26.3.07

Álvarez de Baena (Calle de)

Uno de los más célebres restaurantes de Madrid está en esta calle
Entre las calles de María de Molina y de Pedro de Valdivia. Distrito 5 (Chamartín). Barrio de El Viso.

En las estribaciones de los Altos del Hipódromo, cerca del antiguo palacio de la Industria y de las Artes, hoy Museo de Ciencias Naturales y Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales, se halla esta breve y tranquila calle, cuyo primitivo nombre fue de la Exposición, ya que el palacio antes mencionado fue construido entre 1881 y 1887 para albergar la Exposición Nacional de la Industria y de las Artes. Una vez que el edificio perdió su primitivo uso, la calle mudó su denominación y fue dedicada al importante historiador José Antonio Álvarez de Baena, nacido en nuestra villa mediado el siglo XVIII. Se ocupó principalmente de Ma­drid, y sus dos obras más importantes así lo atestiguan: Compendio histórico de las grandezas de la coronada Villa de Madrid (1786) e Hijos de Madrid, ilustres en santidad, dignidad, armas, ciencias y artes (1789). Planeó tam­bién la elaboración de unos Anales de Madrid, proyecto presentado al Ayun­tamiento en 1791, pero que no llegó a realizar. Murió el año 1803.

Altamirano (Calle de)

El Apocalipsis, que comentó Altamirano
Entre la calle de la Princesa y el paseo del pintor Rosales. Distrito 9 (Moncloa). Barrio de Argüelles.

Calle de una de las zonas que más activas fueron durante los prime­ros años de desarrollo del Ensanche madrileño, zona que en principio no sólo albergó viviendas, sino también fábricas. Y precisamente aquí se esta­bleció un industrial apellidado Clot, que dio su primitivo nombre a la calle. Posteriormente, a finales del siglo XIX, fue dedicada al fraile trinitario Antonio de la Concepción Torres Altamirano, que nació en Madrid el 8 de diciembre de 1616. Era hijo de un fiscal del Consejo de Castilla. Llegó a ser general de la orden trinitaria descalza en dos ocasiones. Entre sus obras, destacan unos Comentarios morales y analógicos sobre el Apocalipsis. Murió en Salamanca el 4 de noviembre de 1685.

20.3.07

Alonso Martínez (Plaza de)

Manuel Alonso Martínez (1827-1891)
Entre las calles de Génova, Almagro, Santa Engracia y Sagasta y la plaza de Santa Bárbara. Distritos 1 (Centro) y 7 (Chamberí). Barrios de la Justicia, Trafalgar y Almagro.

Por esta plaza discurría antes de 1868 la cerca de Felipe IV. A su altura estuvo la puerta o, mejor dicho, el portillo de Santa Bárbara; a su altura, pero no en ella: Se encontraba algo más abajo, donde hoy se abre la plaza de Santa Bárbara, y por eso es allí donde se habla algo más de este portillo y su curiosa tradición. Tras el derribo de la mencionada cerca, en este paraje se formó una glorieta que primero se denominó de Santa Bárbara, y, por acuerdo de 12 de enero de 1891, pasó a llamarse tal y como hoy la conocemos. Cerca de esta plaza estuvo uno de los emplazamientos de la Real Fábrica de Tapices, precisamente llamada de Santa Bárbara; más detalles sobre esta Real Fábrica se dan en la calle de Vandergoten (donde hoy se halla situada).

Con el nombre de esta plaza se conoce toda un área de Madrid que es uno de los centros de la vida nocturna de la villa. Comprende esta zona los terrenos donde antaño se ubicaron los conventos de Santa Bárbara y Santa Teresa, y en los que hoy en día podemos encontrar muchísimos luga­res donde tomar unas copas con los amigos escuchando una más o menos ensordecedora música; causa el asombro de nuestros visitantes la contempla­ción de las muchedumbres que recorren durante las madrugadas de cualquier época del año este barrio.

Estatua de Alonso Martínez en la plaza de su nombre

Preside la plaza, en su esquina con Sagasta, la estatua del político que le presta su nombre. Manuel Alonso Martínez nació en Burgos en 1827. Muy joven, en 1854, entró en las Cortes; fue brillante su labor como diputa­do, lo que le valió el nombramiento como ministro de Fomento en 1855. Durante su labor en este ministerio influyó decisivamente en el progreso de las obras del Canal de Isabel II, que tres años después por fin trajo las aguas del Lozoya a la villa. En julio de 1856 era gobernador de Madrid cuando acabó el bienio progresista, y en el transcurso de los disturbios de julio de aquel año llegó a correr verdadero peligro su integridad. No volvió a descollar en la política hasta la Restauración; participó en la comisión que redactó la Constitución de 1876, y obra suya son el Código Civil que aún sigue vigente y el primer establecimiento del Jurado en Espa­ña. También se le debe la fundación de escuelas de medicina legal en Ma­drid, Barcelona y Sevilla, y la instauración del matrimonio civil. Murió en 1891.

