. Fueron los autores de su proyecto los arquitectos estadounidenses John Burgee y Philip Johnson.


"Madrid Cuatro Torres Business Area-2" by Madrid_Cuatro_Torres_Business_Area.jpg: Xauxa Håkan Svenssonderivative work: Escarlati (talk) - Madrid_Cuatro_Torres_Business_Area.jpg. Licensed under CC BY-SA 3.0 via Wikimedia Commons - http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Madrid_Cuatro_Torres_Business_Area-2.jpg#/media/File:Madrid_Cuatro_Torres_Business_Area-2.jpg

Como ya se está haciendo un poco largo este paseo, va siendo hora de concluir. Y lo haremos con cuatro edificios muy recientes pero que ya han dejado una impronta muy importante en Madrid y se han hecho parte de su silueta. Se trata de las torres que se han levantado ya al final de nuestra calle, en los terrenos que fueron durante mucho tiempo la ciudad deportiva del Real Madrid, y que se pueden contemplar desde muchos kilómetros a la redonda de la villa. La primera se conoce como Torre Foster –por su arquitecto, el británico Norman Foster- tras haber ostentado otras denominaciones como “Torre Caja Madrid” o “Torre Repsol”; es el edificio más alto de Madrid y de España con sus 45 pisos y 250 metros; se inauguró en 2009. La segunda es la Torre PwC, antes conocida como Sacyr-Vallehermoso, de 52 plantas y 236 metros de alta, construida entre 2004 y 2008 según proyecto de Carlos Rubio Carvajal y Enrique Álvarez-Sala Walther. La tercera es la Torre de Cristal, que sigue de cerca a la Foster en altura con 249 metros distribuidos en 52 plantas; se levantó entre 2004 y 2009 y fue su arquitecto el argentino César Pelli. Por último, tenemos la Torre Espacio, la más “pequeñita” con sus 230 metros y 57 plantas; fue la primera que se terminó, en marzo de 2007; desde noviembre de 2006 se había convertido en el edificio más alto de España, superando al Hotel Bali de Benidorm –que, a su vez, había desbancado cuatro años antes a la Torre Picasso-, pero el título le duró poco; unos días después de su inauguración fue rebasada por su vecina la Torre de Cristal. Fue su diseñador el estadounidense Henry N. Cobb.