Entre la calle de San Bernardo y la plaza de los Mostenses. Distrito 1 (Centro). Barrio de la Universidad.
Como lo atestigua una cercana travesía, el nombre que hasta finales del siglo XIX llevó esta calle fue el de las Beatas. Se debía a un convento de monjas o beaterio que aquí se fundó en 1574, con la advocación de Santa Catalina de Siena. Perduró hasta 1611, cuando las monjas se trasladaron a un nuevo emplazamiento cercano al palacio que el duque de Lerma se acababa de construir junto al Prado de San Jerónimo. Fue entonces ocupado el edificio por los monjes premostratenses, y en él permanecieron casi dos siglos, hasta su derribo ordenado por José Bonaparte, pero esta historia corresponde a la plaza de los Mostenses y allí se contará. El caso es que del fugaz paso de las monjas por esta calle quedó un nombre que duró trescientos años. Répide cuenta una leyenda relacionada con este convento. Al parecer en él había monjas jóvenes y bellas, y en una ocasión dos, que debían de responder a estas características, pasaban por la calle Ancha de San Bernardo cuando fueron vistas nada menos que por Rodrigo Calderón, famoso galán y conspirador del que ya se ha hecho mención y que se deberá nombrar muchas más veces en estas páginas. Prendado de una de las religiosas, las alcanzó e intentó el cortejo. Fue rechazado, y cuando, arrogantemente, se dio a conocer y dijo que siempre conseguía lo que quería, la respuesta de Sor María del Sacramento, que así se llamaba la bella monja, fue “tal vez se obscurezca mañana la estrella que tanto brilla hoy”. Certera premonición del triste fin del marqués de Sieteiglesias, en un cadalso de la plaza Mayor.
Para la crónica negra han de quedar algunos horrendos crímenes que se produjeron en el número 3 de esta calle: en noviembre de 1945 apareció muerto por herida de arma contundente (un candelabro) y estrangulamiento el camisero Felipe de la Breña; parece ser que el móvil fue el robo. Diecisiete años después, el 1 de mayo de 1962, el sastre José María Ruiz Martínez, al parecer enajenado por unos problemas económicos, mató a su esposa y a sus cinco hijos antes de suicidarse.
La primera idea que se tuvo al decidir el cambio de denominación de la tradicional calle de las Beatas, llevó al Concejo a acordarse de Ramón Chíes (1846-93), político republicano y periodista, gobernador tras la Revolución de 1868 y fundador junto con Antonio Machado Álvarez, Demófilo, del semanario Las Dominicales del Libre Pensamiento. Pero alguien debió pensar que las ideas de Chíes eran demasiado avanzadas como para homenajearle con una calle, y se tomó, el 15 de marzo de 1899, la más neutral decisión de dedicarla al poeta cordobés Antonio Grilo, nacido en 1845 y fallecido en 1906, un juglar del siglo XIX que recorría los salones aristocráticos recitando expresivamente sus poemas. Esta faceta un tanto bohemia no le impidió sin embargo llegar a ser académico de la lengua. Fueron famosos en su época los versos que dedicó a las ermitas de la sierra de Córdoba.
2 comentarios:
Hola! Mi nombre es Daniel, soy periodista de Radio Madrid, tenemos una sección de blogs y nos gustaría contactar contigo.
Al no haber dirección de contacto, he decidido escribirte un comentario. ¿Cómo podríamos hacer para hablar?
Un saludo!
Publicar un comentario