Alonso Carbonell (Calle de)

Palacio del Buen Retiro, diseñado por Alonso Carbonell
Entre las calles de Tomás Borrás y de Gui­llermo de Osma. Distrito 2 (Arganzuela). Barrio de la Chopera.

Cerquita de Legazpi se encuentra esta pequeña calle, que lleva el nombre de un escultor y arquitecto español nacido en Valencia. Alonso Carbonel, Alonso Carbonell o Alfonso Carbonell, que de las tres formas lo he podido ver, desarrolló casi todo su trabajo en nuestra villa o bien en sus cercanías. Fue aparejador en las obras del Alcázar de Madrid, en el palacio del Pardo y en la Casa de Campo, y dirigió las del palacio del Buen Reti­ro. Posteriormente fue maestro mayor de todas las obras de la casa real. Tam­bién colaboró en la construcción del panteón real de El Escorial y en el retablo de la Merced (junto con Eugenio Caxés). También se le debe el convento dominico de Loeches, cerca de Madrid. En nuestra Villa murió el año 1660.

14.3.07

Alonso Cano (Calle de)

Inmaculada, de Alonso Cano (Catedral de Granada)
Entre el paseo del general Martínez Campos y la calle de Raimundo Fernández Villaverde. Distrito 7 (Chamberí). Barrios de Almagro y Ríos Rosas.

Esta larga calle del sector Norte del Ensanche está dedicada a un gran artista español del siglo XVII. Alonso Cano, nacido en Granada el 19 de marzo de 1601, fue arquitecto, pintor y escultor. Se formó primero con su padre, Miguel Cano, que se dedicaba a ensamblar retablos, y después estudió con Pacheco (en cuyo taller coincidió con Velázquez) y con Martínez Montañés. Estuvo, pues en Sevilla, pero hubo de abandonar esa ciudad a resultas de un desafío que tuvo con un enemigo artístico, Sebastián del Lla­no. Entre 1638 y 1651 residió en nuestra villa, donde llegó a ser maestro de dibujo del príncipe Baltasar Carlos. Se ordenó sacerdote en 1657 y diez años después, el 5 de octubre de 1667, murió en la misma ciudad que le vio nacer. Su agitada vida quizá impidió que sus extraordinarias dotes artísticas se desarrollasen plena­mente, lo cual no es óbice para que haya dejado obras muy importantes además de otras muchas que se perdieron. En la pintura, evolucionó desde un tenebrismo adoptado por influencia de la pintura italia­na, que conoció en Madrid, a una obra llena de luz y color. Destacan espe­cialmente sus vírge­nes, y sobre todo la Inmaculada que se conserva en la catedral de Granada. Su obra arquitectónica más importante también está en su ciudad natal; destaca la fachada de la catedral, iniciada por Diego de Siloé y acabada por él, y las iglesias de la Magdalena y del Ángel Custodio. Para muchos es en la escultura en la que mejor mostró su genio. Sus trabajos en este campo se inscriben en la corriente barroca andaluza, con una importante influencia de Martínez Montañés. Destaca especialmente la Inmaculada que se halla en el coro de la catedral de Granada.

Alonso del Barco (Calle de)

Entre la ronda de Valencia y la calle de Sebastián Elcano. Distrito 2 (Arganzuela). Barrio de Palos de Moguer.

No muy larga calle de un barrio que está en plena transformación, y de la zona eminentemente industrial que fue desde su creación hasta no hace demasiadas décadas pasará a ser un barrio residencial infestado de coches en doble fila. Está dedicada a Alonso del Barco, un pintor natural de la villa de Madrid, donde nació en 1645. Fue discípulo de José Antolínez; su obra, ingente, está especialmente representada en los edificios religiosos de Ma­drid. Murió en 1685.

6.3.07

Almudena (Calle de la)


Entre las calles Mayor y de Bailén. Distrito 1 (Centro). Barrio del Palacio.

Una muy pequeña calle tiene dedicada la patrona de nuestra villa. Muy pequeña, pero inmejorablemente situada, puesto que aquí estuvo duran­te casi mil años un templo dedicado a Santa María de la Almudena. Nuestra callecita ha sido conocida de muchas formas: calle de la Almudena Chica, ya que el primer tramo de la calle Mayor también se llamó calle Real de la Almudena; y calle del Camarín de la Virgen o del Camarín de Santa María, porque aquí daba la capillita que, tras el altar de la vieja iglesia, contenía la venerada imagen.

La historia de la imagen de la Virgen de la Almudena constituye una de las más conocidas leyendas madrileñas. Se cuenta que cuando los árabes conquistaron la Península, los habitantes de la pequeña aldea que era enton­ces Madrid escondieron en un cubo de la muralla la imagen de la Virgen, escoltada por dos grandes cirios encendidos. Llega­ron los moros, y durante los más de trescientos años que Madrid fue musul­mana, la imagen permane­ció oculta, pero su recuerdo no se desvaneció entre las familias cristianas que aquí vivían, en una tradición oral que pasaba de generación a genera­ción.

