26.2.16

Colegiata (Calle de la)


La antigua catedral de San Isidro
(Foto del autor)

Entre la plaza de Tirso de Molina y la calle de Toledo. Distrito 1 (Centro). Barrio de los Embajadores.

Varios nombres ha ostentado esta calle a lo largo de la historia. Texeira la rotula como de la Compañía, ya que allí estuvo el Colegio Imperial de la Compañía de Jesús; Espinosa, como de la Merced, por su cercanía al convento del mismo nombre, que ocupaba el espacio de la actual plaza de Tirso de Molina. A mediados del siglo XIX se llamaba del Burro y así figura en la edición de 1846 del mapa de Tomás López. Dan los cronistas varias explicaciones para este apelativo un tanto vulgar. Una dice que vino de unos azulejos que hacían de anuncio de las burras de leche que había en un corralón propiedad del convento de la Concepción Jerónima. Otra versión habla de un espantapájaros hecho con la piel de un borrico, colocado en esos corrales que, además de albergar a las mencionadas burras, servía de almacén de maderas y de montones de estiércol dispuesto para su venta, que los pájaros desperdigaban.

También llevó durante un tiempo el nombre de Padilla antes de recibir el actual, criticado por Capmani al no haber sido nunca una colegiata la iglesia de San Isidro, ya que desde su fundación su título había sido el de capilla real. También albergó nuestra calle, aunque de forma fugaz, un teatro llamado Romea, que se construyó como emplazamiento provisional y desapareció en un incendio pocos años antes de que Peñasco y Cambronero escribiesen su obra, en 1889.

Codo (Calle del)


Foto: CC Luis García


Entre la plaza de la Villa y la plaza del conde de Miranda. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio.

Poca historia podemos contar aquí: la calle forma un codo en torno a la Torre de los Lujanes y de ahí le vino el nombre, dado por el marqués de Grafal, a la sazón corregidor de la villa en el año 1747.

19.2.16

Clavel (Calle del)


Margarita de Austria-Estiria, retrato de Bartolomé González y Serrano

Entre las calles del Caballero de Gracia y de las Infantas. Distrito 1 (Centro). Barrios de las Cortes, de la Justicia y Sol.

Cruza nuestra calle, que hoy contiene modernos edificios en toda su longitud, la Gran Vía, cuya construcción cambió completamente su fisonomía. Y es que en su momento fue una calle estrecha y romántica, dominada por tapias de jardines y huertas conventuales –quienes tengan la oportunidad de leer el artículo que le dedica Répide disfrutarán del estallido poético del cronista al idealizar esta vía. Le viene el nombre de la curiosa forma de resolver una disputa entre próceres que tuvo la reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III. En aquella época vivían en nuestra calle unas monjas concepcionistas descalzas en un modesto beaterio que había fundado en 1594 Jacopo Grattis, nuestro conocido Caballero de Gracia, en unos terrenos de su propiedad. Vivían pobres, aunque felices, pero acertó a pasar por allí la pareja real y Felipe III se interesó por los propietarios de las casas contiguas, seguramente con la idea de ampliar el convento y dar mejor asiento a las religiosas. De inmediato surgió una disputa entre varios personajes principales para ser ellos quienes diesen gusto al rey: el propio Caballero de Gracia, el duque de Lerma, el arzobispo de Santa Fe Bernardino de Almansa y el alcalde de corte Francisco de Solórzano. La reina, para arreglar la discusión, arrancó unos claveles de una hermosa mata que había en aquellos jardines y le entregó uno a cada caballero, indicando así la intención de que todos colaborasen en la empresa. Así fue, y en 1603 se erigió el convento que oficialmente se llamó de San José, pero al que todo el mundo conocía como el del Caballero de Gracia. Perduró hasta la desamortización; tras su derribo las monjas se trasladaron al convento de la Concepción Francisca. Desde 1829 vivió en él la célebre Sor Patrocinio, la “monja de las llagas”, que tan nefasta influencia tuvo más adelante en la vida política española.

12.2.16

Claudio Moyano (Calle de)


Monumento a Claudio Moyano, al comienzo de la calle de su nombre.

Entre el paseo del Prado y la calle de Alfonso XII. Distrito 3 (Retiro). Barrio de los Jerónimos.

La cuesta de Moyano, que así es como la conoce todo el mundo, es lugar ineludible de cita de todos los amantes de los libros de nuestra villa, ya que, pegadas a la verja del Jardín Botánico, se encuentran las casetas de libreros que desde 1925 nos muestran, en los 15 metros cuadrados que ocupa cada una de ellas, sus tesoros. Se discutió mucho sobre su emplazamiento, antes y después de la fecha indicada, pero finalmente han quedado allí y, a pesar de reformas, obras y otras vicisitudes, allí siguen.

Pero no siempre fue así. La calle se abrió a finales del siglo XIX y en la época de Répide, un cuarto de siglo después, era un paraje poblado por un “mundo equívoco”, en palabras del propio cronista, que hacía no muy recomendable el paso por la zona a según qué horas del día –o, más bien, de la noche- y que había despojado a la estatua del prócer que le da nombre de su verja y de los bronces del pedestal.

