Entre las calles de Santa Isabel y de Valencia. Distrito 1 (Centro). Barrio de los Embajadores.
Nuestra calle tiene dos partes. Una, la más antigua, la que bordea el convento de Santa Isabel, fue conocida en tiempos como calle de la Yedra. Esto era así, según una tradición recogida por Peñasco y Cambronero y citada por Répide, por las que allí había, pertenecientes a la finca de Gaspar de Quiroga, arzobispo de Toledo entre 1577 y 1594. Parece ser que el cardenal gustaba de tomarse un respiro en aquel lugar, rodeado de sus capellanes, a quienes decía: “Sentémonos aquí, como el profeta Jonás, a la sombra de la yedra”. Felipe II, al que llegó a desesperar la longevidad de Quiroga, pues deseaba conceder el trono arzobispal a otra persona, dispuso de la finca tras la muerte del prelado y, junto con la que fue de Antonio Pérez, que también anduvo por aquí, fueron utilizadas como solar para el Hospital General y el susodicho convento de Santa Isabel.
El caso es que en 1871 se abrió una calle que iba desde la de la Valencia a la de Argumosa, que fue dedicada al doctor Fourquet y que absorbió la antigua calle de la Yedra. Como muy bien dice Répide, “en realidad se podía haber dado el nombre de Fourquet a la vía nuevamente abierta… y dejar a la anterior su denominación tradicional”. Está claro que las decisiones extrañas de los ayuntamientos no son solo fruto de nuestra época.
Y eso no quita que el personaje al que se dedicó la calle tuviera méritos suficientes, además de lógica espacial al encontrarse tan cerca del Hospital General y del antiguo Colegio de San Carlos. Juan Fourquet y Muñoz nació en Madrid en 1807 y se doctoró en el Colegio antes citado en 1846. Catedrático de la flamante Facultad de Medicina en 1847, fue un médico eminente, de labor callada, pionero en el uso de la microscopía e inventor de utensilios como la “bocina de cordón”, una especie de estetoscopio. Su obra, ingente, procuró ser original y no una mera traducción de tratados extranjeros. Su muerte prematura le impidió ver publicados sus abundantes escritos, tarea de la que se encargaron sus discípulos, sobre todo Juan Calleja, que sacó a la luz un Tratado de Anatomía basado en ellos entre 1869 y 1877. Una tuberculosis se llevó al doctor Fourquet el 12 de julio de 1865.
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