Y cuando Alfonso VI conquistó Madrid, y su mezquita fue converti­da en iglesia cristiana, se planteó la recuperación de la imagen, incluso derribando toda la muralla si era necesario. Sin embargo, el 9 de no­viembre de 1083 (o de 1085) se cayó sola una parte de la defensa y allí apareció la imagen, con los cirios aún encendidos. Se supone que ese lienzo de la mura­lla estaba donde hoy una hornacina recuerda el prodigio. Allí, bajo la ima­gen de la Virgen, una leyenda reza:


YMAGEN DE MARÍA SANTÍSIMA
DE LA ALMUDENA
OCULTADA EN ESTE SITIO EL AÑO 712
Y DESCUBIERTA MILAGROSAMENTE EN EL DE 1085


No es demasiado errónea la localización, pues como bien se sabe, justo debajo del pretil de la cuesta de la Vega donde se halla esta hornacina, aparecieron en 1953 los 118 metros de la muralla árabe que hoy presiden el parque del Emir Mohammed I.


La muralla árabe frente a la entrada de la Cripta de la Almudena


La imagen de la Virgen fue descubierta, al parecer, junto a un alma­cén de grano, que los árabes llamaban almud, y de ahí le vino el nombre a la patrona de la villa. La leyenda es tan bella y está tan hondamente enraiza­da en el alma de los madrileños que me voy a abstener de intentar dar una alternativa racional.

El caso es que la imagen de la Virgen fue colocada en la mezquita reconvertida y desde entonces dura el culto mariano en Madrid. Acompañaba a la imagen un cuadro que representaba asimismo a la Virgen, llamada de la Flor de Lis, puesto que llevaba una en sus manos, y que la tradición indica que fue mandado hacer por la esposa de Alfonso VII, doña Constanza, hija del rey Enrique I de Francia. Este cuadro apareció, pintado en un muro, con motivo de unas obras que se realizaron en 1624 en la iglesia de Santa María, detrás del altar ma­yor. Desde entonces se conoció como la Virgen de la Flor de Lis y fue de mucha devoción para los madrileños, empezando por la familia real.


Maqueta de la antigua iglesia de Santa María la Real (Museo Municipal, Madrid)


Se ha supuesto la presencia de la iglesia de Santa María antes de la conquista musulmana, hipótesis apoyada por una lápida que apareció en ella durante una reforma efectuada en 1618 y que corresponde a un clérigo muer­to pro­bablemente en el reinado del rey visigodo Egica (687-702). La lápida ya no existe, pero es descrita con bastante detalle por diversos cronistas contempo­ráneos como Quintana, Dávila o Vera Tassis, y autores tan presti­giosos como Manuel Montero Vallejo no dudan de su autenticidad. Esta probable iglesia visigoda fue posteriormente transformada en mezquita mayor por los musulmanes, y tras la reconquista de Madrid volvió a ser iglesia cristiana, convirtiéndose en la primera parroquia de la villa, la más antigua, pues databa de los siglos XI o XII. Répi­de, citan­do a López de Hoyos, insinúa que pudo llegar a hacer de catedral, con su ca­nonjía, y ello a pesar de la oposi­ción que siem­pre plantea­ron los arzo­bis­pos de Toledo al estableci­miento de una sede epis­copal en la Corte. Lo cierto es que los inten­tos que se lleva­ron a cabo en los siglos XVI y XVII fracasaron. Por lo tanto, ya en el reina­do de Felipe IV, habién­dose desistido de la cons­trucción de un tem­plo mu­cho más suntuo­so, se procedió a una reforma de la iglesia de Santa María, que fue culmina­da en 1649. Fue una iglesia muy querida por los monarcas católi­cos, que en ella hacían su prime­ra entrada en la Corte. Y el Concejo hacía salir de ella sus más solem­nes procesiones. Muchas veces las reliquias de San Isidro y de Santa María de la Cabeza se pusieron a los pies de la Virgen de la Almu­dena en momen­tos de necesidad.

En 1777 amenazaba ruina, y la restauración la llevó a efecto Ventura Rodríguez. Tantas reformas hicieron que no quedase apenas nada de la primitiva y medieval parroquia. Y a pesar de su antigüedad y significación, fue derribada en octubre de 1868, para ensanchar la calle Mayor y alinear la de Bailén. Las imágenes de la Virgen fueron trasladadas a la iglesia del convento de monjas bernardas de la calle del Sacramento. En 1907 se inau­guró la cripta de la nueva catedral, y allí se llevó primero la antigua parro­quia y, en 1911, las imágenes. Al estallar la guerra civil volvieron al con­vento del Sacramento, y en 1954 pasaron a la catedral de San Isidro. En 1993, tras ser por fin consagrada la nueva catedral de la Almude­na allí tomó definitivo asiento la venerada efigie de la Virgen. Muy cerca de nuestra calle, en los jardines que bordea ya cerca de la calle de Bailén, tuvo su palacio la famosa princesa de Éboli, amante de Antonio Pérez. Y en nuestra calle fue donde asesinaron a Juan de Escobedo, el 31 de marzo de 1578, crimen que desencadenó la triste historia de la fuga de Antonio Pérez, la ejecución del Justicia Mayor de Aragón Lanuza y todo lo que posteriormente vino.