Se trata, claro está, de la estatua de Claudio Moyano que allí se puso en 1899, fue más adelante trasladada y restituida a su lugar original en marzo de 1982, siendo alcalde Enrique Tierno Galván. Moyano nació en 1809 bien en Fuentelapeña o bien en Bóveda del Toro (municipios vecinos de la actual provincia de Zamora). Estudio Derecho, Latín y Filosofía, fue catedrático y rector de las universidades de Valladolid y Madrid. También participó en política, siendo diputado y ministro de Fomento. Se le recuerda especialmente por la llamada “Ley Moyano”, que supuso una importante reforma del sistema educativo español. Se promulgó en 1857 y fue la base de nuestra instrucción pública hasta la aprobación en 1970 de la Ley General de Educación. Claudio Moyano murió en Madrid el 7 de marzo de 1890.

Desde el 19 de abril de 2007, fecha en la que se reabrieron las casetas tras una importante obra que supuso, entre otras cosas, la peatonalización de la calle, preside su entrada desde la calle de Alfonso XII una estatua de Pío Baroja –entusiasta, por cierto, de las casetas de nuestra cuesta- que anteriormente se hallaba en el Retiro.

5.2.16

Claudio Coello (Calle de)

Entre las calles de Alcalá y de María de Molina. Distrito 4 (Salamanca). Barrios de Recoletos y Castellana.

Fue nuestra calle la segunda que se formó en el Ensanche por esta zona; en sus comienzos aún subsisten dos de las primitivas manzanas, que se pensaron con un jardín en su interior y que concretamente son las que dan a nuestra calle, a la paralela de Serrano y a las de Villanueva, Jorge Juan y Goya. Ya Répide se lamenta de que no se siguiera este modelo en las siguientes que se construyeron.


Sede de la Fundación Carlos de Amberes
Foto CC BY-SA 3.0 Luis García

Varios edificios singulares son dignos de mención aquí, todos de carácter religioso. Yendo por orden, hemos de empezar por la antigua iglesia de San Andrés de los Flamencos, que ocupa el número 99 y actualmente es la sede de la Fundación Carlos de Amberes. Fue este caballero, oriundo de aquella ciudad flamenca, el que fundó la institución del Hospital de San Andrés en 1591 para atender a sus paisanos necesitados y enfermos, primero sin sede; finalmente la obtuvo en la calle de San Marcos, en el año 1606, dos después de la muerte del fundador. Subsistió allí hasta 1884, cuando se abrió un nuevo hospital en nuestra calle, en un edificio proyectado por Agustín Ortiz de Villajos en estilo ecléctico. Las obras duraron de 1877 a 1884; fue la primera iglesia que se construyó en el Ensanche. Con el paso del tiempo, la obra que hacía la institución debió de perder su sentido y el edificio quedó en desuso; a mediados de los años 80 del siglo pasado, la Guía del Colegio de Arquitectos de Madrid nos dice que la institución “se encuentra cerrada y abandonada, siendo incierto su futuro”. Sin embargo, en 1988 el Hospital de San Andrés de los Flamencos solicitó convertirse de organismo asistencial y de caridad a fundación privada cultural sin ánimo de lucro y así nació la institución que sigue ocupando este edificio, cuya restauración acabó en 1992. En noviembre de 2014 se inauguró el Museo Carlos de Amberes, dedicado sobre todo a exposiciones temporales con obras prestadas, ya que la Fundación en sí no posee tesoros de ese tipo, excepción hecha de un excelente Martirio de San Andrés de Rubens. (El museo cerró de forma indefinida en agosto de 2015).

En el número 112 se halla un edificio de ladrillo visto en el que encontramos el ancestral convento de Santo Domingo el Real. El original fue fundado en 1212 por Santo Domingo de Guzmán en la cuesta del mismo nombre y perduró hasta 1868; tras su demolición, las monjas se trasladaron primero a una casa de la calle del Mesón de Paredes y luego a esta, que fue construida por el arquitecto Vicente Carrasco en 1879. En el viejo convento habían recibido sepultura numerosos personajes de la realeza, entre ellos el rey Pedro I, cuya estatua orante se encuentra ahora en el Museo Arqueológico Nacional. La pila bautismal, que sí continúa en el “nuevo” convento del barrio de Salamanca, es la que ha sido utilizada para cristianar a todos los miembros de la familia real desde la época de Felipe IV.

Cabe citar un tercer edificio, pero no por sí mismo sino por lo que junto a él ocurrió el 20 de diciembre de 1973. Se trata de las espaldas de la Casa Madre de los jesuitas en Madrid; el día citado estalló una bomba de ETA en el subsuelo de nuestra calle al paso del coche del entonces presidente del Gobierno, el almirante Luis Carrero Blanco. La explosión fue tan fuerte que el vehículo saltó por los aires y fue a parar al patio del edificio. Murieron Carrero Blanco, el conductor del coche y un policía de escolta. Precisamente salía el almirante de oír misa en la iglesia de San Francisco de Borja, que pertenece al complejo. Este hecho supuso el principio del fin de la dictadura franquista.


Claudio Coello: El triunfo de San Agustín (1664)
(Museo del Prado, Madrid)

Claudio Coello fue un pintor madrileño, de origen portugués, nacido en 1642. Estudió con su padre y con Francisco Rizi, antes de marchar a Italia. Dejó su obra en lugares de nuestra villa como el convento de San Plácido o la Casa de la Panadería, y también en el monasterio de El Escorial, en otras localidades de Madrid y también en Zaragoza, Toledo, Salamanca o Santiago. Asimismo se dedicó al retrato, entre ellos muchos de la familia real, ya que en 1686 fue nombrado pintor de cámara. Murió en Madrid el 20 de abril de 1693.

En el actual número 25 de la calle murió, el 22 de diciembre de 1870, el gran poeta sevillano Gustavo Adolfo Bécquer.